No hay mejor lugar que los brazos de mamá

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¿Cuánto molestan los niños?

Cada vez es más frecuente escuchar historias sobre sitios en los que no se admite la entrada a los niños o leer denuncias de algún padre porque en determinado lugar les han tratado mal por tener hijos ruidosos.

Pues así me he sentido yo en más de una ocasión. Y así, concretamente, me sentí la otra tarde en el dentista.

Lo primero que tenemos que admitir es que cada niño es un mundo, es diferente al resto, tienen su propia personalidad y su propia forma de actuar. En muchos casos, nuestros hijos no son exactamente como nos los habíamos imaginado.

¿Una madre súper divertida y marchosa que se enfada porque su hija es muy tímida? ¿Un padre inteligente y brillante que se frustra porque su hijo saca unas notas mediocres y no tiene interés en los estudios? ¿Una madre adicta al deporte que ve cómo su hijo es sedentario y no tiene interés por actividad física ninguna?

Muchas veces, lo que soñamos, lo que planeamos para nuestros hijos, no es lo que son en realidad. Y tenemos que aceptarlos así, con su personalidad diferente a la imaginada y asumir que son personas en formación, aunque quizás no las personas que nosotros habíamos soñado. ¿Se os ha ocurrido pensar cómo nos sentiríamos nosotros mismos si nuestros propios padres no nos aceptasen por cómo somos o por lo que hacemos? Seguro que más de uno no tiene que imaginárselo 😦

En alguna ocasión me he descubierto preguntándome a quién ha salido mi hija, con esa personalidad apabullante y con esa energía infinita. Hay veces que se mueve tanto, que habla tanto, que interactúa tanto, que ha llegado a ponerme nerviosa. Está mal que lo diga, es cierto. Pero lo confieso, tanta energía de mi hija, a veces me desborda. Luego se me pasa, cuando me doy cuenta de que es sólo una niña, una niña muy activa, pero una niña alegre y feliz, que llena mis días de emociones.

El problema llega cuando es al resto de las personas a las que no le gusta cómo es o cómo se comporta Sara. Entonces, sale mi vena de madre coraje y me las comería a todas.

En alguna ocasión, estando en algún lugar concurrido, he notado como alguna persona miraba a mi hija con cara de pocos amigos. Y vamos a ver, que mi hija es muy activa, es cierto, pero que yo no la dejo que vaya saltando por las sillas de los restaurantes, por ejemplo.

La otra tarde, en la sala de espera del dentista, tuvimos un problema. Al llegar y pedirle a los niños que se sentaran, evidentemente, después de todo un día en clase, tenían ganas de todo menos de estar sentados. Y se pusieron a jugar. Haciendo ruido, lo admito, pero sin molestar a nadie. A pesar de eso, cada dos por tres les decía que se estuviesen quietos, que no hicieran tanto ruido…Yo intentaba que estuvieran más tranquilos, pero la verdad, pedir a una niña de 5 años que se quede sentada quieta en una sala de espera, sin moverse, es difícil, por lo menos en nuestro caso. Cierto es que había algún niño más en la sala sentadito, embobado mirando el móvil (curioso, no había ninguno simplemente sentado jugando a algo “normal”). La opción de prestarle mi móvil a Sara no la contemplaba, porque entonces Lucas lo quería también y ambos acabarían peleándose, así que opté por no nombrarlo y por intentar que estuviesen más o menos en silencio.

Una pareja sentada varias sillas más al fondo, esperando para entrar en otra consulta y obviamente, sin niños, no paraba de mirarnos, de mirar a Sara con mala cara, de mirarme a mí con cara desaprobatoria y de cuchichear con su pareja sin dejar de mirarnos. Yo estaba empezando a cabrearme y aunque seguía pidiendo a Sara que parase un poco, empecé a mirar a la pareja con mala cara y a devolverles las miradas acusatorias, aunque les daba exactamente igual, seguían mirando y hablando.

Jugando

El colmo fue cuando pasó una dentista bastante desagradable, que siempre anda estirada y mirando a todo el mundo por encima del hombro, la ortodoncista, con la que ya he tenido algún problema anterior cuando Lucas llevaba brackets, que pasó por allí y vio que en el suelo había un vaso de plástico y agua derramada. Ni corta ni perezosa, decidió acusar a mi hija del estropicio. Y ahí, ya sí que no bonita.

Se paró y le soltó a bocajarro que si había derramado el agua debería recogerla. La niña se quedó cortada y casi sin voz, le dijo que ella no había sido, aunque la cara de la dentista decía que pensaba lo contrario. De malas formas por mi parte también, le dije que ella no había sido, que si lo hubiese tirado ya lo habríamos recogido, pero aun así se fue altiva y consiguió que Sara se pusiese a llorar.

En cuanto terminamos de la consulta y mientras hacía una cola de unos 10 minutos para pagar, los niños salieron a la calle a correr un rato a gusto y despejarse.

Cuando los niños no se comportan como espera el resto, que no es lo mismo que decir que no se comportan como deberían, muchas personas los miran mal y, por ende, tienden a juzgar a los padres sobre la educación que les damos y el control que ejercemos sobre ellos. Es muy fácil juzgar cuando no se sabe de lo que se habla. Es muy fácil poner la etiqueta de mala madre o de niño rebelde cuando no tienes hijos o cuando tienes hijos de esos que ni se mueven. Pero seamos sinceros, los niños son niños y lo normal es que jueguen, salten, canten, se diviertan, se comporten como niños. Hay momentos y lugares en los que sí deberían estar en silencio o quietecitos, pero cuando eso pasa, mejor no llevamos a los niños y listo.

Si vamos a un restaurante a comer, no dejo que los niños, Sara en este caso, se levanten de la mesa hasta que todos hayamos terminado. Y solo en el caso de que el restaurante en cuestión tenga zona infantil, la dejo que vaya al terminar de comer. Si es un restaurante normal, no veréis a mi hija corriendo entre los comensales. Otra cosa es en las terrazas de verano, por ejemplo, en las que te sientas a tomar algo tranquilamente y los niños se aburren; ahí si la dejo que juegue, porque estamos en la calle, pero intentando que no moleste a la gente de alrededor. O en el cine, por ejemplo. Durante toda la película, ella está atenta y quieta. A veces se levanta de su sitio para sentarse conmigo, pero no hace más. Eso sí, en cuanto termina la película, se baja corriendo las escaleras y se pone bajo la pantalla a bailar con la música del final o a hacer volteretas verticales. No molesta a nadie, para ella es un ritual y a mi me encanta quedarme hasta el final viendo como se divierte. Muchos niños suelen sumarse a estas manifestaciones de alegría, pero no faltan los padres que se llevan a los suyos a rastras y miran a mi hija con cara de pocos amigos.

Pero no puedo, ni quiero, obligar a mi hija a estar sentada en una silla, sin moverse ni expresarse, sin hacer un ruido, en sitios donde en realidad no molesta, solo porque determinadas personas no soporten a los niños.

¿Cuántas veces os habéis sentido juzgadas vosotras por el comportamiento de vuestros hijos? ¿O cuántas veces habéis sentido que los juzgaban a ellos?

 

 

 

Smile and Learn, una app muy educativa

Que no me gusta que mi hija esté enganchada al móvil o a la Tablet, creo que todos lo tenemos claro, no es la primera vez que lo comento. Ni la primera vez que hablo de las personas que, en vez de interactuar, están enganchadas a las redes sociales o a juegos, incluso en reuniones con otras personas. Evidentemente, cuando el tema tiene que ver con niños, me parece mucho peor. No entiendo a esos padres que sientan a sus hijos delante de una pantalla a la hora de comer, mientras le enchufan al pequeño la comida, a la que no presta ninguna atención y que engulle por inercia. Luego nos quejamos de que los niños no tienen una relación sana con la comida….

Así que cuando desde Smile and Learn me propusieron probar su app, me lo pensé un poco. Si no quiero fomentar el uso de los dispositivos móviles en mi hija, no veía sentido poner una aplicación especial para ella. Después de analizarlo y ver lo que me ofrecían, cambié de opinión, pero siempre bajo mis estrictas normas.

Sara ve la televisión, concretamente Disney Chanel y Netflix son sus plataformas favoritas; Sara juega a la consola Nintendo heredada de su hermano mayor; incluso a veces juega con una Tablet pequeña también heredada. Pero todas esas cosas las hace bajo mi supervisión y con un control horario. Si quiere hacer alguna de esas cosas, siempre hay condiciones:

·         Solo se puede jugar/ver la tele, después de haber terminado las obligaciones (pocas, por su edad, pero también las tiene).

·         Pongo el reloj con un temporizador, y cuando suena, hay que dejar de ver la tele o jugar con medios tecnológicos y jugar a otras cosas.

·         Si no cumple con lo estipulado, se queda castigada al día siguiente sin usar nada de eso.

·         De vez en cuando, sólo de manera esporádica, le dejo mi móvil para jugar. Esto sólo ocurre cuando vamos en el coche y por lo que sea, no quiero que se duerma, por ejemplo, si estamos llegando a casa y si se queda dormida, se pierde la cena. En esas ocasiones se lo dejo, pero ella sabe que no siempre que va en el coche juega al móvil. Otros momentos puntuales en los que se lo he dejado, han sido cuando me ha acompañado a algún sitio durante mucho rato y se ha aburrido, por ejemplo, este verano cuando tenía que acompañarme a la peluquería o a la manicura, después de un rato allí, ya aburrida, le he dejado jugar un poco.

A pesar de mis reticencias, está claro que vivimos en una época en la que casi todos los niños tienen acceso a contenido digital. Pero ojo, posibilidad de descargas hay muchas, lo importante es que sean adecuadas a la edad de nuestros peques y que les aporten algo.

He instalado la aplicación de Smile and Learn en mi móvil y después de tenerla durante un par de meses y usarla de vez en cuando, os cuento mis impresiones.

Smile and Learn

Lo bueno que tiene esta app es que está pensada de forma educativa, con herramientas para que los peques aprendan mientras juegan. No es sólo una app, sino que es una plataforma que engloba varias apps educativas para niños de 2 a 10 años. Consta de más de 70 cuentos y juegos interactivos y más de 1000 actividades.

Todos los contenidos han sido diseñados por educadores y tienen el objetivo de reforzar el aprendizaje en valores, inteligencias múltiples e idiomas. Además, puedes ver el progreso del aprendizaje de tu hijo y conocer en qué áreas necesita más refuerzo.

La biblioteca de Smile and Learn incluye 20 juegos y cuentos interactivos de forma gratuita. Se puede descargar para Android y para iOS

Los juegos

  • Refuerzan inteligencias múltiples y destrezas cognitivas con juegos de memoria, atención, coordinación y lógica para niños.
  • Inspirados en contenidos educativos para que los niños aprendan de forma divertida (cocina, naturaleza, animales…)
  • Ideales para reforzar el aprendizaje de idiomas: en inglés, francés y español
  • Incorporan diferentes niveles de dificultad pensados para niños de diferentes edades y niveles de desarrollo.
  • Incluyen opciones para jugar en equipo y en familia.
  • Refuerzan el aprendizaje emocional a través de dinámicas de reconocimiento de caras, actividades musicales…

Los cuentos

  • Motivan la lectura de forma divertida a través de animaciones que fomentan el descubrimiento, juegos educativos y lupas para ampliar el conocimiento
  • Enseñan valores claves en el desarrollo socioemocional (tolerancia, generosidad, etc.)
  • Facilitan el aprendizaje de idiomas. Toda la colección está en español, inglés y francés
  • Refuerzan la comprensión lectora con el “QUIZ”, un divertido juego de preguntas.
  • Refuerzan el aprendizaje de contenidos a través de la ambientación de cada historia (por ejemplo, estaciones del año, la música, el espacio)
  • Personaliza la experiencia (varios tipos de letra, leer con o sin locución, etc.)
  • Crean un entorno 100% seguros, sin publicidad, ni acceso a redes sociales.

La aplicación es 100% segura, sin publicidad, sin compras in-app y sin acceso a redes sociales.

Al darte de alta en el juego, introduces los datos del niño o niños que van a usarla, de modo que los contenidos se adaptan a la edad del pequeño. Una vez ellos comienzan a jugar, tienen que elegir su avatar para poder jugar.

Los juegos y cuentos se van descargando e instalando a medida que se va jugando, de modo que sólo para la descarga necesitaremos de conexión a internet. Una vez hemos descargado un contenido, se juega sin acceso a la red.

La app está dividida en distintas secciones:

·         Lógica – aquí dentro encontraremos juegos de números y juegos de lógica

·         Ciencias – hay cuentos relacionados con la naturaleza y juegos

·         Espacial y artístico – juegos de pintar y de construir

·         Cuentos y letras – lleno de cuentos con mensaje

·         Emociones – cuentos y juegos relacionados con las emociones

·         Multijugador – para jugar todos en familiaSmile and Learn 2

Por ejemplo, dentro de las ciencias, en el juego del aparato digestivo, primero hay una clase adecuada a la edad del niño, en el que le explica cómo funciona este sistema. Según va comiendo el personaje, el niño va aprendiendo cómo llega la comida al esófago, estómago, intestino y finalmente es expulsada. Después, hay un puzle para que vaya construyendo el sistema digestivo y una serie de preguntas para ver qué ha aprendido. Si lo hace correctamente, va ganado monedas y le felicitan. A Sara le encanta decirme “mamá, he atendido muy bien”

Tenemos multitud de posibilidades, todas basadas en el aprendizaje.

Está claro que nuestros hijos han nacido en una época donde los medios audiovisuales, las aplicaciones para móviles y los contenidos digitales tienen cada vez más peso en la educación. Cada vez más colegios e institutos se suman a esta forma de enseñanza. Si ponemos a su alcance estos medios, siempre bajo nuestra estricta supervisión y control, podrán obtener beneficios y aumentar su inteligencia.

Si mi hija quiere un rato de juegos en el móvil o en la Tablet, tengo claro que optamos sin dudarlo por algún contenido de Smile and Learn, antes de descargar algún juego sin sentido del play store.

¿Y vosotros, conocíais Smile and Learn?

Tu vida sin ti

Me he acordado mucho de la película de Isabel Coixet estos días, “Mi vida sin mí” así que me he adueñado de su título y lo he modificado un poco para mis intenciones. Jose, hoy te escribo para contarte cómo es tu vida sin ti.

Hoy hace 2 años de tu fallecimiento. Qué caprichoso es el mes de Abril, ayer hizo 5 años de nuestro “boda”. Hace 5 años que estábamos viajando para Cuba. Vaya con los aniversarios…

Boda

Hace 5 años, el día que formalmente nos hicimos pareja

Hoy quiero contarte cómo es tu vida. Sin ti.

Tu trabajo sigue sin ti. Todos tus compañeros acudieron a tu funeral y los primeros días me llamaron alguna vez. Luego la vida siguió su curso. Al poco tiempo ya te habían encontrado sustituto. Y la verdad, dejé de saber nada de ellos, supongo que estará todo como siempre.

Tus amigos, madre mía, si supieras los cambios que ha habido. De alguno no he vuelto a tener noticias, de otros sé por las cosas que me cuenta tu madre. A alguno le he visto alguna vez, pero ya sabes, eran tus amigos de la infancia y también han seguido tu vida sin ti. Pero hay uno del que me gustaría que supieras cosas. ¿Recuerdas a tu mejor amigo, ese marchoso, que salía de marcha y parecía que nunca iba a sentar la cabeza? Hace años conoció a una chica que a todos nos caía fenomenal y los cuatro nos hemos ido juntos de viaje. ¡Pues ese amigo se casó! El día de su boda fue un poco triste, me contó tu madre que te echaron mucho de menos todos. Y no solo en la boda quedó la cosa. ¡Se embarazaron y han tenido una niña! Dos años sin ti han dado para mucho.

Tu familia ha cambiado mucho. Tus sobrinos están muy mayores, 2 años se notan una barbaridad. Tu hermana está mejor, la operaron unos días después de que tú te fueras y estuvo con tratamiento bastante tiempo. Después volvió a pasar por quirófano otras dos veces y ahora está con rehabilitación. Pero tiene el mismo ánimo que siempre y el apoyo incondicional de tu cuñado. Ojalá ya todo se quede aquí y el cáncer no vuelva a aparecer nunca. Tus padres siempre han llevado el dolor por dentro; al principio, al que más se le notaba lo mucho que sufría era a tu padre. Pero para ellos, ver a Sara, a esa parte de ti, es un consuelo y les ayuda muchísimo. Intentamos vernos una vez a la semana y que disfruten de la pequeña, contándole historias de cuando tú eras pequeño.

Tus hijos, esos sí que han cambiado. Aunque legalmente Lucas no es hijo tuyo, pero siempre vivimos en una familia como si lo fuera. Lucas fue el que peor lo pasó con tu muerte, con 12 años y en plena época de cambios, le costó muchísimo adaptarse a esta nueva situación. Ahora está en plena adolescencia, con muchos cambios hormonales. Sigue siendo ese niño de gran corazón y gran sensibilidad, aunque hay momentos en los que parece Mr. Hyde y en casa parece que se desate un combate. Menos mal que el Dr. Jekyll hace acto de presencia pronto para arreglar los desperfectos. Sara es una niña muy despierta, con una personalidad fuerte, con carácter y genio. No me recuerda en nada a mí cuando era pequeña. Y curiosamente, ¡tampoco se paree a ti cuando eras pequeño! ¡Nos ha salido especial! En dos años el cambio ha sido enorme, habla por los codos, le gusta jugar, leer cuentos, cantar y bailar; se entretiene haciendo puzles y dibujando. Y habla mucho de ti. A veces, en el columpio, me pide que la empuje muy fuerte para llegar a las estrellas, a veces se pone triste y me dice que quiere subir a una estrella para estar contigo. Te echa mucho de menos. He notado cómo en general, se lleva mejor con los hombres que con las mujeres; imagino que intenta buscar en otros padres al padre que ella ha perdido. Pero tranquilo, aunque tú no estés, nunca te olvidará, siempre seguiremos hablando de ti, contando anécdotas, explicándole lo maravillosa persona que eras y siempre te querrá muchísimo. Te prometo que siempre la voy a cuidar y proteger.

Yo vuelvo a ser más yo. Los primeros meses fueron muy duros, encerrada en mí misma, sin querer salir, sin ganas de trabajar ni de ver a nadie. Sólo salía para hacer cosas con los niños, ellos no tenían por qué quedarse en casa. Hace un año cambié de trabajo, al principio con miedo, pero me vino fenomenal. Estar rodeada de gente nueva, que no me conocía, que no conocía mi pasado y no me miraba y trataba con pena, me ayudó bastante a recuperarme. Además, mi trabajo me encanta. Aunque hay días en los que te echo tanto de menos. Cada vez que tengo que trabajar una noche o un fin de semana, tengo que dejar a los niños a dormir en casa de los abuelos. Sara siempre se queda llorando. Y yo pienso tanto en ti, en si estuvieras, en que yo podría irme a trabajar y tú quedarte en casa con ellos, en que Sara no notaría tanto el cambio… siempre la dejo llorando y siempre me voy yo llorando. Echo de menos el poder llamarte por teléfono para contarte cualquier cosa, todavía llevo tu número en el móvil y todavía, cada día, me dan ganas de marcarlo para contarte algo. Esa sensación de soledad, de no tener a mi gran amigo para hablar, es dura. Estoy intentando hacer cambios en mi vida. He empezado a cuidarme un poco más, ¡he vuelto a maquillarme y a peinarme! Y estoy intentando tener más vida social, siempre con los niños, claro.

Ya ves que tu vida sigue. Sin ti. Nada se ha detenido, aunque muchas cosas han cambiado. Intentamos ser felices, es lo que tú querrías, lo sé. Seguro que de algún modo lo notas, lo sabes, que oyes las risas y carcajadas de Sara. Y que escuchas mis pensamientos. Tu vida sigue. Sin ti. Pero aquí te seguimos queriendo.

Vacaciones con un grupo de familias monoparentales

Ser familia monoparental tiene muchas desventajas. Además de sumarse el hecho (en mi caso) del dolor por la muerte de un ser querido, te sientes muy sola la mayoría de las veces.

Adoro a mis hijos, los amo más que a nada en el mundo. Estoy con ellos cada día, las 24 horas del día, los 365 días del año, sin ayuda, yo sola. Y eso a veces abruma mucho. Intentar tener vida social es complicado, tus amigos tienen familias propias, además de otras obligaciones. A veces tenemos suerte y coincidimos con amigos para ir a cenar o a pasar el día a algún sitio chulo, así, mientras los niños se divierten, los mayores podemos charlar. Pero la mayoría de las veces estamos solos. Yo salgo muchísimo con ellos, hago muchas actividades, pero como digo, sola con los niños, sin poder interactuar con otros adultos.

Mi psicóloga me recomendó que buscase un grupo de padres con similares inquietudes para relacionarme. Así que un día me apunté a una actividad con otras familias monoparentales: fuimos al parque de atracciones. Pero no salió bien. La mayoría de los padres se conocían de antes, hicieron grupos con hijos de edades similares y yo me quedé un poco descolgada; si iba con los mayores, Sara se aburría y lo mismo sucedía con Lucas si iba a la zona infantil. Total, un día en el parque como los otros muchos que voy yo sola con mis hijos. Decidí no volver a repetir.

Las vacaciones de una madre sola con sus hijos son bastante durillas. Todos los veranos hemos salido de viaje, sobre todo por los niños, pero para mí ha sido muy duro. Una semana de hotel prácticamente sola. Todo el hotel rodeado de familias y yo no podía hablar con ningún adulto. Mis hijos disfrutaban de sus vacaciones, pero yo me sentía más sola aún.

Y de este modo llega mi experiencia de Semana Santa con un viaje en grupo de familias monoparentales. Por casualidad me llegó publicidad de un viaje a Peñíscola de una web especializada en viajes para singles, además de otras actividades. La web se llama Gruppit y vi que organizaban un viaje de 4 días para familias monoparentales. Estuve dando muchas vueltas, no sabía qué hacer. Por una parte, me apetecía probar, pero por otra, tenía miedo de que luego cada uno fuese por su sitio y volver a sentirme sola. Vi que había varios adolescentes, así que Lucas iba a estar a gusto. Y con un poco de miedo, decidí apuntarme y allí nos presentamos el jueves santo.Peñíscola

Han sido unos días geniales, de verdad. Hacía tiempo que no me reía tanto y que no lo pasaba tan bien. Al ser un viaje organizado, todos los padres íbamos más o menos perdidos, pero teníamos dos coordinadores, Emilio y Blas, que han hecho que todo fluya. Desde el principio intentaron que todos los adultos nos conociéramos, haciendo juegos de presentación y comiendo todos juntos. En total éramos unos 45 adultos, todos con sus hijos. Este viaje me ha dado la oportunidad de conocer a gente fantástica, madres y padres con las mismas inquietudes y los mismos problemas. Poder hablar con un papá con una hija de 14 años y ver que todas las dificultades que estoy pasando con Lucas las estaba pasando él de la misma manera con su hija, te hace respirar un poco más tranquila y saber que la adolescencia es así, no importa el sexo o el lugar de procedencia.Peñíscola

Hemos cantado, bailado, hecho castillos de arena y concursos deportivos. He corrido por la playa y me he bañado en el spa. Mis hijos lo han pasado maravillosamente; Lucas hizo amigos enseguida y casi no le he visto el pelo. Sara se ha relacionado con niños de su edad, niños más mayores y con padres supercariñosos. Y aunque no ha querido separarse de mí y quedarse en el miniclub, ella jugaba a mi lado con otros niños mientras yo compartía y charlaba con adultos.

Lógicamente, en un grupo tan grande y variado de gente, hay personas con las que sientes más afinidad que con otras. Por suerte para mí, he conocido personas increíbles, padrazos y madrazas que han hecho que estos días sean especiales. Me vengo con un buen sabor de boca y con grandes recuerdos. Gente que ha dejado huella en mi corazón y ojalá tenga la oportunidad de poder volver a ver. Lo único malo de este viaje ha sido la distancia que nos separa a todos, si estuviéramos más cerca seguro que ya estábamos organizando actividades con niños para el próximo fin de semana.

Por mi parte, traigo la maleta llena de recuerdos y el móvil cargado de números de teléfono. Muchas gracias a esos padres maravillosos con los que he compartido estos días. Y gracias a Emilio y Blas que me han hecho cantar y bailar y reírme un montón. Espero que este verano pueda repetir vacaciones con alguna de las personas que he conocido. Y si no se puede, desde luego que me apunto a otro viaje de familias monoparentales sin dudarlo.

La niña de mis ojos cumple 4 años

Cuando te conviertes en madre por segunda vez, parece que las cosas vienen rodadas… ¿o no? Ya no somos padres primerizos, ya no tenemos los mismos miedos e inquietudes que teníamos cuando nació nuestro primer hijo. Pero eso no significa que una segunda maternidad, o tercera, o cuarta, sea igual que la primera. Muy al contrario.

Sara nació hace hoy 4 años. Lucas tenía 10 y hasta ese momento, había sido un niño bastante fácil de llevar. Que se estaba haciendo mayor. Y llegó ella, tan pequeñita cuando nació, a enseñarme muchas cosas nuevas. Ella llegó para hacerme ver que otro tipo de maternidad es posible, una mucho más pausada, más consciente, más respetuosa. Que no quiere decir que con el mayor no fuese consciente y respetuosa, pero Sara ha llevado estas palabras a su punto máximo.

Ella es totalmente distinta a su hermano mayor, en todo, en su desarrollo y en su mentalidad. Aunque yo soy bastante dejada con mi aspecto, no me preocupo mucho de vestir a la moda, de maquillarme y las canas casi siempre asoman por mi cabeza, ella es todo lo contrario, presumida hasta límites insospechados, a pesar de que no es algo que yo fomente.

Le encanta dibujar, se puede pasar tardes pintando, coloreando, ahora intentando hacer letras y números. Le gusta todo lo que tenga que ver con las manualidades, el pegamento de barra y la plastilina son sus armas favoritas.

Tiene una imaginación desbordante, hace ya muchos meses que de pronto se pone a hablar y me cuenta unas historias que dan ganas de comérsela a besos.

Y es un torbellino. Siempre tiene algo que hacer, algo que decir, algo por lo que enfadarse, algo por lo que protestar. A sus 4 años tiene las cosas claras y tiene una personalidad desbordante. A veces me acuerdo de cuando Lucas tenía su edad, y la verdad, con él era todo más fácil, Sara me pone más obstáculos en el camino. Pero eso nos hace superarnos día a día, a las dos.

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Físicamente se parece mucho a su padre, no sólo en la cara, también en el cuerpo, tiene los mismos hombros, el mismo torso y hasta la misma forma de glúteos. Y me alegra saber que tiene tanto de él. Aunque eso también me asusta, me asusta imaginar que tenga un gen defectuoso que produce muerte súbita. O que haya heredado una alteración del gen BRCA1 del que mi cuñada y mi suegra son portadoras, nunca sabremos si Jose también lo tenía. Por desgracia, tendremos que vivir con eso y de momento, es pronto para preocuparse.

Anoche, hablando del día de su cumpleaños, me decía que yo le iba a cantar el “cumpleaños feliz”, que se lo iba a cantar Lucas, los abuelos, los primos…y me preguntó si papá no iba a cantarle. Le expliqué que papá iba a cantarle desde la estrella en la que vive y que él era muy feliz de ver que su pequeña se hace mayor. Ella se quedó conforme, pero tenía cara de pena. Es tan injusto que una niña no pueda estar en días tan especiales con alguien a quien quiere tanto…

Este año, su cumpleaños es muy especial para ella. Por primera vez es muy consciente de que va a ser la protagonista. Lleva semanas hablando del tema. Le hice un calendario en el que cada mañana tachaba un día y así podía ver más fácilmente los días que faltaban para su cumpleaños. Ha llegado al colegio con una sonrisa enorme, tan emocionada. Y este año, por primera vez, vamos a hacer una celebración especial con sus amigos, no sólo con los miembros de la familia. ¡Nos esperan unos días animados!

Cada mañana trae la luz a mi cara. Sigue iluminando así mi vida. ¡Te quiero muchísimo preciosa mía!

Soy madre hace 14 años

Parece que fue ayer cuando me convertí en madre por primera vez y ya han pasado 14 años. 14 años de ver crecer a ese bebé pequeñito y regordete que cabía en el hueco de mi brazo y que ahora es casi más alto que yo.Feliz cumpleaños

En todo este tiempo he aprendido y vivido muchas cosas que no imaginaba antes de ser madre. La maternidad te cambia la vida, totalmente. En la inmensa mayoría de los aspectos es maravillosa, aunque la maternidad también tiene sus cosas duras.

  • Hace 14 años aprendí a amar a alguien más que a mí misma. Es cierto, cuando tienes un hijo, el amor es algo imposible de describir, a tus hijos les quieres por encima de todas las cosas, a otro nivel.
  • En estos años he aprendido que una madre puede ir por la vida con muy pocas horas de sueño. Los primero meses son agotadores, la lactancia a demanda, los despertares frecuentes, los hábitos de sueño de los bebés que nada tienen que ver con los de los adultos…Pero oye, que duermes poco y encimas tiras, con unas ojeras que te llegan hasta el suelo, claro. Recuerdo esas primeras semanas, iba a casa de mis padres varias veces a la semana a comer. O eso creían mis padres. Yo en realidad no iba por la comida, ¡iba por la cama! En cuanto Lucas terminaba de mamar, les dejaba al niño y me iba rauda y veloz a dormir hasta que mi pequeño retoño necesitase la teta de su madre otra vez.
  • Paciencia, cuando te conviertes en madre, además de un bebé ganas un plus en paciencia. Si echo la vista atrás, veo cómo me he asentado, cómo pasaba de enfadarme por muchas cosas que ahora me parecen sin sentido a tener una paciencia infinita; paciencia cuando los niños tienen rabietas sin saber por qué; paciencia para volver a cantar la misma canción por décima vez; paciencia para escuchar sus peroratas sobre algún acontecimiento importante…aunque la paciencia, como todo, se agota y ha habido muchos momentos en estos 14 años que me he quedado sin ella. Menos mal que es como un pozo sin fin, y aunque momentáneamente se haya secado, el pozo se vuelve a llenar y volvemos a empezar.
  • Regreso a la infancia. Quién me iba a decir a mí cuando tenía 26 años que me iban a importar las cosas de mi infancia…un año después llegó Lucas y de nuevo me vi recordando esas canciones que me cantaba mi abuela, jugando tirada en el suelo a hacer torres con bloques de Lego, bañándome en una bañera donde había más juguetes que agua, disfrutando de la noria, comiendo chucherías…
  • Hace 14 años el miedo y la angustia llegaron para instalarse en mi corazón y ya nunca se han ido. Tienes un hijo, el ser más adorable y al que más quieres del mundo. Y con el amor infinito, también llega el miedo a perderlo, el dolor de verlo enfermo, el sufrimiento cuando sufre. Ser madre te convierte en sufridora nata. Lucas fue un niño que de pequeño tuvo varios ingresos por bronquiolitis y neumonías. Cada vez que veía a mi pequeño con esa dificultad para respirar, con mascarilla y suero, apagado en una cama de hospital, cuando pasábamos más días en urgencias que en casa, cada vez que me decían que había que dejarle ingresado porque no mejoraba se me partía el alma. Tengo dos anécdotas con las que ahora me río, pero recuerdo lo mal que lo pasé. Una noche, Lucas tendría 7 u 8 años, estábamos jugando antes de dormir, ya en la cama, cuando sin querer se tiró hacia atrás y se dio con el pico de la mesilla de noche en la cabeza. Se hizo una herida y empezó a sangrar. Y yo, la superenfermera que se enfrenta a cosas muy feas cada día, en ese momento me volví la madre más blanda del mundo, me mareé y casi pierdo el conocimiento. Era para vernos, en el mini cuarto de baño, yo tumbada en el suelo, Lucas sangrando y Jose tapándole la herida con una mano mientras con la otra me sostenía las piernas en alto a ver si se me pasaba el mareo. La otra anécdota fue cuando vimos la película “Lo imposible”. Estábamos en casa, Lucas ya estaba dormido y llega el tsunami. Cuando a la madre la arrastra el agua con su hijo Lucas, al que pierde y trata desesperadamente de agarrar, cuando son golpeados con violencia por todas las cosas que arrastra el agua…no podía respirar, la sensación de miedo, el hecho de que el niño se llamase como hijo, el sufrimiento que estaba viendo me hicieron tener una crisis de pánico. Tuve que apagar la película e ir a tumbarme en la cama con mi hijo, que dormía plácidamente.
  • Cuando me convertí en madre pasé de pensar sólo en mí a poner a mi hijo por delante. Recuerdo cuando era pequeña y había algo rico para comer, mi madre no se lo comía por dárnoslo a nosotras. Esas cosas sólo las hace una madre (y un padre). Antepones a tus hijos a tus  necesidades. Ellos se convierten en lo primero y en lo más importante, después, si sobra, si puedes, si hay tiempo, vas tú.
  • Hace 14 años que me convertí en una leona luchadora. Como decía una casposa de esas que salen en la tele “yo por mis hijos mato” Y es así, luchas por ellos hasta tu último aliento. Como madre no permites que les hagan daño (aunque les van a hacer daño muchas veces y no podremos evitarlo y sufriremos con ellos). Como madre te sacrificas, luchas, lo haces todo por su bienestar y en su beneficio. A veces me pregunto cómo he conseguido llegar donde estoy yo sola. Porque sí, porque aquí he llegado con poca ayuda, con mi fuerza y mi tesón. Cuando Lucas tenía 6 meses su padre nos dejó, nos quedamos sin casa (menos mal que mis padres nos acogieron casi dos años), sin trabajo, sin coche, con deudas y por supuesto, él no pasaba un duro de pensión. Pero yo me busqué la vida, encontré trabajo, me compré un coche, alquilé un piso y yo sola, con un niño pequeño, lo hacía todo, lo eduqué y lo saqué adelante. Hoy puedo decir con orgullo que mi hijo es un niño maduro y responsable ¡y adolescente!, que valora todo lo que he hecho por él aunque a veces lo olvide, es un niño sensato, seguro de sí mismo, cariñoso, educado, que se preocupa por los demás. Y eso lo hemos conseguido los dos, él con su forma de ser y yo con mi lucha diaria. ¿Quién me iba a decir hace 14 años que hoy tendría dos hijos y sería single mami?cumpleaños

Seguro que hay muchas más cosas que cambiaron en mi vida hace 14 años, cambios grandes y cambios pequeños, pero todos para bien. No cambio mi vida de antes con la de ahora, a pesar de sus malos momentos. Tengo dos hijos maravillosos, con los que disfruto muchísimo, que me han enseñado a ser mejor persona, dos hijos que también a veces, estoy deseando que se vayan a dormir y me dejen un rato de tranquilidad, dos hijos que son mi mayor tesoro.

Lucas fue el que abrió el camino del cambio, el que llegó a mi vida hace 14 años y la transformó, el que me hizo ser madre. ¡Muchas felicidades hijo! Gracias por haberme elegido para acompañarte en este camino.

Fomentando la autoestima de nuestros hijos

Seguro que conoces a alguna persona de esas que siempre tiene la autoestima por los suelos, que se quiere poco y se valora menos. Esas personas arrastran este tipo de situación desde la infancia, y esa baja autoestima les impide ser felices.

Si queremos que nuestros hijos sean personas adultas sanas emocionalmente, tenemos que sentar las bases desde la infancia. Y para eso, desde pequeños tenemos que hacerles saber lo verdaderamente importantes que son.amor

  • Amor, besos y abrazos a mogollón – Demostrar a nuestros hijos lo mucho que los queremos, sin condiciones, es un poderoso aliado. Crecer sabiéndose queridos les hace ser más seguros de sí mismos. Está claro que una infancia sana, llena de amor, de muestras de cariño, donde nuestros hijos se sienten seguros y protegidos, les hará ser más felices y de adultos sabrán dar amor. Yo a mis hijos no sólo les digo lo mucho que les quiero, también les digo lo feliz que me hacen, lo contenta que estoy de que sean mis hijos, la suerte que tengo de tenerles a mi lado.
  • Descartar los adjetivos negativos – Cuando oigo a una madre en la puerta del colegio hablar y decir lo malo que es su hijo, que se porta fatal, que su hermano era más bueno…me pongo de los nervios. ¿Qué es eso de poner un calificativo negativo a nuestro hijo? Los niños no son malos, simplemente son niños, con distintas actitudes y aptitudes, distintas formas de comportarse. Un niño movidito o más agitado que otro no es un niño malo, simplemente es quizás menos relajado que el de al lado, pero eso no es malo. Los pequeños están en edad de aprender, de explorar. Entiendo que hay pequeños terremotos que en momentos sacan de quicio a sus padres (a mí me pasa). Pero eso no lo vamos a solucionar tachando al niño de malo. Con eso sólo conseguimos que el niño acabe creyéndose que es malo, que es tonto o que es torpe. Lo mejor cuando un pequeño tiene una mala conducta no es cuestionarle a él como persona, sino al acto en sí. No es un niño malo por llevar arena en los bolsillos para luego jugar en casa; hay que explicarle que eso que ha hecho no nos gusta y el motivo, sin cuestionar su personalidad, sólo su acción.
  • Ayudarles a expresar sus sentimientos – Desde que nacen, nuestros hijos deben tener la oportunidad de poder expresarse, no sólo en casa, también en la calle con el resto de la gente. Por eso debemos ayudarles a que aprendan a comunicar qué es lo que sienten o qué necesitan para sentirse bien. O qué es lo que les disgusta. Cuando son muy pequeños no saben expresar este tipo de sentimientos y muchas veces tienen rabietas cuando se sienten frustrados. Pero poco a poco podemos ayudarles a poner en palabras eso que sienten.
  • Elegir a personas adecuadas – Esto es bastante difícil de conseguir, muchas veces nosotros mismos, siendo adultos, nos hemos rodeado de personas que no nos convenían. Pero en la infancia iremos sentando las bases para esta elección. Nuestros hijos tienen que sentirse a gusto con sus amistades, sentirse valorados y no sentirse inferiores. Hace unos días a Lucas se le rompió una muela y se la tenían que quitar. Evidentemente se llevó un disgusto. Me dijo que seguro que alguien se iba a reír de él por tener un agujero. Entonces le hice ponerse en el lugar del otro y mirarse a sí mismo. ¿Dejaría él de ser amigo de alguien porque le faltase una muela? ¿O se reiría de él? Evidentemente, no. Y si alguien le trataba diferente por eso, si alguno de sus amigos cambiase su actitud con respecto a Lucas por el hecho de faltarle una muela, eso le haría ver que esa persona no era su amiga, que no merecía la pena tener a alguien así en su vida. ¡Fuera las personas negativas!autoestima
  • Nadie el perfecto – Y nuestros hijos tampoco. Para nosotros son lo más importante del mundo, pero no son perfectos. Y eso tienen que saberlo y saber quererse con sus defectos y sus virtudes. Ellos también tienen sus límites y por desgracia, más pronto que tarde, aprenderán que las cosas no siempre salen bien. En esos momentos también tenemos que fomentar su autoestima. Cuando se sientan mal por algún motivo, tenemos que hacerles ver lo mucho que valen, ver las cosas positivas, hacerles entender que no son menos valiosos por haber perdido un partido de fútbol o por no saber hacer un dibujo tan bien como Fulanito. Animémosles para que se sientan mejor.
  • Valorar todas sus cualidades – Hay cosas que ya sabemos que nuestros hijos hacen bien. Pero hay pequeños detalles de cada día que pasamos por alto. Y esas pequeñas cosas también hay que valorarlas y hacérselas saber. Quizás nuestro pequeño esté en esa fase en la que quiere vestirse solo pero casi nunca lo consigue; pues cuando consiga ponerse sólo un calcetín es genial que le alabemos lo bien que lo ha hecho. Quizás nuestro adolescente nunca quite la mesa sin que se lo digas mil veces, y de pronto un día que hay visita se levanta y recoge las tazas del café; en ese momento una alabanza le dará una dosis extra de autoestima.
  • Valorar el esfuerzo – Hay que valorar cómo nuestros hijos se empeñan en conseguir algo, aunque luego no lo consigan. Hacerles saber lo bueno que es intentarlo, sin importar el resultado. Si jugamos a un juego de mesa, debemos enseñarles que no siempre van a ganar ellos, muchas veces también hay que perder, pero sin enfadarse. Lo importante no es ganar, sino divertirse.
  • Nosotros somos el espejo en que se miran – En todos los aspectos, nuestros hijos nos imitan, nosotros somos su principal fuente de inspiración. Por eso, una gran autoestima debe empezar por nosotros mismos.

Madre soltera de dos hijos con mucho estrés

La maternidad es preciosa, mis hijos son lo que más quiero en el mundo, pero a veces me supera, me agota, me siento cansada.madre soltera

Vivir con un adolescente de 14 años que sólo piensa en sí mismo es complicado. Cada día es una especie de lucha de poder. Si por él fuera, se vida consistiría en pasarse el día en el sofá enganchado al móvil y en salir con los amigos. Pero hay mucha vida aparte de eso.

En primer lugar están los estudios. Siempre ha sido un niño inteligente y capaz pero de hace un par de años hasta ahora, los estudios y el saber han pasado a segundo plano. El instituto mola sólo por estar con los amigos en el patio. Todos los profesores son un rollo que además, no les dejan hacer nada y encima, les ponen deberes. La próxima semana la tiene llena de exámenes pero de él no sale ponerse a estudiar. Tengo que estar encima, poniendo horarios, haciendo planes de estudio, pactando tiempos y aun así, a veces entro a ver cómo va y me lo encuentro leyendo o jugando con algo que esconde rápidamente. ¡Problema a la vista!

Hace algún tiempo que decidí que los castigos no servían para nada. Pasé a las consecuencias. Si haces una cosa buena, obtienes algo que quieres. Si no lo haces, no lo obtienes. Así de simple. En realidad, él lo sigue viendo como premio y castigo, aunque le insisto que el resultado final es siempre consecuencia de sus actos. ¿Quieres el móvil? Ponte a estudiar. ¿No estás estudiando? No hay móvil. Pero no lo entiende, se enfada, le parece injusto, chilla, grita y acabamos una vez más enfadados.

Otro gran problema son las responsabilidades en casa. Le molesta muchísimo tener que hacer tareas domésticas, ¡pero si ya tiene 14 años! ¿No pretenderá que le esté haciendo las cosas toda la vida? Desde bien pequeño empezó a ayudar con pequeñas cosas, igual que empieza a hacer Sara. Los días de diario le pido poco: quitar la ropa sucia del baño después de la ducha, poner y quitar la mesa en las comidas, tirar la basura, no dejar cosas tiradas por medio y hacer las cosas de clase. Pero raro es el día que no acabamos discutiendo de nuevo por lo mismo. La ropa se queda en el suelo del baño, quita las cosas de la mesa después de cenar pero lo deja todo “tirado” en la cocina, protesta cada vez que tiene que bajar la basura porque “no le parece justo”, vacía los restos de comida en el fregadero por no sacar el cubo de la basura…

Y los fines de semana….a veces son una tortura, muchas horas y mucho tiempo libre. Todos los fines de semana por la mañana las tareas domésticas son un poco mayores; una lavadora que tender, un lavavajillas que vaciar, unas sábanas que cambiar…y todos, absolutamente todos los fines de semana, tiene que protestar, que quejarse, que intentar no hacerlo. Si lo hace en un tiempo prudencial y sin enfados, tiene tiempo libre para estar con el móvil; si no lo hace, no hay móvil. ¡Qué batalla!

Luego está su hermana, esa pequeña terremoto a punto de cumplir los 4 años. Le gusta compararse con ella, pelearse con ella y bajarse a la altura de la niña. Se adoran y pasan mucho tiempo juntos compartiendo buenos momentos. Pero también se pelean muchísimo, la hace rabiar, la regaña, y acaba metiéndome a mí en medio de sus peleas absurdas. Todos los hermanos se enfadan entre ellos, es algo normal. Pero yo a veces que lo llevo fatal, sobre todo cuando es por alguna chiquillada absurda.familia

No todas las cosas de mi adolescente son malas, claro está.

Es un niño muy cariñoso, que te demuestra lo mucho que te quiere a la menor ocasión, le encanta dar besos y abrazos y dejarme notas de cariño por algún rincón escondidas.

Es muy atento y educado con el resto. Siempre que esta con otra gente pide permiso, da las gracias, ayuda a los demás, sujeta puertas. Los adultos siempre me dicen lo buen educado que es. Pregunta antes de comerse la última croqueta del plato, ofrece lo suyo a los demás.

Tiene mucha confianza conmigo. Me cuenta cosas que a veces me sorprenden y me dejan un poco descolocada, cosas de sus relaciones con el resto de la gente, historias con los amigos…aunque reconozco que a veces lo que me cuenta no me gusta, me gusta el hecho de que confíe en mí para contármelo.

Es buena persona, de verdad que lo es. Sé que las hormonas que recorren su cuerpo a veces le nublan, le hacen cambiar de humor y de personalidad, lo mismo está enfadado por algo, que está triste al momento siguiente y al instante, está contento y haciendo las paces. Está en una época de mucho cambio. Además, por desgracia, mi hijo ha tenido en su vida una serie de acontecimientos que le han marcado. Vivir sabiendo que tu padre te abandonó y que pasa de ti no debe ser nada fácil. Perder al hombre que te ha criado como padre y te ha dado esa visión masculina de un día para otro ha sido muy duro para todos. Ser hijo único durante 10 años y de pronto sentirte destronado por una niña pequeña necesita un tiempo de adaptación.

Yo entiendo estas situaciones. Pero muchas veces me desbordan. Son muchas horas al día de soledad, de no poder hablar con un adulto, de tener que sobrellevar las rabietas de la pequeña con las peleas del mayor yo sola, sin nadie que pueda mediar en la disputa. Siempre soy la mala y la buena de la película. A veces me gustaría escapar, meterme en una burbuja donde nada ni nadie pudiese molestarme. Luego me siento mal por eso, por querer salir corriendo. No soy mala madre, sólo soy una madre que está sola y que necesita ayuda. Una madre que querría salir a cenar sin niños en alguna ocasión, una madre que necesita media hora para tumbarse en el sofá a leer  un buen libro, una madre que necesita un baño de espuma y un relajante masaje, aunque sé, que media hora después del masaje ya estaría de nuevo contracturada por el estrés de la vida diaria.

Quien siembra amor recoge amor

Hace algo más de 60 años nació Mariano, en una familia autoritaria, donde obedecer a los padres sin rechistar era la norma y decir “si señor” a todo era lo normal. Mariano quedó huérfano de padre siendo muy joven y se vio obligado a madurar rápidamente para cuidar de la familia. Las muestras de cariño nunca se vieron en esa casa.

Mariano creció, se casó y fundó su propia familia. Pero lejos de evitar los errores del pasado, volvió a cometerlos y en su propia casa tampoco se demostraba el amor. Tuvo una hija, Sonia, que creció en un ambiente sin besos, ni abrazos, sin cuentos antes de dormir y sin cosquillas en la cama al despertarse. A ojos de su padre, Sonia no hacía nada bien. Las cosas buenas no se valoraban en su casa, su padre sólo resaltaba las malas, aunque no fuesen importantes. Creció siendo comparada con distintas personas, todas mejor que ella. Sin obtener respuestas lógicas a sus preguntas; las cosas se hacían así porque el padre decía y punto. No fue de extrañar que la relación padre e hija no fuese muy cordial y Sonia no quisiera contarle cosas a Mariano. Lo más ilógico de todo era que pasados los años, el padre se enfadaba porque no contaba con él para nada, porque no compartía sus confidencias… ¿qué esperaba? Uno recoge lo que siembra.amor

Herencia de su infancia, a Sonia le costaba prodigarse en muestras de afecto con el resto de las personas. Eso no le impidió ser una persona risueña y extrovertida, aunque no pudiese dar abrazos.

Hasta que formó su propia familia. Al nacer su primer hijo, Bruno, sintió que todo el amor que había tenido guardado había estado allí esperando para él, para ese niño inocente y perfecto que había nacido de su ser. Y así, Sonia supo cómo demostrar el amor, dejó que lo que había en su interior saliese y Bruno creció rodeado de amor, de besos, de abrazos, de cuentos antes de dormir y de cosquillas al despertar, de palabras de ánimos y escuchando cuánto le querían continuamente. Evidentemente, Mariano no comprendía aquello y durante años, criticó a Sonia por ser tan “blanda”, por proteger tanto a su hijo, decía que en el colegio se iban a reír de él por querer tanto a su madre. A la menor oportunidad, cuando se quedaba sólo con su nieto, aprovechaba para criticar a Sonia delante del niño y hacer exactamente lo contrario de lo que ella haría. Chocaron muchas veces por ese motivo, hasta el punto de evitarle y no querer volver a verle. Pero las circunstancias de la vida hicieron que Sonia necesitase a sus padres para cuidar de su hijo en algunas ocasiones.

Lo que Mariano no esperaba era que Bruno creciese y empezase a verle igual que lo veía su hija, como un adulto que no sabía dar cariño, que sólo sabía criticar al niño que era, que nunca valoraba los logros del pequeño y que sólo le echaba en cara sus defectos. Un adulto que criticaba a su propia madre por darle cariño. ¡Ah no! Bruno también se enfadó con Mariano y empezó a distanciarse. Y Mariano, en vez de darse cuenta que la culpa era suya, culpó a Bruno por ser un malcriado, culpa que venía directamente de Sonia.

Luego nació Maya, una niña que llenó la casa de nuevo de risas, de la inocencia pura del amor, que confirmó que criar a los hijos rodeados de amor y cariño era lo mejor para ellos. Una niña que con casi 4 años tomaba teta de mamá y dormía en su cama. Mariano ardía de rabia. Y seguía con sus críticas a la forma de crianza de su hija. Y seguían discutiendo por ese motivo.amor

La vida a veces es difícil y Sonia se encontró sola criando a dos hijos, motivo por el cual tenía que echar mano de sus padres de vez en cuando. Maya no soportaba la ausencia de su madre, no quería que fuese a trabajar, despedirse de ella era un momento muy duro, la niña lloraba y abrazaba fuerte a su madre mientras ella intentaba calmarla con palabras dulces y tiernas, la llenaba de besos y le prometía que volvería pronto. Le rompía el corazón separarse de su hija y verla llorar así.

¿Cómo puede un adulto estar tan ciego? ¿Cómo puede pensar que el amor, que el cariño, que el respeto hacia los hijos les causa algún daño? Mariano sigue pensando que Maya llora cuando su madre se va al trabajo por su forma de crianza, por compartir cama con ella, por seguir dándole el pecho, por hablarle con voz tan dulce, por llenarla de besos y abrazos, por contarle cuentos antes de dormir y por llenarla de cosquillas al despertar. Mariano está ciego, no consigue ver las diferencias que consigue el amor.

Mariano fue desapegado con su hija. Consecuencia: su hija no tiene ninguna confianza con él, su hija no le da besos ni abrazos, su hija no quiere contarle las cosas, su hija casi no quiere verlo.

Sonia está muy apegada a sus hijos. Consecuencia: sus hijos no quieren que se vaya, sus hijos hacen una fiesta cuando ella vuelve, sus hijos le cuentan sus problemas e inquietudes, sus hijos la abrazan por el pasillo y le lanzan besos desde el otro lado del salón, sus hijos se tiran con ella en la cama los sábados por la mañana para compartir un momento de risas y confidencias. Sus hijos le hacen dibujos de corazones y le escriben notas de amor que cuelgan en la nevera.

Uno recoge lo que siembra. Ama a tus hijos sobre todas las cosas, hazles ver lo mucho que les quieres, lo mucho que valen, lo mucho que te importan. Apóyales en sus decisiones, aunque no sean las tuyas. Llénales de besos y de abrazos, valora su individualidad, no les compares con otras personas.

Quien siembra amor recoge amor.

Nota de la autora-Historia basada en hechos reales, aunque he cambiado los nombres 
de los protagonistas. Si alguien se da por aludido...

Turnos en el trabajo: así afectan a mi maternidad

Desde que decidí ser enfermera, hace más de 20 años (empiezo a parecerme a Rose, de Las Chicas de Oro, recordando viejos tiempos) supe que esta profesión estaba ligada a diferentes turnos y claro, en aquella época de juventud, no me importaba nada. Ahora que soy madre no lo veo así.

Los años pasan y los turnos pesan. Y aunque no puedo quejarme sobre el tema de la conciliación como sí le pasa a mucha gente, el trabajo no es tan fantástico como debería ser. Es cierto que tener la jornada continua ayuda muchísimo. No te puedes ni imaginar lo agradecida que estoy por trabajar por la mañana de 8 a 15 y tener toda la tarde libre para hacer cosas con mis hijos. Pero cuando llegan los fines de semana y me toca trabajar ya no estoy tan agradecida. Y cuando tengo que trabajar por las noches…eso sí que me afecta como madre.

Trabajar por las noches cada vez me cuesta más. Hacer un turno de noche me afecta como persona y esto afecta a mi maternidad en mayor o menor medida.

Cuando trabajo de noche, esa misma tarde intento dormir un par de horas de siesta, para poder aguantar toda la noche despierta. Eso implica dos horas de tarde que pierdo para estar con mis hijos. Muchas tardes lo de dormir se vuelve complicado, ruidos en la calle y de los vecinos, la pequeña que no quiere echarse la siesta conmigo o la pequeña que quiere algo de mí y entra a despertarme… Me levanto, me preparo algo de cena para el trabajo y llevo a los niños a casa de los abuelos a dormir. Me voy a trabajar 10 horitas de nada y…la cosa no termina ahí. Porque aunque salga de trabajar, sigo perdiendo partes de mi maternidad. Al mayor no  le veo pues cuando llego a casa de los abuelos ya se ha ido al instituto. A la peque sí me da tiempo a darle unos besitos antes de llevarla al colegio. Me acuesto un rato, 4 horas que me saben a muy poco, pues prefiero despertarme pronto para recoger a Sara del cole.

Esta imagen pertenece al blog: http://florenciaruisenor.blogspot.com.es/

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Y llega la tarde después de la noche. La tarde en la que estoy muy afectada. La falta de sueño me altera bastante y estoy de mal humor toda la tarde. Después de comer intento dormitar un poco en el sofá pero resulta complicado, así que no duermo y no me aguanto ni yo. Soy como Sara cuando no duerme la siesta, estoy torcida. Me da mucha rabia porque esas tardes me enfado mucho con los niños, por cosas que normalmente no haría. Estoy deseando que pasen las horas para que se vayan a dormir y me dejen tranquila. Y me siento mal por eso.

Si consigo acostarme temprano, día superado, al día siguiente todo vuelve a la normalidad. Pero cuando tengo que trabajar dos noches seguidas, imagina esta situación duplicada. Además de pasar una tarde de mal humor por la falta de sueño, estoy de mal humor por pensar que me vuelve a tocar otra noche sin dormir. Una nueva mañana de sólo 4 horas de descanso y una nueva tarde de discusiones sin sentido con los niños.

Hay muchísimos trabajos en los que los trabajadores tienen que hacer distintos turnos y trabajar por las noches. Es necesario, lógicamente ni un hospital puede cerrarse por las noches ni la seguridad de una ciudad puede parar. Hay transporte, fábricas y muchos otros trabajos que se realizan las 24 horas del día. Pero eso no quiere decir que trabajar en ese horario sea bueno. Hay estudios que indican que trabajar en el turno de noche afecta a la persona en muchos aspectos de su vida, tanto en la salud como en la personalidad. Yo con los años cada vez lo llevo peor. Y lo peor es que en mi trabajo, hacer turnos de noche es obligatorio hasta los 55 años, momento en el que puedes decidir no hacerlo. Vamos, que una está mayor pero hasta los 55 todavía me queda mucho.

La nocturnidad afecta a mi maternidad. Y no me gusta nada la madre en que me convierte. ¿Trabajas de noche? ¿Cuáles son tus trucos para llevarlo con buen humor y no dejar que te afecte?

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