No hay mejor lugar que los brazos de mamá

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Ha nacido una artista

Llevo queriendo escribir esto desde hace casi un mes, pero entre unas cosas y otras, no he tenido tiempo, así que aquí estoy hoy por fin.

Cada niño es único y diferente, unos destacan por unas cualidades y otros por otras. Lo importante, es que debemos escuchar a nuestros hijos, saber qué es lo que quieren, lo que les gusta, fomentar su autoestima y dejarles decidir, tomar las riendas (en cierta medida) de su vida. Está claro que cuando son pequeños, pueden decidir en poco, pero si desde ese momento les vamos escuchando, observando, conociendo sus gustos y motivaciones, las decisiones que tomemos por ellos serán las más adecuadas.

Quién no ha conocido, por ejemplo, a la niña que va a clases de ballet porque su madre “la obliga”, cuando en realidad, lo que querría es estar jugando al fútbol. O al niño que quiere ir a clases de pintura, pero hace extraescolares de baloncesto por deseo de los padres. Estos gustos y aficiones deberíamos tenerlos en cuenta.

Eso es lo que hago con Sara, una artista en potencia.

Es curioso, a pesar de que sus padres hemos sido niños tímidos durante la infancia (yo ya perdí mi timidez a lo largo de los años), mi hija es un derroche de simpatía, es atrevida, decidida, lanzada, no muestra vergüenza ni signos de timidez, le encanta hacerse notar, interactúa con todo el mundo rápidamente y tiene claras sus preferencias.

Hace un par de años que va a clases de baile, como ya he comentado en alguna ocasión. Allí, se divierte y se desfoga. Es cierto que no baila de maravilla, hay niñas que tienen mejor sentido del ritmo, pero ella disfruta con lo que hace. Y no solo eso, le encanta lucir sus bailes delante de la gente. Me parto de la risa cuando vamos a alguna tienda y si hay espejos, se pone a bailar, aunque esté lleno de gente. Ella va encantada y yo también.

Pero aún hay más. En el colegio, con motivo de la muestra de teatro de la localidad donde vivimos, su profesora decidió preparar una obra con todos los alumnos de su clase, niños entre 4 y 5 años, todo un reto. Cada día, cuando llegábamos a casa, Sara me hacía su papel ¡y el del resto, se los sabía todos! Un día, charlando con la profesora, me comentó que claramente había visto en Sara a la madrastra de la obra. Y es que, ¡cómo lo vivía!

teatro

Llegó el día del estreno de la obra. Un montón de niños pequeños, actuando en un teatro de verdad. Por la mañana actuaron dos veces, para alumnos de distintos colegios. Y por la tarde, los padres por fin, pudimos ver la puesta en escena.

¿Qué voy a decir yo, madre de la madrastra de cinco años más auténtica del mundo? Evidentemente, diré que lo hizo genial. Como el resto de los niños. Hay que tener en cuenta que muchos aún no habían cumplido los 5, que es la primera vez que hacían esto y que lo hacían para un montón de gente que los miraba. Se notaban los nervios en el ambiente. Pero cuando salió Sara, con ese potente chorro de voz, sin vacilar ni una sola vez, sin perder la concentración, poniendo cara de mala, malísima, fue el apogeo (evidentemente, para mí, para el resto de los padres el mejor momento fue cuando salieron sus hijos). Como madre a la que se le cae la baba, para mí, mi hija actuó de maravilla. Y no lo digo solo porque sea mi hija, que sé reconocer virtudes, y también defectos. Lo cierto es que lo hizo genial. Muchas personas me lo han comentado después.

Lo que importa aquí, no es solo lo bien que actuó Sara. Lo que importa de verdad es que a ella le encantó la experiencia y está deseando repetirlo. “Mamá, quiero ser artista”.

En vista de esto, el próximo curso va a empezar a asistir a clases de teatro. Sin dejar las clases de baile. Es lo que ella quiere, lo que me ha pedido y voy a respetar sus deseos. Y ya veremos cómo evoluciona el tema, seguro que fenomenal.

Serán más felices en su infancia, pero también en la adolescencia y en la edad adulta si no les hemos obligado a hacer cosas que no encajan con sus gustos, si respetamos sus deseos.

 

 

Tu hija tiene mamitis

“¡Esta niña tiene mamitis!” o “eso es porque está enmadrada” son algunos de los comentarios que escuchamos las madres con mayor frecuencia. Ya sabemos que en esto de la crianza todo el mundo puede opinar y soltar perlas de este tipo por la boca. Y esos comentarios a veces duelen, sobre todo cuando vienen de círculos cercanos.

Desde el momento del nacimiento, los bebés necesitan estar con sus madres, crear un fuerte vínculo con ellas. Los primeros meses, la madre es lo más importante para el bebé. Con el tiempo, este círculo de apego seguro se va ampliando y los bebés comienzan a querer estar con otras personas. Pero por lo general, su madre sigue siendo su principal punto de referencia.

Los primeros meses de Sara, no quería que nadie la cogiera. Si alguien me la quitaba de los brazos, ella se ponía a llorar y ya llegaba la consabida frase: “¡qué mamitis tiene esta niña!” a lo que yo siempre respondía “¡menos mal que le ha dado por querer estar conmigo y no con el cartero o con la vecina!”

En realidad, la mamitis no existe. Lo que sucede es que los niños, que son muy pequeños y no saben gestionar sus emociones, se angustian cuando se separan de sus madres y lo expresan llorando. Es un proceso normal y natural del desarrollo evolutivo de los niños.

Imagen de Pixabay

Imagen de Pixabay

En estos 4 años, hemos pasado muchos momentos de angustia por separación. La peor época fue cuando empezó la guardería y se quedaba llorando. Claro, la culpa era de la teta…si no tomase teta, seguro que no lloraba.  ¿Me vas a decir que los bebés alimentados con leche de fórmula no lloran al inicio de la guardería? Pues como en todos los casos, no se puede generalizar. Unos niños se angustian más que otros por la separación de sus madres, da lo mismo que tomen teta, biberón o chuletones.

El año pasado, cuando cambié de trabajo y empecé a trabajar algunas noches, volvimos a pasar por un periodo angustioso. Tenía que dejar a Sara a dormir en casa de los abuelos. Imagina el panorama, siempre hemos dormido las dos juntas y de pronto, no sólo tiene que dormir en otra casa y en otra cama, sino que lo tiene que hacer sin mí. Esto ha generado algunos pequeños conflictos, sobre todo con mi padre, que lejos de entender que la niña estaba angustiada y asustada por tener que separarse de mí, decidió que la niña tenía mamitis y que la culpa era mía por haberla dejado dormir conmigo.

Ahora de nuevo pasamos por un periodo en el que mi hija necesita más de mi presencia y mi contacto. Desde que volvimos de las vacaciones de Semana Santa, no quiere ir al colegio ni a las clases de baile. Llora amargamente porque no quiere quedarse sola y que me vaya. Y también llora cuando se queda en casa de los abuelos. Sé de sobra que en el colegio lo pasa de maravilla, es más, si la lleva el abuelo, se queda feliz y contenta. Pero cuando está conmigo, no quiere que nos separemos. No tiene mamitis. Ella no entiende que tengamos que separarnos y sufre. Yo me agacho a su altura, la abrazo, hablo con ella calmadamente y le cuento todo lo que vamos a hacer juntas cuando la recoja del colegio o cuando vuelva del trabajo.

Es importante dejar que nuestros hijos se expresen, aunque sea llorando. Debemos estar ahí para calmarlos, para darles seguridad, para que sientan que pueden contar con nosotros. De esa forma se sentirán seguros.

Nuestros hijos no tienen mamitis. Eso no existe. Lo que tienen es necesidad de amor, de cariño, de seguridad. Son etapas normales en el desarrollo de cada niño. Todos los niños, en mayor o menor medida sufren esta angustia y nosotros debemos estar ahí para apoyarles, para darles nuestro amor. No debemos castigar ni penalizar estos comportamientos.  Tratar a nuestros hijos con amor y cariño les hará crecer felices y con una alta autoestima.

Fomentando la autoestima de nuestros hijos

Seguro que conoces a alguna persona de esas que siempre tiene la autoestima por los suelos, que se quiere poco y se valora menos. Esas personas arrastran este tipo de situación desde la infancia, y esa baja autoestima les impide ser felices.

Si queremos que nuestros hijos sean personas adultas sanas emocionalmente, tenemos que sentar las bases desde la infancia. Y para eso, desde pequeños tenemos que hacerles saber lo verdaderamente importantes que son.amor

  • Amor, besos y abrazos a mogollón – Demostrar a nuestros hijos lo mucho que los queremos, sin condiciones, es un poderoso aliado. Crecer sabiéndose queridos les hace ser más seguros de sí mismos. Está claro que una infancia sana, llena de amor, de muestras de cariño, donde nuestros hijos se sienten seguros y protegidos, les hará ser más felices y de adultos sabrán dar amor. Yo a mis hijos no sólo les digo lo mucho que les quiero, también les digo lo feliz que me hacen, lo contenta que estoy de que sean mis hijos, la suerte que tengo de tenerles a mi lado.
  • Descartar los adjetivos negativos – Cuando oigo a una madre en la puerta del colegio hablar y decir lo malo que es su hijo, que se porta fatal, que su hermano era más bueno…me pongo de los nervios. ¿Qué es eso de poner un calificativo negativo a nuestro hijo? Los niños no son malos, simplemente son niños, con distintas actitudes y aptitudes, distintas formas de comportarse. Un niño movidito o más agitado que otro no es un niño malo, simplemente es quizás menos relajado que el de al lado, pero eso no es malo. Los pequeños están en edad de aprender, de explorar. Entiendo que hay pequeños terremotos que en momentos sacan de quicio a sus padres (a mí me pasa). Pero eso no lo vamos a solucionar tachando al niño de malo. Con eso sólo conseguimos que el niño acabe creyéndose que es malo, que es tonto o que es torpe. Lo mejor cuando un pequeño tiene una mala conducta no es cuestionarle a él como persona, sino al acto en sí. No es un niño malo por llevar arena en los bolsillos para luego jugar en casa; hay que explicarle que eso que ha hecho no nos gusta y el motivo, sin cuestionar su personalidad, sólo su acción.
  • Ayudarles a expresar sus sentimientos – Desde que nacen, nuestros hijos deben tener la oportunidad de poder expresarse, no sólo en casa, también en la calle con el resto de la gente. Por eso debemos ayudarles a que aprendan a comunicar qué es lo que sienten o qué necesitan para sentirse bien. O qué es lo que les disgusta. Cuando son muy pequeños no saben expresar este tipo de sentimientos y muchas veces tienen rabietas cuando se sienten frustrados. Pero poco a poco podemos ayudarles a poner en palabras eso que sienten.
  • Elegir a personas adecuadas – Esto es bastante difícil de conseguir, muchas veces nosotros mismos, siendo adultos, nos hemos rodeado de personas que no nos convenían. Pero en la infancia iremos sentando las bases para esta elección. Nuestros hijos tienen que sentirse a gusto con sus amistades, sentirse valorados y no sentirse inferiores. Hace unos días a Lucas se le rompió una muela y se la tenían que quitar. Evidentemente se llevó un disgusto. Me dijo que seguro que alguien se iba a reír de él por tener un agujero. Entonces le hice ponerse en el lugar del otro y mirarse a sí mismo. ¿Dejaría él de ser amigo de alguien porque le faltase una muela? ¿O se reiría de él? Evidentemente, no. Y si alguien le trataba diferente por eso, si alguno de sus amigos cambiase su actitud con respecto a Lucas por el hecho de faltarle una muela, eso le haría ver que esa persona no era su amiga, que no merecía la pena tener a alguien así en su vida. ¡Fuera las personas negativas!autoestima
  • Nadie el perfecto – Y nuestros hijos tampoco. Para nosotros son lo más importante del mundo, pero no son perfectos. Y eso tienen que saberlo y saber quererse con sus defectos y sus virtudes. Ellos también tienen sus límites y por desgracia, más pronto que tarde, aprenderán que las cosas no siempre salen bien. En esos momentos también tenemos que fomentar su autoestima. Cuando se sientan mal por algún motivo, tenemos que hacerles ver lo mucho que valen, ver las cosas positivas, hacerles entender que no son menos valiosos por haber perdido un partido de fútbol o por no saber hacer un dibujo tan bien como Fulanito. Animémosles para que se sientan mejor.
  • Valorar todas sus cualidades – Hay cosas que ya sabemos que nuestros hijos hacen bien. Pero hay pequeños detalles de cada día que pasamos por alto. Y esas pequeñas cosas también hay que valorarlas y hacérselas saber. Quizás nuestro pequeño esté en esa fase en la que quiere vestirse solo pero casi nunca lo consigue; pues cuando consiga ponerse sólo un calcetín es genial que le alabemos lo bien que lo ha hecho. Quizás nuestro adolescente nunca quite la mesa sin que se lo digas mil veces, y de pronto un día que hay visita se levanta y recoge las tazas del café; en ese momento una alabanza le dará una dosis extra de autoestima.
  • Valorar el esfuerzo – Hay que valorar cómo nuestros hijos se empeñan en conseguir algo, aunque luego no lo consigan. Hacerles saber lo bueno que es intentarlo, sin importar el resultado. Si jugamos a un juego de mesa, debemos enseñarles que no siempre van a ganar ellos, muchas veces también hay que perder, pero sin enfadarse. Lo importante no es ganar, sino divertirse.
  • Nosotros somos el espejo en que se miran – En todos los aspectos, nuestros hijos nos imitan, nosotros somos su principal fuente de inspiración. Por eso, una gran autoestima debe empezar por nosotros mismos.
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