No hay mejor lugar que los brazos de mamá

Entradas etiquetadas como ‘sueño’

Del colecho a la cama de mayores: dejar la cama de mamá ha sido muy fácil

Desde que Sara nació, hemos compartido cama y habitación. En España, esta situación se conoce como colecho y aunque muchas personas no lo admiten, dormir con los hijos es más frecuente de lo que parece.

Sus primeras semanas de vida las pasó en mi cama, calentita, vigilada, donde tenía acceso al pecho cada vez que quería, lugar privilegiado para controlar su respiración y evitar sustos enormes, como el que nos llevamos una de las primeras noches que pasamos en casa, cuando se atragantó mientras dormíamos y gracias a estar tumbada a mi lado, pude notar cómo se agitaba y pataleaba y conseguí que expulsase una bola enorme de flemas y leche que tenía alojada en la garganta y que había hecho que se pusiese cianótica. Después de ese susto, supe que íbamos a dormir juntas mucho tiempo.

Los primeros meses trascurrieron así. Cuando creció un poco y se movía mucho, puse la cuna pegada a la cama, sin barandilla, de modo que podía rodar y pasar de un lado a otro sin problema. Incluso algunas noches era yo la que la “empujaba” suavemente a su lado del colchón. Cuando la cuna empezó a quedarse pequeña, moví mi cama a un lado y puse una cama pequeña pegada a la mía, con el cochón a ras de mi colchón. Y así hemos dormido hasta ahora.

Con los años, ambas nos hemos acostumbrado a dormir juntas. El problema no estaba tanto en compartir cama, como en lo que a acostarse se refiere.

Nunca la he “enseñado” a dormir sola. Simplemente, se quedaba dormida. Desde que nació, la teta era su forma de dormir, mamaba, se dormía, la soltaba en la cama y listo.

Hasta que tuvo 18 meses, me incorporé de la excedencia y ella empezó la guardería. Entonces empezaron los horarios y los problemas. Necesitaba instaurar una rutina de sueño, para poder despertarla por la mañana sin mucho problema. Al principio, me iba a mi cama con ella, le daba el pecho y me quedaba allí tumbada, leyendo, hasta que se quedaba dormida. Pero había veces que ese proceso duraba más de media hora y me resultaba un poco desesperante, me parecía una pérdida de tiempo, teniendo en cuenta la cantidad de cosas que me quedaban por hacer y, sobre todo, que tenía a un niño más grande esperándome fuera para hacer alguna cosa los dos juntos antes de irse a la cama.

Y encontré la solución que nos venía bien a los 3, de momento. Como a Lucas y a mí nos gustaba tener nuestro momento a solas para ver alguna peli juntos, lo que hacía es que le daba el pecho a Sara en el sofá del salón y mientras ella iba cogiendo el sueño, Lucas y yo aprovechábamos para nuestras cosas. Pero cada vez es más grande y pesa más, y la tarea de llevarla a la cama dormida desde el sofá empezaba a resultar peligrosa para mi espalda.

Cuando por motivos de trabajo me tocaba (y me sigue tocando) dejarla a dormir en casa de los abuelos o de la tía, al principio me tumbaba con ella en la cama hasta que cogía el sueño y después me iba. Pero poco a poco, empecé a dejarla despierta en la cama y me iba. Y oye, que no había ningún problema, que en casa de los abuelos y de la tía, se dormía sola. Pero en casa era otro cantar.

Ya podréis imaginar la cantidad de comentarios que he tenido que escuchar en estos 5 años sobre el sueño de mi hija, lo mal que lo estaba haciendo, que nunca la iba a sacar de mi cama, que iba a dormir conmigo hasta que tuviera novio…comentarios a los que yo, evidentemente, hacía oídos sordos.

Pero últimamente, las noches se estaban convirtiendo en una tortura. Desde hacía algunos meses ya no usaba su cama pequeña, simplemente dormía en la mía, lo más cerca posible de mí y yo en una esquina de una cama de 1,50 metros. Además, roncaba y mucho (tema del que ya os hablaré en cuanto pueda). Tampoco paraba de moverse de lado a lado, con lo que me pasaba las noches despertándome por sus patadas y sus ronquidos.

Siempre he defendido el colecho, compartir la cama con mis hijos me ha aportado muchos beneficios y estoy segura que a ellos también. Nunca me he planteado obligar a Sara a dormir de otro modo. Pero ya hacía tiempo que yo no descansaba muy bien. Además, varias noches al mes, por motivos de logística, mi sobrina tenía que dormir en casa con nosotros y aquello sí que era una fiesta. Mi sobrina en la cama pequeña de Sara y Sara y yo en mi cama, las tres juntas en la habitación, despertares de una, ronquidos de la otra…Entonces, decidí plantearle a Sara el tema de dormir sola en su habitación.

En el mes de febrero empecé a hablar con ella, sobre que estaba a punto de cumplir 5 años y quizás sería un buen momento para montarle una habitación para ella. Lo primero que me pidió fue que su cama tuviera cama abajo, para dormir con la prima. Y lo otro que me pidió fue poder elegir su cama. Así que dicho y hecho, nos fuimos de compras a una conocida tienda de muebles. Entre las dos elegimos la cama, colchones, edredones y demás muebles para la habitación. Hablábamos cada día del tema, de lo mayor que iba a ser, de lo chula que iba a quedar su habitación….

Colecho

Montamos la habitación y todos sus accesorios. Varias lámparas de luz nocturna, a petición de Sara. Y llegó la primera noche tras el cumpleaños, la noche en que dormiría sola por primera vez, la noche de una niña mayor, como a ella le gustaba llamarla.

¿Queréis saber la verdad? Me esperaba algo peor, traumático, con llantos y quejidos… Desde luego, mi intención era tener mucha paciencia, ofrecerle mi habitación para lo que necesitase y desde luego, no obligarla a nada. Pero llegó esa noche y la emoción se sentía en el ambiente. Le puse le pijama, encendimos las luces quitamiedos, la metí en la cama, le leí un cuento, le di varios besos, le dije lo mayor que era y me fui…hasta el día siguiente. No hubo llantos, no hubo traumas, no hubo nada. Simplemente, ella se ha ido a dormir sola a su habitación cuando las dos nos hemos sentido preparadas para ello. Bueno, creo que ella estaba más preparada que yo, porque esa primera noche yo no podía dormir, con la oreja pendiente por si sentía algún ruido, preparada para saltar cual resorte de la cama al primer inconveniente. Pero no lo hubo. Y no lo ha habido en este par de semanas que llevamos durmiendo separadas.

Alguna noche me ha llamado porque se ha despertado por una pesadilla, he ido, la he calmado y se ha vuelto a dormir sola sin problema. Incluso una mañana me comentó que se había levantado ella sola al baño en mitad de la noche a hacer pis, muy despacito, ¡para no molestarme! Ya ha compartido su habitación con la prima e incluso con su hermano, al que invitó a dormir una noche en la cama de abajo.

Ella se siente muy mayor. Tiene su propia habitación, con la cama llena de muñecos (en mi habitación no podía tener tantos). Ahora tiene todo a mano, estanterías para tener todo ordenado, una mesa con silla en la que pasarse horas haciendo dibujos…Cuando viene alguien a casa, lo primero que hace es llevarle corriendo a su habitación para enseñarle su cama nueva.Colecho (2)

He dormido con mi hija 5 años. Y no tiene ningún trauma por ello. Muy al contrario, creo que es una niña muy segura de sí misma y me lo ha demostrado con el cambio. No ha tenido ningún problema para dormir sola cuando ha estado lista. Simplemente, mi pequeña se hace mayor. Colechar con los hijos aporta a todos los miembros de la familia muchos beneficios. Pero no debemos asustarnos, los niños no van a dormir con nosotros para siempre, simplemente, un día se van y nuestra cama se quedará vacía. Aunque confieso que ya me he acostumbrado a dormir del tirón sin ella y sin estar pendiente de los ruidos, sigo durmiendo en mi esquina de costumbre, con el resto de la cama vacía.

¿Me cuentas cuánto tiempo has dormido con tus hijos y cómo se fueron a su propia cama?

Pesadillas infantiles

Parece que voy a hablar de los famosos libros de R. L. Stine que tanto me gustaban de pequeña. O de la adaptación cinematográfica de los mismos, protagonizada por Jack Black, en la que los personajes de los libros cobraban vida. Pero no, voy a hablar de las pesadillas de mi hija. Y de las de muchos otros niños.poster-pesadillas

A partir de los 2-3 años, es frecuente que los niños empiecen a tener pesadillas por la noche, aunque en realidad se desconoce qué las causa. La frecuencia de estas varía en cada niño, algunos no tienen pesadillas nunca y otros las sufren con asiduidad.

Aunque a mí me encantan los libros y las películas de miedo y Lucas está cogiendo esa afición también, desde luego que con la pequeña evitamos este tipo de contenido. No es hasta que se ha dormido que ponemos alguna película de este estilo. De ese modo, evitamos que pase un miedo innecesario y que luego pueda tener pesadillas por ese motivo. Aun así, las pesadillas ocurren de vez en cuando.

Hace un par de años que empezó a despertarse por la noche asustada, nada que no se solucionase rápidamente con mi presencia y unas palabras de ánimo, un abrazo, un beso y volver a dormir abrazadas. Pero según ha ido creciendo, las pesadillas han ido a más, hasta el punto de no querer volver a dormirse alguna vez porque tenía miedo. Por lo general, estos episodios ocurren cuando ha tenido un día más movido de lo normal, fiestas infantiles, gente en casa, alguna salida a algún sitio especial… Esas noches ya nos acostamos precavidas, por lo menos yo, a ella, claro está, no le digo nada para no condicionarla.

En las noches moviditas se parece a su madre. Recuerdo cuando era pequeña, siempre que dormía fuera de casa, mis noches eran la bomba. Me costaba dormir en una cama que no fuese la mía, hablaba en sueños, me reía, me peleaba con mis primos o con algún amigo, incluso llegué a levantarme alguna vez de la cama, aunque nunca caminé. Todo esto me los contaban mis padres o con quien hubiese dormido. Pero mis noches de “juerga” no terminaron con mi infancia. Actualmente, sigo siendo muy rarita para dormir. Cuando duermo fuera de casa me despierto veinte veces, me molestan todos los ruidos, no me gusta dormir con la puerta abierta (algún día indagaré sobre todo esto), sigo hablando en sueños y a veces, en mitad de la noche, enciendo la luz sin darme cuenta o me quito el pijama dormida. Definitivamente, en eso Sara se parece a mí.

A parte de sus noches movidas, sus charlas interminables de madrugada, sus peleas con su hermano en mitad de la noche, que se quede sentada en la cama sin darse cuenta, están los momentos de angustia, esas pesadillas horribles que ella ya es capaz de contarme, en las que refiere que ha visto algún monstruo o que le pasaba algo malo a alguien. Cuando estas pesadillas se repiten más de dos o tres días seguidos, es cuando llega la frase “mamá, hoy no quiero dormir porque voy a tener pesadillas”. Convencerla entonces de que no pasa nada, de que yo estaré ahí con ella toda la noche y de que no va a soñar es bastante complicado.pesadillas

¿Por qué se producen las pesadillas? Aunque no parece que haya una explicación clara a dicha pregunta, si parece ser que están relacionadas con momentos de estrés durante el día, con problemas en casa o en la escuela, con agotamiento. Así que es lógico que, para intentar prevenir las pesadillas, debamos minimizar estos factores de riesgo. Evitar que nuestros hijos vean escenas de miedo, descansar y no someterlos a rutinas agotadoras y maratonianas durante el día, dejarles, si lo piden, una pequeña luz encendida (nosotras tenemos una lámpara encendida toda la noche, de ese modo, si se despierta, puede ver dónde está y que está durmiendo a mi lado) y, sobre todo, acudir rápido a su lado cuando estas se producen, para que se sientan queridos y a gusto y puedan volver a conciliar el sueño.

Hablar con nuestros hijos, explicarles que las pesadillas no son reales, por mucho que lo parezcan, dejar que nos expliquen lo que han soñado e intentar cambiar el final de la historia, por ejemplo, son cosas que de momento nos están funcionando a nosotras. Eso y mucha paciencia y una gran dosis de abrazos, hacen que las noches sean menos traumáticas.

Y tus hijos, ¿tienen pesadillas y cómo lo solucionas?

 

 

A mis vecinos, que dejan llorar a su hija cada noche

Oigo a vuestra hija llorar cada noche, varias veces. Con el paso del tiempo he deducido que es una niña, aunque podría equivocarme. No sé quiénes sois. Sé que no sois mi vecina de arriba ni los vecinos de la puerta de al lado. Así que estáis más arriba. Pero sus llantos desconsolados suenan cada noche en mi habitación. Una vez pensé que si yo la oía así, los vecinos que estaban más cerca la deberían oír muchísimo más. Pero en realidad, lo que pienso es en cómo la debéis oír vosotros chillando y no hacéis nada.

Bebé llorando

Imagino que alguien os dijo que a los niños hay que dejarlos llorar, que deben aprender a dormirse solos y que el mejor método es una absurda teoría conductista en la que los niños se duermen solos después de varias noches llorando. La realidad es bien distinta.

Vuestra hija no ha aprendido a dormirse sola. Quizás sí se duerma cuando la acostáis, eso lo desconozco; pero en mitad de la noche, cuando se despierta y llora y chilla y no vais, lo único que aprende es a sentirse sola y abandonada. Se me parte el corazón cuando empiezan los llantos, cuando van subiendo de volumen porque nadie va a consolarla, cuando nadie va a ver qué es lo que le sucede, cuando empieza a llamarnos a gritos “mamá”, “papi” y yo desde mi habitación siento la necesidad de ir corriendo a abrazarla, pero no puedo porque no es mi hija, porque no está en mi casa, porque está en algún lugar por encima de mí y no sé quién es. Por suerte, mi hija duerme tranquila y segura cada noche a mi lado, sabiendo que yo estoy allí por si me necesita para algo.

Los niños no son pequeños adultos en miniatura, los niños no aprenden desde que nacen nuestras costumbres y horarios. Los niños tienen otros patrones de sueño que van cambiando y madurando a lo largo de los meses y los años. Y nosotros, como adultos, como sus padres, debemos respetarlos y acompañarlos. Debemos entender que nos necesitan, también por las noches para dormir.

¿Os habéis preguntado por qué vuestra hija llora cada noche, varias veces? Seguramente sea miedo a estar sola, posiblemente no le guste la oscuridad, quizás tenga sed, quizás esté mala, quizás solo necesite una mano que la tranquilice. ¿Cómo podéis seguir acostados mientras ella os llama a gritos? Es cierto que después de unos minutos interminables de llantos deja de llorar; quizás en ese momento os sintáis bien, pensando que habéis conseguido que se duerma sola. Yo en ese momento, cuando deja de llorar, siento que se ha rendido y que se siente sola y abandonada, porque sus padres, las personas que deberían defenderla y protegerla, no han hecho nada por ella. Normalmente, casi todas las noches, la pequeña vuelve a despertarse, vuelve a llorar y a llamaros y el final suele ser el mismo, ella se rinde agotada.

Alguna noche el panorama ha cambiado un poco. Ha habido noches más movidas, en las que la niña os ha necesitado con más frecuencia y os ha llamado a voces para encontrar lo que encuentra cada noche, pasividad absoluta por parte de sus padres; esas noches en las que se ha despertado más de dos o tres veces, sí he oído respuesta por vuestra parte, pero no la respuesta adecuada. He oído a una madre enfadada gritando a su hija pequeña “estoy hasta los cojones de la nochecita que estás dando porque ya te has despertado X veces”. Desde luego, no creo que sea la respuesta adecuada ni lo que necesite esa niña.

No sé la edad de vuestra hija, pero sí sé que esto se repite desde hace meses. Y también sé, como deberíais saber vosotros, que esa técnica vuestra de dejarla llorar no sirve para nada, solo sirve para desesperar a una niña, para desesperar a los vecinos y posiblemente, espero que para desesperaros a vosotros. No me creo que podáis estar en la cama, oyendo los gritos desesperados y estar tranquilos.

Pero tengo la solución. La solución pasa por entender a vuestra hija, por comprender que tiene unas necesidades que necesitan ser cubiertas, por acompañarla, por apoyarla, por aceptar que cada niño tiene sus propios ritmos de maduración y aprendizaje, por respetar sus tiempos.

Bebé durmiendo

La solución está en acudir a su llamada cuando se despierte y ver qué es lo que necesita. Muchas veces seguramente solo sea la necesidad de contacto con alguien que la quiere y cuando se sienta relajada, volverá a dormirse. Quizás si tiene sed, dejarle un vasito o una botella de agua cerca. Si tiene miedo a la oscuridad, una pequeña luz encendida puede ser la solución. Si tiene una pesadilla o un terror nocturno, algo muy frecuente en los niños pequeños, un abrazo y unas palabras de consuelo la calmarán enseguida.

A mí me ha ayudado mucho dormir con ella. Al principio compartiendo cama, ahora compartiendo habitación. De ese modo, cuando se despertaba varias veces, al estar juntas casi no nos daba tiempo a perder el sueño. Ahora, a veces se despierta, mira, ve que estoy allí, me toca y vuelve a dormirse. Compartir sueño con nuestros hijos no es nada malo; al igual que a los adultos nos gusta dormir acompañados, a ellos también. Y no, luego no tienen ningún trauma, antes o después quieren dormir solos en su propia habitación y no se vuelven más dependientes. Mi hija duerme conmigo, pero cuando tiene que dormir en casa de los abuelos porque yo trabajo, mi madre la acuesta, se sienta un poquito con ella en la cama, le da la mano y ya se sale y le deja la puerta abierta para que pueda sentir que los abuelos están cerca; allí duerme maravillosamente.

Vecinos que dejáis llorar a vuestra hija cada noche, por favor, cambiad la forma en la que lo estáis haciendo. Así no estáis consiguiendo ningún progreso, solo vais a conseguir que vuestra hija se sienta abandonada e insegura. Acompañadla en su sueño, en sus despertares, sed su pilar de apoyo en todos los momentos del día. Os prometo que todo pasa, que crecen, que se van haciendo más mayores, más independientes, os prometo que terminan durmiendo solos, toda la noche del tirón, os prometo que cuando os deis cuenta, vuestra hija pequeña cada vez os necesitara menos y echaréis de menos su infancia.

 

Balance tras cuatro años de colecho

Siguiendo con los balances después de cumplir cuatro años, en esta ocasión hablaré de cómo ha sido para nosotras colechar o compartir la cama.

Sinceramente, como todo en esto de la maternidad, hasta que no estás inmersa en ella no sabes muy bien cómo vas a reaccionar. Con Lucas compartí cama para facilitar la lactancia, sin saber que eso recibía un nombre. Después, durante 2 años no nos quedó más remedio que compartir habitación con los colchones juntos y así, dormimos muy bien. Cuando nos fuimos a vivir los dos solos, pusimos su habitación a su gusto y empezó a dormir allí solo, aunque durante bastante tiempo necesitaba que yo me tumbase con él hasta quedarse dormido. Y bastante tiempo fue hasta los 10 años más o menos, hasta que nació Sara, momento en el que el tiempo no me daba para eso. Nunca hubo problema, él fue capaz de dormir en casa de abuelos y de primos sin problema.

Y llegó Sara y apañamos la antigua cuna de Lucas para que durmiera allí. Pero también compramos un cojín antivuelco, no tanto para que ella no se moviese, sino para que estuviese protegida entre dos cojines y nosotros no pudiésemos aplastarla. Y la metimos en la cama, entre los dos. Y así dormíamos tan a gusto, sobre todo los primeros meses de lactancia continua, que no la sacamos.

Colechar es sencillo y agradable y hermoso. Sólo hay que seguir unas normas básicas de seguridad, que puedes leer aquí. Y luego, no hay más que disfrutar.

En estos 4 años de compartir cama, nos han sucedido muchas cosas. Cuando Sara tenía menos de una semana, colechar con ella le salvó la vida. Se atragantó con una flema, una bola amarilla y pegajosa de moco amarillo, imagino que mezclado con calostro y líquido amniótico. Ella no podía respirar y de no haber dormido juntas, habría muerto. Es muy duro y horrible decirlo,  pero es la verdad. Como no podía respirar ni articular sonido, la pobre empezó a dar paratas y a bracear. Y por suerte, sus movimientos me golpearon y me despertaron. Y la encontré cianótica, de un horroroso color violáceo, con los ojos llenos de terror, la boca abierta en un rictus intentando coger aire y los brazos agitándose descontroladamente. Fue una suerte que sucediese así. Mi instinto me hizo cogerla, tumbarla boca abajo en mi brazo y golpearle la espalda con su cabeza mucho más baja que el resto del cuerpo. Los golpes y la fuerza de la gravedad hicieron el resto. Y esa bola asesina, enorme y asquerosa salió despedida y Sara respiró y recuperó el color y no dejó de llorar en muchísimo rato y yo empecé a temblar de miedo. Aún hoy lo recuerdo y se me pone la piel de gallina y se me llenan los ojos de lágrimas. La pediatra me dijo la suerte que habíamos tenido… Desde ese momento, compartir cama con nuestra hija era la única opción posible.

pixabay

pixabay

El colecho nos ha facilitado mucho la lactancia. Mamar casi dormida hacía que ninguna de las dos nos despertásemos, o lo hiciésemos por breves periodos de tiempo. También puedes leer sobre mi experiencia con el colecho y la lactancia.

No siempre ha sido fácil, no nos engañemos. Hemos tenido épocas muy duras, en las que tenía que estar con ella en la cama en contacto continuo, no me podía mover porque se despertaba y Lucas también me necesitaba. Hemos tenido épocas en las que tardaba más de una hora en conciliar el sueño y yo me desesperaba con tanto tiempo perdido. Y también hemos tenido épocas en las que se movía muchísimo y se pasaba la noche dándome patadas y tortazos. La verdad, no es muy agradable estar durmiendo y que te despierte un bofetón. Pero bueno, todas han sido rachas pasajeras y superables.

A día de hoy, seguimos durmiendo juntas. Puse una cama pequeña al lado de la mía. Sigue necesitando dormirse conmigo, así que solucionamos el problema de tiempo con ella y tiempo con Lucas con un apaño. A las 9 en punto llega la hora de dormir. Hago el sofá más grande y ella se tumba a mi lado, mientras yo la abrazo y ella me mira fijamente. Lucas y yo tenemos nuestro momento madre-hijo y nos ponemos alguna película que nos guste. Sara se queda dormida enseguida y cuando está profundamente relajada, la llevo a su camita. La mitad de las noches duerme allí; la otra mitad rueda y se pasa a mi cama a media noche, me toca, le doy un beso, nos damos la mano y volvemos a dormir.

Me encanta dormir con ella. Me encanta abrir los ojos y verla descansar. Me gusta cuando se despierta, ve que estamos juntas y una sonrisa ilumina su cara mientras sus ojos se cierran tranquilos y seguros.

A todos nos gusta dormir acompañados. Si de mayores es normal tener pareja y compartir la cama con ella, ¿Por qué no vemos normal compartir la cama con nuestros hijos, que son lo que más queremos del mundo? Ya tendrán tiempo de dormir solos, ya pedirán su espacio. Desgraciadamente, crecen muy deprisa, me doy cuenta cada día cuando veo a Lucas, así que aprovechemos todo el tiempo que podamos con nuestros hijos, incluso si ese tiempo es por la noche.

Turnos en el trabajo: así afectan a mi maternidad

Desde que decidí ser enfermera, hace más de 20 años (empiezo a parecerme a Rose, de Las Chicas de Oro, recordando viejos tiempos) supe que esta profesión estaba ligada a diferentes turnos y claro, en aquella época de juventud, no me importaba nada. Ahora que soy madre no lo veo así.

Los años pasan y los turnos pesan. Y aunque no puedo quejarme sobre el tema de la conciliación como sí le pasa a mucha gente, el trabajo no es tan fantástico como debería ser. Es cierto que tener la jornada continua ayuda muchísimo. No te puedes ni imaginar lo agradecida que estoy por trabajar por la mañana de 8 a 15 y tener toda la tarde libre para hacer cosas con mis hijos. Pero cuando llegan los fines de semana y me toca trabajar ya no estoy tan agradecida. Y cuando tengo que trabajar por las noches…eso sí que me afecta como madre.

Trabajar por las noches cada vez me cuesta más. Hacer un turno de noche me afecta como persona y esto afecta a mi maternidad en mayor o menor medida.

Cuando trabajo de noche, esa misma tarde intento dormir un par de horas de siesta, para poder aguantar toda la noche despierta. Eso implica dos horas de tarde que pierdo para estar con mis hijos. Muchas tardes lo de dormir se vuelve complicado, ruidos en la calle y de los vecinos, la pequeña que no quiere echarse la siesta conmigo o la pequeña que quiere algo de mí y entra a despertarme… Me levanto, me preparo algo de cena para el trabajo y llevo a los niños a casa de los abuelos a dormir. Me voy a trabajar 10 horitas de nada y…la cosa no termina ahí. Porque aunque salga de trabajar, sigo perdiendo partes de mi maternidad. Al mayor no  le veo pues cuando llego a casa de los abuelos ya se ha ido al instituto. A la peque sí me da tiempo a darle unos besitos antes de llevarla al colegio. Me acuesto un rato, 4 horas que me saben a muy poco, pues prefiero despertarme pronto para recoger a Sara del cole.

Esta imagen pertenece al blog: http://florenciaruisenor.blogspot.com.es/

Esta imagen pertenece al blog: http://florenciaruisenor.blogspot.com.es/

Y llega la tarde después de la noche. La tarde en la que estoy muy afectada. La falta de sueño me altera bastante y estoy de mal humor toda la tarde. Después de comer intento dormitar un poco en el sofá pero resulta complicado, así que no duermo y no me aguanto ni yo. Soy como Sara cuando no duerme la siesta, estoy torcida. Me da mucha rabia porque esas tardes me enfado mucho con los niños, por cosas que normalmente no haría. Estoy deseando que pasen las horas para que se vayan a dormir y me dejen tranquila. Y me siento mal por eso.

Si consigo acostarme temprano, día superado, al día siguiente todo vuelve a la normalidad. Pero cuando tengo que trabajar dos noches seguidas, imagina esta situación duplicada. Además de pasar una tarde de mal humor por la falta de sueño, estoy de mal humor por pensar que me vuelve a tocar otra noche sin dormir. Una nueva mañana de sólo 4 horas de descanso y una nueva tarde de discusiones sin sentido con los niños.

Hay muchísimos trabajos en los que los trabajadores tienen que hacer distintos turnos y trabajar por las noches. Es necesario, lógicamente ni un hospital puede cerrarse por las noches ni la seguridad de una ciudad puede parar. Hay transporte, fábricas y muchos otros trabajos que se realizan las 24 horas del día. Pero eso no quiere decir que trabajar en ese horario sea bueno. Hay estudios que indican que trabajar en el turno de noche afecta a la persona en muchos aspectos de su vida, tanto en la salud como en la personalidad. Yo con los años cada vez lo llevo peor. Y lo peor es que en mi trabajo, hacer turnos de noche es obligatorio hasta los 55 años, momento en el que puedes decidir no hacerlo. Vamos, que una está mayor pero hasta los 55 todavía me queda mucho.

La nocturnidad afecta a mi maternidad. Y no me gusta nada la madre en que me convierte. ¿Trabajas de noche? ¿Cuáles son tus trucos para llevarlo con buen humor y no dejar que te afecte?

Despropósito en el Taller de Sueño de Carrefour

Siguiendo con el artículo que publiqué el sábado y que se puede leer en este enlace, y para terminar de estropear mi relación con Carrefour, para la presentación habían preparado un taller de sueño.

Tenía ganas de escuchar lo que nos iban a contar, pues muchos padres se quejan de que sus hijos no duermen bien, a pesar de tener un patrón de sueño normal en los bebés. Por eso, me apetecía escuchar datos algo más científicos.

El taller estaba dirigido por el  Doctor García- Borreguero, especialista y presidente de la Sociedad Española del Sueño y contaba también con Yolanda de la Llave, madre y psicóloga especialista en sueño. Los dos trabajan juntos en el Instituto de Investigaciones del Sueño, qué casualidad.

La charla empezó siendo bastante interesante, pues nos explicaron que hasta los 6 meses más o menos, los bebés no distinguen el día de la noche, hacen ciclos cortos de sueño y por eso despiertan varias veces y que su patrón de sueño es fundamentalmente REM así que me parecía bastante respetuoso.

Hablaron sobre las sociedades donde el sueño no es un factor sobre el que influyan los padres, en sociedades donde es normal el colecho, donde toda la familia duerme junta, donde amamantan, donde portean a los bebés e incluso los llevan a trabajar a los campos, en esas sociedades donde nadie cree que existan problemas de sueño, estos no existen, los niños siguen un patrón normal del desarrollo del sueño y sobre los 3 años adquieren el sueño más maduro de los adultos, es decir, si no interferimos, duermen igual de bien cuando les corresponde. Eso me gustó un montón, respeto por el ritmo de los bebés.

Pero de pronto el taller tomó un cariz completamente diferente. Resultó que en nuestra sociedad sí influimos en el sueño de los bebés, les dormimos en brazos, o con un chupete, o cantándoles o con la teta…creamos rutinas que los bebes asocian para dormirse y luego no saben dormir sin ellas (claro, en África los bebés no sabrán dormirse si su madre no está cerca dándole la teta, pues esa será la rutina que han aprendido, con la diferencia de que nadie se extraña).

Pero en nuestra sociedad, eso no está bien y hay que «enseñarles» a dormir. Y entonces el respeto por el sueño de los bebés cesó y la psicóloga se declaró totalmente partidaria de los métodos conductistas, tipo Ferber/Estivill, para enseñar a los niños a dormir, diciendo que no pasaba nada por dejarles llorando unas noches, que eso no iba a crear un trauma en ellos… ¡Soltó perlas como que había que destetarles en algún momento, pues no iban a estar mamando hasta los 18 años! Pues discúlpeme señora psicóloga experta en sueño, pero no experta en lactancia, la edad media de destete está en torno a los 4 años y medio. En esas sociedades donde dormir es un acto natural y nadie se preocupa, resulta que la lactancia también es algo natural y los bebés se destetan solos, nadie les obliga a dejar de mamar, y casualmente, el destete se produce de forma natural entre los 2 y los 7 años, vamos, que ningún adolescente de 18 años sigue pegado a la teta de su madre por no haberle destetado a tiempo.

Ni que decir tiene que a partir de ese momento, la tensión de la sala cortaba el ambiente, muchas madres opinamos de forma distinta, y ante todo, deberíamos respetar la forma de hacerlo de cada una. Luego la psicóloga se desdecía y hablaba de respeto y de otras opciones, pero ya había soltado la perla, recomendando métodos conductistas y libros de los que no tomé nota.

Eso no era un taller de sueño, eso fue un taller sobre cómo los niños tienen problemas de sueño y tienen que aprender a dormirse, bien podrían haberle cambiado el nombre y no haberme hecho perder el tiempo.

dormir

Cuando tomé la palabra, fue para decir que aunque un niño adquiera una rutina para dormirse, no tiene por qué ser algo malo, y que si no nos gusta, la podemos cambiar con cariño y paciencia, no dejándoles llorar. Por ejemplo, cuando nació Sara se quedaba dormida mamando en mis brazos, luego durante una época tuve que pasearla arriba y abajo por el pasillo con la bandolera para que se durmiera. Cuando esa rutina llegó a cansarme, con paciencia y sin llorar conseguí que se quedara dormida tumbada en la cama mientras mamaba…y así pasamos por varias fases. Ahora, a punto de cumplir 3 años, mama un rato antes de dormirse y luego simplemente, se tumba encima de mí para mantener el contacto y se duerme. La dejo en su cama y duerme casi todas las noches del tirón. Alguna noche se despierta y se pasa a mi cama a abrazarme y seguir durmiendo, algunas noches me pide agua (cosa que la psicóloga decía que no podíamos permitir, que pedir agua de noche es para tomarnos el pelo, como si ella nunca hubiese tenido sed durmiendo) y algunas noches está más nerviosa y se despierta varias veces. Pero no me preocupa en absoluto porque he observado cómo ha ido evolucionando su forma de dormir de manera natural. Y de la misma forma que sé que se destetará cuando esté preparada, también sé que dormirá sola en su cama cuando esté preparada.dormir2

Vamos, un despropósito Carrefour y su taller de sueño. Me dejó mal sabor de boca. Lo único positivo del evento fue poder estar con otras mamás blogueras a las que aprecio y conocer el Bar Galleta, un sitio precioso y decorado con mucho gusto, donde poder merendar una tarde entre amigas.dormir3

Carta de un bebé al que se le está enseñando a dormir

Hace unos días encontré este artículo sobre los métodos conductistas para enseñar a dormir a los bebés. Me pareció muy interesante, pues está escrito en primera persona, desde la boca de un bebé, es bastante factible que esto sea lo que sienta y piense un bebé al que se le somete a este tipo de “torturas”. Está en inglés y lo he traducido con permiso de la autora para vosotros. El enlace para el que lo quiera leer en inglés es este:

Imagen gratuita tomada de http://www.morguefile.com/

Imagen gratuita tomada de http://www.morguefile.com/

Querida mama

Estoy confundido

Estoy acostumbrado a quedarme dormido en tus suaves y cálidos brazos. Cada noche me acurruco cerca de ti; lo suficientemente cerca para oír los latidos de tu corazón, lo suficientemente cerca para oler tu dulce fragancia. Miro tu hermosa cara mientras suavemente me quedo dormido, seguro y protegido en tu amoroso abrazo. Cuando me despierto con el estómago hambriento, los pies fríos o porque necesito un abrazo, tú me atiendes rápidamente y poco después estoy profundamente dormido otra vez.

Pero esta última semana ha sido diferente.

Cada noche esta semana ha ido así. Me arropabas en mi cuna y me dabas un beso de buenas noches, apagabas la luz y te ibas. Al principio estaba confundido, preguntándome dónde te habías ido. Pronto tuve miedo y te llamé. Te llamé y te llamé mamá, ¡pero no venías! Estaba tan triste mamá. Te quería con tanto ahínco. Nunca he sentido sentimientos tan fuertes. ¿A dónde fuiste?

¡Finalmente volviste! ¡Oh, qué feliz y aliviado estaba de que hubieras vuelto! ¡Pensé que me habías dejado para siempre! Me estiré hacia ti pero no me cogías. Ni siquiera me miraste a los ojos. Me tumbaste con esos cálidos brazos, dijiste «shh, ahora es de noche» y te fuiste de nuevo.

Esto pasó de nuevo una y otra vez. Te llamé gritando y después de un rato, cada vez mayor, volvías pero no me cogías.

Después de haber gritado durante un rato, tuve que parar. Me dolía tanto la garganta. Mi cabeza latía con fuerza y ​​mi pequeña barriga estaba gruñendo. Pero lo que más me duele es el corazón. No podía entender por qué no venías.

Después de lo que pareció una vida entera de noches como ésta, me di por vencido. No vienes cuando grito, y cuando finalmente vienes ni siquiera me miras a los ojos, y mucho menos sostienes mi cuerpecito temblando y sollozando. Los gritos duelen demasiado para seguir durante mucho tiempo.

No lo entiendo mamá. Por el día, cuando me caigo y me golpeo la cabeza, me levantas y me besas para que me sienta mejor. Si tengo hambre, me das de comer. Si me arrastro para que me abraces, lees mi mente y me llevas en brazos, llenando mi carita de besos y diciéndome lo especial que soy y lo mucho que me quieres. Si te necesito, me respondes enseguida.

Pero por la noche, cuando está oscuro y silencioso y mi lamparilla proyecta sombras extrañas en la pared, desapareces. Sé que estás cansada mamá, pero te quiero tanto. Sólo quiero estar cerca de ti, eso es todo.

Ahora, por las noches, estoy tranquilo. Pero todavía te extraño.

Este post apareció por primera vez en http://www.alternative-mama.com/a-letter-from-a-sleep-training-baby/

El tiempo para conciliar el sueño

Sara tiene 28 meses. En todo ese tiempo, hemos compartido habitación y cama. Lo que en inglés se denomina co-sleeping y bedsharing y en España llamamos colecho, englobando los dos términos en uno.

Para nosotros, colechar, o compartir la cama, ha tenido (y tiene) multitud de ventajas. Desde la más importante, en los primeros días de vida de Sara, cuando en mitad de la noche se atragantó con una especie de mucosidad gigante, que no la dejaba respirar, y gracias a estar durmiendo pegada a mí, y empezar a dar manotazos (no hacía ningún ruido porque no le entraba el aire) yo pude despertarme, y salvarle la vida. Hasta ayudarnos a todos a descansar. El colecho, favorece la lactancia materna. Y ayuda al descanso nocturno. Como la mayoría de los bebés maman varias veces en la noche, el hecho de no tener que levantarse a la habitación de al lado a darle la teta, facilita mucho la tarea. Si, además, compartes cama, el bebé puede mamar sin casi despertar a la madre, o con despertares más breves. Además, cuando uno de los niños está enfermo, tenerlo durmiendo al lado nos ayuda a tenerlos más controlados, y también a estar nosotros más relajados. Muchísimos padres, con niños que duermen en otra habitación, cuando están malitos se los suelen llevar a su propia cama. Yo misma sigo haciéndolo también con Lucas, la última vez ya hace unos cuantos meses, pero me lo metí a la cama, yo en el medio entre los dos peques, y a Jose lo desterramos a la habitación de Lucas. Y qué decir de esos despertares, abrir los ojos y ver la cara de mi pequeña con una gran sonrisa, o notar sus manitas acariciando mi cara. Muchas veces, en mitad de la noche, simplemente, me despierto, la veo dormir feliz, y me vuelvo a dormir.

Los hábitos de sueño de Sara han cambiado bastante en estos 2 años. De despertarse a mamar unas 6 veces por noche, a dormir casi del tirón desde hace unos meses. Y todo ello, sin forzarla a nada. Ya sabemos que los patrones de sueño de los bebés no son como los de los adultos. Lo normal es que se despierten varias veces cada noche, eso lo saben la mayoría de los padres, cuando tienes un hijo, despídete de dormir bien durante muuuchos años. Aunque hay bebés que sí duermen del tirón desde el principio, o con pocos despertares, pero no es lo habitual. A lo que iba, que ellos solos van adquiriendo sus patrones de sueño, si los dejamos, de una forma respetada. Sin tener que forzarlos ni tener que someterlos a burradas conductistas para que “aprendan” a dormir solos a base de lloros.

Del mismo modo que su patrón de sueño nocturno ha cambiado, también ha cambiado la forma en la que se queda dormida. Al principio, simplemente, se dormía mamando. Un tiempo después, necesitaba pasearla por el pasillo, mamando en la bandolera. Un verano, en la playa, nos tocaba a su papá o a mí cantarle bajito, mientras la mecíamos en brazos. Una temporada empezó a coger muñecos para abrazarlos, aunque se dormía en la teta. Y así, variaciones varias. Todo este proceso de dormir, siempre me ha llevado entre 20 y 30 minutos, y luego podía salir de la habitación y seguir haciendo cosas……hasta ahora.

Ahora necesito consejo.

durmiendo

Desde hace algún tiempo, en casa dormimos bastante mal. Entiendo que después de la muerte de Jose, las cosas han cambiado. Raro es el día que me voy a la cama antes de las 2 de la madrugada. No puedo. Me meto en la cama y sólo puedo dar vueltas, pensar, preguntarme, llorar…vamos, que prefiere quedarme despierta. Al principio, algunos días tomaba medicación para dormir, pero nunca me ha hecho mucha gracia, y menos teniendo que estar pendiente de Sara. Ahora, simplemente espero a que sea muy tarde y se me cierren los ojos de sueño, tomo alguna infusión relajante y listo. Aunque no puedo dormir muchas horas seguidas, pero por lo menos no doy vueltas en la cama. Lucas también ha tenido unas cuantas noches moviditas. A veces, después de dejarle en la cama, se levantaba media hora después, porque no se podía dormir, y le tenía que hacer una tila o algo.

Y del mismo modo, entiendo que Sara, a su manera, también ha alterado su forma de dormir. Ella, aunque no entienda el motivo por el que no está su papá, sí que sufre porque no le ve, le llama, a veces le ponemos un plato y un vaso para comer, llora porque no viene…en fin, que ella también está alterada. Y lo entiendo. Su sueño nocturno no se ha visto afectado, sólo el momento de quedarse dormida. Y desgraciadamente, eso nos está afectando a todos.

Nunca me han molestado esos 20-30 minutos que necesitaba antes para dormirse. Mientras yo dormía a Sara, Lucas se duchaba, lavaba los dientes y preparaba la cama y luego ya teníamos un ratito para estar juntos. Hay que entender, que con una niña de 2 años, el rato que me queda para hacer cosas de “mayores” con Lucas es bastante escaso. Y él también necesita mi tiempo. Y eso se traduce en tiempo a solas para los dos por las noches. Pero desde hace algo más de 1 mes, esto no es así. Sara tarda más o menos, una hora en quedarse dormida, y Lucas se enfada, y lo entiendo. Algunas noches, cuando he conseguido salir de la habitación, el pobre ya estaba en la cama e incluso, un día estaba dormido. Él necesita un rato para disfrutar de su madre, contarme cosas sin que su hermana le interrumpa, poder ver algo en la tele sin tener que parar la peli mil veces, tumbarse encima de mí a que le acaricie el pelo sin que Sara venga corriendo a quitarle el sitio…

Los ratos de la teta empezaron a ser insoportables. Mamar más de media hora, con los dientes rozándome y su fuerza de succión, me destrozaban los pezones. Le pedía que se quitase, se enfadaba, lloraba, volvía a mamar, me ponía nerviosa…. Una noche, antes de dormir le expliqué un pequeño cambio. Le dije que le iba a leer un cuento, un poco de teta solo y a dormir. Un inciso para agradecer a Almu que nos haya hecho conocer a Lulú y su orinal, Sara se lo sabe de memoria y hasta lo “lee” ella sola. Yo lo compré en Amazon y a los dos días lo tenía en casa. Podéis leerlo todo en este post.

Bueno, pues esa parte ha funcionado. Leemos el libro, mama un poquito de cada teta y luego a dormir… Pero dormir, significa, ponerse a dar saltos en la cama, o a esconderse bajo las sábanas. A veces, pocas, se tumba directamente. Y yo con ella. Es requisito imprescindible que yo me tumbe y “que me duerma”, tengo que cerrar los ojos y hacer que duermo. Y con todo esto, se nos sigue yendo casi una hora, porque no para de dar vueltas y no se duerme. Y yo no puedo moverme de allí. Y el problema sigue siendo el mismo, que Lucas me está esperando fuera. Ya he intentado explicarle que mamá tiene que salir, que mamá va a hacer cosas, que se tiene que dormir, le he reducido la siesta a la mitad, la levanto pronto y la acuesto más tarde a ver si está más cansada y se duerme antes…hasta Lucas ha intentado quedarse con ella para que se duerme, pero ella no quiere, sólo quiere a mamá. Y mamá empieza a desesperarse un poquito, estando una hora así cada noche.

Nunca me he quejado del sueño de Sara. Siempre he sido consciente que su forma de dormir, sus despertares, eran normales. A veces he estado muy cansada, otras veces, menos, pero en general, lo he llevado bien. Pero ahora, no. Necesito consejo. Sé que debo tener paciencia, y si fuera sólo por mí, lo haría, pero no puede ignorar que tengo otro hijo que quiere que salga de la habitación para estar un rato conmigo. Por favor, ¿me contáis como hacéis vosotros para dormir a vuestros peques? Eso sí, ¡¡nada que implique castigos ni dejarla llorar, eh!!

Controversia sobre el sueño de los bebés

Llevo unos días un poco alterada con las cosas que se leen en los periódicos y que se ven en las nocticias. El otro día, el tema de las madres desnutridas que producen leche de mala calidad, y que ya me sacó de mis casillas. Así que me desahogué un poco.

Y en la tele, noticias sobre el sueño. Los comentarios de una “doctora” sobre el colecho, me dejaron de una mala leche…. Que si se puede aplastar a los bebés, que es malísimo dormir con ellos en la cama, que deben dormir en su propia habitación a los 6 meses y que si el colecho produce demasiado apego hacia la madre. ¡¡Pero vamos a ver, por favor!! Esta sociedad del desapego, donde se quiere hacer niños sin sentimientos, completamente desapegados de sus madres, donde se buscan sustitutos para el cariño de una madre en forma de muñecos y mantitas, a los que los pequeños se aferran porque no tienen un regazo seguro al que acudir… Según esto, la culpa es de los padres, claro, que no enseñan a dormir a sus hijos. Me parece a mi que no tienen mucha idea sobre los patrones de sueño saludables de los bebés, estos de esta noticia deben ser amigos de Estivill, aggg.

Me pone negra, de verdad. Porque el desapego, la falta de cariño, el llanto, el aprender a calmarse solos, no hace adultos sanos, ni mucho menos. No digo que se creen psicópatas, claro, pero todo esto sí se traduce en problemas a lo largo de la vida, y aunque de adultos, sean personas sanas y estables, aparentemente, en muchos casos, puede haber problemas debido a esta falta de cariño. Como el cariño, el respeto y el apego, son temas de los que hablo muy frecuentemente, a veces me llegan mensajes, de todo tipo. Mensajes ofensivos, de gente que me dice que por dar un cachete a un niño o dejarle solo llorando, no pasa nada (eso es lo que creen ellos). Pero también me llegan mensajes de personas que han vivido situaciones de desapego y que ahora, de adultos, siguen sufriendo. Una persona me mandó esta historia hace unos días y me ha dado permiso para publicar un fragmento aquí, para que veamos que los actos que tenemos con nuestros hijos cuando son pequeños, también tienen repercusiones en su futuro:

«Soy la primera hija de mis padres. Cuando nací estaban muy ilusionados, vivían en Suiza y había muchos adelantos que no había aquí en España. Entre ellos un libro que ha perjudicado mucho mi educación. Ellos lo compraron pensando que era lo mejor para mí, pero después de 30 años he de decir que no fue así. No recuerdo el nombre ni el autor, pero me han contado algunos de los consejos quedaba. Y es que, decía, que los niños tienen que llorar 20 minutos al día y después se callan. Que no hay que hacerles caso, que se acostumbran.
A mí, desde que llegamos del hospital, me dejaron en la cuna, que podía llorar, chillar, que nadie iba en mi búsqueda. Tanto es así que una vez me caí de la cuna y no se enteraron. No lo considero imprudencia, sino un accidente, pero me parece significativo tener a un bebé de seis meses sólo en una habitación.
Les llamaba la atención que cuando estaba en una habitación sola cerraba la puerta, necesitaba límites.
Todavía hoy, con treinta años y a punto de ser madre, necesito los límites afectivos que no me dieron de bebé. Hasta hace bien poco, tenía una pesadilla que se me repetía incluso estando despierta. Al principio, cuando era pequeña creía que era una pesadilla, ahora soy consciente que era una sensación que no podía expresar y de ahí mi angustia, la única forma que tengo de recordarla es de la manera en que la sentía. Es algo así como la memoria de la piel, por la que aprenden los bebés.
Bien, en esta sensación, me sIento muy, muy pequeña, y todo a mi alrededor es muy, muy grande. Todo está oscuro, ya podía hacer un sol espléndido, y hace frío. Me siento muy sola, quiero que vengan, me cojan, que pongan límites alrededor de mi diminuto cuerpo, pero nadie viene. Supongo que esta situación me ocurrió muchas veces, era bebé, estaba en la cuna y aunque llorara, porque quería compañía, no venía nadie, lo decía el libro.
Una vez lo comenté con una psicóloga y me dio esta interpretación, que posiblemente no fuese un sueño, sino una realidad vivida sin poder expresar lo que necesitaba.
El hecho de cerrar las puertas, me parece muy significativo, pues aún hoy lo sigo haciendo, estoy incómoda en espacios grandes y necesito tener objetos cerca que protejan mi cuerpo. Mi marido me llama exagerada porque en verano necesito dormir tapada, no soy exagerada, también paso calor, pero en mi inconsciente es mejor el calor que la desprotección.
Como digo, ahora voy a ser madre y me preocupa mucho que mi bebé sufra ese sentimiento de soledad que yo viví, porque, doy fe de ello, lo que le pase al bebé, le pasa al adulto.»

¿Veis cómo estos actos en la infancia sí tienen repercusiones en la vida adulta?

Con respecto al tema de que se puede aplastar al bebé, aclaro. En primer lugar, para dormir con el bebé hay que seguir unas normas básicas, como dormir en un colchón firme, sin cojines ni almohada sueltas que puedan tapar al niño, sin espacios por donde pueda caerse. Y los adultos, tienen que estar sanos y tener patrones de sueño normales. Si ambos padres son muy obesos, pues mejor no compartir cama. O en casos en los que uno o ambos padres sean alcohólicos, tomen algún tipo de droga o medicación para dormir. En estos casos, consumir sustancias puede alterar el sueño de los padres. También está desaconsejado en casos de madres fumadoras.  Pero ya está. El resto de los bebés pueden dormir con sus padres. Y tan a gusto. Como madre que lleva compartiendo su cama 24 meses con la peque, os diré que al principio, ni te mueves, te quedas en una esquina, quieta como un palo, y la peque se queda con la parte más grande de la cama. Con los días, te relajas un poco más, pero vamos, en cuanto la niña se mueve un poco, los ojos abiertos como platos. No me creo que un padre pueda quedarse dormido, moverse y aplastar a su hijo bajo su cuerpo sin darse cuenta, sin notar su cuerpo y sus miembros moviéndose para quejarse. No, siempre y cuando, como ya he dicho, no esté bajo los efectos de una medicación o sustancia que te haga dormir profundamente.

Por otro lado, el comentario sobre que el colecho favorece la muerte súbita. Al respecto hay varios estudios. Y en distintos estudios han llegado a distintas conclusiones. Las opiniones están encontradas. Si tenemos en cuenta que la lactancia disminuye el riesgo de SMSL y que el colecho favorece la lactancia materna, podríamos concluir que compartir cama es un dato protector. También, y como ya conté aquí, en mi experiencia personal con el colecho, compartir cama con tu bebé te hace darte cuenta de cosas que le pueden pasar que si está más lejos podrías no enterarte. Mi hija estuvo unos segundos sin respirar, se atragantó y de no haber sido porque estaba durmiendo a mi lado, no me habría dado cuenta y no quiero ni pensar lo que podía haber pasado. Y no soy la única, otras madres se han dado cuenta de que a sus hijos les pasaba algo grave gracias al hecho de dormir juntos.

El día 14 fue el día mundial del sueño, por eso ha habido varias noticias al respecto. Y ya leer este otro artículo  ha sido la gota que ha colmado el vaso.

Bueno, en primer lugar, el estudio del que hablan está presentado por una ¡¡marca de pañales!! Sí, esa marca que habla de que tu bebé, con su súper pañal, dormirá toda la noche. Uf, esto, como todo, huele a publicidad pura y dura, la pasta que se habrán llevado. Sólo les ha faltado decir que todos los problemas de sueño se solucionan usando sus pañales. Pero vamos al cuerpo de la noticia, porque estoy que echo humo.

Según este doctor, un bebé duerme mal por culpa de los padres, y al mes y medio ya debería dormir toda la noche. ¡Toma ya! ¡Vamos a cargarnos las lactancias! Y de paso, además de comprar la marca de pañales, nos pasamos a la leche de fórmula. La lactancia materna debe ser a demanda. Como la leche se digiere de forma muy rápida, es normal y lógico que los bebés hagan varios despertares para mamar. No es manía ni vicio. Se llama hambre, aunque algunos no quieran entenderlo. Además, por la noche, la leche materna cambia su composición, casualmente. Por la noche se segregan melatonina y triptófano en la leche, ambas sustancias que favorecen el sueño y que ayudan al bebé a ir cogiendo los ritmos de sueño nocturnos. Muy importante también es la prolactina, la encargada de la producción de leche, que también adquiere sus picos máximos durante la madrugada. La succión del bebé a esas horas activa la producción de esta hormona, que se encarga de producir leche para el día siguiente, de modo que dar de mamar por la noche sirve para asegurarse una buena lactancia.

Pero en el artículo aún hay más. La siesta. A los 5 años, el niño que duerme la siesta es anormal, suavizando la palabra patológico. Ufffffff. España, el país de la siesta por excelencia. Las virtudes de un descanso después de comer son ampliamente conocidas, tanto que hasta los chinos importaron la siesta y la implantaron en sus trabajos. Echar una cabezadita a media tarde hace que estemos más despejados para afrontar lo que queda del día. A mí, particularmente, me gusta tumbarme todas las tardes un rato con la pequeña, y el día que por alguna circunstancia no puedo hacerlo, lo noto muchísimo. Voy el resto de la tarde como zombi y al llegar la noche, me voy mucho antes a la cama porque no puedo con el sueño, quitándome el poco rato que tengo a esas horas para hacer cosas en el blog o en casa. Si esto me pasa a mí como adulto, ¿cómo no se van a sentir los niños? Habrá niños que necesiten descansar más y otros que lo necesiten menos. Pero vamos, que un niño se siga echando la siesta con 5, 8, 12 o 30 años, me parece lo más sano del mundo.

Según este estudio, el bebé tiene que aprender a dormirse solo, sin los brazos de los padres. De nuevo, el desapego. Los brazos son el lugar donde los bebés se sienten más seguros y protegidos, y es normal que se relajen y se queden dormidos. Y no hay nada malo en ello. Un niño de 6 años no va a seguir durmiéndose en brazos de su madre. Igual que uno de 8 no sigue usando pañal, o chupete o biberón, por poner ejemplos. Antes o después, todos lo dejan. Igual que antes o después, todos dejan de dormirse en brazos y también dejan de dormir en la cama de sus padres, mira por dónde. Todos pasan por distintas fases. Y si a mitad de la noche se despiertan asustados y necesitan el consuelo de su madre para volverse a dormir, no hay nada de malo en ello. Somos los únicos mamíferos que separan a sus crías para dormir. Es más, los adultos tienden a emparejarse y les gusta dormir en compañía, ¿por qué motivo no deben dormir acompañados los más desprotegidos de la casa?

Este doctor experto en sueño es totalmente conductista, de la línea de Ferber y Estivill, porque eso de que se vaya a calmarlo durante sólo dos minutos y luego se les deje solos… Aunque él diga que no sigue un método claro, pero vamos, que las pautas que ofrece van todas por ese camino. Y claro, va más allá, a aplicar los métodos también durante el día, dejarlos solos jugando en la habitación. Parece que sólo se busca que los  niños estén quietecitos, que no den guerra, que no molesten, que no sean niños, al fin y al cabo. Lo niños son niños y como tal deben comportarse, deben jugar y divertirse, deben compartir con sus padres muchos momentos, todos los que sean posibles. La infancia pasa muy deprisa, y luego nos arrepentiremos de no haber estado más tiempo con nuestros hijos.

No puedo con este tipo de noticias. No se dan cuenta los medios de comunicación del daño que hacen, de la cantidad de gente que lo va a ver/leer y que va a pensar que como sale en la tele o en un periódico, será que tiene razón. Me irrita sobremanera que den tanta importancia a estas cosas, en vez de fijarse más en otros aspectos de la infancia o de la educación más importantes, en vez de promocionar la lactancia, o el respeto, fomentan el desapego.

Un nuevo caso de desconocimiento sobre lactancia

Ayer fui a la piscina con los niños y mi madre. Allí, mi madre se encontró con una amiga y se pusieron a charlar. Las típicas preguntas y ya sale el tema de los nietos. Mi madre le preguntó por el suyo y de pronto, empieza la conversación de la abuela:

Nos cuenta que TODOS lo han  pasado fatal con su nieto de 11 meses. Preguntamos qué le pasaba, pensando que habría estado malito o algo y va y nos suelta que el niño, con 11 meses estaba enviciado con la teta y no quería comer potitos, no había manera, solo quería teta y le tenían que obligar a comerse los purés, medio potito a la fuerza, con llantos y todo. Que estaba muy delgado porque la teta no le dejaba comer purés.

Aquí ya empiezo yo a poner una cara…. Y claro, intento hablar, aportar algo a la conversación. Pero la señora no me dejaba. Ella erre que erre. Yo no quiero juzgar a nadie, sabéis que ante todo, respeto. Y en este caso, como en muchos, el desconocimiento es lo malo, que de verdad creían que el niño tenía vicio. Pero lo que me sentó mal era que la señora no me dejaba hablar. Y que siguiera con el tema.

Así que ella siguió relatando:

-Qué mal lo hemos pasado todos, con tanta teta y sin comer, se iba a poner malo. Fuimos a la pediatra,  nos dijo que lo mejor era quitarle la teta de golpe, porque además, se despertaba dos veces por la noche para mamar, que vicio. Y encima, el crío un maleducado, porque en mitad de la calle le levantaba la camiseta a la madre para mamar, pero bueno, enviciado total, mira que cosas hacía.

Comprenderéis que aquí, yo ya de todos los colores, porque en este caso, la que estaba juzgando era la abuela. Y en ese oportuno momento, mi princesa decidió que quería teta, y como iba en el portabebé y yo en bikini, más fácil, imposible. La señora me puso una cara….

–“Madre mía, ¿qué tiempo tiene esta niña? Es más grande que mi nieto. ¡Qué vergüenza! ¿Y como no le quitas la teta?”-

Así que, como no me dejaba explicar nada, de los beneficios de la lactancia, directamente, me di la vuelta y la dejé con un palmo de narices, pensando en el vicio de mi hija, allí, hablando con mi madre, que ahora os cuento el final de la conversación.

 Vamos a ver, analizando la conversación tranquilamente, esto es lo que veo.

  • La abuela hace suyo un «problema» del nieto (veis que va entre comillas la palabra problema, porque desde luego, aquí no hay ningún problema). En este caso, la abuela se ha metido hasta el fondo en la lactancia de su hija y de su nieto. En ningún momento ha hablado de lo que sentía la madre de la criatura. Vamos, que me juego el cuello a que por culpa de la abuela, esta madre y este bebé han dejado la lactancia. Tantos comentarios sobre el vicio del niño, sobre que hay un problema, dice que fueron a la pediatra, ella presente en todo el proceso….. ¿Porque no puede dejar la gente en paz a las madres con sus hijos y su forma de crianza? 
  • El niño no comía nada, estaba delgado, no quería puré y le metía la comida a la fuerza- La leche materna debe ser el principal alimento del niño durante sus primeros dos años de vida, tiene todos los nutrientes necesarios para un correcto desarrollo y nutrición. Y hay que complementarla con el resto de la alimentación. Así mismo, la alimentación complementaria debe «complementar» a la leche, no sustituirla. Y nunca, jamás, se debe forzar al niño a comer, no hay que obligarle y menos, hacer que el niño llore a la hora de la comida, porque entonces, la hora de comer se va a convertir en un trauma. Si este niño no quería terminarse los potitos, podía ser por varias causas: que con la lactancia estaba satisfecho y no necesitaba más comida, que sea un niño que come menos (aquí también tengo que puntualizar, ¿que come menos que qué? ¿Qué las cantidades estipuladas por quién?, No todos los niños comen ni deben comer las mismas cantidades, y no por eso hay que etiquetarles como malos comedores) y que no le gustase el sabor de los potitos y prefiriera comerse unos cuantos macarrones. composición de la leche materna en el segundo año
  • La parte del pediatra, en la que le dice que suspenda la lactancia a la fuerza, ufff, esa me deja sin palabras. Porque volvemos al tema que ya hemos tocado más veces. Las madres se dejan aconsejar por los profesionales sanitarios, creyendo que estos son expertos en todo. Ese pediatra, debería tener más conocimientos en lactancia y haberle explicado a la madre que la leche alimenta más y mejor que un puré. Pero por lo que veo, el pediatra en cuestión no es de los que fomentan la lactancia, al contrario, es de los que creen que ¡un puré de verdura es más sano que la teta! Desde luego, en caso de que la madre quiera destetar a su hijo, por cualquier causa, nunca, jamás, vería aconsejar hacerlo a lo bestia.
  • Comenta que el niño se despertaba varias veces en la noche para mamar- Los niños pasan por distintas fases del sueño, lo lógico es que se despierten y no sepan volver a dormirse solos, para eso tiene que pasar tiempo. Y además, como al resto de los humanos, a ellos, no les gusta estar solos. Se despiertan y buscan a la madre para quedarse tranquilos, calmarse y volver a dormirse. No es por la teta, es por evolución. En contra de la creencia popular, el hecho de que un bebé tome lactancia artificial no significa que vaya a dormir toda la noche del tirón. Sí es cierto que hay estudios que demuestran que los bebés que maman, tienen más despertares nocturnos. Pero estos despertares son saludables y previenen, en muchos casos, el síndrome de muerte súbita del lactante.
  • Cuando ya habla de vicio y de que el niño era un maleducado… La teta no es solo alimento, como ya he contado más veces, es consuelo, es paz, es cariño, es amor, es un lugar donde refugiarse, es donde se calman los golpes, es donde se relajan para dormir, es un lugar para reírse. La teta sirve para todo eso y más. Un bebé que busca la teta y a su madre, no lo hace por vicio, lo hace para calmar alguna necesidad o por el simple hecho de querer contacto físico. Y ya, lo de decir que un bebé de 11 meses era un maleducado… Vamos a ver, ¿Cómo puede alguien pensar que a un niño menor de 1 año le puedes explicar que en casa se puede mamar, pero que en la calle, si tiene hambre, sueño o pupita, se tiene que aguantar, porque no está bien que mamá se saque las tetas en público? ¿y porque se empeña la gente en pensar que dar de mamar en público es algo malo y ofensivo?

Cuando mi madre volvió un momento después de la conversación con esta señora, me contó, que después de todo, al niño le quitaron la teta. Que lo pasó fatal unos días, llorando a todas horas, pero que ya se había acostumbrado (pobre mío, acostumbrarse así a lo bestia, a sufrir una pérdida). Que ahora conseguían que ya se tomara casi todo el potito de verduras pero que no quería tomar leche de fórmula. (Ahora sí que puede tener un problema de alimentación, porque está ingiriendo menos calorías de las que tomaba antes). Y que de momento, se seguía despertando varias veces en la noche, pero que en cuanto le obligaran a tomarse los biberones cargados de cereales, seguro que ya dormía del tirón (jolín, que miedo me da la palabra esa, obligación).  Vamos, que a ese niño, que estaba tan feliz con su teta, le han hecho sufrir, le han quitado su teta querida, y encima, no han conseguido solucionar ninguno de los supuestos “problemas” que tenía.

Se necesita mucha información sobre la lactancia, muchísima más de la que se dispone. Las madres necesitan conocer los beneficios reales de la lactancia materna, necesitan saber que dar de mamar 11 meses, 2 años o 4 no es nada malo, que es beneficioso tanto para el bebé como para la madre, que la leche materna sigue aportando gran cantidad de nutrientes a la alimentación del niño aunque este sea “mayor”, que mamar no es un vicio y que despertarse varias veces por la noche es totalmente normal. Las madres necesitan saber todo esto. Pero sobre todo, necesitan tener el valor de decirles a esas abuelas/vecinas/tías/amigas/desconocidas/pediatras que la lactancia es lo más sano y natural para sus hijos y que dejen de hacerles ese tipo de comentarios y de meterse en su forma de crianza.