No hay mejor lugar que los brazos de mamá

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La ducha, mi momento más relajante del día

Cuando nace tu bebé, parece que vas todo el día sucia y hecha un asco. El pelo recogido en una coleta, la camiseta sucia de regurgitaciones, babas y restos de leche materna. Estás deseando que llegue el momento de ducharte, pero ¿cómo? ¿Cómo puedes ducharte si estás sola en casa con un bebé de pocos días? En el mejor de los casos estás deseando que llegue tu pareja para darle al niño, casi lanzárselo, y salir corriendo al baño mientras oyes cómo llora, tus pechos se activan al escuchar su llanto y comienzan a gotear leche y tú te duchas en sólo 60 segundos (si esto fuese un record Guinness, las madres estaríamos en primera posición) y sales casi sin secar y con restos de champú en las orejas para coger a tu retoño.

Cuando tu hijo es un poco mayor, ya puedes meterlo contigo al baño. Le dejas en la hamaquita en una posición en la que pueda verte y te duchas rápidamente, mientras haces monerías a través de la mampara para que no se enfade. El tiempo de ducha se alarga un poco más allá del minuto, pero tampoco te creas. Que se lo pregunten a la pobre Pilar Rubio, que creo que anda muy agobiada por tener que ducharse de esta manera 😉

Y luego tu bebé empieza a gatear y a andar y ya no sirve la hamaca. Intentas hasta meter la cuna de viaje en el baño, pero vaya, ¡no cabe! Así que te duchas con la mampara medio abierta, mojando todo el baño, mientras le ruegas que no juegue con la escobilla, que no desmonte todo el rollo de papel higiénico o que no se tire de cabeza en la ducha.

Y crece. Tu hijo crece. Y adoptas otras formas de higiene. En mi caso, esto se traduce en compartir momento del baño.

Los fines de semana, si no hay plan, llenamos la bañera grande hasta los topes y hacemos mucha espuma. Es un momento muy divertido, lo pasamos genial. La niña baña a las muñecas, mete muchísimos cacharritos dentro, que bajo tanta espuma no ves y es fácil que se te clave en un cachete. Tus rodillas están encajadas a ambos lados de la bañera y te clavas el grifo en el cuello. Luego llega el momento peluquería, ese en el que la niña quiere lavarte el pelo y tienes que mover tu metro sesenta y tantos y tus sesenta y tantos kilos hacia el otro lado de la bañera. En ese momento siempre me acuerdo de Moby Dick, no sé por qué. Pero me gusta, que no parezca que no, lo pasamos genial, aunque de baño relajante no tiene nada.

Así de bien lo pasa Sara en la bañera

Así de bien lo pasa Sara en la bañera

Y así me siento yo cuando compartimos la bañera

Y así me siento yo cuando compartimos la bañera

Los días de diario hacemos uso de la ducha, más rápido, menos gasto de agua. No imaginas, o quizás sí, lo complicado que es ducharse las dos en un plato de ducha de 60 cm. Si se le escurre la pastilla de jabón y tengo que agacharme a cogerla, dejo el culo pegado a la pared mientras intento no sacarme un ojo con el tirador de la mampara. Ahora la niña tiene una altura ideal; mientras me estoy enjuagando, con la cabeza golpea sin querer el grifo y ¡lo mueve hasta la posición helada! Eso sí es una ducha vigorizante.

Entonces te preguntarás, después de lo que has leído, cómo puedo afirmar que la ducha es mi momento más relajante del día. Pues te voy a contar mi secreto: Me ducho en el gimnasio. Los días que no trabajo, mientras Sara está en el cole, voy al gimnasio, mínimos tres veces a la semana. La verdad, no sé si me gustan más las clases a las que voy o los 10 minutos que me paso bajo el agua caliente yo sola, lavándome el pelo con un champú con olor a fresa, frotándome todo el cuerpo sin interrupciones, quitando hasta el último resto de jabón porque no tengo prisa. Esos minutos de relax, de tranquilidad, no los cambio por nada. Así tengo las pilas cargadas para recoger a la niña del cole y seguir el día con energía.

La feliz hora del baño

De nuevo jueves, y de nuevo, le cedo el blog a Una mamá muy feliz, para que nos deleite con las cosas humorísticas de la maternidad. Hoy, se meten en el baño.

Mi tesoro cuando me lo dieron estaba pringosillo y aun tenía restos de parto en la cabeza… ¡es lo único sucio que me han dado y no me he quejado por ello! Yo no sabía que no lo bañaban, que solo lo lavaban como los gatos. Me esperaba que me iban a dar a mi rubio liado en esa pedazo toquilla que regalan las abuelas, de las buenas, con ese lazo que mi madre no me dejó arrancar, con su trajecillo blanco inmaculado y oliendo a colonia de bebé… (Música de deja de soñar)… Pues no, me lo dieron liado en una manta con cada pelota, como mi cabeza de gorda y con una camiseta, se supone que blanca en su origen, solo atada al cuello, con una raya verde que antes de ser raya era Junta de Andalucía…¡¡¡que espernibilidad!!!

Baby in a bath tub

Pregunté varias veces-¿Cuándo lo vais a bañar, cuando lo puedo vestir? Y como no soy pesá cuando se me mete algo en la cabeza…por fin lo bañaron al día siguiente y me quedé con las ganas de asistir al maravilloso evento, ¡su primer baño! pero la cesárea y la jeta que me puso la enfermera/o que se lo llevó me lo impidieron.

La misma noche que llegamos a casa bañamos a mi tesoro, estaba ansiosa por hacerlo, además estrenar todo lo que tenía preparado. Desde entonces disfrutamos muchísimo el momento baño.

Siempre intento tenerlo todo listo antes de empezar. Elementos necesarios:

• El bebé: Lógico, es lo que se va a bañar, aunque tras el baño no me queda muy claro que sea lo único que allí se baña.
• La bañera práctica por los cajones: Es donde se deposita al bebé en cuestión…al bebé y el papi y yo de cintura para arriba.
• Productos varios

  • Champú y gel: con la práctica he aprendido a usarlo en mínimas cantidades, ya que no es plan de montarle al bebé un baño de espuma, más que nada, porque después me dejo la vida para aclararlo y lo saco al pobre más arrugado que un garbanzo.
  • Aceite de baño: es necesario ser un bañador profesional para usarlo, yo lo he usado muy pocas veces y tengo que tener un cuidado, es como si me peleara con una trucha para sacarlo, ¡cómo se escurre…! para mi es más práctica y segura la
  • Crema hidratante, también en pequeñas cantidades, al principio dejaba a mi tesoro blanco fluorescente.
  • La esponja: De las naturales, que por lo que cuestan, ya podían ser automáticas y bañar al bebé ellas solitas.

• La toalla: De las buenas, no de las que repelen el agua. Para mi es imprescindible que lleve capucha, que aunque me es casi imposible encajarla en la cabeza de mi tesoro con la bregacina de sacarlo del baño, a mi me ha venido de perlas para sujetar la toalla con los dientes. Diana, jefa en Felizenbrazos, ¿para cuando una mei-toalla fácil de usar, 100% algodón? no se tu, pero yo saco a mi rubio de la bañera con los brazos y me gustaría que el momento fuera feliz… ¿lo pillas? ¿entonces, aceptamos toalla como portabebé? si, si… por favor, a ser posible antes de tener que ponerme un extra de corega ultra a la hora del baño.
• Termómetro: Digo yo como mi madre, modernuras, ¿y si falla? No es plan de pelar a mi tesoro como si de un pollo se tratara, donde se ponga un buen codo ya curtido, ¡eso si que es tecnología punta!
• Calefactor si es invierno: El mío es un “bebé marzo 2012”, así que en los primeros baños no podía faltar. Habitación calentita, que el retoño no pase ni pizca de frío. Los primeros kilos los perdí gracias al calefactor, al efecto sauna que allí se creaba con el agua caliente y al chandalorro feo con ganas, que todas nos ponemos tras dar a luz para estar en casa y si me apuráis, también para salir a la tienda de la esquina. El verano mola más, me convierto en miss camiseta mojada tope sexy (buscador Google frotándose las manos, ¡aquí hay tajo!)
• Papá: En los primeros baños de mi tesoro el papi fue imprescindible. Recuerdo con ternura como cogía al bebé con mucho cuidado, le pasaba la esponja muy despacito mientras le hablaba para que no se asustara. Yo mientras, le iba ayudando y por supuesto grabando la escena; no puedo borrar de mi mente (a partir de aquí imaginación en cámara lenta please) esos brazos musculosos y esos omóplatos al quitarse la camiseta dejando ver los abdominales… ¡lo que hace el calefactor! Ufff, es que fueron tantos meses de embarazo de riesgo, que ya no distinguía la realidad de la ficción.

Hace ya unos meses que nos bañamos juntitos en la bañera grande, con lo de juntitos me quedo corta para describirlo; el asiento de baño de mi tesoro, ¡que derroche de aro!¡que hermosura!, animalitos diversos de goma, todos los botes a modo de barquitos, mi bebé y yo, ¡parecemos sardinas en lata!…Yo que me tengo que echar las piernas al hombro para caber y con el grifo hincado en la espalda, la cual ya tengo contracturada de retorcerme cada vez que le quiero dar al agua. En fin momentos muy felices de Una mamá muy feliz y su bebé.

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