No hay mejor lugar que los brazos de mamá

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Cómo ha cambiado mi blog en 5 años

En diciembre del 2012 publiqué por primera vez en el blog. Aquellas primeras entradas eran pobres, meros intentos de intentar adaptarme a un nuevo reto que me había planteado. Al principio, el blog surgió más por una necesidad de hacer publicidad a los portabebés y a la tienda online que tenía por aquel entonces que a otra cosa. Pero con los meses, descubrí que me gustaba contar cosas de mi día a día, de la crianza de Sara y de sus pequeños e incesantes cambios. Siempre me había gustado escribir, hacer cuentos y redacciones para el cole, y el blog me brindó la oportunidad de hacer algo que me gustaba, con lo que me sentía a gusto y que, echando la vista atrás, no hacía mal del todo.

Escribir entonces era fácil, siempre había cosas nuevas que contar, experiencias que plasmar, conocimientos sobre portabebés, lactancia o salud que compartir con vosotros, mis lectores. Iba en el coche y se me ocurrían cientos de ideas para escribir, muchas veces tenía que anotarme en una libreta las cosas para no olvidarlo. Además, estaba en casa con la excedencia, lo que hacía que las mañanas libres fuesen muy productivas en tiempo, así que había meses que publicaba unas 20 entradas. ¡20! Madre mía, ahora, si publico dos veces al mes, me siento satisfecha. ¿o no?

Pues la verdad es que no. Echo la vista atrás y pienso en aquellos años, lo mucho que me aportaron, las oportunidades que se me abrieron, la cantidad de gente que conocí gracias al mundo virtual, las cosas que hice, los buenos ratos escribiendo historias y los ratos aún mejores leyendo los comentarios que me dejabais. Ahora casi no escribo y muchas veces lo echo de menos.

En estos cinco años, he pasado de contarlo todo a casi no contar nada. A veces pienso ¿y sobre qué voy a escribir? Mi vida y la de mis hijos, sobre todo la de Sara, que es (era) la principal protagonista, se ha vuelto mucho más pausada, más monótona. Ya no hay grandes historias que contar, grandes momentos que compartir. Ella y el blog han crecido, han madurado y se han vuelto más serios.

Hace poco más de un año que Sara dejó de mamar y aunque la lactancia materna sigue siendo un tema que me apasiona, aunque me gusta seguir ayudando a toda aquella madre que lo necesita, parece que el hecho de no ser ya una madre lactante me deja sin historias sobre las que hablar. Y lo mismo pasa con los portabebés.  Durante años, fueron primordiales en la crianza, en mi casa. Iba con Sara a cuestas a todos lados, siempre había alguna novedad que contar, algún beneficio que recalcar…pero un día dejó de pedir brazos y un día se hizo tan grande y tan pesada que mi espalda ya no aguantaba con su peso, por mucho que el portabebé dijese que sí. Y ahora, hablar de portabebés, parece que no me sale, que todo lo que tenía que contar ya está dicho. Aunque sigo asesorando y recomendándolos con gusto cuando alguien me pregunta; y sigo sonriendo por la calle cuando veo algún bebé feliz en brazos.

Muchos días, por la noche, cuando todos duermen ya y la casa está en silencio, cuando es mi momento de pensar y recapitular sobre lo que ha dado de sí el día, pienso en el blog y en lo que lo echo de menos. Me digo a mi misma que tengo que esforzarme más, que volver a retomarlo, que quiero volver a escribir con asiduidad y constancia. En ocasiones, he llegado hasta a ponerme un poco triste por lo abandonado que lo tengo. Y pienso, voy a sentarme a escribir, voy a hacerlo cada día, cada noche, aunque sólo sea un poco. Y entonces, ¡no se me ocurre sobre qué escribir! y me entra el bajón. ¿Qué puedo contaros que resulte interesante? ¿Qué decir que no haya dicho ya? Imagino que así deben sentirse los escritores cuando no tienen inspiración.

Y de pronto, un día me llega alguna idea para compartir con vosotros. Pero no encuentro el momento, el trabajo, la casa, las actividades extraescolares, los niños. Y cuando llega la noche y tengo tiempo, ya no me parece tan interesante lo que había pensado por la mañana. Entonces lo apunto en mi cuaderno de ideas y ahí se queda, esperando que llegue el día en que mi tiempo y mis ganas se junten.

En estas estoy. He llegado hasta a pensar en dejarlo del todo, en escribir una última vez a modo de despedida. Pero luego desecho la idea, casi prefiero escribir poco, de vez en cuando, a no hacerlo nunca.

Así que aquí seguiré pues, escribiendo poco y con mesura, cuando el tiempo, las ganas y las ideas lo permitan. Y escribiendo cosas que quizás ya no tengan tanto que ver con la idea inicial del blog. Porque todos hemos madurado, hemos crecido, nuestras vidas han cambiado. Y ahora, en vez de escribir sobre porteo, quizás escriba sobre el último lugar al que he ido a cenar; y en vez de escribir sobre lactancia materna, quizás escriba sobre consejos para hacer la compra en el supermercado. Pero, aunque brevemente, aquí seguiré y estaré feliz si queréis seguir acompañándome.

 

Del colecho a la cama de mayores: dejar la cama de mamá ha sido muy fácil

Desde que Sara nació, hemos compartido cama y habitación. En España, esta situación se conoce como colecho y aunque muchas personas no lo admiten, dormir con los hijos es más frecuente de lo que parece.

Sus primeras semanas de vida las pasó en mi cama, calentita, vigilada, donde tenía acceso al pecho cada vez que quería, lugar privilegiado para controlar su respiración y evitar sustos enormes, como el que nos llevamos una de las primeras noches que pasamos en casa, cuando se atragantó mientras dormíamos y gracias a estar tumbada a mi lado, pude notar cómo se agitaba y pataleaba y conseguí que expulsase una bola enorme de flemas y leche que tenía alojada en la garganta y que había hecho que se pusiese cianótica. Después de ese susto, supe que íbamos a dormir juntas mucho tiempo.

Los primeros meses trascurrieron así. Cuando creció un poco y se movía mucho, puse la cuna pegada a la cama, sin barandilla, de modo que podía rodar y pasar de un lado a otro sin problema. Incluso algunas noches era yo la que la “empujaba” suavemente a su lado del colchón. Cuando la cuna empezó a quedarse pequeña, moví mi cama a un lado y puse una cama pequeña pegada a la mía, con el cochón a ras de mi colchón. Y así hemos dormido hasta ahora.

Con los años, ambas nos hemos acostumbrado a dormir juntas. El problema no estaba tanto en compartir cama, como en lo que a acostarse se refiere.

Nunca la he “enseñado” a dormir sola. Simplemente, se quedaba dormida. Desde que nació, la teta era su forma de dormir, mamaba, se dormía, la soltaba en la cama y listo.

Hasta que tuvo 18 meses, me incorporé de la excedencia y ella empezó la guardería. Entonces empezaron los horarios y los problemas. Necesitaba instaurar una rutina de sueño, para poder despertarla por la mañana sin mucho problema. Al principio, me iba a mi cama con ella, le daba el pecho y me quedaba allí tumbada, leyendo, hasta que se quedaba dormida. Pero había veces que ese proceso duraba más de media hora y me resultaba un poco desesperante, me parecía una pérdida de tiempo, teniendo en cuenta la cantidad de cosas que me quedaban por hacer y, sobre todo, que tenía a un niño más grande esperándome fuera para hacer alguna cosa los dos juntos antes de irse a la cama.

Y encontré la solución que nos venía bien a los 3, de momento. Como a Lucas y a mí nos gustaba tener nuestro momento a solas para ver alguna peli juntos, lo que hacía es que le daba el pecho a Sara en el sofá del salón y mientras ella iba cogiendo el sueño, Lucas y yo aprovechábamos para nuestras cosas. Pero cada vez es más grande y pesa más, y la tarea de llevarla a la cama dormida desde el sofá empezaba a resultar peligrosa para mi espalda.

Cuando por motivos de trabajo me tocaba (y me sigue tocando) dejarla a dormir en casa de los abuelos o de la tía, al principio me tumbaba con ella en la cama hasta que cogía el sueño y después me iba. Pero poco a poco, empecé a dejarla despierta en la cama y me iba. Y oye, que no había ningún problema, que en casa de los abuelos y de la tía, se dormía sola. Pero en casa era otro cantar.

Ya podréis imaginar la cantidad de comentarios que he tenido que escuchar en estos 5 años sobre el sueño de mi hija, lo mal que lo estaba haciendo, que nunca la iba a sacar de mi cama, que iba a dormir conmigo hasta que tuviera novio…comentarios a los que yo, evidentemente, hacía oídos sordos.

Pero últimamente, las noches se estaban convirtiendo en una tortura. Desde hacía algunos meses ya no usaba su cama pequeña, simplemente dormía en la mía, lo más cerca posible de mí y yo en una esquina de una cama de 1,50 metros. Además, roncaba y mucho (tema del que ya os hablaré en cuanto pueda). Tampoco paraba de moverse de lado a lado, con lo que me pasaba las noches despertándome por sus patadas y sus ronquidos.

Siempre he defendido el colecho, compartir la cama con mis hijos me ha aportado muchos beneficios y estoy segura que a ellos también. Nunca me he planteado obligar a Sara a dormir de otro modo. Pero ya hacía tiempo que yo no descansaba muy bien. Además, varias noches al mes, por motivos de logística, mi sobrina tenía que dormir en casa con nosotros y aquello sí que era una fiesta. Mi sobrina en la cama pequeña de Sara y Sara y yo en mi cama, las tres juntas en la habitación, despertares de una, ronquidos de la otra…Entonces, decidí plantearle a Sara el tema de dormir sola en su habitación.

En el mes de febrero empecé a hablar con ella, sobre que estaba a punto de cumplir 5 años y quizás sería un buen momento para montarle una habitación para ella. Lo primero que me pidió fue que su cama tuviera cama abajo, para dormir con la prima. Y lo otro que me pidió fue poder elegir su cama. Así que dicho y hecho, nos fuimos de compras a una conocida tienda de muebles. Entre las dos elegimos la cama, colchones, edredones y demás muebles para la habitación. Hablábamos cada día del tema, de lo mayor que iba a ser, de lo chula que iba a quedar su habitación….

Colecho

Montamos la habitación y todos sus accesorios. Varias lámparas de luz nocturna, a petición de Sara. Y llegó la primera noche tras el cumpleaños, la noche en que dormiría sola por primera vez, la noche de una niña mayor, como a ella le gustaba llamarla.

¿Queréis saber la verdad? Me esperaba algo peor, traumático, con llantos y quejidos… Desde luego, mi intención era tener mucha paciencia, ofrecerle mi habitación para lo que necesitase y desde luego, no obligarla a nada. Pero llegó esa noche y la emoción se sentía en el ambiente. Le puse le pijama, encendimos las luces quitamiedos, la metí en la cama, le leí un cuento, le di varios besos, le dije lo mayor que era y me fui…hasta el día siguiente. No hubo llantos, no hubo traumas, no hubo nada. Simplemente, ella se ha ido a dormir sola a su habitación cuando las dos nos hemos sentido preparadas para ello. Bueno, creo que ella estaba más preparada que yo, porque esa primera noche yo no podía dormir, con la oreja pendiente por si sentía algún ruido, preparada para saltar cual resorte de la cama al primer inconveniente. Pero no lo hubo. Y no lo ha habido en este par de semanas que llevamos durmiendo separadas.

Alguna noche me ha llamado porque se ha despertado por una pesadilla, he ido, la he calmado y se ha vuelto a dormir sola sin problema. Incluso una mañana me comentó que se había levantado ella sola al baño en mitad de la noche a hacer pis, muy despacito, ¡para no molestarme! Ya ha compartido su habitación con la prima e incluso con su hermano, al que invitó a dormir una noche en la cama de abajo.

Ella se siente muy mayor. Tiene su propia habitación, con la cama llena de muñecos (en mi habitación no podía tener tantos). Ahora tiene todo a mano, estanterías para tener todo ordenado, una mesa con silla en la que pasarse horas haciendo dibujos…Cuando viene alguien a casa, lo primero que hace es llevarle corriendo a su habitación para enseñarle su cama nueva.Colecho (2)

He dormido con mi hija 5 años. Y no tiene ningún trauma por ello. Muy al contrario, creo que es una niña muy segura de sí misma y me lo ha demostrado con el cambio. No ha tenido ningún problema para dormir sola cuando ha estado lista. Simplemente, mi pequeña se hace mayor. Colechar con los hijos aporta a todos los miembros de la familia muchos beneficios. Pero no debemos asustarnos, los niños no van a dormir con nosotros para siempre, simplemente, un día se van y nuestra cama se quedará vacía. Aunque confieso que ya me he acostumbrado a dormir del tirón sin ella y sin estar pendiente de los ruidos, sigo durmiendo en mi esquina de costumbre, con el resto de la cama vacía.

¿Me cuentas cuánto tiempo has dormido con tus hijos y cómo se fueron a su propia cama?

Lactancia materna y protección cardiovascular

Mucha gente piensa que las enfermedades cardíacas son una patología mayoritariamente masculina, pero nada más lejos de la realidad, las enfermedades cardiovasculares matan tanto a hombres como a mujeres y son la primera causa de muerte a nivel mundial, según datos de la OMS.  En América, suponen más de 2,000 muertes diarias, según el CDC. En Europa, el 26% de las muertes en mujeres menores de 65 años se deben a patologías cardiovasculares.

A la vista de estas abrumadoras cifras, está claro que hay que cuidar nuestros corazones, sin importar la edad o el sexo.

En primer lugar, hay que prevenir, evitando los factores de riesgo que se asocian comúnmente a estas patologías: tabaco, alcoholismo, sedentarismo y dieta inadecuada. Es decir, hay que dejar de fumar, dejar de beber alcohol en grandes cantidades, hacer ejercicio físico con asiduidad y sobre todo, llevar una dieta equilibrada, baja en grasas saturadas, sal y azúcares, para evitar la hipertensión, la diabetes y la hipercolesterolemia.

A parte de la prevención, las madres tenemos un arma extra y poderosa a nuestro alcance, para reducir el riesgo de patología cardiovascular. La lactancia materna.

Ya sabemos que la lactancia tiene múltiples beneficios para los bebés. Y está probado que dar de mamar reduce el riesgo de padecer cáncer de mama a las madres. Pero no todo queda ahí. La lactancia también reduce el riesgo de enfermedades cardiovascular, de diabetes y de accidentes cerebrales. Unos datos que hay que tener en cuenta.

lactancia

En este estudio, publicado en Noviembre de 2013, realizado en Noruega sobre más de 20,000 mujeres durante 15 años, se observaron tasas de mortalidad cardiovascular excesivas en mujeres menores de 65 años que nunca habían lactado. Esto sugiere la hipótesis de que la lactancia materna tiene beneficios a largo plazo en la salud cardiovascular femenina.

Hay varios estudios que demuestran las bondades de la lactancia materna en patologías cardiovasculares. En este estudio publicado en 2009 en Pittsburgh, se estudiaron 140,000 mujeres y madres menopáusicas. El estudio demostró que las mujeres que habían amamantado durante más de 12 meses tenían un 10% menos de probabilidad de padecer diabetes y cualquier tipo de enfermedad cardiovascular. Así mismo, las mujeres que dieron el pecho durante pocos meses eran menos propensas a tener diabetes, hipertensión o colesterol alto. Las que amamantaron durante al menos 6 meses, redujeron también la probabilidad de accidente cardiovascular.

Este otro trabajo, mucho más amplio, revisó en total 72 estudios, ensayos y meta-análisis que se centraban en los beneficios de la lactancia materna en la protección frente a problemas cardiovasculares, tanto de la madre como del hijo. El resultado es claro: “Existe una asociación significativa tanto en la disminución de la probabilidad de tener hipertensión materna a corto y largo plazo, como de padecer enfermedades cardiovasculares.”

Resumiendo, ¿cómo funciona exactamente la lactancia para prevenir patologías cardiovasculares? Parece ser que la lactancia reduce los niveles de colesterol “malo” (LDL) y aumenta los niveles del “bueno” (HDL). Además, ayuda a quemar mantener un peso saludable, lo que disminuye el riesgo de padecer diabetes. Disminuye las cifras de Tensión Arterial y estos tres beneficios se mantienen a largo plazo, más cuanto más tiempo haya durado la lactancia.

Cada vez hay más evidencias científicas sobre los beneficios de la LM, no sólo para nuestros hijos, también para las madres. Reduce el riesgo de padecer cáncer de mama y de ovario y disminuye el riesgo de padecer osteoporosis, además de la protección cardiovascular a largo plazo.

La lactancia materna es lo natural, es para lo que nuestros cuerpos mamíferos están preparados. Es lo mejor para los niños y también es lo mejor para las madres. No hay lugar a dudas.

Y nosotras, madres, tenemos la oportunidad de mejorar nuestro futuro, de alejarnos de las estadísticas que muestran que la enfermedad cardiovascular es la primera causa de muerte en el mundo. Dando de mamar a nuestros hijos, cuidamos de su salud y cuidamos de la nuestra. Además del ahorro de dinero que supone alimentar a nuestros hijos con lo que la naturaleza nos ha dotado.

 

 

De lactancia materna, copas menstruales y partos en casa

 

Hace sólo unos días leí estupefacta un artículo de la rancia Carmen Posadas que se publicaba en el dominical de un famoso periódico. Esta señora escritora, de la que casualmente no he leído ningún libro, se ha lucido con su artículo, en el que no deja títere con cabeza, o más bien, en el que no nos deja a las mujeres en muy buen lugar, a las mujeres que optamos por una maternidad y una vida más natural y respetuosa. El respeto, en su caso brilla por su ausencia. Me niego a enlazar su artículo y hacer que reciba más visitas. He aquí una imagen de sus desvaríos.

lactancia, copa menstrual, parto en casa

En un vuelo transatlántico me tocó al lado una mamá joven, muy guapa y con estudios universitarios, que viajaba con su hijo de dos años. Ante mi sorpresa, llegada la hora empezó a dar de mamar al retoño después de que este, hablando como un catedrático, solicitara el servicio de comedor. No seré yo quien se mese los cabellos ante las madres que reclaman su derecho a alimentar a sus hijos cómo y cuándo les plazca, allá cada cual con su particular afán de protagonismo, por no decir exhibicionismo. Pero ¿es compatible con una vida profesional amamantar niños hasta esa edad? “

¿Afán de protagonismo y exhibicionistas? La lactancia materna, la función natural de los pechos de las mujeres, sigue avergonzando a muchas personas, e incluso a esta escritora retrógrada que no está puesta en las recomendaciones de la OMS. Porque digo yo, que si organismos científicos internaciones, después de muchísimos años de estudios, insisten en que lo más beneficioso para los bebés es la leche materna en exclusiva hasta los 6 meses y complementada hasta los 2 años y más allá de ese tiempo siempre que madre y bebé así lo deseen, será por algo. Que no señora, que si mi hija de 4 años me pide teta, ni yo soy una exhibicionista que quiero mostrar la turgencia de mis pechos a todo el mundo ni quiero ser la protagonista de una reunión de amigos. Si le doy teta es por su salud, por mi salud, porque a ella le gusta, porque le alimenta, porque es sano, porque le calma, porque tengo esa posibilidad y punto. Ah, y los mismo da el aspecto físico de la madre lactante y su nivel de estudios, guapas y feas, universitarias o sin graduado escolar, las tetas de todas están hechas para alimentar a nuestros hijos y de las tetas sale leche de igual calidad.lactancia

¿Compatible con la vida profesional? Teniendo en cuenta que la OMS recomienda lactancia en exclusiva hasta los 6 meses y que en España la baja maternal no dura ni 4 meses, es difícil, pero perfectamente compatible. Al principio podemos sacarnos leche con un sacaleches y a partir del 6 mes, cuando el bebé comienza a tomar otros alimentos, puede comer “comida” mientras nosotras no estamos y tomar teta cuando estamos con ellos. Porque las madres trabajadoras volvemos a casa después de la jornada laboral y en esas horas que compartimos con nuestros hijos, podemos darles el pecho, podemos leerles un cuento, podemos jugar a revolcarnos por el suelo y podemos hacer cientos de cosas. Quizás Carmen no lo sepa porque no dio pecho a sus hijos o porque al llegar a casa tenía a los niños cuidados con alguna niñera…

 Tampoco parece muy compatible con el trabajo lo que propugnan las muy progresistas ‘miembras’ de la CUP. Ellas desean que los centros de salud promuevan «métodos alternativos de recoger el sangrado menstrual» a los caros y poco ecológicos tampones y compresas.  Para ello abogan por el sangrado libre y la utilización de esponjas marinas. “

Y digo yo, señora Posadas, ¿qué leche tendrá que ver mi ciclo menstrual con la compatibilidad con el trabajo? ¿Y acaso usar una copa menstrual me convierte en independentista? No seré yo la que hable de política, pero sí la que habla de métodos alternativos para recoger el sangrado menstrual. Y casualmente, la moción sobre la menstruación que ha presentado la CUP me parece fenomenal.  Resulta que la menstruación no es algo nuevo, sino que al igual que la lactancia materna, es tan antigua como la humanidad. Es inherente a los mamíferos. Las mujeres tienen pechos para amamantar. Y las mujeres tienen periodo menstrual. Durante años, lo que viene siendo de toda la vida, vamos, las mujeres han cuidado sus ciclos menstruales de una u otra forma, hay constancia de que en Egipto las mujeres usaban una suerte de compresas para tal menester. Desde entonces ha llovido mucho y ha habido adelantos, o no. Los tampones casualmente, están ligados al Síndrome de Shock Tóxico y tanto compresas como tampones dejan en el cuerpo de la mujer residuos. Y no solo en nuestros cuerpos, sino en el medio ambiente, pues aunque a esta mujer le parezca que cuidar el medio ambiente es absurdo ¿Y si estropeo el medioambiente con mis tampones y compresas?”  Poner un poco de parte de cada uno ayuda bastante. Además, el gasto mensual es compresas y tampones es muy grande. Ya me imagino yo a familias que no consiguen casi llegar a fin de mes, sufriendo por gastarse 10 o 15€ mensuales en compresas. Si invierten 30€ en una copa menstrual que dura 5 años, ¿no supone esto un gran ahorro? Creo que Carmen Posadas no ha leído bien la moción de la CUP, pues no propugnan el sangrado libre, sino el uso de métodos alternativos. Y  puedo hacer mi trabajo igual de bien con un tampón que con una copa menstrual.

“¿Para qué ir a un hospital si se puede parir igual en el colchón de casa, como sacraliza un conocido anuncio de televisión? Por supuesto, y una vez más, parir con dolor es una opción, pero no parece precisamente ‘moderno’ anteponer la intimidad a la seguridad o considerar irrelevante la contribución del parto hospitalario a la hora de reducir la mortalidad materno-infantil.”

El parto en casa, en un embarazo sano y controlado, es una opción segura y responsable. En otros países Europeos, sin ir más lejos, es una opción que se considera normal. Parir en casa se hace bajo la supervisión de matronas, que son las profesionales de la salud que controlan la vida sexual y reproductiva de las mujeres y que se encargan de los partos en la inmensa mayoría de las ocasiones. Digo inmensa, pues en muchísimos casos innecesarios, intervienen los ginecólogos con sus episiotomías, sus maniobras de Kristeller,  sus cesáreas, sus partos programados… Una vez más, la OMS, ese organismo del que parece que Carmen Posadas no ha oído hablar, considera que en condiciones de salud, el parto en casa es tan seguro como un parto hospitalario. Y lo de parir con dolor, no es una cuestión de masoquismo. Hay alternativas más naturales y menos dañinas a la epidural, que conlleva muchos riesgos, como partos instrumentalizados y mayor tasa de cesáreas. Una mujer que decide parir en casa no lo hace salvaje e inconscientemente. Una mujer que decide parir en casa se ha informado y ha decido. Y no está poniendo en riesgo su salud ni la de su bebé si no hay nada que contraindique este tipo de parto. Son decisiones normales y respetables. Y contempladas por la OMS.

“Nuestros primeros años como profesionales son brillantes, pero cuando el reloj biológico comienza a hacer tictac, se acabó puesto de relumbrón y sueldo espléndido, la maternidad es lo primero. Caer en viejos tics gracias a nuevas modas pseudoprogresistas es completamente imbécil”

Está claro que cuando esta mujer tuvo a sus hijos, hace unos 40 años, trabajaba y trabajaba….ah no, que leyendo su biografía resulta que dejó sus estudios universitarios para casarse y tener hijos y hasta unos años después no comienza a escribir libros (cosa que seguro hacía perfectamente desde casa) y luego se casó con el gobernador del Banco de España… Precisamente ella, que ha tenido una vida acomodada y fácil, viene a dar lecciones sobre maternidad y sobre quedarse en casa cuidando hijos. Pues mire por donde, sí, la maternidad es lo primero. Aunque aún haya mucha gente que no se haya dado cuenta. La infancia de nuestros hijos pasa rápida y fugaz. Y es en esos primeros años que se forja su personalidad y su relación con el resto del mundo. De nuevo a la cola de muchos países más progres que nosotros, la baja maternal no deja tiempo para nada. En países mucho más avanzados cuidan a las mujeres y sus maternidades, ofreciendo bajas maternales mucho más largas, periodos de excedencias remunerados, evitando que los bebés vayan a guarderías al cuidado de desconocidos y fomentando que sean cuidados y amados por sus madres. Decidir aparcar tu carrera profesional, por poco o mucho tiempo, es una decisión personal de cada madre y de cada familia, pero no es una decisión criticable. Más criticable me parece a mí que la vicepresidenta en funciones renunciase a su baja maternal y se incorporase al trabajo tan sólo 10 días después del nacimiento de su hijo. Que por muy bien cuidado que estuviera el niño, no tenía a su madre, ni su calor, ni su olor y evidentemente, ni la leche de su madre. Muchas mujeres se ven obligadas a incorporarse al trabajo cuando su bebé tiene sólo 16 semanas de vida, destrozando una recién comenzada relación, creando una angustia de separación madre-hijo difícil de calmar. Y se acostumbran, claro, no les queda otra y se engañan diciendo que su hijo está fantásticamente y cuando llegan a casa intentan recuperar ese tiempo perdido. Pero muchas de estas mujeres darían lo que fuera por no tener que dejar a sus retoños tan pequeños, por poder aparcar por una temporada su carrera profesional. Por suerte, algunas otras mujeres sí pueden hacerlo. Y renunciar temporalmente al trabajo por cuidar de tu hijo, de esa parte de ti, es más gratificante que el sueldo espléndido de ese mes. No es nada imbécil ni tiene porqué acabar con tu carrera profesional; unos años después y podemos volver al trabajo.

Definitivamente, nunca me había leído ningún libro de esta señora, pero después de leer este artículo, tengo clarísimo que nunca lo haré. Ella, la que se hace llamar feminista, no es más que una machista escondida detrás de un ordenador, con una gran falta de respeto hacia las mujeres y madres que deciden tomarse la maternidad de una forma un poco diferente.

Balance tras cuatro años de colecho

Siguiendo con los balances después de cumplir cuatro años, en esta ocasión hablaré de cómo ha sido para nosotras colechar o compartir la cama.

Sinceramente, como todo en esto de la maternidad, hasta que no estás inmersa en ella no sabes muy bien cómo vas a reaccionar. Con Lucas compartí cama para facilitar la lactancia, sin saber que eso recibía un nombre. Después, durante 2 años no nos quedó más remedio que compartir habitación con los colchones juntos y así, dormimos muy bien. Cuando nos fuimos a vivir los dos solos, pusimos su habitación a su gusto y empezó a dormir allí solo, aunque durante bastante tiempo necesitaba que yo me tumbase con él hasta quedarse dormido. Y bastante tiempo fue hasta los 10 años más o menos, hasta que nació Sara, momento en el que el tiempo no me daba para eso. Nunca hubo problema, él fue capaz de dormir en casa de abuelos y de primos sin problema.

Y llegó Sara y apañamos la antigua cuna de Lucas para que durmiera allí. Pero también compramos un cojín antivuelco, no tanto para que ella no se moviese, sino para que estuviese protegida entre dos cojines y nosotros no pudiésemos aplastarla. Y la metimos en la cama, entre los dos. Y así dormíamos tan a gusto, sobre todo los primeros meses de lactancia continua, que no la sacamos.

Colechar es sencillo y agradable y hermoso. Sólo hay que seguir unas normas básicas de seguridad, que puedes leer aquí. Y luego, no hay más que disfrutar.

En estos 4 años de compartir cama, nos han sucedido muchas cosas. Cuando Sara tenía menos de una semana, colechar con ella le salvó la vida. Se atragantó con una flema, una bola amarilla y pegajosa de moco amarillo, imagino que mezclado con calostro y líquido amniótico. Ella no podía respirar y de no haber dormido juntas, habría muerto. Es muy duro y horrible decirlo,  pero es la verdad. Como no podía respirar ni articular sonido, la pobre empezó a dar paratas y a bracear. Y por suerte, sus movimientos me golpearon y me despertaron. Y la encontré cianótica, de un horroroso color violáceo, con los ojos llenos de terror, la boca abierta en un rictus intentando coger aire y los brazos agitándose descontroladamente. Fue una suerte que sucediese así. Mi instinto me hizo cogerla, tumbarla boca abajo en mi brazo y golpearle la espalda con su cabeza mucho más baja que el resto del cuerpo. Los golpes y la fuerza de la gravedad hicieron el resto. Y esa bola asesina, enorme y asquerosa salió despedida y Sara respiró y recuperó el color y no dejó de llorar en muchísimo rato y yo empecé a temblar de miedo. Aún hoy lo recuerdo y se me pone la piel de gallina y se me llenan los ojos de lágrimas. La pediatra me dijo la suerte que habíamos tenido… Desde ese momento, compartir cama con nuestra hija era la única opción posible.

pixabay

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El colecho nos ha facilitado mucho la lactancia. Mamar casi dormida hacía que ninguna de las dos nos despertásemos, o lo hiciésemos por breves periodos de tiempo. También puedes leer sobre mi experiencia con el colecho y la lactancia.

No siempre ha sido fácil, no nos engañemos. Hemos tenido épocas muy duras, en las que tenía que estar con ella en la cama en contacto continuo, no me podía mover porque se despertaba y Lucas también me necesitaba. Hemos tenido épocas en las que tardaba más de una hora en conciliar el sueño y yo me desesperaba con tanto tiempo perdido. Y también hemos tenido épocas en las que se movía muchísimo y se pasaba la noche dándome patadas y tortazos. La verdad, no es muy agradable estar durmiendo y que te despierte un bofetón. Pero bueno, todas han sido rachas pasajeras y superables.

A día de hoy, seguimos durmiendo juntas. Puse una cama pequeña al lado de la mía. Sigue necesitando dormirse conmigo, así que solucionamos el problema de tiempo con ella y tiempo con Lucas con un apaño. A las 9 en punto llega la hora de dormir. Hago el sofá más grande y ella se tumba a mi lado, mientras yo la abrazo y ella me mira fijamente. Lucas y yo tenemos nuestro momento madre-hijo y nos ponemos alguna película que nos guste. Sara se queda dormida enseguida y cuando está profundamente relajada, la llevo a su camita. La mitad de las noches duerme allí; la otra mitad rueda y se pasa a mi cama a media noche, me toca, le doy un beso, nos damos la mano y volvemos a dormir.

Me encanta dormir con ella. Me encanta abrir los ojos y verla descansar. Me gusta cuando se despierta, ve que estamos juntas y una sonrisa ilumina su cara mientras sus ojos se cierran tranquilos y seguros.

A todos nos gusta dormir acompañados. Si de mayores es normal tener pareja y compartir la cama con ella, ¿Por qué no vemos normal compartir la cama con nuestros hijos, que son lo que más queremos del mundo? Ya tendrán tiempo de dormir solos, ya pedirán su espacio. Desgraciadamente, crecen muy deprisa, me doy cuenta cada día cuando veo a Lucas, así que aprovechemos todo el tiempo que podamos con nuestros hijos, incluso si ese tiempo es por la noche.

Balance tras cuatro años de lactancia

Ahora que Sara ha cumplido 4 años, me apetece hacer un repaso a los aspectos que más nos importan y nos han importado.

Voy a empezar por la lactancia, que es lo primero que nos unió. Así han sido estos 4 años de teta.

La teta, fue lo primero después de separarnos tras el parto. Sólo unos segundos después de nacer, se enganchó a mi pezón y así estuvo durante horas. No quería tocarla, no quería que nadie la cogiera. Simplemente, quería que estuviese así, a mi lado, sintiendo su calor y notando como mamaba como si lo hubiese hecho siempre. Es increíble como la naturaleza es tan sabia y dota a nuestros hijos de ese conocimiento y del reflejo de succión.

Durante las 48 horas que estuvimos en el hospital, casi no me la quité del pecho. Así, antes de salir de allí, ya tenía los pechos rebosantes de leche.

4 años de lactancia en imágenes

4 años de lactancia en imágenes

Las primeras semanas fueron las más duras. Nunca tuve grietas, pero sí tenía los pezones irritados. Siempre digo que la lactancia con un agarre correcto no duele, no debe doler. Pero también es cierto que al principio, los pezones se irritan. Son una zona delicada del cuerpo, que de pronto se ve sometida a un roce y a una humedad continua y es normal una pequeña molestia hasta que se acostumbran. Si esa misma succión continua se produjese en el antebrazo, también acabaría irritado.

También tuvimos unos cuantos pequeños sustos las primeras semanas. Mi reflejo de eyección era muy potente. Tanto que Sara empezaba a mamar y la leche salía con mucha presión y en mucha cantidad y siempre se atragantaba. Fueron semanas duras, en las que intentaba vaciarme un poco el pecho antes de que empezase a mamar para disminuir ese reflejo. Pero casi todas las veces se atragantaba, estaba un par de segundos sin respirar, tosía incómoda y volvía a seguir mamando. En esas semanas, disparé leche por todos lados. Cada vez que Sara se retiraba del pecho, la leche salía disparada y le caía en la cara, en los ojos, en el pelo…e incluso en alguna persona que se ponía demasiado cerca.

También fueron duras las noches. El pecho a demanda es así, los peques maman cada vez que lo necesitan. Y por la noche mamaba muchas veces. Jose y yo nos caímos por las esquinas del sueño. Lo bueno, es que compartimos cama y de ese modo, los despertares fueron menos y más cortos. Cuando fue creciendo, muchas noches mamaba y no me enteraba, pues ella sola era capaz de buscar mi teta y engancharse. Eso sí, tenía que dormir despechada, para tener el self-service listo toda la noche.

Es estos cuatro años, la teta nos ha dado mucho consuelo. Al principio servía para calmarla, tranquilizarla, que se relajase, además de alimentarla. Con el tiempo, descubrimos que la teta era el mejor calmante. Durante todo este tiempo, la teta ha sido un potente analgésico. Cualquier dolor, cualquier herida, cualquier malestar, todos hemos conseguido reducirlos con el poder sanador de la teta. La tetanalgesia existe.

Los primeros meses estuvieron llenos de comentarios por parte de todo el mundo. Ya sabemos que en esto de la maternidad, parece que la gente de nuestro alrededor es experta y todos dan consejos sin pedirlo. De este modo, al principio todo el mundo me decía que la niña mamaba muchas veces y por eso regurgitaba, porque estaba llena. También me dijeron que posiblemente mi leche no fuese buena y se quedase con hambre, por eso pedía tan seguido. Menos mal que no hice caso de ninguno de los comentarios y seguimos felizmente lactando. Algunas veces expliqué la fisiología de la lactancia; otras, simplemente, sonreía con cara de “que sí, que lo que tú digas pero yo hago lo que me da la gana” y a seguir con la teta. Superados los 6 primeros meses, los comentarios cambiaron de rumbo. Empezó la época de “ya es muy mayor, quítale la teta” o “deja de darle el pecho que con esos dientes tiene que comer pan” o la mejor “a esa edad, ya la teta no alimenta, es sólo vicio” Si ya superas el año de lactancia, oyes verdaderas tonterías. Pero bueno, nada que no se pueda solucionar con unas palabras cortantes. Con algo más de 2 años, directamente pasaron a decirle las cosas a Sara en vez de a mí. En una ocasión le dijeron que la teta era caca; tuve unas palabritas con esa persona y al final terminó pidiendo perdón. Y así hemos seguido hasta ahora. Como ya mama muy poco y sólo en determinados momentos, lo normal es que lo hagamos en casa y no nos vea nadie, así no nos hacen comentarios.

Con estos 4 años de lactancia he proporcionado a Sara un montón de defensas. Es una niña sana y feliz, segura de sí misma y con una personalidad muy bien definida. Puede estar agarrada a mi pierna cuando conoce a alguien nuevo y estar jugando con esa persona cinco minutos después. Desde luego, alargar la lactancia el tiempo que quieran mamá y bebé no hace que los niños sean dependientes.

Pero todo lo bueno se acaba y desde hace unos meses, sé que nuestra lactancia está llegando a su fin. Cada vez mama menos, y cuando lo hace, son sólo unos segundos. Desde el día de su cumpleaños, me ha pedido teta sólo 3 veces. Lo que me alegra es que no ha sido nada impuesto, ha sido algo natural, que va llegando sin esfuerzo y sin presiones. Hace unos meses, cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, me dio mucha pena. En este tiempo me he ido acostumbrando y sé que cualquiera puede ser la última vez. Así que estos pocos momentos que tenemos últimamente los disfruto al máximo.

Esta conversación tuvo lugar hace unos días, cuando llegamos a casa del colegio y se estaba lavando las manos para comer:

-Mamá, ¿me das tetita?

-Anda Sara, hacía muchos días que no me pedías, como ya tienes 4 años pensé que ya no querías.

-Mamá, si yo no tomo teta, ¿qué vas a hacer tú con tus tetitas? Yo no veo que tengas ningún bebé para darle teta.

Y con esta lógica infantil de mi hija, que entiende mejor que nadie que los pechos de las mujeres son para alimentar a sus hijos, me despido con una pregunta.

¿Hasta qué edad han mamado tus hijos?

Se acerca el destete

Vaya, qué raro se me hace decir esto, pero creo que nuestra lactancia se está acercando a su fin. En poco menos de un mes Sara ha pasado de mamar en bastantes ocasiones a espaciar las tomas hasta casi ninguna.

Y todo esto ha sido a raíz de empezar el colegio de mayores. Madre mía, si es que el colegio les hace mayores para todo, aunque no queramos.

Hasta que empezó el colegio todo iba como siempre. Nos despertábamos tranquilamente, mamaba en la cama sin prisa y pasábamos el día. Siempre tomaba teta para dormir la siesta y al despertarse y también tomaba por la noche para dormirse. Esas cuatro tomas eran sagradas y no nos las saltábamos nunca (bueno, algún día que no se haya echado siesta…) Además, pedía teta cuando estaba cansada, tenía hambre o sed, se aburría o se había hecho daño.

Y de pronto llegó Septiembre y el inicio del colegio, con sus nuevas prisas. Tengo que reconocer que el curso pasado, en la guardería, aunque entraba a las 9 siempre la llevaba más tarde, en la franja de 9 a 10, porque nos lo permitían, así que teníamos tiempo de despertarnos tranquilamente. Pero el colegio es otro tema, hay que estar a las 9 allí sí o sí, no podemos llegar a la hora que nos dé la gana. Esto ha supuesto hacer las cosas con prisas por las mañanas. Ahora me levanto, preparo los desayunos y voy a despertar a los niños (bueno, Lucas suele estar levantado), lo que ha implicado saltarnos la toma de la mañana. El primer día que la desperté para ir al cole estaba tan emocionada que no se acordó de la teta. Y desde entonces, hemos cambiado esa rutina y ya ninguna mañana me pide. Tampoco me pide cuando la recojo del cole, porque venimos jugando y hablando de cosas. Y así, vamos dejando tomas atrás. Tanto, que un día me di cuenta que no había mamado en todo el día. No fui consciente de ello hasta el día siguiente, cuando caí en la cuenta que en más de 24 horas no me había pedido teta. ¡Y me llevé un disgusto!

Sé que es normal, que todos los niños se destetan tarde o temprano y sé que a la mía no le debe quedar mucho ya. Tiene 3 años y medio y se va haciendo “mayor”. Incluso hace unas noches que ya no mama para dormir. Una noche me dijo que era grande y que no iba a tomar teta para dormirse, sólo un poco antes de dormir. Mamó unos segundos y se acabó. Ahora me descubro muchas noches ofreciéndole el pecho aunque ella no me lo haya pedido. Le digo: “¿quieres un poquito de teta después de cenar? Que sabes que ya no tomas para dormir…” Y la mayoría de las veces me dice que no.

La siesta la sigue haciendo con la teta y al despertar lo mismo, pero hay dos días a la semana que no duerme siesta porque no nos da tiempo, y esos días, si no se acuerda de pedirme por la tarde, se los pasa sin mamar.

Siempre que se hace daño sigue pidiendo. Y eso me gusta. Me encanta que la teta siga siendo su consuelo. Pero me pregunto hasta cuándo durará, viendo el rumbo que están tomando las cosas.lactancia

Pensar en el final de nuestra lactancia me provoca sentimientos encontrados. Por un lado, hay momentos en los que hasta me alegro. Sobre todo por las noches, cuando mamaba hasta quedarse dormida. Esas tomas ya me molestaban. Pero por otro lado me da mucha pena, pensar que es una etapa que se termina, otro detalle más que me demuestra que mi niña crece y se hace mayor y no se va a quedar pequeña por más que se lo pida.

Educación infantil o cómo obligar a nuestros hijos a crecer

Pues sí, ya llegó la etapa de escolarización de Sara. Ya está en el cole de los mayores. Ella está feliz, pues como todos los niños, la sensación de crecer y hacerse mayores es todo un logro para ellos. Aunque yo le sigo diciendo que no quiero que corra tanto y que se quede pequeña, no me hace caso.

En España la escolarización no es obligatoria hasta los 6 años. La educación infantil comprende de los 3 a los 6 años, tres cursos que “no son obligatorios”, pero que es como si lo fueran, pues es cuando los colegios ofrecen todas las plazas. Intentar escolarizar a los niños cuando tienen 6 años, en 1º de primaria, es misión casi imposible si quieres llevarlo a un colegio determinado. No lo dejarán en la calle, pero no habrá plazas para ningún colegio aceptable y la comisión de escolarización lo mandará al que no quiera nadie y tenga plazas disponibles. Vamos, que con 3 años los niños tienen que empezar el cole de mayores, nos guste o no.

Y empezar el cole implica enfrentarse a muchos cambios, a muchos de los cuales no están preparados.

Siempre he abogado por el respeto a los niños. Y sobre todo, por el respeto a sus tiempos y a sus necesidades. Cada niño debe llevar su propio proceso madurativo. Hay niños que andan antes y otros andan después, pero todos acaban haciéndolo. Lo mismo pasa con sentarse, dormir solos o dejar la teta, antes o después, si les dejamos, todos lo harán.

¿Qué pasa entonces con el colegio, que está lleno de normas? Pues que obligamos a nuestros hijos a hacer cosas para las que puede que no estén preparados.

Una de las primeras cosas es dejar el pañal. Los niños dejan el pañal entre los 2 y los 3 años. Los que lo hacen antes no es por proceso madurativo, es porque los padres les han “obligado” y les han condicionado para que lo haga. Lo ideal es respetar sus tiempos, no forzarles y esperar a que estén preparados. Quitarles el pañal cuando aún no ha llegado su momento implica muchos accidentes, muchas horas de niños sentados en el orinal sin necesidad, muchas lavadoras, mucho tiempo preguntado “¿quieres hacer pis?” e incluso en algunos niños, implica pánico al momento y estreñimiento forzoso. Las prisas por obligar a nuestros hijos a dejar el pañal no son buenas. Hay que esperar a que estén preparados para ello, de esa manera resulta mucho más fácil para todos y nada traumático. Pero claro, para entrar en el cole de mayores, los niños tienen que tener control de esfínteres. Todos. Da lo mismo si es un niño nacido en enero que si es uno nacido en Diciembre. Da igual si cuando entran al cole tienen 3 años y mucho o si tienen 2 años y pico.

Y no todo queda en el pañal. Entrar al colegio de mayores está lleno de normas. Me dieron esta hoja para rellenar y devolver con los logros de Sara. Me chocaron bastante algunas de las preguntas.normas absurdas para el colegio

¿Qué importa si va andando a los sitios o no? Pues aunque yo no le veo lógica, parece que para ir al cole de mayores es muy importante. ¡A una mamá le dijeron que el niño tenía que ir andando al colegio, que no le podía llevar en la silla de paseo! Vale que no pueda dejar la silla en el patio  ¿pero qué importancia tiene si llega al coche andando o en silla? ¿Y si va en coche? A otra mamá, en una entrevista personal, le preguntaron si aún tomaba biberón. Al decirle que su hijo tomaba biberón para desayunar, le dieron una charla moralista. Pero vamos a ver, lo importante es que los niños vayan desayunados al colegio, ¿tiene tanta importancia si el niño toma leche y pan tostado, teta o un biberón de cereales? ¿Acaso son diferentes por lo que hayan desayunado en casa? Vale que en clase a media mañana no se lleven un biberón, pero lo que haga cada uno en su casa da lo mismo. Vamos, que si me llegan a preguntar a mí y les digo que Sara toma teta, nos expulsan del colegio. Y así un montón de cosas, que creo que no tienen que ver con la educación y la enseñanza. A esta misma mamá le dijeron que tenía que quitarle el pañal de la noche ya. Joder jolines, ¡como si por dormir con pañal fuese a tener un problema para relacionarse en clase! Antes o después, los niños dejan el pañal, el chupete, el biberón y la teta y hasta dejan de pedir brazos. ¿Por qué nos empeñamos, o más bien se empeñan, en hacer que esas cosas ocurran tan pronto?

Nos dieron un librito informativo en mi colegio sobre la incorporación del niño a la etapa de educación infantil.  Ya veo que en todos los colegios se rigen por las mismas tonterías. Leo perlas como estas: “niños caprichosos que quieren imponer sus deseos” Vaya, poniendo etiquetas a los niños desde el principio; “algunos niños todavía van en carrito a la escuela” si van en coche no hay problema; “continúan usando chupete y biberón en casa” que digo yo que lo que haga en mi casa será cosa nuestra; “hay niños que no tienen adquiridas unas rutinas básicas de alimentación, sueño…” Mi hija no va al colegio a comer (hay niños que se quedan en el comedor y ya “aprenderán” a comer lo que allí les pongan) ni mi hija va al colegio a dormir. Si se duerme cada noche con mi teta y compartimos cama, ¿qué mal hace en el colegio? “debe dormir sin problema, si llama la atención, ignorarle para que no se repita; tres días de firmeza…”  Bueno, con el tema del sueño y de dormir me suelen tocar mucho las narices. Qué manía con que los niños deben dormir solos, y tenemos que “enseñarles” y ser duros y firmes. ¿Acaso a los adultos no nos gusta dormir acompañados? Mi hija ya dormirá sola cuando se sienta preparada. Y ya no os cuento las orientaciones para un programa de entrenamiento en el control de esfínteres porque parece que los niños estén en el ejército.

Los padres tenemos una importante labor en la educación de nuestros hijos, una labor conjunta con la escuela, somos su pilar fundamental.  Tenemos que educarles en valores, en respeto, en educación, tenemos que poner normas. Van a compartir el aula con más niños y una profesora que se enseñará mediante el juego la mayor parte de la mañana. Soy la primera en defender eso. Pero las cosas que no influyen para el comportamiento en el colegio ni para el desarrollo del niño, deberían quedar en cada casa, en manos de cada familia. No intentar forzar a los niños a hacer cosas para las que muchos no están preparados.

Las madres no somos vacas

Hace unos días compartí en mi página de Facebook una foto que me había indignado bastante. Era una foto publicada en una revista chilena, supuestamente, enumerando las desventajas de dar el pecho. Evidentemente, esto generó un montón de comentarios entre las madres, pues dicho artículo es totalmente absurdo.madre o vaca

Evidentemente, la lactancia no tiene desventajas y sí beneficios, por ello es lo normal. Por ello somos mamíferos, según la Wikipedia: “mamíferos son una clase de vertebrados que poseen glándulas mamarias productoras de leche con las que alimentan a las crías”. Vamos, que más claro el agua. Los pechos, mamas o tetas sirven para alimentar a nuestras crías. Punto. Es lo que viene escrito en nuestra especie y en nuestro código genético. Que haya madres que no quieran dar el pecho, por el motivo que sea, es totalmente respetable. Pero escudarse en buscar desventajas y atacar a las madres lactantes, me parece absurdo.

Así que aquí estoy para desmontar esa foto punto por punto.

El artículo tiene un título llamativo “¿Madres libres o egoístas? Mujer, eres una vaca”.  Evidentemente, me ofende que me llamen vaca, porque no lo soy, no lo somos. Somos humanos. Las vacas son una especie de mamíferos que alimentan a sus crías de la única forma lógica, a través de sus mamas. Y no solo eso, alimentan a otras crías y no tan crías con su leche. ¡Alimentan a los humanos! No voy a entrar ahora en si la leche de vaca es buena para nosotros o no. Pero vamos, ¿que vemos normal tomar leche de vaca y no vemos normal que nuestros hijos tomen leche de sus madres?

Alegan que grupos prolactancia chilenos han “cambiado de bando” y se han vuelto grupos antilactancia. Evidentemente, esos datos no son ciertos, sólo hay que buscar en  las redes sociales y veremos que los grupos de apoyo a la lactancia chilenos siguen ahí, ayudando a todas las madres que lo necesiten. Refieren que se han publicado estudios que cuestionan los beneficios de la lactancia materna sobre la artificial. ¿Dónde están esos estudios? ¿Tienen algún valor científico? Porque estudios sobre las bondades de la leche materna los hay a cientos, durante años se están estudiando todos sus beneficios, y ahora ¿quieren desmontar todos esos datos? Por ejemplo, podemos leer las recomendaciones de la Asociación Española de Pediatría o este de Unicef, por poner unos cuantos.

Lo peor es cuando afirman que detrás de la lactancia materna hay una conspiración política para apartar a las madres lactantes del mundo laboral. Me río yo de las conspiraciones políticas. Vamos, que optar por la alimentación natural de nuestros bebés en realidad no es en beneficio de los mismos, es que una horda de señores pensantes ha decidido hacernos creer que hacemos lo mejor para nuestros hijos cuando en realidad lo que quieren es que el mundo esté dominado por los hombres y las mujeres se queden en casa cuidando a los hijos y del hogar… Tremenda sarta de tonterías. Hay mujeres que optan por quedarse en casa cuidando de sus hijos; muchas mujeres que cogen excedencias alimentan a sus hijos con lactancia artificial. Hay madres que se incorporan a trabajar en cuanto finaliza la baja maternal porque no quieren  o pueden permitirse dejar el trabajo; muchas madres que se incorporan a trabajar siguen alimentando a sus hijos con lactancia materna. Ambos casos son normales y son posibles.

“La libertad consiste en no ser esclavas del hambre de sus hijos”  Tremenda tontería. En primer lugar todos los niños tienen que comer, absolutamente todos, da lo mismo la forma en que sean alimentados. La lactancia materna, además de natural y gratis, está siempre a punto, lista para consumir. Preparar un biberón necesita lavar y esterilizar biberones, calentar agua para la preparación, añadir los cacitos de leche y mezclar. Implica salir a la calle cargados de cosas para preparar el biberón. Yo veo eso más esclavo (y no digo que lo sea) que sacarse la teta siempre a punto en el momento necesario.

Desmontando sus argumentos en contra de la lactancia materna:

  • “La madre debe cuidar su alimentación y tomar 500 calorías extras para no debilitarse con la energía que supone la producción de leche” – Pero bueno, cualquier madre, vamos más allá, cualquier persona debe tener una alimentación sana y equilibrada. O sea, si das el pecho debes cuidarte, lo que es un fastidio. ¿Si das biberón puedes comer comida basura? Está comprobado que hasta las madres desnutridas producen leche de calidad para sus hijos, así que no, no hace falta llevar una dieta estricta ni comer más que antes.
  • “La madre debe evitar la ingesta de alcohol, cigarrillos y fármacos que traspasan agentes nocivos al niño” – El alcohol, el tabaco y los medicamentos son perjudiciales para todos, niños, madres y adultos, por la salud de todos deberían evitarse. Vaya fastidio tener que dejar de beber por amamantar… ¿Si das biberón puedes pillarte unos pedos de la leche? Una madre fumadora hace fumador pasivo a su hijo, aunque no le dé el pecho. Es más, sigue habiendo recomendaciones al respecto, si la madre fuma, es mejor la lactancia materna, por los beneficios que ella aporta.
  • “Produce cansancio, lo que podría derivar en una depresión post parto” – La maternidad per se implica cansancio, no asociado a la lactancia, sino asociado a la nueva situación que se presenta, bebés que necesitan cuidados 24 horas, múltiples despertares. También es una época de grandes cambios hormonales. Estas situaciones, junto a muchos otros factores, pueden desencadenar una depresión post parto. Achacar la depresión a la lactancia es tratar de encontrar un culpable que no lo es tal. En el post parto, las mujeres necesitarán una red de apoyo, tanto físico como psicológico. Y sobre todo, apoyo para una lactancia exitosa, no palabras de desaliento.
  • “Puede causar heridas, dolor o malformación en pezones y pechos” – Dar de mamar no duele. Si hay dolor o grietas son producidas por un mal agarre o una mala postura. También en algunos casos por un frenillo lingual corto. Causas solucionables todas ellas. Y ya, decir que produce malformaciones…es el colmo. Los pechos sufren durante el embarazo, además de que con el paso de los años, las fibras musculares son más débiles. El pecho no se estropea ni deforma por dar de mamar.
  • La lactancia dificulta la reinserción laboral después del postnatal” – Para la gran mayoría de las mujeres, la baja maternal es demasiado corta, queremos más días para disfrutar y compartir con nuestros hijos. Y para todos, incorporarnos al trabajo trae dificultades, adaptarse a horarios y compatibilizar la familia con los hijos. Una madre que amamanta tiene las mismas dificultades a la hora de incorporarse al trabajo que una que no lo hace. Otra cosa diferente es que en el trabajo haya o no facilidades para continuar con la lactancia, cosa que debería solucionarse y apoyar a las madres trabajadoras que continúan con la lactancia materna.
  • “Aleja al padre o a otros familiares del apego en la alimentación del niño” – El vínculo afectivo que se establece entre el bebé y sus padres no está ligado a la alimentación. El pecho favorece el apego entre madre y bebé. Pero no sólo de teta vive el niño. Hay multitud de momentos a lo largo del día en el que el padre puede y debe mostrar cariño a su bebé, calmándole, abrazándole, a la hora del baño, en los cambios de pañal, llevándole en brazos, durmiendo juntos, tranquilizándole cuando está nervioso o cuando le duele algo… Todos esos momentos formarán una unión especial entre el padre y su hijo.

Es una pena que se permitan reportajes de este tipo. Información no veraz que puede sembrar la duda en algunas madres lactantes e imposibilitar o arruinar su lactancia materna. Se debe promover la lactancia materna como el mejor modo de alimentar a los bebés. Es el mejor alimento.

Colecho y Lactancia: siguiendo el instinto materno

Cuando llegamos a casa con un bebé recién nacido, un bebé que toma teta a demanda, de verdad, sin horarios, sin restricciones, nos encontramos con que las noches pueden llegar a ser muy largas.

Los recién nacidos tienen estómagos muy pequeños y la leche materna se digiere muy rápidamente, lo que explica que necesiten mamar cada poco rato. También nos encontramos con que el sueño de los bebés es muy inmaduro, se despiertan multitud de veces por las noches y por lo general, no saben volver a dormirse solos y necesitan mamar para calmar su hambre, su sed, su necesidad de contacto. Biológicamente hablando, la lactancia nocturna aumenta los niveles de prolactina en sangre, la principal hormona responsable de la lactancia, de modo que las tomas nocturnas aseguran una correcta producción de leche durante el día, motivo por el cual, las tomas nocturnas son tan importantes.

Las primeras noches cuando nació Sara fueron duras, se despertaba cada 2-3 horas, se pasaba mamando más de media hora y solía hacer caca casi después de cada toma, lo que me dejaba muy poco tiempo para dormir antes del siguiente despertar. Aunque Jose se encargaba del cambio de pañal, el tiempo para dormir era escaso. Pero yo ya tenía experiencia previa, ya sabía que esto iba a ser así, no me pilló desprevenida.

Lo sabía por mi primer hijo, Lucas. Hace 13 años tenía la cuna puesta al lado de mi cama. Se despertaba, le tomaba entre mis brazos para darle la teta, me sentaba y me pasaba mucho rato esperando a que terminase para cambiarle el pañal y volver a dejarle en su cuna. La mayoría de las veces, no conseguía soltarle, porque se despertaba y vuelta a empezar. Y otras veces, muchas, el sueño podía conmigo y mientras le estaba alimentando, mis ojos se cerraban y yo saltaba como un resorte, por el miedo a dormirme y que se me cayera de los brazos. Era un peligro. No dormía nada, estaba hecha polvo, deseaba que mi madre o mi hermana vinieran de visita para que se quedasen con el niño y poder echar una cabezada.

Tan cansada como estaba y con el miedo a dormirme, llegué a plantearme hasta dejar la lactancia, empezar a darle biberones a ver si dormía más horas del tirón. Ya sabéis, por entonces, las malas lenguas me dijeron en varias ocasiones que seguramente mi leche no le alimentara y por eso se despertaba tantas veces… Pero no llegué a hacerlo, menos mal. Porque sucedió algo que cambió mi punto de vista.

Una de esas noches, en vez de levantarme para darle el pecho y pasar otra larga noche sentada apoyada en el cabecero, decidí probar a darle el pecho tumbada, me metí a Lucas en la cama, me puse cómoda, de modo que no hubiera peligro de que se me cayera y…….me quedé dormida. Así, sin planearlo. Mientras Lucas tomaba el pecho yo me dormí y él también. Recuerdo despertarme un poco confusa, sin saber qué hora era, si Lucas ya habría mamado. Me di cuenta que estaba plácidamente dormido y no me atreví a pasarlo a su cuna, así que con más miedo que otra cosa, cerré los ojos y seguí durmiendo. De esa forma, sin saber nada del tema, sólo siguiendo mi instinto, descubrí el colecho hace 13 años.

Cuando Sara nació, ya teníamos claro que iba a compartir cama con nosotros. Incluso le compramos un cojín antivuelco, no tanto para evitar que se moviera, lógicamente un bebé de sólo días no se va a dar la vuelta, sino para evitar que ninguno de los dos la pudiese aplastar durante la noche. Pero el instinto materno/paterno nos hace estar alertas por la noche y ninguno de los dos nos movíamos prácticamente del sitio mientras dormíamos. Con los múltiples despertares de Sara, los primeros días fueron duros pero enseguida me adapté y aprendí a quedarme dormida mientras ella mamaba. Y así descansábamos los tres. ¡Incluso alguna vez se hizo caca después de mamar y no nos enteramos ninguno! Pobre mía.

Dormir con el bebé facilita la lactancia y el descaso materno. Dormir con el bebé soluciona los problemas de sueño. Para aquellos padres que no quieran dormir con el bebé en la misma cama, existen las cunas de colecho, cunas a las que se les quita una de las barandillas y se sujetan a la cama del adulto, a la misma altura, de modo que una vez el bebé ha mamado y se ha dormido, con un suave movimiento podemos “empujarlo” a su cuna y seguir durmiendo.cuna-de-colecho

Sobre el colecho hay partidarios y detractores. Muchos de los detractores argumentan que dormir con el bebé puede no resultar seguro. Hay unas normas básicas de seguridad para compartir cama con el bebé. Pero como madre que ha hecho las dos cosas, dormir sin bebé y con bebé, creo que levantarte en mitad de la noche para dar el pecho a tu bebé, un montón de veces por la noche y permanecer despierta en cada toma, sí que es un riesgo. Un riesgo a quedarse dormida sentada con el bebé en brazos y que se caiga. Un riesgo a quedarse dormida en un sofá con el bebé, donde hay cojines y zonas blandas que sí son peligrosas. Un riesgo a dejar la lactancia por el cansancio extremo que supone la falta de sueño. Un riesgo a poner en práctica métodos conductistas para enseñar a dormir al bebé.

La naturaleza nos ha hecho mamíferos. La naturaleza hace que los bebés se despierten muchas veces por la noche para asegurar su supervivencia. La naturaleza aumenta los niveles de prolactina por la noche. La naturaleza segrega oxitocina en la leche materna, la hormona del amor, que relaja a los bebés y hace que se duerman antes. Si sabemos todo esto, sabemos que es normal y seguimos a nuestro instinto materno, dormiremos todos mejor.

 

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