No hay mejor lugar que los brazos de mamá

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Las rabietas y los terribles dos años

Cuando nuestros peques cumplen 2 años, todo el mundo nos vaticina un año terrible de rabietas. Pero con un poco de paciencia, podemos pasar esta etapa sin muchos conflictos.

No es que sean “malos” o que intenten “manipularnos”, es que empiezan a tener conciencia de sí mismos y a saber el lugar que ocupan en el mundo. Es algo normal y necesario en su desarrollo. Han dejado de ser bebés para empezar a ser niños pequeños, empiezan a saber hablar, conocen el poder del no, a saber que son personas independientes de nosotros, a tener sus gustos y preferencias. Y tenemos que acompañarles en esta etapa de su desarrollo.fotolia_56239569

Hay momento difíciles, las famosas rabietas.

Y en general, se puede pasar esta etapa sin mucho conflicto. En mi caso, hay unas cosas que casi siempre me han funcionado.

  • Saber en qué momentos Sara es más propensa a tener rabietas – Cuando no ha dormido bien, cuando está cansada, cuando está nerviosa, es más fácil que se enfade por algo.
  • Conocer motivos desencadenantes y evitarlos antes de que ocurran.
  • Tener alternativas a mano para cuando no se puede evitar la rabieta – Si se enfada porque quiere hacer algo que no puede, le ofrezco otras cosas que le gustan, para cambiar su atención.
  • Paciencia, cariño y comprensión – Saber que los niños no quieren manipularnos, que muchas veces ellos mismos se sienten confundidos, darles nuestro amor incondicional y ofrecerle muchos besos y abrazos en momentos conflictivos son herramientas que funcionan mucho mejor que un castigo.

Evidentemente, no estoy diciendo que para evitar las rabietas haya que darles a los niños todo lo que piden. No es eso, que la gente siempre malinterpreta las palabras. Yo suelo ser permisiva dentro de unos límites, es decir, si me pide algo que veo lógico y puede tener, ¿por qué negárselo? (por ejemplo, una chuche o algo de ropa que ve y les enamora…) pero todo en su justa medida (una chuche al día está bien, si me pide más, pues ya no se la doy). Aun así, a pesar de las buenas intenciones, a veces la situación no conseguimos controlarla del todo y tenemos que llenarnos de calma si no podemos evitar la rabieta.

Más o menos, en nuestro caso, hemos pasado los famosos dos años sin demasiados conflictos, algún enfado pero nada de rabietas escandalosas…hasta justo dos días antes de cumplir los 3 años.

En vísperas de su cumpleaños, bajé con Sara a comprar unas cosas al supermercado. Como la peque es una artista en potencia, tenemos la casa llena de material de dibujo y todo lo que tenga que ver con pintar la vuelve loca. Estábamos haciendo la compra cuando vio unos rotuladores negros permanentes y decidió que los quería, a lo que yo dije que no, pues bastante se mancha con los rotuladores que tenemos en casa (no me importa mucho, luego a la bañera y la ropa a la lavadora y listo) como para cogerle unos permanentes. Y en ese momento se desencadenó la tormenta. Ella empeñada en que los quería, yo explicándole que ya tenía muchos rotuladores, que los de casa de colores eran más bonitos, que en cuanto subiéramos se ponía a pintar, muchas palabras tiernas y dulces…pero en esta ocasión, ninguna de las cosas que siempre pongo en práctica me sirvieron. Fue una rabieta épica, en las que todo el mundo en el supermercado nos miraba y veía a una niña chillando, tirada en el suelo pataleando, a una madre intentando abrazarla y siendo rechazada, a una madre hablando con palabras cariñosas y no siendo escuchada… Vaya ratito. Al final, viendo que nada de lo que intentaba servía, y después de ser casi atropellada por la cesta de la compra que Sara lanzó contra mí, decidí pasar a la táctica de no hacerle ningún caso y dejarla llorando, a lo que la gente me miraba más todavía porque no hacía nada para callar a mi hija. ¿Pero que querían que hiciera? Seguro que más de uno pensaba que mi hija se merecía una torta por caprichosa, torta que yo habría dado gustosa al que me lo hubiese propuesto por imbécil (me estaban poniendo nerviosa todas las miraditas que me echaban los “entendidos” en la materia). Bueno, al final, después de pagar la compra y con Sara aun gritando en el suelo, me marché a casa y en cuanto vio que me iba vino corriendo a darme la mano para volver a casa, eso sí, sin dejar de llorar en ningún momento ni de seguir pidiendo los rotuladores. Llegamos a casa con la cara roja de tanto llorar y menos mal que en el patio vimos a sus amiguitos y ya se le fue pasando el berrinche.

Esta no es Sara, pero bien podría haberlo sido

Esta no es Sara, pero bien podría haberlo sido

Y yo que me enorgullecía de haber llegado a los 3 años sin ninguna rabieta escandalosa y justos dos días antes.

¿Os ha pasado tener una rabieta de este estilo, de las grandes? ¿Cómo habéis manejado la situación? ¿Cómo creéis que debería haberla manejado yo?fotolia_79074832

Un único propósito para este nuevo año: disfrutar de mi familia

Cada año, al sonar las campanadas, le gente se besa, se alegra, se felicita el año y se llena de buenos propósitos. Todo es felicidad y buenos deseos, muchas personas se proponen hacer cosas que luego, la mayoría de las veces, no cumple. Y en cuanto han pasado un par de días, se nos olvida la alegría y la felicidad y volvemos a nuestras vidas de siempre, a las carreras, a los horarios, a las prisas, a los enfados, a los nervios y nos olvidamos de esas horas en las que el año llegaba cargado de buenos propósitos.

Yo sólo tengo un propósito. Y quiero compartirlo con vosotros, para que también tengáis el mismo.

En abril del año que acabamos de terminar falleció mi marido. Un suceso que nos dejó a todos confundidos, doloridos, solos. Dicen que el tiempo todo lo cura, pero el tiempo pasa despacio y puedes pensar en todo una y otra y otra vez. Hay dos cosas que no dejan de pasarme por la cabeza. Una son los “y si…”. “Y si no hubiese ido a correr…” “Y si hubiese ido con los niños en el coche…” “Y si le hubiese dicho…” Esos “y si” no llevan a ninguna parte, está claro, aunque no puedo evitar que me ronden. La otra cosa que no deja de pasarme por la cabeza es pensar que debía haberle abrazado más, deberíamos haber discutido menos, debería haberle dado más besos, deberíamos habernos reído más veces… Está claro que esto tampoco tiene solución con él. Pero sí la tiene con el resto de mis seres queridos. Y de los vuestros.

Mi propósito, vuestro propósito para este 2015 debe ser disfrutar más de nuestros seres queridos.preciosa familia

No nos damos cuenta, pero la mayoría de las veces damos las cosas por sentadas. Pensamos que siempre vamos a estar aquí, pensamos que la persona con la vamos a compartir nuestra vida estará aquí para siempre, descuidamos nuestras relaciones de pareja, nos alejamos de seres queridos, no pasamos el suficiente tiempo con nuestros hijos….

El propósito más importante para este año es que las personas a las que amamos lo sepan. Decidlo, decidles a vuestros seres queridos lo mucho que los queréis, dad muchos abrazos, muchos besos, parad un poco y sonreíd un poco más. Nunca os vayáis a la cama enfadados, aunque hayáis discutido, antes de dormir abrazar a esas personas a las que amáis y todos dormiréis mejor y más felices.

Yo lo llevo poniendo en práctica varios meses y seguiré haciéndolo todo este año, y el próximo, y el siguiente… Amo muchísimo a mis hijos, ellos son el motor que impulsa mi vida, ellos son los que en los momentos más duros me han dado ánimos para levantarme y seguir, por ellos hago cualquier cosa. Y lo saben, porque no paro de decírselo.

Quizás antes de que Jose falleciera se lo decía menos, aunque yo siempre he sido muy cariñosa y les he dicho muchas veces lo mucho que les quería. En ese sentido, nunca me han faltado palabras de cariño. Pero ahora, ahora les digo muchas más veces lo mucho que les quiero, ahora les doy más besos y más abrazos.

Ahora saco ratos para ellos debajo de las piedras. Hace tiempo leí sobre un método para rentabilizar el tiempo a la hora de trabajar desde casa y no distraerse. Pues nosotros en casa lo hemos aplicado a nuestra manera. Está claro que siempre tenemos un montón de cosas que hacer, trabajar fuera de casa, trabajar dentro de casa, hacer comidas, tareas domésticas… Cuando estamos en casa haciendo cosas, por ejemplo, los fines de semana por la mañana que los dedicamos a dejar la casa más ordenada, ponemos el cronómetro 20 minutos y durante ese rato sólo nos encargamos de lo que toca (limpiar el polvo, cambiar sábanas…) Cuando suena el reloj tenemos 5 minutos cronometrados para perder el tiempo, sentarnos juntos un rato en el sofá a ver algo que a Lucas le apetezca o hacer puzles con Sara. Y luego vuelta a empezar. De esa manera, aunque estemos ocupados, siempre hay tiempo para parar un momento y estar con los niños. También lo hago cuando estoy al ordenador y ellos están entretenidos haciendo otras cosas. Pongo el temporizador y cuando suena, descanso un rato y hago cosas con ellos.

Muchas veces Lucas y yo discutimos, está en esa edad en la que casi todo le parece mal. Pero siempre, cuando se nos pasa el enfado y nos hemos calmado, nos abrazamos, besamos y nos decimos que nos queremos. Es muy fácil y es mucho más placentero. Y si nos enfadamos por la noche, cuando ya se ha metido en la cama, voy a hacer las paces con él y a desearle buenas noches. Con Sara también me enfado, pero por otras cosas. Y a veces grito a mis hijos, eso es algo que intento cambiar. Pero siempre, cuando ya hemos arreglado el problema, me siento en el suelo para abrazarla y ambas nos sentimos muchísimo mejor.

No deberíamos perder ningún momento de nuestras vidas, pues no sabemos lo que duran. Y no deberíamos dejar de besar y demostrar nuestro amor a nuestros seres queridos. En este nuevo año que acaba de empezar, tenemos muchísimas oportunidades para hacerles sentir queridos y amados. El amor nos hace grandes y hace mejores personas. El amor es mi gran propósito para este año. Disfruta de tus hijos, disfruta de tu pareja, el tiempo pasa rápido y los buenos momentos no vuelven.

La maternidad de la A a la Z: T de Tacto

Esta semana, bastante pillada de tiempo y escribiendo desde el móvil, casi no llego a mi cita con el diccionario de Vero, del que seguro que ya lo sabéis todo, pero por si acaso, lo podéis leer aquí.

Y mi palabra para esta semana es tacto

El tacto es otro de los 5 sentidos. Nos permite conocer características de las cosas mediante el uso de la piel, que es el órgano del cuerpo más extenso.

Cuando nos convertimos en madres, el primer contacto que tenemos con el tacto, es cuando nace nuestro bebé. De pronto, entre las manos, tenemos al ser más precioso del mundo, una cosita pequeña, tierna y adorable. Empezamos a tocarlo, y numerosas sensaciones aparecen a través del tacto. Notamos su calor, su suavidad, notamos que está blandito, nuestro cuerpo entero responde al contacto.

Tacto

Según pasan los días, el tacto es cada vez más importante en la maternidad. Con sólo tocar al bebé, sabemos si tiene fiebre, mejor que un termómetro. Aprendemos a dar masajes a nuestro bebé, pasamos nuestras manos por ese cuerpecito tan delicado, que se relaja con el contacto.

Pero el tacto no está solo en las manos. Toda nuestra piel se encarga del tacto. Cuando el bebé se tumba encima tuyo, notas esa presión, ese calor, esa suavidad, con cada poro de tu piel. ¿Y los besos? Ese roce con la piel de los labios sobre otra piel, esos momentos indescriptibles sobre los que ya escribí aquí. Los besos son la mayor expresión del tacto, a través de ellos, sentimos y expresamos muchos sentimientos, notamos la suavidad de nuestros hijos, y percibimos su olor. Vamos, que el tacto está íntimamente relacionado con el resto de los sentidos.

A mi me encanta tocar a la princesa. Mientas mama, la tengo tumbada encima mía, y le acaricio la cara, las piernas, el pelo. No puedo parar de tocarla. El tacto me tiene enganchada. Y ahora en verano, lo disfruto más si cabe. Estamos con poca ropa, y a pesar del calor, hay algo que hace mi peque que a mi me vuelve loca. Mientras está mamando, y aprovechando que yo también voy ligera de ropa, mete una de sus manitas por mi espalda o por mi tripa, y me acaricia. ¡No hace falta que os diga que a mí se me cae la baba!

El tacto me permite también manejarme a oscuras, por la noches, para no despertar a nadie, voy tanteando las cosas hasta llegar a mi destino.

Y antes de terminar, la última mención al tacto, aunque esta no tenga que ver con los sentidos.

El tacto, o mejor dicho, la falta de tacto que tienen algunas personas para decirte cosas, hacer comentarios y observaciones, críticas que como madre, molestan sobremanera. Lástima que de esas personas haya tantas, de esas que sin tacto ninguno, te dicen que a los bebés hay que dejarles llorar, que llora porque tu leche no le alimenta o que tanto cogerle en brazos lo estás mal criando. A todas esas personas, con todo el tacto del que soy capaz, les digo: «Anda y meteos en vuestros asuntos»

Besos a la fuerza, no gracias

El otro día, en el Gran Diccionario de la Maternidad, de Trimadre a los 30 escribí sobre los besos, puedes leerlo aquí. Sobre los besos que me encanta darles a mis hijos y que me encanta que me den ellos a mi.

Pero hoy, quiero hablar sobre los otros, sobre los besos por compromiso y por obligación. Porque esos me gustan menos.

Parece que cada vez que nos encontramos con algún conocido, amigo o familiar, tenemos que plantarle dos besos, como mandan las normas. Pero, ¿Qué normas? Ya os conté que yo no soy muy besucona. Y no me gusta tener que darle dos besos a mucha gente, sobre todo, si encima les veo todos los días.

Me gusta besar a mis amigos cuando los veo. Se nota cuando lo hago porque quiero, porque a veces, los besos van acompañados de abrazos. Pero hay besos, de esos que das sin besar, plas, plas, que no me gustan.

Y ¿cuándo empieza la obligación? Porque yo, desde luego, no pienso obligar a mi hija a que bese a nadie. Me niego. Es que me parece tan absurdo…….

Ya he escuchado algún comentario del tipo “no me das un beso, que mala eres” y me enciendo y me pongo de los nervios. Primero, porque ahora ella está empezando a dar besos. Y, evidentemente, se los da a quien le da la gana, porque para ella, los besos son espontáneos, no obligados. Y segundo, ¿Por qué un bebé o niño tiene que ser catalogado de malo, por no querer dar un beso? ¿Qué es un niño malo? ¿Un niño que no da besos, que no come bien, que no duerme del tirón? Noooooooo. Esta no es la definición de niño malo, es sólo la definición de niño, de una personita que se está forjando su carácter, su forma de ser, una personita que está aprendiendo a comer, a dormir y a dar besos. Niños malos, malos como tal, en el estricto sentido de la palabra, niños que hacen las cosas con maldad, debe de haber muuuuy pocos, son escasos, por suerte, porque todos los niños son buenos por naturaleza. Así que, si mi hija no quiere dar un beso NO ES MALA .

Y el otro comentario que no soporto “No me das un beso, pues ya no te quiero”, ufffffffff, mira que depende de con qué personas, me tengo que morder la lengua para no saltarles: “pues por eso mismo no te da un beso, porque tanto decir que no la quieres, ella no te quiere a ti”. Ainsss, pero como un adulto, que se supone que es más inteligente que un niño, ¿puede entrar en esos juegos, puede decir esas cosas? ¿A quien le gusta recibir algo (un beso) a cambio de presión (ya no te quiero)? Los niños crecen, y al final, si oyen esas cosas muchas veces, van a ser ellos los que no quieran nada con esa persona.

O el típico, “si no me das un beso, no te doy un caramelo”. Pues sabes que, métete el caramelo donde te quepa  en la boca.

Yo tengo una sobrina muy seria, es muy tímida, y en cuanto ve a alguien que no sean sus padres, suele retraerse y a veces, hasta esconderse detrás de mi hermana. Cada vez que la veo y hay más gente, siempre tengo que estar escuchando comentarios, hasta de sus propios padres, “esta niña, que mala, no habla, no da besos, da un beso ahora mismo, te voy a castigar…” y, evidentemente, ella se retrae aún más.  Cuando yo la veo, la dejo a su aire, nunca la presiono, muchas veces, me acerco a ella, jugando, le hago cosquillas, la cojo en brazos, la achucho y un momento después, ya se ha relajado y está tan tranquila. Otras veces, eso tampoco le apetece, pues nada, la dejo a su aire y cuando a ella le apetezca, ya vendrá. La diferencia entre tratar así a un niño y la otra manera, es increíble, ¿verdad?

Pues, por favor, mi hija da besos (y abrazos) a quien le da la gana. Si no da un beso, si no quiere recibirlo a la fuerza, no la obligues, no la llames mala, no la chantajees, ni física ni emocionalmente, porque ya me estoy cansando de tanta tontería, y un día de estos, voy a soltar alguna burrada, me da igual quien sea. Ante todo, RESPETO.

La maternidad de la A a la Z: B de Besos

Besos

Que palabra tan bonita. La definición que da la RAE es tan escueta (acción y efecto de besar), que prefiero dejar mi propia definición.

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Beso, es un acto de amor, una demostración de cariño, es una cura milagrosa. Un beso, es un pequeño roce con los labios en la piel de aquellas personas que más amas, que transmite sensaciones inigualables.

Aquí quiero hablar de los besos de amor a los hijos, no de esos que damos por compromiso, cuando nos encontramos con alguien. No de esos que algunas personas exigen a los niños (cosa que no soporto). De esos besos que salen del alma, de los besos con sentimiento. Vale, lo de los enamorados también salen del alma, pero los míos, son besos maternos  (¡que cool!)

En mi familia, nunca han sido muy besucones, ni muy cariñosos en general. No recuerdo grandes muestras de afecto en casa. Recuerdo, eso sí, muchos besos de esos por compromiso, antes de irnos a dormir mi hermana y yo, teníamos que ir a darle un beso a mi padre, que estaba cómodamente sentado en el sofá……..

Bueno, pues quizás sea por eso, por esa falta de muestras de cariño, que yo soy todo lo contrario con mis hijos.

Y me paso el día dándoles besos.  Besos por la mañana, por la tarde y por la noche, besos cuando se despiertan, cuando se ríen, cuando lloran, besos de desayuno y de postre. Besos en la cara, en la cabeza y en la barriga. No me he parado nunca a contar la cantidad de besos que puedo darles al día, pero os aseguro que son un montón. Y tantos besos, tienen su recompensa.

Desde que tengo hijos, he dado y recibido más besos que en toda mi vida. Pero sólo a ellos. Nunca he sido muy de mostrar afecto, herencia de mi infancia, en cambio, con mis hijos, los besos no tienen fin. 

El príncipe es el niño más cariñoso que he conocido. Mucha gente me dice que tengo suerte de que sea así, aunque yo pienso que no es cuestión de suerte, es cuestión de lo que ha visto en casa, de las cosas que recibe, lo que aprende, lo que le enseño, en definitiva. Evidentemente, los genes también tendrán su parte importante, pero, que él sea tan cariñoso, que me deje notas de amor por las esquinas y que me de besos hasta en la fotos, de algún lado lo habrá aprendido…

La pequeña, es, ahora mismo, la que más recibe, porque me paso 24 horas al día con ella y cada momento del día es válido para darle un beso. O muchos. Porque me gusta darlos acompañados por varios besos más. Hasta cuando duerme le doy besos, no puedo parar de hacerlo. Y al príncipe, cuando está dormido, también voy a darle su ración correspondiente. 
Ahora la pequeña ha aprendido a dar besos, eso sí, solo a quien ella quiere, y se me cae la baba cuando me aprieta fuerte y me besuquea. Esperemos que aprenda que en casa nos demostramos el amor todos los días y sea igual de besucona que príncipe y yo.

 ¡Un beso!

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Criar con apego

Últimamente se habla mucho del apego. Yo misma, hablo de ello y comparto publicaciones, artículos y todo lo que me parezca interesante en mi página de Facebook. ¿Pero, que es exactamente el apego?

Según la Real Academia de la lengua,
Apego- (De apegar)- 1. m. Afición o inclinación hacia alguien o algo.
Y en la versión del año 2005- Afecto, cariño o estimación hacia una persona o cosa.

La crianza con apego es una filosofía basada en los principios de la teoría del apego. Según la teoría del apego, un fuerte enlace emocional con los padres durante la infancia, también conocido como apego seguro, es un precursor de relaciones seguras y empáticas en la edad adulta.

Así que así es como deberíamos criar a nuestros hijos, con apego, con cariño, con una relación basada en la confianza.

Hoy en día, todo el mundo puede encontrar información en internet, grupos de apoyo a la crianza, múltiples herramientas disponibles para ayudar(nos) a muchos padres que andan perdidos en esto de criar un hijo. Es altamente recomendable. Yo misma intento aportar mi granito de arena, extendiendo la crianza en brazos como parte de una rutina normal en la vida de padres y bebés.

Ahora, con la princesa, me está resultando todo más fácil. Pero… hace 11 años, cuando nació mi príncipe, yo no conocía nada de esto. Y no por eso, le crié de distinta manera.

Llegué a casa con un bebé y muchas dudas. Con unas normas rígidas que me imponían dar el pecho cada 3 horas y 10 minutos de cada uno y con cientos de consejos gratuitos de todo el mundo, que parecía saber la forma correcta de criar a un hijo. En lo que más o menos todos coincidían era en que no debía cogerle mucho en brazos, porque se acostumbraba y en que tenía que dejarle en la cuna, para que aprendiera a dormirse sólo. Hasta me dieron un consejo que aún hoy, al recordarlo, me pone los pelos de punta. El príncipe lloraba mucho y me aconsejaron que en uno de sus múltiples llantos, lo “tirara” bruscamente contra la cama, para que con el susto, dejara de llorar… Menos mal que no se me ocurrió hacer caso de ese consejo, que desde luego, seguro que es más perjudicial que beneficioso.

El caso es que después de las consabidas visitas de los primeros días, me encontré sola en casa, con ese príncipe que no dejaba de llorar. Y empecé a dejarme guiar por mis instintos, y no por los “sabios” consejos que me daban.

Si lloraba y le cogía en brazos, se calmaba. Solución, me pasaba el día paseando con él arriba y abajo por la casa.
Si no había pasado el tiempo “estipulado” para la teta, pero tenía hambre, le daba la teta y se calmaba. Solución, empezó a mamar a demanda.
Si se despertaba varias veces por la noche y me lo metía en la cama para darle de mamar, hasta yo descansaba mejor. Solución, dormíamos juntos.
Y todo eso, a pesar de no saber por entonces lo que era el apego, ni la crianza en brazos, ni la lactancia a demanda ni el colecho. Simplemente, era lo normal y lo natural. Y me criticaron, vaya si lo hicieron. Pero me dio igual.
A mi príncipe lo crié contra la normas, con todo el amor y el cariño que me salía de dentro. Y diciéndole continuamente lo mucho que le quería.

Ahora, con 11 años, todos los días nos llenamos de besos. A veces, él me escribe notas de amor que me deja por los rincones. Yo le dejo réplicas llenas de corazones, para que lea cuando se despierte. Y nos decimos cientos de veces lo mucho que nos queremos. Es un niño bueno, amable y cariñoso. E imagino que gran parte de esta forma de ser, es gracias al cariño que recibió de pequeño, a lo que ahora sé que se llama “apego seguro”.

Y es exactamente lo mismo que estoy haciendo con mi princesa. Disfrutar cada momento del día. Llevarla en brazos a todas horas, ahora con ayuda de portabebés, colechar con ella, darle la teta a demanda y quererla mucho, simplemente, quererla.

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