No hay mejor lugar que los brazos de mamá

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El sueño (que paso por las noches)

Hoy, Una mamá muy feliz viene totalmente despierta y despejada, a contarnos como le van las noches. Ehhh, perdón, ejem, que no viene tan despejada, creo.

¡Buenos y somnolientos días!

No pongo una foto porque ya sabéis que estoy aquí de incógnito, que si no ibais a ver las dimensiones que alcanzan mis ojeras, ¡se pueden medir en metros cuadrados! Eso a simple vista y si solamente tenemos en cuenta la superficie del colorcillo amarillentoverdosonegruzco. Y en metros cúbicos, si medimos la capacidad de las bolsas, que me van prácticamente desde una oreja (léase órgano auditivo, ya que podemos confundir los términos por su parecido, jo y solo me faltaba tener muchas orejas, me echas al monte y el eslabón perdido) a la otra. Tengo que comprar la crema antiojeras por cubos. Desde hace unos meses, mis ojeras dicen mucho de las noches que pasa mi tesoro, la escala va desde una ligera sombra=noche de lujo en la que solo se ha despertado mínimo dos veces, a bolsas que alcanzan la cuarta dimensión=noche para pegarme porrazos contra la pared=día que si no me dejas como las locas esto puede desencadenar en divorcio.

Con el tiempo he llegado a la conclusión de que cuando fabricaron a mi tesoro olvidaron ponerle el sueño, no dormía nada ni de día ni de noche y al principio nos hacía hasta ilusión; ¿qué son unos padres primerizos sin la experiencia de pasar varias noches en vela? Pregunta de rigor -¿y las noches que?- da igual lo que contestara, ya podía estar reventada, que siempre contestaba con una sonrisa en mi cara, – “bueno poco a poco, estamos conociéndonos…”-. Pero los días pasan y a la misma pregunta no hace falta ni contestar, mi cara lo dice todo…tanto que no creo que se atrevan a volver a preguntarme.

Lo he probado todo. Empezamos como mandan los cánones poniéndolo a dormir en su minicuna, pero ni minicuna antes, ni cuna ahora…parecen que le pinchan, está durmiendo plácidamente encima de mi y es intentar echarlo a la cuna y se pone más tieso que un ajo.

Esto nos llevó al colecho toda la historia aquí perfecto de “en mi cama somos tres”, aunque pronto tuve claro que alguien sobraba y no precisamente por culpa de mi angelito, sino por el rugir de la fiera del otro lado de la cama, ¡eso era insoportable! Uffff pero todas las noches me acordaba de mi madre que me grabó a fuego –“pase lo que pase de tu cama no te salgas”, menos mal que al poco tiempo se dio por aludido, alegando que mi tesoro lo machacaba a patadas. Ya solos ante el peligro pasé por todas las variantes; los dos en la cama, yo en la cama y mi tesoro en la cuna, yo en la cuna y el solo en la cama, los dos en la cuna….

Cuando parecía que el desueñado estaba descubriendo el maravilloso mundo del sueño, empezó lo peor; “la horripilante fase de los 40 minutos” esta duró cuatro largos meses. Todas, todas las noches, cuando parecía que estaba durmiendo para toda la noche, a los 40 minutos exactos, cual Longines, se despertaba llorando… ¡jolín, eso trastorna un montón! ¿Os hacéis una idea de lo que supone eso para una persona dormilona como yo? ¡Una tortura china! en esos meses fue cuando perdí la poca cordura que me quedaba.

A los 8 meses, de repente una noche lo dejé en la cuna, ya extasiada de cansancio, le tararee una canción y ¡¡¡¡se durmió!!! ¡No me lo podía creer!…cachis en los mengues… pero yo me desperté a los 40 min y me lleve mis noches hasta que me confié y logré dormir, si, lo confieso varias veces puse la oreja para ver si respiraba. ¡Qué maravilla! Y así una noche, otra…parecía que me había hecho un lifting. Hasta que a los 10 meses se puso malito, un día con fiebre, colechamos de nuevo, el niño le echó cuento y….hasta hoy.

Mis ojeras han vuelto junto con sus bolsas… y 3 kilazos de michelín, ¿qué que tiene que ver? Justo cuando vuelve a dormir peor por la noche, aprende a dormir la siesta del tirón. Mi trabajo me ha costado conseguirlo poco a poco, acostándome con él, todo a oscuras y en silencio, con mucha paciencia para no salir a la calle como una energúmena y cometer un vecinocidio.  Aunque las siestas han sido mi perdición, la cosa es que el tiempo que duerme mi tesoro por las tardes es directamente proporcional al número de colines mojados en Nocilla que me meto yo entre pecho y espalda. He intentado hacer bici, abdominales…pero el día que me pongo a hacer algo va y se despierta… ¡que pena! pues nada a darle al chocolate, no van a ser todo penurias.

Entre unas cosas y otras, son ya 14 meses y medio sin pegar ojo, ná, una rachilla de ná. ¿Cuánto dura una persona sin dormir? Yo creo que ya estoy en las últimas. ¿Cómo lo lleváis vosotros? ¿Algún consejo…..?

Mil gracias de antemano de Una mamá ojerosamente muy feliz.

Colecho, otro punto de vista

Esta semana, Una mamá muy feliz también nos quiere contar su punto de vista sobre el colecho.

Heyyyy que nosotros también colechamos y quiero contaros mi experiencia, igual que Diana.

No me lo había planteado hasta que mi tesoro llegó al mundo con el sueño sin configurar…¡no dormía nada!, casi todas las noches nos daban las 7 de la mañana entre pañales, llantos, teta y llantos y teta… ¿y qué? después de tanto tiempo esperándolo, teníamos que disfrutar al máximo…¡qué felicidad! ¡ya habría tiempo de dormir!

Comenzamos casi sin darnos cuenta; a la mínima que mi tesoro cerraba el ojo, me faltaba tiempo para ponerlo en su cunita y lanzarme a la cama e intentar dormir un poco antes de que se volviera a despertar, nunca después de dos horas, a pedir otra teta. Entonces me lo metía en la cama con mucho cuidado, siempre pendientes por si lo pillábamos debajo o le echábamos el nórdico encima, luchando contra el sueño, con los ojos ensangrentados por no cerrarlos…En estos momentos de teta, papá aprovechaba para dormir, después vuelta a la cuna o más bien al salón con música y entonces era yo la que dormía… las ojeras nos llegaban a los pies, ¡¡¡pero que felicidad!!!

En cuanto papá se tuvo que ir dos o tres días a trabajar sin dormir, me di cuenta que cuando me quedaba frita dándole la teta al bebé en la cama, el exagerado de papá, que en cada toma me decía -“a ver si te vas a dormir, cuando termine, lo pones en la cuna” -hacía la vista gorda, ¡¡estaba rendido el pobre!!

Conforme mi tesoro pasaba más tiempo en la cama que en la cuna, comencé a informarme, ¡jolín pero todo lo que leía era malo!. Todas las noches me comía la cabeza…¡ni que estuviera cometiendo un crimen!…nada que entre unas cosas y otras lo mío era no pegar ojo.

Todo cambió cuando conocí a Carlos, las noches para mi cambiaron por completo…eh, eh, eh, que me refiero a Carlos González y “El Libro” (Bésame mucho, un regalo para toda la vida, mi niño no me come); resulta que no hacíamos nada malo, todo lo contrario, el colecho era lo mejor y más natural para todos. También ayudó mucho a tomar esta decisión mis pérdidas de memoria y despistes por no dormir; pregunté en agosto en que caía Semana Santa y se me metió en la cabeza que mi aniversario era el 19 ¡¡en lugar del 16!!  Como veis, la cosa era grave.

Las primeras noches no fueron fáciles, soy muy comodona para dormir… ¡es con uno y me costaba!; ea, pues eso fue lo que acabó por convencerme; que llevo colechando la pila de años con un roncador profesional que me ha dado noches de auténtico insomnio, que me ha destapado continuamente y algún que otro codazo me he llevado, ¿y me estaba comiendo la cabeza por dormir con un angelito? Al que tenía que cambiar de habitación ¡¡era al león de La Metro!!

A ver, hay cosas que han cambiado. Yo que siempre he dormido desnuda, ahora me tengo que poner un camisetorro, porque el nórdico no sube más allá de mi cintura… ¡nada, que no hay quién lo tape!

Me he resfriado más este año que en mis mejores trasnochadas de juerga; el nórdico por la cintura y la camiseta asesina reliada en el cuello…¡¡cualquier noche no lo cuento!! o muero de pulmonía o ahogada por una camiseta, pero la zona central tiene que estar disponible para que mi tesoro tenga buffet libre toda la noche.

A las que hacéis colecho, ¿cómo os la apañáis para que coman de las dos tetas? Yo los primeros días saltaba por encima de él y me ponía en el otro lado…¡¡pero que trajín!! Llegaba al otro lado y me caía encima del papi, que no me dejaba hueco, mientras esperaba a que se moviera, yo a gatas encima de mi bebé, se me enganchaba como un corderillo, la camiseta reliá…¡¡ufff, me levantaba reventada!! Ahora, me quedo en mi sitio,  me retuerzo un poquito, a modo de contorsionista, para que coja le teta de arriba,  parezco la niña del exorcista; ¡soy capaz de poner el cuerpo boca abajo y la cabeza boca arriba!
Así descanso más, aunque ya voy notando escasez de pelo en la parte izquierda de la cabeza de dormir siempre de ese lado. Papá también descansa más; no se le echa encima 4 o 5 veces por noche una masa de 60 kilacos. Ahora cada uno en su sitio y mi tesoro actuando de barrera, se acabaron las noches de pasión, se pone paralelo a la almohada… ¡ocupa todo el espacio! y nosotros firmes en los largueros de la cama intentando no perder el equilibrio.

Entre una cosa y otra papá ha decidido irse a su habitación… ¡ya tiene edad para ello! Ahora toda la cama para nosotros, todos los días nos dan más de las 10 de la mañana…ahhhh, no me puedo levantar antes…. ¿y si mi tesoro se cae? No, no, no, yo lo acompaño hasta que él quiera, a veces me levanto con los riñones partíos, pero nada que no pueda soportar, todo sea por velar por el descanso de mi tesoro.

En fin, que viva el colecho, mi contractura del cuello, mi tendinitis del codo, mis ojeras y sus bolsas correspondientes, mis pezones escocidos, Carlos González y la madre que lo parió, que han hecho posible que todos los días mi tesoro me despierte con un besito, ¿qué puede tener eso de malo? ¿Eso es malcriar a un hijo?¡¡¡¡eso no tiene precio!!!!!

Chicas, a las que aun estáis a tiempo, ¡¡COLECHAD!!Hacedle ese favor a vuestros hijos y sobre todo, hacéroslo vosotras mismas. A mí el colecho me hace, hoy con lágrimas en los ojos de la emoción, Una mamá muy feliz.

Colecho 2ª parte

Pues ahora le toca la segunda parte al tema del colecho, la de mi propia experiencia.

Mi primer hijo nació hace 11 años. Lo primero que hice fue poner la cuna en mi habitación, en mi lado de la cama. Cada vez que lo soltaba………buahhh, a llorar. Metía la mano por los barrotes y le acariciaba, le decía palabras tranquilizadoras, pero nada, no había manera. Así me pasaba las noches en vela, entre darle la teta y luego intentar que se quedara dormido en su cuna yo no conseguía pegar ojo. Una noche, sentada en la cama apoyada en la almohada mientras le daba de mamar, casi me quedo dormida y me asusté pensando que se me podía haber caído de los brazos. Así que empecé a darle la teta tumbada y como así estaba más relajada, me quedaba dormida, y él también, claro. Nos despertábamos, a veces le intentaba pasar a su cuna, pero quería teta otra vez, así que a tumbarse y dormir. Y sin nadie que me dijera nada ni ningún libro para informarme, pensé que era la manera más cómoda para darle la teta y poder descansar, que durmiera pegadito a mí. Él también dormía mejor, porque no lloraba, ya que me tenía cerca.

Cuando el príncipe tenía 6 meses, me divorcié  y me tuve que ir a vivir a casa de mis padres.  Todo el mundo me decía que el niño dormía muy mal, que se despertaba mucho, que tenía que enseñarle a dormir, bla, bla, bla, y yo, sensible como estaba con la separación, pues les dejaba hablar. Alguien me prestó un libro que no quiero recordar (si, ese tan horrible en el que todos estáis pensando) para enseñarle a dormir, y yo, tonta de mí, guiada por presiones, lo intenté. Varias noches dejando llorar a la criatura, se me partía el corazón. Por suerte para todos, mi abuela vino a vivir también a casa de mis padres y el príncipe y yo tuvimos que volver a compartir habitación, así que dejarle llorar no tenía sentido, porque estiraba el brazo y me tocaba. Y volvió a dormir bien, porque tenía a mami al lado. Con los meses, compramos una cama supletoria, que juntábamos todas las noches para hacer una cama gigante y allí, juntitos, dormíamos los dos. Y como no nos quedaba otra, nadie no podía criticar ni decir eso de “se va a acostumbrar, luego no va a querer dormir solo…”

Cuando tenía casi 3 años, por fin pudimos irnos a nuestra propia casa los dos solos. Y allí, con una habitación nueva para él solito, no hubo mayor problema en que durmiera en su cama y en su habitación. Ahora, con 11 años, es un niño muy sensible y cariñoso, tiene un corazón enorme, es empático, ayuda a todo el que lo necesita…. No sé si tendrá algo que ver el haber compartido cama conmigo durante esos primeros años. Pero no se acostumbró a nada malo, al contrario.

Y llegamos a la princesa, que ahora tiene 13 meses. Con ella sí que leí, sí que me informé, pregunté, busqué, comparé información…..y con ella sí tenía claro que quería que durmiera en la cama con nosotros. Por todos los beneficios que le aporta, que ya comenté en el post anterior. Y por la comodidad.

Tenemos la cuna sin barrotes pegada al mi lado de la cama. Los primeros días, fueron un poco más incómodos, porque ella era muy chiquitina y dormíamos con el miedo a aplastarla. Es increíble cómo te acuestas sabiendo que ella está allí, y ni te mueves, oye. Al principio, a veces adoptábamos alguna postura rara y por la mañana nos dolía todo, pero enseguida, aprendes a colocarte y a dormir bien.

Y cómo me alegro de haber dormido con ella desde el primer día. Porque nos pegamos un susto enorme, y creo que gracias a dormir así, juntas, no pasó nada malo. Ella tenía sólo 4 o 5 días y llevaba todo el día con una especie de arcada, que le pasaba de vez en cuando. Algo se le removía, le subía a la boca y al fin, vomitaba un poquito y se quedaba tranquila. Pero esa noche, le volvió a pasar, sólo que no salía. Y nos despertamos, más que con el ruido que hacía de las arcadas, con los movimientos. ¡Y estaba azul, morada, no podía respirar! No consigo quitarme de la cabeza esa imagen, mi chiquitina, tan pequeña, con un tono nada saludable, con ojos de pánico, me miraba desesperada, con arcadas que no iban a ningún sitio y no la dejaban respirar (uf, se me han saltado las lágrimas de recordarlo), intentaba llorar pero no podía, daba manotazos al aire y movía las piernas descontroladamente. Rápidamente, la puse boca abajo, apoyada en mi antebrazo, con la cabeza bastante más abajo que el culete y le di unos golpecitos en la espalda y de su boca salió una bola amarilla y pegajosa, espesa, moco, mezclado con líquido amniótico y calostro (supongo). Ahí rompió a llorar desconsoladamente y ya recuperó su color natural. Por cierto, os recomiendo hacer un curso de primeros auxilios, o por lo menos tener unas nociones básicas, ya haré un post al respecto. Yo actué muy bien pero el padre de la princesa daba vueltas por la habitación, con las manos en la cabeza diciendo, “hay dios mío, hay dios mío”. Después de ese día, tuvimos más claro todavía que queríamos dormir con la niña.

A parte de este incidente horrible, y que creo que solucionamos a tiempo por estar durmiendo juntos, el colecho nos ha traído muchos beneficios, y alguna que otra molestia, todo hay que decirlo.

Como beneficio principal, el descanso. Dormimos juntas, por lo que ella casi nunca se despierta del todo, si quiere mamar, hace ruiditos, la pongo a la teta y sigue durmiendo, sin llegar a despertarse. Y yo sigo durmiendo también. Me imagino si tuviera que sentarme, darle la teta y esperar a que estuviera dormida del todo para volver a soltarla, la de horas de sueño que habría perdido. Y no quiero ni pensar en los niños a los que sacan de la habitación con pocos meses, la de paseos que se deben de dar las mamis por la casa a oscuras, y en invierno……..nosotras, tan calentitas en la cama.

¡Despertarse por las mañanas con su sonrisa, sus grandes ojos mirándome, sus manitas tocándome, no tiene precio!

Al principio, hablar de dormir con ella en la cama, no despertaba muchos comentarios, porque era muy pequeña y la gente entendía que nos ayudaba en la lactancia nocturna. Pero ahora que tiene l13 meses, ya empiezan a hacerme comentarios de que debería sacarla de mi cama y de la habitación. Y evidentemente, hago oídos sordos. Antes intentaba explicar a la gente porque lo había, ahora ya paso, simplemente, asiento con la cabeza, o mejor aún, ya no comento este tema con nadie. Cuando me preguntan qué tal duerme la niña, siempre digo que muy bien y cambio de tema (tampoco suelen entender que los niños de teta se despiertan varias veces a mamar y que es totalmente normal).

Y como inconveniente, tengo que decir que de vez en cuando se mueve mucho, así que a veces me despierta un pie en la cara o directamente, ella se tumba encima de mí.

Os dejo esta ilustración, de las formas de dormir que hemos tenido, creo que las hemos probado casi todas, jejeje.

 Colecho

Colecho 1ª parte

Hoy voy a hablar del colecho. De la parte teórica, pero también, de mi experiencia, que creo que además de la teoría, siempre viene bien un punto de vista personal. Como me pasa cada vez que me pongo a escribir, me lío y me lío y al final me queda muy largo, así que lo voy a dividir en dos parte, primero la teoría y mañana la experiencia. 🙂

Últimamente, mucho se habla sobre esta práctica, o no tanto, porque en muchos casos, es una práctica “oculta”. Muchas familias duermen con sus hijos, pero no lo dicen, por miedo a las críticas. Como en todos los temas relacionados con la maternidad, parece que todo el mundo tiene derecho a opinar. Y si dices que duermes con tus hijos, te espera una crítica segura; que si le vas a aplastar; que si le estás mal acostumbrando; que si luego no lo sacas nunca de tu cama….

El colecho es dormir con los hijos. Para ello, se puede dormir en la misma cama o adosar una cuna u otra cama a la cama familiar, dependiendo del tamaño de la habitación, de la edad y del número de los hijos. Esta es una práctica normal en muchas partes de mundo, pero no en nuestra sociedad. Y a lo largo de la historia, el colecho también ha sido una práctica habitual, donde las casas eran pequeñas y tenían un solo cuarto en el que dormían todos juntos. Es en la época moderna, cuando las casas empiezan a tener más habitaciones, cuando se empieza a separar a los hijos a otros cuartos.

El colecho tiene bastantes ventajas. Y también algún pequeño inconveniente. Y hay, como en todo, firmes defensores y multitud de opositores. Si buscamos información sobre el tema, podemos encontrar de todo. Como yo digo siempre, la información es poder, así que creo que todo el mundo debería tener la opción de conocer todas las informaciones y después, decidir en función de sus gustos u opiniones.

Aquí, lo que plasmo es mi propia opinión y mi propia experiencia, que es totalmente a favor del colecho.

Primero, vamos con las desventajas, o más bien, con los inconvenientes:

Una desventaja es el peligro de aplastar o ahogar al bebé con nuestro cuerpo. El peligro existe, es cierto, aunque pensándolo bien, es bastante difícil que esto ocurra. Por lo general, una vez dormidos, no nos caemos de la cama, y del mismo modo, sería casi imposible que nos moviéramos y aplastáramos a nuestro bebé. Pero siempre hay que tener en cuenta que esto es en condiciones normales. En caso de haber ingerido drogas, alcohol o somníferos, sí que sería mejor, por precaución, no compartir la cama con un bebé. También recomiendan no colechar si se está muy obeso. En el resto de los casos, no hay mayor peligro de aplastar al bebé.

Hay que tener en cuenta una serie de normas para que el colecho sea seguro:

• No ingerir drogas, alcohol ni somníferos. • Dormir en una superficie firme, sin almohadas, sin huecos entre la pared y el colchón donde pueda meterse el bebé. • No fumar en la habitación. Los padres no deberían fumar, las primeras semanas de vida, los riesgos de síndrome de muerte súbita aumentan en caso de padres fumadores, por lo que en este caso, no se debería compartir la cama. • El bebé siempre debe dormir boca arriba. • No abrigar demasiado al bebé ni tener la habitación demasiado caliente. • La decisión de dormir con el bebé debe ser respetada por ambos padres, y ambos tienen que respetar las mismas normas de seguridad. • Los primeros días, es mejor que el bebé duerme entre la madre y la pared o la cuna, hasta que el padre sea consciente de la presencia del bebé. • Poner barreras en la cama cuando el bebé empiece a moverse, para evitar caídas fortuitas.

Como ventajas encontramos: • Dormir con el bebé, ayuda a la lactancia materna. Los bebés tienen acceso más fácilmente al pecho materno, lo que ayuda a un buen establecimiento de la lactancia. Los bebés que duermen con la madre maman muchas más veces y durante más tiempo que lo que duermen en otra habitación. • Dormir con los padres ayuda a regular la respiración de los bebés, la respiración se sincroniza con la de la madre. Hay estudios que defienden que el colecho previene la muerte súbita del lactante, porque dormir de cara a la madre, hace que el dióxido de carbono que exhala la madre en cada respiración, estimule la respiración del bebé. (James Mckenna) • También hay estudios que indican que el colecho mejora el ritmo cardíaco y la presión sanguínea. (James McKenna) • El colecho refuerza el vínculo padres-hijos. • El colecho, ayuda a atender las necesidades del bebé más rápidamente. El niño no necesita llorar para avisar a su madre de que necesita algo. Esto hace que los bebés sean más seguros. • En caso de algún peligro o problema, como vómitos, fiebre, mal estar, dormir con el bebé hace que los padres se den cuenta mucho antes de estos problemas que si el bebé durmiera en otra habitación. • Para los padres, es mucho menos cansado dormir con los bebés, porque no hay que levantarse para atenderlos, con lo que se descansa mejor.

«¡Por supuesto que los niños no quieren dormir solos! No quieren, ni deben. Los bebés recién nacidos no están preparados para un salto a la nada: a una cuna sin movimiento, sin olor, sin sonido, sin sensación de vida. Esta separación del cuerpo de la madre causa más sufrimientos de lo que podemos imaginar y establece un sinsentido en el vínculo madre-niño.» Laura Gutman

Y mañana, mi propia experiencia con mis dos hijos.

Minientrada

Una anécdota divertida en mitad de la noche.

La princesa duerme en la cama conmigo, así está cerca de la teta y cuando quiere mamar, casi no se despierta ella y casi no me despierto yo, una maravilla, vamos, ya os contaré otro día los beneficios que tiene el colecho para mí.

Tengo la cuna, sin los barrotes de un lateral, adosada a la cama, así hay más espacio y no tengo miedo de que se pueda caer. Ya lleva unas noches, que después de mamar, se gira y rueda hasta su cuna, a seguir durmiendo, creo que lo hace dormida. Antes siempre se quedaba pegadita a mí, pero lo mismo tiene algo de calor, y cuando ha saciado su hambre y su sed, ella misma prefiere “despegarse” un poco (y confieso que a veces me da un poco de pena, y eso que sólo está unos centímetros más allá…)

Esta noche, en cambio, ha cambiado un poco su rutina….

Después de mamar se ha ido a la cuna, pero inmediatamente, se ha sentado. Así que yo pensaba que eso era sinónimo de despertarse y pasarse una hora de cachondeo, cosa que hace a veces, como se espabile, ya no hay quien la duerma. Según veo que se sienta, iba rápida a cogerla, para intentar que no se despertara del todo, pero me he fijado que estaba sentada con los ojos cerrados. Me quedo mirándola y de pronto, así dormida como estaba, empieza a tirarse unos pedos….que pensaba que no eran de ella, jajaja. Se ha quedado bien a gusto, ha sacado todo el aire que había por su intestino y tranquilamente, y sin abrir los ojos, se ha tumbado en la dirección contraria, con la cabeza donde lo pies, y ale, a seguir durmiendo.

Vaya momento divertido en mitad de la noche.

¿Por qué los bebés africanos no lloran?

Hoy he traducido un artículo que me ha parecido muy interesante. Se basa en que los bebés africanos no lloran, porque básicamente, viven colgados del pecho de sus madres, son porteados continuamente y maman a todas horas. Pertenece a este blog. Es un fragmento del libro de Niala In culture parent.

La Dra. J. Claire K. Niala es madre, escritora y osteópata que disfruta explorando las diferencias que afortunadamente todavía existen entre las diversas culturas de todo el mundo. Ella nació en Kenia y creció en Kenya, Costa de Marfil y  Reino Unido. Ha trabajado y vivido en tres continentes y ha visitado al menos un nuevo país cada año desde que tenía 12 años de edad. Sus compañeras de viaje favoritas son su madre y su hija, cuyas historias e interés por los demás, la ha llevado a comprometerse con el mundo de un modo que nunca habría imaginado.

Nací y crecí en Kenia y Costa de Marfil. A los quince años me fui a vivir a  Reino Unido. Sin embargo, siempre supe que quería criar a mis hijos (cuando los tuviera) en mi casa en Kenia. Y sí, asumí que los iba a tener. Soy una mujer africana moderna, con dos títulos universitarios, y la cuarta generación de  mujeres trabajadoras, pero cuando se trata de niños, soy típicamente africana. La realidad es que tú no estás completa sin ellos, los niños son una bendición y hay que estar loco para evitarlos. En realidad, la cuestión ni siquiera se plantea. 

Comencé mi embarazo en el Reino Unido. El deseo de dar a luz en casa era tan fuerte que dejé mis prácticas, mi nuevo negocio y me mudé de casa y de país a los cinco meses de descubrir que estaba embarazada. Hice lo que la mayoría de las madres embarazadas en el Reino Unido hacen –  leí vorazmente: “Our Babies, Ourselves”, “Parenting Incondicional”, cualquier cosa de Sears – y la lista sigue. (Mi abuela comentó más adelante que los bebés no leen los libros y todo lo que realmente necesitaba era «leer2 a mi bebé). Todo lo que leía decía que los bebés africanos lloran menos que los bebés europeos. Y estaba intrigada en saber por qué.

Cuando volví a casa, observé. Busqué a madres y bebés y estaban por todas partes, aunque los bebés más pequeños, de menos de seis semanas, estaban principalmente en las casas. Lo primero que noté es que a pesar de estar en todas partes, en realidad es muy difícil «ver» a un bebé keniata. Por lo general están muy bien envueltos, antes de ser porteados por su madre (a veces el padre). Incluso los bebés mayores atados a la espalda están protegidos de la intemperie por una manta grande. Tendrías suerte de ver una extremidad, no digamos un ojo o la nariz. La envoltura es como una réplica del vientre materno. Los bebés son literalmente, protegidos en un capullo del estrés del mundo exterior en el que están entrando. 

Mi segunda observación fue de índole cultural. En el Reino Unido, se entiende que los bebés lloran. En Kenia, era todo lo contrario. La normal es que los bebés no lloran. Si lo hacen, hay algo terriblemente mal y hay que hacer algo para corregirlo inmediatamente. Mi cuñada inglesa lo resumía así: «a la gente realmente no le gusta que los bebés lloren ¿verdad?» 

Todo tuvo mucho más sentido cuando finalmente di a luz y mi abuela vino de la aldea para visitarnos. Dio la casualidad que mi bebé hizo lloraba mucho. Exasperada y cansada, se me olvidó todo lo que había leído y algunas veces me unía a su llanto también. La solución para mi abuela era simple, «Nyonyo amamántala! “Esa era su respuesta a cada quejido.

Hubo momentos en que se trataba de un pañal mojado, o que la había soltado, o que necesitaba eructar, pero mayormente, lo único que ella quería era estar en el pecho. No importaba si estaba comiendo o simplemente descansando. Yo la porteaba la mayoría del tiempo y dormía (colechaba) con ella, así que esto fue una extensión natural de lo que estábamos haciendo. 

De repente aprendí el no tan difícil secreto del alegre silencio de los bebés africanos. Era una simbiosis sencilla entre necesidad y conocimiento, que requería la suspensión total de las ideas prefijadas de lo que debería ocurrir y el abrazo de lo que realmente estaba pasando en ese momento. La conclusión fue que mi bebé se alimentaba mucho, mucho más de lo que yo había leído, y al menos cinco veces más que algunos de los programas de alimentación más estrictos que había visto

Sobre  los cuatro meses, cuando una gran cantidad de madres urbanas comienzan a introducir los alimentos sólidos como recomiendan algunas guías de alimentación para bebés,  mi hija volvió a su estilo de lactancia de bebé recién nacido, mamando cada hora, lo cual fue un shock total. En los últimos cuatro meses, el tiempo entre una toma y había comenzado a espaciarse lentamente. Incluso había comenzado a tratar a pacientes sin que mis senos gotearan  o la niñera de mi hija interrumpiera la sesión para hacerme saber que mi hija necesitaba mamar.

La mayoría de las madres de mi grupo de mamás y bebés había empezado a introducir arroz para bebés (para alargar las tomas) y todos los profesionales involucrados en la vida de nuestros hijos, pediatras, incluso doulas, decían que era correcto. Decían que las madres necesitaban descansar también, que lo habíamos hecho increíblemente bien por haber amamantado en exclusiva durante cuatro meses, y nos aseguraron que nuestros bebés estarían bien. Algo no me sonaba real e incluso cuando trataba, con poco entusiasmo, de mezclar un poco de papaya (la comida tradicional de destete en Kenya), con leche extraída y ofrecérsela a mi hija, ella no tomaba nada.

Así que llamé mi abuela. Ella se rio y me preguntó si había estado leyendo libros de nuevo. Con mucho cuidado, me  explicó cómo la lactancia materna era cualquier cosa menos lineal. » Ella te dirá cuando esté lista para comer, y su cuerpo también lo hará. » 

«¿Qué voy a hacer hasta entonces?” Estaba ansiosa por saberlo

«Haz lo que hacías antes, Nyonyo, tienes que ser regular»

Así que mi vida que mi vida se desaceleró a lo que parecía un punto muerto otra vez. Mientras muchas de las madres de mi grupo se maravillaban de cómo sus hijos dormían durante más tiempo ahora que habían introducido el arroz para bebés, e incluso se aventuraban con otros alimentos, yo me despertaba cada una o dos horas con mi hija, y tenía que decirle a mis pacientes que la vuelta al trabajo no iba a ser como lo había planeado. 

Pronto me di cuenta de que, inconscientemente, me estaba convirtiendo en un servicio de apoyo informal para otras madres. Mi número de teléfono pasaba de mano en mano y muchas veces, mientras daba de mamar a mi bebé, podía oírme a mí misma diciendo: «Sí, sólo tienes que seguir amamantándola. Sí, incluso aunque acabes de darle de mamar. Sí, posiblemente no seas capaz ni de quitarte el pijama en todo el día. Sí, todavía necesitas comer y beber como un caballo… No, ahora puede que no sea el momento de volver a trabajar si puedes permitírtelo. «Y, por último, le aseguraba a las madres: » Va a ser más fácil a partir de ahora.» Yo misma tuve que creerme esto último, aunque para mí, todavía no se había vuelto más fácil.

Aproximadamente una semana antes de que mi hija cumpliera cinco meses, viajamos  a Reino Unido para una boda y para que conociera a la familia y amigos. Como tenía muy pocas exigencias, podía mantener fácilmente su horario de alimentación. A pesar de las miradas desconcertadas de muchos extraños cuando alimentaba a mi hija en diferentes lugares públicos (la mayoría de las designadas salas de lactancia estaban en baños que yo no habría utilizado para mí misma), nosotras seguimos adelante.

En la boda, la gente de la mesa donde nos sentamos señalaba: «Ella es como un bebé tranquilo, aunque se alimenta mucho». Yo guardaba silencio. Otra mujer comentó, “Leí en algún sitio que los bebés africanos no lloran mucho”. No pude evitar reírme.

 

La sabiduría de mi abuela:

1-    Ofrece el pecho a cada momento que tu bebé se sienta mal, incluso si ya lo has alimentado.

2-   Colecha (duerme con tu bebé). Muchas veces puedes alimentar a tu bebé antes de que esté completamente despierto, lo que os permitirá volver a dormir más fácilmente  y descansar mejor.

3-    Lleva siempre una botella de agua templada a la cama, lo que te permitirá hidratarte y hacer que la leche fluya.

4-   Aliméntate correctamente (sobre todo durante el periodo de crecimiento) y que toda la gente a tu alrededor te ayude en todo lo que pueda. Hay muy pocas cosas que no pueden esperar.

5-   Lee a tu bebé, no leas libros. La lactancia maternal no es lineal, va arriba y abajo, e incluso en círculos. Tú eres la única experta en lo que tu bebé necesita.

Criar con apego

Últimamente se habla mucho del apego. Yo misma, hablo de ello y comparto publicaciones, artículos y todo lo que me parezca interesante en mi página de Facebook. ¿Pero, que es exactamente el apego?

Según la Real Academia de la lengua,
Apego- (De apegar)- 1. m. Afición o inclinación hacia alguien o algo.
Y en la versión del año 2005- Afecto, cariño o estimación hacia una persona o cosa.

La crianza con apego es una filosofía basada en los principios de la teoría del apego. Según la teoría del apego, un fuerte enlace emocional con los padres durante la infancia, también conocido como apego seguro, es un precursor de relaciones seguras y empáticas en la edad adulta.

Así que así es como deberíamos criar a nuestros hijos, con apego, con cariño, con una relación basada en la confianza.

Hoy en día, todo el mundo puede encontrar información en internet, grupos de apoyo a la crianza, múltiples herramientas disponibles para ayudar(nos) a muchos padres que andan perdidos en esto de criar un hijo. Es altamente recomendable. Yo misma intento aportar mi granito de arena, extendiendo la crianza en brazos como parte de una rutina normal en la vida de padres y bebés.

Ahora, con la princesa, me está resultando todo más fácil. Pero… hace 11 años, cuando nació mi príncipe, yo no conocía nada de esto. Y no por eso, le crié de distinta manera.

Llegué a casa con un bebé y muchas dudas. Con unas normas rígidas que me imponían dar el pecho cada 3 horas y 10 minutos de cada uno y con cientos de consejos gratuitos de todo el mundo, que parecía saber la forma correcta de criar a un hijo. En lo que más o menos todos coincidían era en que no debía cogerle mucho en brazos, porque se acostumbraba y en que tenía que dejarle en la cuna, para que aprendiera a dormirse sólo. Hasta me dieron un consejo que aún hoy, al recordarlo, me pone los pelos de punta. El príncipe lloraba mucho y me aconsejaron que en uno de sus múltiples llantos, lo “tirara” bruscamente contra la cama, para que con el susto, dejara de llorar… Menos mal que no se me ocurrió hacer caso de ese consejo, que desde luego, seguro que es más perjudicial que beneficioso.

El caso es que después de las consabidas visitas de los primeros días, me encontré sola en casa, con ese príncipe que no dejaba de llorar. Y empecé a dejarme guiar por mis instintos, y no por los “sabios” consejos que me daban.

Si lloraba y le cogía en brazos, se calmaba. Solución, me pasaba el día paseando con él arriba y abajo por la casa.
Si no había pasado el tiempo “estipulado” para la teta, pero tenía hambre, le daba la teta y se calmaba. Solución, empezó a mamar a demanda.
Si se despertaba varias veces por la noche y me lo metía en la cama para darle de mamar, hasta yo descansaba mejor. Solución, dormíamos juntos.
Y todo eso, a pesar de no saber por entonces lo que era el apego, ni la crianza en brazos, ni la lactancia a demanda ni el colecho. Simplemente, era lo normal y lo natural. Y me criticaron, vaya si lo hicieron. Pero me dio igual.
A mi príncipe lo crié contra la normas, con todo el amor y el cariño que me salía de dentro. Y diciéndole continuamente lo mucho que le quería.

Ahora, con 11 años, todos los días nos llenamos de besos. A veces, él me escribe notas de amor que me deja por los rincones. Yo le dejo réplicas llenas de corazones, para que lea cuando se despierte. Y nos decimos cientos de veces lo mucho que nos queremos. Es un niño bueno, amable y cariñoso. E imagino que gran parte de esta forma de ser, es gracias al cariño que recibió de pequeño, a lo que ahora sé que se llama “apego seguro”.

Y es exactamente lo mismo que estoy haciendo con mi princesa. Disfrutar cada momento del día. Llevarla en brazos a todas horas, ahora con ayuda de portabebés, colechar con ella, darle la teta a demanda y quererla mucho, simplemente, quererla.

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