No hay mejor lugar que los brazos de mamá

Entradas etiquetadas como ‘maternidad’

¿Los terribles dos? Los abrumadores cuatro

Siempre hemos oído hablar de los terribles dos años, las épocas de las rabietas, cuando nuestros hijos aun no saben gestionar y manejar sus emociones y se frustran, dando lugar a las famosas rabietas.

En nuestro caso, los dos años pasaron bastantes tranquilos, solo recuerdo un par de momentos de crisis, pero cedían en seguida. En cambio, según la peque ha ido creciendo, estas rabietas y estas crisis han ido apareciendo con mayor frecuencia. Y no solo eso, no solo de enfados vive mi hija. También de lloros sin motivos.

Sara es una niña muy alegre y con muchísima personalidad, sabe lo que quiere y la mayoría de las veces, lo quiere ya. Evidentemente, en mi mano está darle la educación que corresponde y enseñarle que no puede tener todo lo que quiera ni mucho menos cuando ella lo quiera. Pero de momento, sigue sin entenderlo.

Y así estamos, a tres meses de cumplir los 5 años y con mas enfados ahora que cuando era pequeña. Y es que la mayoría de los enfados son por cosas sin sentido (al menos para mí, porque para ella debe tener todo el sentido del mundo).

Nuestros días comienzan así. Suena el despertador y se despierta de un humor horrible. No es por cansancio, porque duerme unas 11 horas del tirón. Simplemente, le sienta fatal despertarse. Y no solo los días de diario, cuando hay que levantarse forzadas; los fines de semana también se levanta con el pie izquierdo y no quiere ni que la hablemos. Por lo general, como se acerque su hermano a decirle algo, ya está liada. He probado distintas alternativas, como acostarla antes todavía, poner el despertador diez minutos antes, para que se vaya espabilando poco a poco, hacerle cosquillas, darle besitos, despertarla cantando, pero no parece que nada funcione. Sólo salta de la cama y se levanta de buen humor cuando tenemos algún plan a la vista que le apetece mucho. Levantarse para ir al cole, no entra dentro de esa categoría.

rage-1015611_1920

Llega la hora del desayuno y como se ha levantado enfadada, no quiere desayunar. Los fines de semana dejo que lo haga mas tarde, sin prisas, pero los días de diario no podemos entretenernos mucho. Da lo mismo, aunque deje el desayunando como la ultima tarea del día, ella lo hace enfadada, protesta porque quiere desayunar algo que justo ese día no hay, protesta si el pan está más tostado de lo normal, si su leche está demasiado caliente o demasiado fría, si le pongo colacao o si no se lo pongo…. Al final, termino dejándola en la cocina con el desayuno mientras yo voy a terminar de arreglarme para salir de casa, y de ese modo, suele desayunar lo que le apetece.

La recojo del cole y pasa de estar riéndose en el patio a enfadarse en escasos segundos. Y vale, entiendo que está cansada, que me ha echado de menos, que conmigo tiene la confianza para hacerlo… a si que intento mimarla mucho (si me deja), cogerla en brazos y generalmente se le pasa. Pero, llegamos a casa del cole y se enfada porque Lucas está viendo la tele, o porque quiere pintar y no encuentra justo el lápiz o el cuaderno que quiere, se enfada si no le doy una chuche, se enfada porque quiere merendar justo lo que no hay en la nevera…no puedes imaginar a qué nivel llegan sus enfados. Porque todos los enfados van acompañados de llantos y de gritos. Si, mi hija grita y mucho. Grita para pedir las cosas, chilla si no tiene lo que quiere, se tira al suelo y patalea o se mete debajo de una mesa y da golpes a las patas, empuja las sillas…. Y mira, que se enfade porque está frustrada por algo, lo entiendo y lo respeto y espero a que se le pase para hablar con ella. Pero que grite y de golpes por lo mismo, no puedo consentirlo y termino enfadándome con ella.

Y así pasamos la tarde y llegamos a la cena del mismo modo, cabreándose por mil cosas: si la baño, porque la baño; si no lo hago, porque ella quería un baño de espuma, si hago sopa, porque quería puré, si hago puré, porque quería ensalada…. Parece que nada le viene bien.

Es muy frustrante para mí su comportamiento. Supongo y entiendo que es algo temporal, que es otra etapa de su desarrollo que irá dejando atrás poco a poco.

La otra cosa característica de estos días son los lloriqueos continuos sin motivo aparente. Todo lo pide llorando, me habla con esa vocecilla que no le sale de dentro. Lo he hablado muchas veces con ella, que no tiene que pedirme las cosas así, que me las pide normal, sin llorar y sin enfadarse, pero de momento, no ha dado resultado.

Después de sus múltiples enfados diarios, siempre hay algo común: unos instantes después de haberse enfadado por lo que quiera que sea, cuando la dejo un poco a su aire para que se le pase sin abrumarla demasiado, ella piensa y recapacita y siempre viene a pedirme perdón, llorando, eso sí. Por una parte, el hecho de que ella se de cuenta de que esos enfados no tienen sentido, me hace pensar que por lo menos es consciente de la situación; pero por otra parte, también me da bastante pena que se sienta culpable por algo que quizás, de momento, escapa de su control.

Imagino que será una etapa más de su desarrollo y de su personalidad, algo que me sorprende porque no lo había visto en su hermano, pero claro, cada niño tiene su propia forma de ser.

Lo mejor de todo, es que el resto del día sigue siendo mi Sara, mi niña risueña, esa niña que no para quieta, que siempre está dispuesta a aprender, que no se aburre porque tiene una imaginación desbordante y siempre hay algo nuevo por hacer. Esa niña que se esfuerza por aprender a escribir simplemente porque le apetece, que quiere leer todo lo que encuentra, esa niña que pinta y colorea, que hace manualidades, que juega con su imaginación. Esa niña que salta, corre, baila y juega. esa niña que se lleva bien con todo el mundo, abierta y vivaracha, que se emociona y alegra sinceramente cada vez que se encuentra con alguien a quien aprecia. Esa niña que me da cientos de abrazos, que me dice varias veces al día lo mucho que me quiere, que me come a besos y a la que le parezco la mejor madre del mundo.

Cuando la maternidad te hace sentir culpable

Nos convertimos en padres sin ningún tipo de práctica, pero en general, con muy buenas intenciones. Pero los hijos no vienen con manual de instrucciones bajo el brazo e intentamos hacerlo lo mejor posible. Unos, intentan imitar la forma de crianza recibida por parte de sus padres; otros, intentamos evitarla lo máximo posible y queremos hacerlo de forma totalmente diferente.

Sea como fuere, eduquemos de la forma que lo hagamos, todos intentamos hacerlo bien, o por lo menos, eso creemos.

En mi caso, opté por una forma de crianza respetuosa, entendiendo las necesidades de mis hijos y con mucho amor. No digo que mis padres no me quisieran, pero sí he dicho muchas veces que creo que nunca supieron demostrármelo. Por eso, porque crecí en una familia donde las muestras de afecto no estaban muy presentes, decidí que con mis hijos todo sería amor y cariño. Y respeto. Y normas, no faltaba más. Que educar con amor y respeto no significa no dar educación alguna, no significa que la vida sea un auténtico cachondeo sin normas ni límites. Eso es algo en lo que la gente se confunde bastante a menudo.

Yo soy cariñosa, siempre he demostrado a mis hijos lo mucho que les quiero (y lo sigo haciendo), pero a veces también me considero autoritaria e impongo normas rígidas o castigos cuando creo que son necesarios. Bueno, ahora no son castigos, ahora son consecuencias. Hace tiempo descubrí que los castigos no tienen ningún efecto, en cambio, si hacemos a los hijos conscientes de lo que sucede y de las consecuencias (positivas o negativas) de sus actos, parece que la cosa fluye mucho mejor…hasta ahora.

Hace un par de años que tengo una revolución hormonal en casa en forma de adolescente. Los cambios empezaron poco a poco y ahora, a punto de cumplir 15 años, estamos en el máximo apogeo.

¿Cuántas veces habremos oído eso de que los adolescentes son como extraños que habitan el cuerpo de nuestros hijos? Pues oye, qué razón tienen, cómo saben de lo que hablan algunos… será porque ya han pasado por ahí. Está claro que como en todo, con unos niños notaremos el cambio más que con otros.

Y aquí es donde entra el sentimiento de culpabilidad total y absoluto de mi maternidad. Porque me está tocando vivir una complicada adolescencia con mi hijo. Y no dejo de preguntarme, ¿Qué es lo que he hecho mal? ¿En qué he fallado? ¿En qué momento la educación que le estoy dando a mi hijo ha pasado a estar equivocada?culpa

No voy a contar en detalles todos los problemas que estamos teniendo, porque son muchos. Aunque también me consuela pensar que podría ser peor, que mi hijo podría ser un drogadicto o tener un problema con la violencia. Esos consuelos sirven de poco y me asusta pensar que eso pueda llegar algún día…y no me vale que la gente me diga que no, que no me preocupe, que lo estoy haciendo bien…también pensaba que lo estaba haciendo bien hasta ahora.

Es cierto que los adolescentes no se encuentran ni a sí mismos, que es normal que tengan cambios de humor, que intentan demostrar su poder, que están todo el día como agotados, pero nosotros llegamos a niveles máximos.

Desde hace un par de años para acá, las notas van cada vez peor. Entró en el instituto y las notas empezaron a bajar, pero cada trimestre que pasa, cada año, la cosa empeora. Ya este verano escribí cuando las notas del instituto no son lo que esperabas. Todas las medidas que tomé al respecto no parece que hayan servido de mucho, de nada, en realidad, porque este primer trimestre ha sido peor, mucho peor, ha sido catastrófico. Y no sólo en las notas termina esto. Su comportamiento en el instituto tampoco es bueno, no paro de recibir notas de clase y ya lleva varios castigos allí. Evidentemente, las consecuencias a sus actos no se han hecho esperar, y ahora está sin móvil y sin poder salir con sus amigos. Pero no parece que le importe mucho, pues sigue vagueando. Yo no me rindo, para nada. Academia de refuerzo varios días a la semana, sesiones con la psicopedagoga del instituto…muy buenos propósitos por su parte que quedan en nada dos días después.notas

Además, esa forma que tiene últimamente de hablarme, esa falta de respeto, esas contestaciones, esos gritos, no puedo con ello. Entiendo que se enfade conmigo (según él, soy la madre más injusta del mundo) y que quiera encerrarse y estar solo. Pero no, él lo que quiere es pelea continuamente, discutir, ponerme nerviosa, tensar la cuerda hasta que se rompe.

A veces me dan ganas de tirar la toalla, de dejarlo todo por imposible. Menos mal que se me pasa pronto y enseguida estoy otra vez planteándome soluciones. Ahora, incluso vamos a unas sesiones familiares con un psicólogo, para que os ayude a comunicarnos y entendernos mejor.

Sé que Lucas ha pasado por situaciones muy complicadas, situaciones que otros niños no pueden siquiera imaginarse. Sé que para él debe ser muy duro saber que tiene un padre que no se preocupa por él y al que hace años que no ve; sé que la muerte de Jose fue un duro golpe para un niño de 12 años; sé que es difícil que yo sea la madre y el padre, la buena y la mala, la permisiva y la estricta, todo a la vez.

Pero no dejo de preguntarme cada día ¿en qué me estoy equivocando? ¿Qué he hecho mal? ¿Acaso no le demuestro cada día lo mucho que le quiero y lo mucho que me importa? ¿Será que no me desvivo suficiente por mis hijos, que no les doy todo lo que necesitan?

Que estudie me parece algo muy importante. Es cierto que tener una carrera no te asegura un trabajo en el futuro, pero desde luego, ayudará y bastante. Él ve hasta dónde he llegado yo, lo que disfruto con mi trabajo, gracias a haber estudiado. Y también ve el extremo contrario, personas cercanas que no estudiaron en su día y que ahora se arrepienten porque no tienen trabajo o el que tienen no les satisface. Adultos que después de los 30 decidieron volver a estudiar para tener algo a lo que agarrarse. No quiero eso para él, no quiero que termine la ESO y se quede tirado en el sofá. Y quiero, necesito, que me respete. Que me valore como lo que soy, su madre, la que lo da todo por ellos.

Es cierto que no todo son cosas malas. De vez en cuando, ese niño gracioso y cariñoso sigue estando ahí, ese que me abraza sin motivo aparente, ese que me hace reír a carcajadas, ese que se preocupa por el resto. En esos momentos, cuando mi Lucas aparece, pienso que tan mal no lo debo estar haciendo ¿no? En los otros momentos, cuando mi hijo a mutado a un ser irreconocible, pienso que sí lo debo estar haciendo mal.

¡Qué horrible es este sentimiento de culpabilidad!

Malas Madres la Película, o el día a día de una madre cualquiera

No me gusta el título de esta película, eso vaya por delante. No me gusta esa etiqueta de mala madre, creo que una mala madre es otra cosa, es aquella que no quiere a sus hijos, que los maltrata, humilla, abandona… El resto somos madres normales, imperfectas, porque la madre perfecta no existe. Me he sentido muy identificada con muchas de las cosas que pasan en la peli y desde luego, yo soy una buena madre. Yo le habría puesto otro título a la película, pero bueno, Bad Moms es lo que hay.malas madres

Este viernes 29 de Julio se estrena Malas Madres y si quieres pasar un rato divertidísimo, no puedes dejar de verla.

Amy Mitchell (Mila Kunis) es una madre normal, que hace lo que la mayoría de las madres hacemos, lleva los niños al colegio, les prepara la comida, trabaja, cuida de la casa, del perro, recoge a los niños, los lleva a actividades extraescolares, asiste a reuniones del colegio y hasta aguanta a un marido que no hace nada, todo el día estresada, corriendo de un lado a otro, sin tiempo para ella y por supuesto, sin que nadie valore todo su esfuerzo. Hasta que un día estalla, todo le sale mal y no puede más.

Accidentalmente se junta con otras dos madres saturadas, Kiki, que tiene cuatro hijos y se va soltando la melena y Carla, madre soltera que se acuesta con todo hombre que se le cruza y que tiene un repertorio de palabrotas y expresiones que te alucinarán,   y ahí empiezan sus momentos de liberación. Alocadas escenas (no dejarás de reír con la compra nocturna en el supermercado)  y divertidos momentos hacen de esta película una comedia que no puedes perderte. Como madre, te sentirás identificada en muchísimos momentos. Nos pasamos el día conviviendo con otras madres, cada una con su forma de ser, su forma de hacer, su personalidad, unas tan distintas de las otras, pero el ser diferentes no nos hace mejores ni peores. Aunque eso es lo que piensa Gwendolyn James, la presidenta del AMPA del colegio al que asisten los hijos de Amy, que está empeñada en hacer hijos perfectos a base de más horas de estudio y y por supuesto, quiere que las madres sean supermoms.

En el fondo, son madres como tú y como yo, madres que quieren a sus hijos por encima de todo, pero también son mujeres que necesitan un desahogo, un momento de relax, necesitan que alguien les coja de la mano y les diga que son buenas madres pero que no pueden ser perfectas y llegar a todo ellas solas, necesitan tener momentos para ellas mismas.

Como dato curioso de la película y en contra de lo que pueda parecer, esta peli está dirigida por dos hombres, no por mujeres, en una especie de homenaje a sus propias mujeres. Y todas las protagonistas de la peli son madres en la vida real, ellas saben bien de lo que hablan.

Ya sabes, este fin de semana piensa en ti un poco, deja a los niños una noche con los abuelos, con el padre o con la canguro, coge a tu mejor amiga que también es madre e idos las dos al cine a ver Malas Madres, a reír de lo lindo un rato. Y si se tercia, ¿por qué no? una copita en la disco no hace mal a nadie.

Cosas de niños

Nuestros peques, esos que cuando hablan dicen unas cosas que nos hacen pensar, que nos dejan boquiabiertos, que nos hacen preguntarnos de dónde habrán sacado esas cosas. Esas cosas que con el tiempo olvidamos, aunque nos gustaría atesorar para siempre. Tengo una amiga que apunta las ocurrencias de sus hijos en un diario. Bonita forma de recordarlo luego. Yo siempre digo que voy a hacerlo, pero lo olvido.

Hoy, Sara está en casa conmigo, está enferma y lleva unos días sin ir al colegio. Hace un rato iba a cambiar las sábanas y ella ha decido ayudarme. Pero me ha ayudado de un modo muy especial. Me he reído muchísimo y para no olvidarlo, he decidido escribir la historia corriendo, cual diario. Ha sucedido así:pumuckl-993152_1920

–Mamá, yo te ayudo a cambiar las sábanas, ahora vengo – ha dicho Sara y se ha ido a buscar algo. Cuando ha vuelto traía un papel en la mano.

– ¿Qué es eso?

–Estas son las instrucciones para cambiar las sábanas. Yo soy una experta y te las voy a leer para que lo hagas bien.

–Pues vamos a empezar cariño –intentando no reírme…

–Capítulo 1, pon una sábana. Tienes que estirarla bien.

–Vale, ya he puesto la sábana de abajo, ¿ahora qué toca?

–Capítulo 7, pones otra sábana. Esta es muy “dififil” – Mientras, ella estaba apoyada en su cama, con el papel en la mano, supervisando la escena.

–Ahora toca el capítulo de la almohada.

– ¿Cuál es ese?

–El capítulo 23 – (Me encanta ese orden que ella se saca de la manga…)

–Y después de las almohadas, ¿qué tengo que hacer?

–Emmmm, poner el emmmm, mmmm, ehhh, eso que no se cómo se llama (el edredón).

–Mamá, muy bien, lo has hecho fenomenal, menos mal que yo soy una experta y te he ayudado. ¡Eres una campeona mamá! – Y me he ganado un abrazo y un beso.

Así da gusto cambiar las sábanas. Vaya mañana más entretenida llevo 😉

La ducha, mi momento más relajante del día

Cuando nace tu bebé, parece que vas todo el día sucia y hecha un asco. El pelo recogido en una coleta, la camiseta sucia de regurgitaciones, babas y restos de leche materna. Estás deseando que llegue el momento de ducharte, pero ¿cómo? ¿Cómo puedes ducharte si estás sola en casa con un bebé de pocos días? En el mejor de los casos estás deseando que llegue tu pareja para darle al niño, casi lanzárselo, y salir corriendo al baño mientras oyes cómo llora, tus pechos se activan al escuchar su llanto y comienzan a gotear leche y tú te duchas en sólo 60 segundos (si esto fuese un record Guinness, las madres estaríamos en primera posición) y sales casi sin secar y con restos de champú en las orejas para coger a tu retoño.

Cuando tu hijo es un poco mayor, ya puedes meterlo contigo al baño. Le dejas en la hamaquita en una posición en la que pueda verte y te duchas rápidamente, mientras haces monerías a través de la mampara para que no se enfade. El tiempo de ducha se alarga un poco más allá del minuto, pero tampoco te creas. Que se lo pregunten a la pobre Pilar Rubio, que creo que anda muy agobiada por tener que ducharse de esta manera 😉

Y luego tu bebé empieza a gatear y a andar y ya no sirve la hamaca. Intentas hasta meter la cuna de viaje en el baño, pero vaya, ¡no cabe! Así que te duchas con la mampara medio abierta, mojando todo el baño, mientras le ruegas que no juegue con la escobilla, que no desmonte todo el rollo de papel higiénico o que no se tire de cabeza en la ducha.

Y crece. Tu hijo crece. Y adoptas otras formas de higiene. En mi caso, esto se traduce en compartir momento del baño.

Los fines de semana, si no hay plan, llenamos la bañera grande hasta los topes y hacemos mucha espuma. Es un momento muy divertido, lo pasamos genial. La niña baña a las muñecas, mete muchísimos cacharritos dentro, que bajo tanta espuma no ves y es fácil que se te clave en un cachete. Tus rodillas están encajadas a ambos lados de la bañera y te clavas el grifo en el cuello. Luego llega el momento peluquería, ese en el que la niña quiere lavarte el pelo y tienes que mover tu metro sesenta y tantos y tus sesenta y tantos kilos hacia el otro lado de la bañera. En ese momento siempre me acuerdo de Moby Dick, no sé por qué. Pero me gusta, que no parezca que no, lo pasamos genial, aunque de baño relajante no tiene nada.

Así de bien lo pasa Sara en la bañera

Así de bien lo pasa Sara en la bañera

Y así me siento yo cuando compartimos la bañera

Y así me siento yo cuando compartimos la bañera

Los días de diario hacemos uso de la ducha, más rápido, menos gasto de agua. No imaginas, o quizás sí, lo complicado que es ducharse las dos en un plato de ducha de 60 cm. Si se le escurre la pastilla de jabón y tengo que agacharme a cogerla, dejo el culo pegado a la pared mientras intento no sacarme un ojo con el tirador de la mampara. Ahora la niña tiene una altura ideal; mientras me estoy enjuagando, con la cabeza golpea sin querer el grifo y ¡lo mueve hasta la posición helada! Eso sí es una ducha vigorizante.

Entonces te preguntarás, después de lo que has leído, cómo puedo afirmar que la ducha es mi momento más relajante del día. Pues te voy a contar mi secreto: Me ducho en el gimnasio. Los días que no trabajo, mientras Sara está en el cole, voy al gimnasio, mínimos tres veces a la semana. La verdad, no sé si me gustan más las clases a las que voy o los 10 minutos que me paso bajo el agua caliente yo sola, lavándome el pelo con un champú con olor a fresa, frotándome todo el cuerpo sin interrupciones, quitando hasta el último resto de jabón porque no tengo prisa. Esos minutos de relax, de tranquilidad, no los cambio por nada. Así tengo las pilas cargadas para recoger a la niña del cole y seguir el día con energía.

Soy madre hace 14 años

Parece que fue ayer cuando me convertí en madre por primera vez y ya han pasado 14 años. 14 años de ver crecer a ese bebé pequeñito y regordete que cabía en el hueco de mi brazo y que ahora es casi más alto que yo.Feliz cumpleaños

En todo este tiempo he aprendido y vivido muchas cosas que no imaginaba antes de ser madre. La maternidad te cambia la vida, totalmente. En la inmensa mayoría de los aspectos es maravillosa, aunque la maternidad también tiene sus cosas duras.

  • Hace 14 años aprendí a amar a alguien más que a mí misma. Es cierto, cuando tienes un hijo, el amor es algo imposible de describir, a tus hijos les quieres por encima de todas las cosas, a otro nivel.
  • En estos años he aprendido que una madre puede ir por la vida con muy pocas horas de sueño. Los primero meses son agotadores, la lactancia a demanda, los despertares frecuentes, los hábitos de sueño de los bebés que nada tienen que ver con los de los adultos…Pero oye, que duermes poco y encimas tiras, con unas ojeras que te llegan hasta el suelo, claro. Recuerdo esas primeras semanas, iba a casa de mis padres varias veces a la semana a comer. O eso creían mis padres. Yo en realidad no iba por la comida, ¡iba por la cama! En cuanto Lucas terminaba de mamar, les dejaba al niño y me iba rauda y veloz a dormir hasta que mi pequeño retoño necesitase la teta de su madre otra vez.
  • Paciencia, cuando te conviertes en madre, además de un bebé ganas un plus en paciencia. Si echo la vista atrás, veo cómo me he asentado, cómo pasaba de enfadarme por muchas cosas que ahora me parecen sin sentido a tener una paciencia infinita; paciencia cuando los niños tienen rabietas sin saber por qué; paciencia para volver a cantar la misma canción por décima vez; paciencia para escuchar sus peroratas sobre algún acontecimiento importante…aunque la paciencia, como todo, se agota y ha habido muchos momentos en estos 14 años que me he quedado sin ella. Menos mal que es como un pozo sin fin, y aunque momentáneamente se haya secado, el pozo se vuelve a llenar y volvemos a empezar.
  • Regreso a la infancia. Quién me iba a decir a mí cuando tenía 26 años que me iban a importar las cosas de mi infancia…un año después llegó Lucas y de nuevo me vi recordando esas canciones que me cantaba mi abuela, jugando tirada en el suelo a hacer torres con bloques de Lego, bañándome en una bañera donde había más juguetes que agua, disfrutando de la noria, comiendo chucherías…
  • Hace 14 años el miedo y la angustia llegaron para instalarse en mi corazón y ya nunca se han ido. Tienes un hijo, el ser más adorable y al que más quieres del mundo. Y con el amor infinito, también llega el miedo a perderlo, el dolor de verlo enfermo, el sufrimiento cuando sufre. Ser madre te convierte en sufridora nata. Lucas fue un niño que de pequeño tuvo varios ingresos por bronquiolitis y neumonías. Cada vez que veía a mi pequeño con esa dificultad para respirar, con mascarilla y suero, apagado en una cama de hospital, cuando pasábamos más días en urgencias que en casa, cada vez que me decían que había que dejarle ingresado porque no mejoraba se me partía el alma. Tengo dos anécdotas con las que ahora me río, pero recuerdo lo mal que lo pasé. Una noche, Lucas tendría 7 u 8 años, estábamos jugando antes de dormir, ya en la cama, cuando sin querer se tiró hacia atrás y se dio con el pico de la mesilla de noche en la cabeza. Se hizo una herida y empezó a sangrar. Y yo, la superenfermera que se enfrenta a cosas muy feas cada día, en ese momento me volví la madre más blanda del mundo, me mareé y casi pierdo el conocimiento. Era para vernos, en el mini cuarto de baño, yo tumbada en el suelo, Lucas sangrando y Jose tapándole la herida con una mano mientras con la otra me sostenía las piernas en alto a ver si se me pasaba el mareo. La otra anécdota fue cuando vimos la película “Lo imposible”. Estábamos en casa, Lucas ya estaba dormido y llega el tsunami. Cuando a la madre la arrastra el agua con su hijo Lucas, al que pierde y trata desesperadamente de agarrar, cuando son golpeados con violencia por todas las cosas que arrastra el agua…no podía respirar, la sensación de miedo, el hecho de que el niño se llamase como hijo, el sufrimiento que estaba viendo me hicieron tener una crisis de pánico. Tuve que apagar la película e ir a tumbarme en la cama con mi hijo, que dormía plácidamente.
  • Cuando me convertí en madre pasé de pensar sólo en mí a poner a mi hijo por delante. Recuerdo cuando era pequeña y había algo rico para comer, mi madre no se lo comía por dárnoslo a nosotras. Esas cosas sólo las hace una madre (y un padre). Antepones a tus hijos a tus  necesidades. Ellos se convierten en lo primero y en lo más importante, después, si sobra, si puedes, si hay tiempo, vas tú.
  • Hace 14 años que me convertí en una leona luchadora. Como decía una casposa de esas que salen en la tele “yo por mis hijos mato” Y es así, luchas por ellos hasta tu último aliento. Como madre no permites que les hagan daño (aunque les van a hacer daño muchas veces y no podremos evitarlo y sufriremos con ellos). Como madre te sacrificas, luchas, lo haces todo por su bienestar y en su beneficio. A veces me pregunto cómo he conseguido llegar donde estoy yo sola. Porque sí, porque aquí he llegado con poca ayuda, con mi fuerza y mi tesón. Cuando Lucas tenía 6 meses su padre nos dejó, nos quedamos sin casa (menos mal que mis padres nos acogieron casi dos años), sin trabajo, sin coche, con deudas y por supuesto, él no pasaba un duro de pensión. Pero yo me busqué la vida, encontré trabajo, me compré un coche, alquilé un piso y yo sola, con un niño pequeño, lo hacía todo, lo eduqué y lo saqué adelante. Hoy puedo decir con orgullo que mi hijo es un niño maduro y responsable ¡y adolescente!, que valora todo lo que he hecho por él aunque a veces lo olvide, es un niño sensato, seguro de sí mismo, cariñoso, educado, que se preocupa por los demás. Y eso lo hemos conseguido los dos, él con su forma de ser y yo con mi lucha diaria. ¿Quién me iba a decir hace 14 años que hoy tendría dos hijos y sería single mami?cumpleaños

Seguro que hay muchas más cosas que cambiaron en mi vida hace 14 años, cambios grandes y cambios pequeños, pero todos para bien. No cambio mi vida de antes con la de ahora, a pesar de sus malos momentos. Tengo dos hijos maravillosos, con los que disfruto muchísimo, que me han enseñado a ser mejor persona, dos hijos que también a veces, estoy deseando que se vayan a dormir y me dejen un rato de tranquilidad, dos hijos que son mi mayor tesoro.

Lucas fue el que abrió el camino del cambio, el que llegó a mi vida hace 14 años y la transformó, el que me hizo ser madre. ¡Muchas felicidades hijo! Gracias por haberme elegido para acompañarte en este camino.

Madre soltera de dos hijos con mucho estrés

La maternidad es preciosa, mis hijos son lo que más quiero en el mundo, pero a veces me supera, me agota, me siento cansada.madre soltera

Vivir con un adolescente de 14 años que sólo piensa en sí mismo es complicado. Cada día es una especie de lucha de poder. Si por él fuera, se vida consistiría en pasarse el día en el sofá enganchado al móvil y en salir con los amigos. Pero hay mucha vida aparte de eso.

En primer lugar están los estudios. Siempre ha sido un niño inteligente y capaz pero de hace un par de años hasta ahora, los estudios y el saber han pasado a segundo plano. El instituto mola sólo por estar con los amigos en el patio. Todos los profesores son un rollo que además, no les dejan hacer nada y encima, les ponen deberes. La próxima semana la tiene llena de exámenes pero de él no sale ponerse a estudiar. Tengo que estar encima, poniendo horarios, haciendo planes de estudio, pactando tiempos y aun así, a veces entro a ver cómo va y me lo encuentro leyendo o jugando con algo que esconde rápidamente. ¡Problema a la vista!

Hace algún tiempo que decidí que los castigos no servían para nada. Pasé a las consecuencias. Si haces una cosa buena, obtienes algo que quieres. Si no lo haces, no lo obtienes. Así de simple. En realidad, él lo sigue viendo como premio y castigo, aunque le insisto que el resultado final es siempre consecuencia de sus actos. ¿Quieres el móvil? Ponte a estudiar. ¿No estás estudiando? No hay móvil. Pero no lo entiende, se enfada, le parece injusto, chilla, grita y acabamos una vez más enfadados.

Otro gran problema son las responsabilidades en casa. Le molesta muchísimo tener que hacer tareas domésticas, ¡pero si ya tiene 14 años! ¿No pretenderá que le esté haciendo las cosas toda la vida? Desde bien pequeño empezó a ayudar con pequeñas cosas, igual que empieza a hacer Sara. Los días de diario le pido poco: quitar la ropa sucia del baño después de la ducha, poner y quitar la mesa en las comidas, tirar la basura, no dejar cosas tiradas por medio y hacer las cosas de clase. Pero raro es el día que no acabamos discutiendo de nuevo por lo mismo. La ropa se queda en el suelo del baño, quita las cosas de la mesa después de cenar pero lo deja todo “tirado” en la cocina, protesta cada vez que tiene que bajar la basura porque “no le parece justo”, vacía los restos de comida en el fregadero por no sacar el cubo de la basura…

Y los fines de semana….a veces son una tortura, muchas horas y mucho tiempo libre. Todos los fines de semana por la mañana las tareas domésticas son un poco mayores; una lavadora que tender, un lavavajillas que vaciar, unas sábanas que cambiar…y todos, absolutamente todos los fines de semana, tiene que protestar, que quejarse, que intentar no hacerlo. Si lo hace en un tiempo prudencial y sin enfados, tiene tiempo libre para estar con el móvil; si no lo hace, no hay móvil. ¡Qué batalla!

Luego está su hermana, esa pequeña terremoto a punto de cumplir los 4 años. Le gusta compararse con ella, pelearse con ella y bajarse a la altura de la niña. Se adoran y pasan mucho tiempo juntos compartiendo buenos momentos. Pero también se pelean muchísimo, la hace rabiar, la regaña, y acaba metiéndome a mí en medio de sus peleas absurdas. Todos los hermanos se enfadan entre ellos, es algo normal. Pero yo a veces que lo llevo fatal, sobre todo cuando es por alguna chiquillada absurda.familia

No todas las cosas de mi adolescente son malas, claro está.

Es un niño muy cariñoso, que te demuestra lo mucho que te quiere a la menor ocasión, le encanta dar besos y abrazos y dejarme notas de cariño por algún rincón escondidas.

Es muy atento y educado con el resto. Siempre que esta con otra gente pide permiso, da las gracias, ayuda a los demás, sujeta puertas. Los adultos siempre me dicen lo buen educado que es. Pregunta antes de comerse la última croqueta del plato, ofrece lo suyo a los demás.

Tiene mucha confianza conmigo. Me cuenta cosas que a veces me sorprenden y me dejan un poco descolocada, cosas de sus relaciones con el resto de la gente, historias con los amigos…aunque reconozco que a veces lo que me cuenta no me gusta, me gusta el hecho de que confíe en mí para contármelo.

Es buena persona, de verdad que lo es. Sé que las hormonas que recorren su cuerpo a veces le nublan, le hacen cambiar de humor y de personalidad, lo mismo está enfadado por algo, que está triste al momento siguiente y al instante, está contento y haciendo las paces. Está en una época de mucho cambio. Además, por desgracia, mi hijo ha tenido en su vida una serie de acontecimientos que le han marcado. Vivir sabiendo que tu padre te abandonó y que pasa de ti no debe ser nada fácil. Perder al hombre que te ha criado como padre y te ha dado esa visión masculina de un día para otro ha sido muy duro para todos. Ser hijo único durante 10 años y de pronto sentirte destronado por una niña pequeña necesita un tiempo de adaptación.

Yo entiendo estas situaciones. Pero muchas veces me desbordan. Son muchas horas al día de soledad, de no poder hablar con un adulto, de tener que sobrellevar las rabietas de la pequeña con las peleas del mayor yo sola, sin nadie que pueda mediar en la disputa. Siempre soy la mala y la buena de la película. A veces me gustaría escapar, meterme en una burbuja donde nada ni nadie pudiese molestarme. Luego me siento mal por eso, por querer salir corriendo. No soy mala madre, sólo soy una madre que está sola y que necesita ayuda. Una madre que querría salir a cenar sin niños en alguna ocasión, una madre que necesita media hora para tumbarse en el sofá a leer  un buen libro, una madre que necesita un baño de espuma y un relajante masaje, aunque sé, que media hora después del masaje ya estaría de nuevo contracturada por el estrés de la vida diaria.

Turnos en el trabajo: así afectan a mi maternidad

Desde que decidí ser enfermera, hace más de 20 años (empiezo a parecerme a Rose, de Las Chicas de Oro, recordando viejos tiempos) supe que esta profesión estaba ligada a diferentes turnos y claro, en aquella época de juventud, no me importaba nada. Ahora que soy madre no lo veo así.

Los años pasan y los turnos pesan. Y aunque no puedo quejarme sobre el tema de la conciliación como sí le pasa a mucha gente, el trabajo no es tan fantástico como debería ser. Es cierto que tener la jornada continua ayuda muchísimo. No te puedes ni imaginar lo agradecida que estoy por trabajar por la mañana de 8 a 15 y tener toda la tarde libre para hacer cosas con mis hijos. Pero cuando llegan los fines de semana y me toca trabajar ya no estoy tan agradecida. Y cuando tengo que trabajar por las noches…eso sí que me afecta como madre.

Trabajar por las noches cada vez me cuesta más. Hacer un turno de noche me afecta como persona y esto afecta a mi maternidad en mayor o menor medida.

Cuando trabajo de noche, esa misma tarde intento dormir un par de horas de siesta, para poder aguantar toda la noche despierta. Eso implica dos horas de tarde que pierdo para estar con mis hijos. Muchas tardes lo de dormir se vuelve complicado, ruidos en la calle y de los vecinos, la pequeña que no quiere echarse la siesta conmigo o la pequeña que quiere algo de mí y entra a despertarme… Me levanto, me preparo algo de cena para el trabajo y llevo a los niños a casa de los abuelos a dormir. Me voy a trabajar 10 horitas de nada y…la cosa no termina ahí. Porque aunque salga de trabajar, sigo perdiendo partes de mi maternidad. Al mayor no  le veo pues cuando llego a casa de los abuelos ya se ha ido al instituto. A la peque sí me da tiempo a darle unos besitos antes de llevarla al colegio. Me acuesto un rato, 4 horas que me saben a muy poco, pues prefiero despertarme pronto para recoger a Sara del cole.

Esta imagen pertenece al blog: http://florenciaruisenor.blogspot.com.es/

Esta imagen pertenece al blog: http://florenciaruisenor.blogspot.com.es/

Y llega la tarde después de la noche. La tarde en la que estoy muy afectada. La falta de sueño me altera bastante y estoy de mal humor toda la tarde. Después de comer intento dormitar un poco en el sofá pero resulta complicado, así que no duermo y no me aguanto ni yo. Soy como Sara cuando no duerme la siesta, estoy torcida. Me da mucha rabia porque esas tardes me enfado mucho con los niños, por cosas que normalmente no haría. Estoy deseando que pasen las horas para que se vayan a dormir y me dejen tranquila. Y me siento mal por eso.

Si consigo acostarme temprano, día superado, al día siguiente todo vuelve a la normalidad. Pero cuando tengo que trabajar dos noches seguidas, imagina esta situación duplicada. Además de pasar una tarde de mal humor por la falta de sueño, estoy de mal humor por pensar que me vuelve a tocar otra noche sin dormir. Una nueva mañana de sólo 4 horas de descanso y una nueva tarde de discusiones sin sentido con los niños.

Hay muchísimos trabajos en los que los trabajadores tienen que hacer distintos turnos y trabajar por las noches. Es necesario, lógicamente ni un hospital puede cerrarse por las noches ni la seguridad de una ciudad puede parar. Hay transporte, fábricas y muchos otros trabajos que se realizan las 24 horas del día. Pero eso no quiere decir que trabajar en ese horario sea bueno. Hay estudios que indican que trabajar en el turno de noche afecta a la persona en muchos aspectos de su vida, tanto en la salud como en la personalidad. Yo con los años cada vez lo llevo peor. Y lo peor es que en mi trabajo, hacer turnos de noche es obligatorio hasta los 55 años, momento en el que puedes decidir no hacerlo. Vamos, que una está mayor pero hasta los 55 todavía me queda mucho.

La nocturnidad afecta a mi maternidad. Y no me gusta nada la madre en que me convierte. ¿Trabajas de noche? ¿Cuáles son tus trucos para llevarlo con buen humor y no dejar que te afecte?

No quiero, ahora mismo y mamita, las frases favoritas de estos últimos días.

Después de los famosos terribles dos años, se supone que llega la calma… Pues no, en casa se han instalado los terribles tres y los terribles trece.

Estoy agobiada, muy agobiada, 24 horas al día sola en casa, cada día de la semana, con dos niños de diferentes edades y diferentes necesidades. Mis hijos, a los que adoro y quiero por encima de todas las cosas, a veces me desestabilizan del todo. Se juntan en el mismo momento con sus problemas y sus exigencias. ¡Sí, exigencias! Porque parece que lo quieren todo y tiene que ser ahora mismo.

Nunca he sido una madre súper permisiva y dada a concederles todos los caprichos. Primero, porque creo que dárselo todo no es nada beneficioso para ellos. Y segundo porque no tengo cómo. Eso no quita que no tengan cosas, caprichos, claro está, pero no siempre ni todo lo que quieren.  Criar a mis hijos con apego, cariño y seguridad no implica tolerar todas las cosas.

Pero en este precioso momento, los dos están en esa etapa en la que parece que no entienden las cosas. Vale, Sara quizás todavía no entienda que no se puede tener todo y se enfade cuando no lo consigue. Pero Lucas sí lo entiende de sobra y aun así, se pasa el día enfadado cuando no tiene lo que quiere.

Para mí es muy frustrante, ver como piden, exigen, se enfadan, y vuelta a empezar. Hay días que cuando llega la noche ya no puedo más, sobre todos los fines de semana y festivos, cuando estamos más horas juntos.

Lucas está en la preadolescencia y se pasa la mitad del día enfadado y la otra mitad triste. Entiendo que está teniendo muchísimos cambios en su vida, le apoyo, le respeto, hablo con él, le comprendo…pero a veces me puede, puede conmigo. Cuando se niega a hacer alguna tarea doméstica de las que acostumbra a hacer, como bajar la basura, por ejemplo, y no sólo se niega, sino que además se enfada y me dice que lo haga yo, que no la bajo nunca. No ve que yo hago otras cosas, muuuuchas más que él, pues le encanta compararse conmigo (sólo para lo que a él le interesa), y tener siempre la última palabra. En esos momentos de discusiones, en las que ambos entramos en bucle y no sacamos nada en claro, siempre decido para en seco y dejarlo para más tarde. Lo normal es que le mande a su habitación o a otro sitio donde no esté yo, no como castigo, sino para separarnos y a veces soy yo la que sale y ya hablamos cuando hemos respirado, ha pasado el tiempo y nos hemos calmado.

Sara también está en esa etapa, la mayoría de las veces se niega a hacer lo que le pido (recoger las cosas de la mesa para comer, dejar de saltar desde el respaldo del sofá o desde la cama, lavarse las manos…). Me dice que no, y punto. Negocio con ella, se lo pido por las buenas, siempre le dejo un ratito más…pero la inmensa mayoría de las veces no consigo nada, y claro, acabo enfadándome. El otro día, sentada en el suelo con los zapatos de la calle, puso cada pie en la pared. Yo no soy una obsesionada de la limpieza, pero hombre, esas cosas pues prefiero evitarlas. Le pedí educadamente que dejara de pisar la pared porque la manchaba, pero me decía que no y seguía, y seguía, y seguía…

Luego están las exigencias. Lucas pide mucho, se enfada porque no lo tiene, le explico que no se puede tener todo e incluso le muestro que hay gente que no tiene nada y lo arreglamos. Sara exige, quiere algo y lo quiere ya. No son cosas materiales, más bien son situaciones. Hace mucho que hace pis solita. Me dice que va ella sola y se cierra la puerta y todo. Pero de repente, en un momento dado, quiere que yo vaya con ella y me siente en el suelo a mirarla y tiene que ser ya, ahora mismo, y si no, pues enfado y llantos al canto. O ya quiere que le ponga una película, ya quiere jugar a la plastilina, pintar con las acuarelas o ponerse un disfraz. Todo tiene que ser cuando ella quiere, y la inmensa mayoría de las veces, no puedo salir corriendo, entre otras cosas porque hay cosas que pueden esperar y no quiero que aprenda que todas sus exigencias tienen que ser satisfechas. Pero se enfada, chilla, me llama mala y hasta ha llegado a escupirme y darme alguna torta. Mi forma de actuar es calmada, con paciencia, explicándole las cosas…pero todo tiene un límite.

Luego están los días llorones. No sé por qué, hay días que cada 10 minutos se enfada por algo y llora y me llama mamita. La mayoría de los enfados son con su hermano mayor. Y eso me sienta fatal, entiendo que los hermanos no se tienen que llevar bien todo el rato y se peleen. Pero me da rabia que Lucas se baje al nivel de Sara y la haga rabiar para que llore. Luego ella se enfada y le pega y los dos me llaman ¡mamita! ¡Que Sara me ha pegado! ¡Nooo, que Lucas me ha quitado mi muñeco! ¡¡¡¡Mamá!!!

Pues hay días en los que se junta todo, los enfados entre ellos, las negativas y discusiones, las exigencias, y a lo largo del día se suceden una y otra vez. Esos días pongo en duda mi forma de crianza, esos días me pregunto si todo el cariño y el amor que les doy sirve para algo, esos días me enfado y chillo y me siento mala madre, esos días intento desconectar un poco y me encierro en el baño pero la pequeña aporrea la puerta mientras grita mi nombre y yo lloro y me tapo los oídos y pienso que no puedo con todo… Esos días me siento taaan sola, esos días echo tanto de menos a Jose, tener a otra persona que también tome parte en el asunto, no ser siempre yo sola la buena y la mala, que Jose pudiera mediar, o quedarse con ellos y salir yo a la calle a respirar 10 minutos, o que se los llevase un rato. Esos días se me hace tan dura la maternidad.

A veces me siento muy sola. Mis padres y mi hermana trabajan y no están siempre cuando me gustaría. A veces, en días así, mi hermana se ha llevado un rato a los niños y yo he podido descansar y relajarme, pero no siempre hay alguien disponible.

Por suerte, esos ratos, esos días pasan y al rato mis dos hijos, el mayor tesoro de mi vida, me abrazan, me llenan de besos, me piden perdón, y vuelvo a sentir que la maternidad tiene sentido, que los amo por encima de todas las cosas, que soy buena madre y que ellos son los mejores hijos del mundo.

¡Feliz cumpleaños hijo mío!

cumpleaños

Hoy es un gran día. Hoy hace 12 años que llegaste a mi vida. 12 años que han pasado tan deprisa, 12 años en los que te he visto crecer y madurar (y lo que nos queda).

Vuelvo la vista atrás, no tanto, y recuerdo la noche de tu nacimiento como si fuera ayer… ¡¡¡y ya han pasado 4380 noches!!! Aquella fue una buena noche. La noche en que mi vida cambiaría para siempre. La noche en que llegaste para abrirme los ojos.

Recuerdo esa tarde, estaba revuelta y con contracciones, sabía que era el día. Dejé pasar las horas, cené, me duché y me fui para el hospital. Allí me dijeron que estaba de parto, pero que al ser primeriza, tardaría varias horas. Que equivocados estaban, en sólo dos horas y media te tenía entre mis brazos. No fue el parto ideal, es cierto, fue un parto dirigido y controlado, pero fue rápido y nada traumático y trajo lo mejor, un pequeño de pelo oscuro y casi 3 kilos de peso. A pesar de ser más joven e inexperta, seguí mi instinto, y te di de mamar hasta los 8 meses y compartimos cama hasta casi los dos años y medio, aunque esa parte fue un poco por obligación y no nos salió nada mal.

Cuando sólo tenías 6 meses, tu padre nos dejó. Tuvimos que vivir con los abuelos durante dos años, y para ti, eso era lo normal. Pero yo necesitaba independencia, y con dos años y medio, nos fuimos los dos a vivir solos. Fue un gran cambio, pero tú te adaptaste muy rápido y me ayudaste mogollón. Mucha gente me decía que yo era una persona muy fuerte por salir adelante yo sola con un hijo. Pero confieso que tú me lo pusiste fácil.

Los primeros años de tu vida estuviste enfermo varias veces. El asma te hizo permanecer ingresado en el hospital en bastantes ocasiones. Me daba tanta pena verte, tan pequeño, en una cama de hospital tan grande, con la mascarilla del oxígeno y sin ganas de nada. Estabas tan delgado, se te marcaban las costillas. Y mírate ahora, grande y fuerte. Y aunque el asma sigue acompañándote en tu día a día, ya es más una molestia crónica que otra cosa. ¡Hijo mío, como has crecido!

Hace unos años, te enfrentaste a una situación dura para ti. Tu padre se fue de España y casi habéis perdido el contacto. Una parte de mí se alegró un poco al conocer la noticia de su partida, puesto que tu padre siempre ha sido bastante problemático y el hecho de que desapareciera, iba a ser beneficioso para ambos. Pero claro, tiene su parte dura y difícil. Y es tu parte de hijo. Te preguntas el motivo, a veces, te pones triste y lloras, le echas de menos y te preguntas si tú tienes alguna culpa de su partida. Hijo, no te tortures, tú no tienes culpa de nada, tu padre te quiere, a su manera y en la distancia, a través de un mail mensual y muchos reproches, pero te quiere. Me duele tanto verte sufrir por esto. Yo siempre te digo que te quiero el doble que las demás madres, te doy el cariño de la madre y el cariño del padre. Pero sé, que en el fondo, te falta algo. Ojalá pudiera ahorrarte este sufrimiento.

Eres tan tierno. Me encanta tu empatía, la capacidad que tienes de ponerte en el lugar del otro. A veces, cuando vemos una peli juntos y pasa algo triste, ya sé que te va afectar, y aunque me gusta tu forma de emocionarte, también me duele verte sufrir. Lloras si ves a un niño sufrir o ante noticias tristes. Qué lástima me da que tengas que aprender lo que es el dolor tan pronto.

Eres el perfecto hermano mayor. Cuando nació tu hermana, acababas de cumplir 10 años. Pasamos una época de reajustes para todos, en los que dejaste de ser el absoluto protagonista de la casa, pero te adaptaste enseguida. Adoras a tu hermana. Y ella a ti. Se me pone una sonrisa enorme en la cara cuando llegas del cole y ella sale corriendo a abrazarte loca de contenta. Cuando se despierta por la mañana y tú quieres ser el primero en llegar y darle un beso. Me encanta eso que tenéis entre los dos. Cómo la cuidas, cómo la haces reír, cómo le das tus cosas para que no llore y cómo te asustas cuando ves alguna locura de la chiquitina, porque no quieres que se haga daño. Sé que son muchos años de diferencia, pero también sé que seréis grandes hermanos.

Ahora, pasamos algunos momentos un poco tensos. Ambos tenemos que adaptarnos a tu nueva situación: la revolución hormonal. De vez en cuando, te sale el mal genio, o tienes una mala contestación y yo reconozco que no sé muy bien cómo manejar la situación. Nos enfadamos con bastante frecuencia, casi siempre por tonterías, pero hay una cosa que me encanta en nuestra relación madre-hijo: Siempre hablamos las cosas, cuando pasa la tormenta, que por suerte, dura poco. Y ambos admitimos nuestros errores y nos pedimos perdón. Y aunque sé que mañana volveremos a enfadarnos por algo, también sé que un rato después nos estaremos dando un montón de besos.

Porque esa es otra cosa que me encanta de ti. Lo cariñoso que eres. Lo mimoso que eres. Cómo te gusta que te abrace y cómo te gusta sentarte en mis piernas, a pesar de que te me “desbordas” por todos lados. Cómo por las noches, estás deseando que salga de dormir a tu hermana para tener nuestro momento para los dos solos, cómo te gusta poner tu cabeza en mi pierna y que te toque el pelo. No cambies nunca, las chicas estarán locas por ti.

Gracias por todo Lucas. Por haberme enseñado tantas cosas en la vida. Por hacerme tan feliz durante 12 años. Por haberme hecho madre.

¡Te quiero!

A %d blogueros les gusta esto: