No hay mejor lugar que los brazos de mamá

Posiblemente, alguna vez habrás necesitado alquilar un coche. A veces, no nos queda más remedio que alquilarlo al llegar a nuestro destino, pero cada vez es más frecuente poder realizar el alquiler de un vehículo online, para ahorrarnos tiempo al llegar al lugar de recogida.

Y eso fue lo que hice yo a primeros de julio, cuando llevé a mi hijo a Pontevedra, a un campamento de verano. Como eran muchos kilómetros desde Madrid, sobre todo, pensando en la vuelta yo sola, decidimos irnos en tren y alquilar allí un coche. El plan era viajar hasta Santiago de Compostela, por la mejor combinación de tren, alquilar un coche, llevar a Lucas al campamento, hacer noche en Pontevedra, devolver el coche por la mañana y vuelta a Madrid en tren.

Una vez que tuve los billetes de tren, llegó la hora de gestionar el alquiler. La primera sorpresa llegó cuando me encontré que, al ser domingo, en Santiago, las empresas de alquiler de coches más famosas estaban cerradas. Así que busqué fuera de la estación. Las posibilidades eran realmente pequeñas, y terminé alquilando un coche con Sixt, una empresa de alquiler alemana. Como no había muchas más opciones, la verdad es que ni siquiera miré opiniones online, para ver las experiencias de otros usuarios. A través de la web, rellené todos los datos, contraté el seguro a todo riesgo y pagué.

Alquiler coche

Seguros de coche, nuestros grandes aliados. Porque, seamos sinceros, aparte de tener carácter obligatorio, tener el coche asegurado con una buena póliza, nos puede librar de más de un disgusto. Nunca, en los más de 20 años que llevo conduciendo, he tenido un accidente de coche. Pero sí es cierto que he dado partes al seguro en varias ocasiones por arañazos leves, roces, golpes al abrir las puertas…Vamos, que me considero una buena conductora, pero me alegra tener un seguro a todo riesgo.

Llegó el día del viaje, recogimos el coche de la oficina sin nada reseñable y pusimos rumbo al colegio donde iba a pasar Lucas el mes de julio. El colegio en cuestión estaba a las afueras de Pontevedra, en la carretera entre dos municipios. Mi GPS, un poco desorientado, nos metió por el centro de una pequeña aldea, en la que al final tuve que dar la vuelta, al ver que nos habíamos equivocado. Fue allí cuando tuvimos un percance. Entré por una calle estrecha, pero transitable, que daba a un garaje particular. Al ver que ese no era el camino, hice un cambio de sentido con varias maniobras y volvimos a salir, rumbo a nuestro destino. En esa pequeña aldea, rocé el coche en un par de sitios, haciendo arañazos en varios puntos de la chapa. Cuando al día siguiente fui a devolver el coche y comenté lo que había pasado, la chica de la oficina me comentó que no pasaba nada, porque tenía contratado un seguro a todo riesgo. Cogí el tren de vuelta a Madrid, y listo.

En teoría, ese debería haber sido el fin de la historia, pero resulta que mi calvario no hizo más que empezar.

Unos días después, recibí un mail diciendo que habían detectado unos daños en el vehículo y que, aunque eran conscientes de que había contratado el coche con seguro sin franquicia, me agradecerían que les rellenase el parte para el seguro, en un vínculo que me mandaban. Y yo, que siempre cumplo y me tengo por una buena persona, rellené los datos que me pedían y me olvidé.

Al volver de las vacaciones de agosto, me encuentro en el buzón una carta de la oficina de reclamación de Sixt, diciendo que no he rellenado los datos del seguro y que tendrán que tomar medidas. Evidentemente, llamé por teléfono a ver qué había pasado y me aseguraron que no había problema, que no tenía por qué preocuparme, que mi respuesta seguro que había llegado por mail.

Y si, por mail llegó una contestación unos días después, pero para decirme que el seguro no me iba a cubrir porque yo había “ignorado las medidas del vehículo” y que tenía que correr con los gastos de reparación y asumir el coste que habían perdido por los días que el coche había estado parado. Me reclamaban 800€.

Ya te imaginarás mi cara de asombro, de estupor, al leer dicho mail. Un correo, dicho sea de paso, muy mal redactado, con faltas de ortografía, y muy escueto. Literalmente ponía: “A pesar de la limitación de responsabilidad contratada nos vemos obligados a cargarle el coste del resultado del incidente debido a Ignorar medidas del vehículo”

Rápidamente, me puse en contacto con el servicio de reclamaciones de Sixt, para hacerles llegar mi absoluto rechazo a su decisión, puesto que en ningún momento había ignorado las medidas del vehículo. Es como si el seguro de mi coche particular, cuando le he dado un parte por arañazos de aparcamiento, me dijera que no me cubre porque he golpeado el coche al aparcar al ignorar las medidas del vehículo. ¡Es absurdo! ¿Para qué contratar un seguro entonces, si cualquier cosa que pase va a ser culpa tuya y el seguro te va a llamar negligente?

Días después, volvieron a escribirme desde el  mismo servicio, para decirme que había cometido una negligencia, al meterme en una calle estrecha, por una vía no apta para la conducción y que la protección quedaba excluida.

Fraude

Fui a la Dirección General de Consumo, desde donde presenté una reclamación por escrito a Sixt. Casi dos meses después, estoy esperando contestación a este trámite.

Por otro lado, volví a escribirles un mail, en el que les explicaba claramente cómo había ocurrido el incidente, en qué calle, que era una calle de paso, con entrada a un garaje, con lo cual era apta para la conducción, y que además tenía testigos. Le di hasta los datos de la calle, pues en el GPS se queda marcado el recorrido que hice.

Pues bien, volvieron a contestarme hace unos días, de nuevo para decirme que rechazaban mi reclamación, esta vez aludiendo a los “términos y condiciones del seguro, parágrafo B, punto 3”, con un link a dichas condiciones. El mencionado párrafo y punto, resulta que especifica que hay que viajar con un SRI adecuado cuando se viaja con menores de 1.35 m. ¡Pero si iba con mi hijo de casi 16 años, que ya es más alto que yo!

Cada vez que me contactan, me imagino a un estudiante en prácticas, en sus primeros días, al que han puesto a contestar reclamaciones sin saber lo que hace. Las reclamaciones están redactadas de manera escueta, casi sin puntuaciones, con faltas de ortografía y aluden cada vez a una cosa diferente para seguir cargándome a mí con la culpa.

Tengo que esperar a transcurran los dos meses desde que presenté la reclamación a través de la D.G. Consumo, para ponerme en contacto con ellos, a ver qué ha pasado. Después de esto, y si no se soluciona, me tocará ir directamente a la Junta Arbitral de Transporte (lo malo es que me tocará ir hasta Santiago de Compostela, pues por lo que he leído solo se puede presentar en persona y en el lugar donde se produjo el suceso).

Tengo copia de cada mail y de cada carta recibida por estos sinvergüenzas, que casi te obligan a contratar un seguro cuando alquilas un coche y que luego, si llega la hora de hacer uso de dicho seguro, quieren engañarte. Por desgracia, no ha sido hasta después cuando he leído muchas malas opiniones sobre Sixt. Evidentemente, si alquilas un coche y todo transcurre sin problemas, no habrá quejas. ¡Pero, ay amigo, si tienes un percance! Parece ser que no son muy fiables.

Esta es mi opinión sobre un hecho que me está quitando mucho tiempo, me está dando dolores de cabeza, además de parecerme una injusticia. Cada vez que me pongo en contacto con ellos, me da la sensación de que ni siquiera se leen mis alegaciones ni nada de lo que les escribo, ellos quieren que yo me haga cargo de la reparación y punto. Pero esto no quedará aquí. Quería que todo el mundo estuviese al tanto de lo que te puede pasar cuando alquilas un coche con esta compañía, Sixt, que quieren sacarte dinero de cualquier manera. Y no es solo mi opinión, si buscáis en la web, encontraréis muchas malas opiniones con ellos.

Desde luego, os recomiendo que nunca alquiléis un coche con Sixt. ¿Tenéis algún consejo para darme, algo que pueda hacer sin tener que llegar a una demanda, que me va a costar un dineral? La verdad es que este tema me trae de cabeza… Como consumidora me, me siento estafada y engañada.  

En diciembre del 2012 publiqué por primera vez en el blog. Aquellas primeras entradas eran pobres, meros intentos de intentar adaptarme a un nuevo reto que me había planteado. Al principio, el blog surgió más por una necesidad de hacer publicidad a los portabebés y a la tienda online que tenía por aquel entonces que a otra cosa. Pero con los meses, descubrí que me gustaba contar cosas de mi día a día, de la crianza de Sara y de sus pequeños e incesantes cambios. Siempre me había gustado escribir, hacer cuentos y redacciones para el cole, y el blog me brindó la oportunidad de hacer algo que me gustaba, con lo que me sentía a gusto y que, echando la vista atrás, no hacía mal del todo.

Escribir entonces era fácil, siempre había cosas nuevas que contar, experiencias que plasmar, conocimientos sobre portabebés, lactancia o salud que compartir con vosotros, mis lectores. Iba en el coche y se me ocurrían cientos de ideas para escribir, muchas veces tenía que anotarme en una libreta las cosas para no olvidarlo. Además, estaba en casa con la excedencia, lo que hacía que las mañanas libres fuesen muy productivas en tiempo, así que había meses que publicaba unas 20 entradas. ¡20! Madre mía, ahora, si publico dos veces al mes, me siento satisfecha. ¿o no?

Pues la verdad es que no. Echo la vista atrás y pienso en aquellos años, lo mucho que me aportaron, las oportunidades que se me abrieron, la cantidad de gente que conocí gracias al mundo virtual, las cosas que hice, los buenos ratos escribiendo historias y los ratos aún mejores leyendo los comentarios que me dejabais. Ahora casi no escribo y muchas veces lo echo de menos.

En estos cinco años, he pasado de contarlo todo a casi no contar nada. A veces pienso ¿y sobre qué voy a escribir? Mi vida y la de mis hijos, sobre todo la de Sara, que es (era) la principal protagonista, se ha vuelto mucho más pausada, más monótona. Ya no hay grandes historias que contar, grandes momentos que compartir. Ella y el blog han crecido, han madurado y se han vuelto más serios.

Hace poco más de un año que Sara dejó de mamar y aunque la lactancia materna sigue siendo un tema que me apasiona, aunque me gusta seguir ayudando a toda aquella madre que lo necesita, parece que el hecho de no ser ya una madre lactante me deja sin historias sobre las que hablar. Y lo mismo pasa con los portabebés.  Durante años, fueron primordiales en la crianza, en mi casa. Iba con Sara a cuestas a todos lados, siempre había alguna novedad que contar, algún beneficio que recalcar…pero un día dejó de pedir brazos y un día se hizo tan grande y tan pesada que mi espalda ya no aguantaba con su peso, por mucho que el portabebé dijese que sí. Y ahora, hablar de portabebés, parece que no me sale, que todo lo que tenía que contar ya está dicho. Aunque sigo asesorando y recomendándolos con gusto cuando alguien me pregunta; y sigo sonriendo por la calle cuando veo algún bebé feliz en brazos.

Muchos días, por la noche, cuando todos duermen ya y la casa está en silencio, cuando es mi momento de pensar y recapitular sobre lo que ha dado de sí el día, pienso en el blog y en lo que lo echo de menos. Me digo a mi misma que tengo que esforzarme más, que volver a retomarlo, que quiero volver a escribir con asiduidad y constancia. En ocasiones, he llegado hasta a ponerme un poco triste por lo abandonado que lo tengo. Y pienso, voy a sentarme a escribir, voy a hacerlo cada día, cada noche, aunque sólo sea un poco. Y entonces, ¡no se me ocurre sobre qué escribir! y me entra el bajón. ¿Qué puedo contaros que resulte interesante? ¿Qué decir que no haya dicho ya? Imagino que así deben sentirse los escritores cuando no tienen inspiración.

Y de pronto, un día me llega alguna idea para compartir con vosotros. Pero no encuentro el momento, el trabajo, la casa, las actividades extraescolares, los niños. Y cuando llega la noche y tengo tiempo, ya no me parece tan interesante lo que había pensado por la mañana. Entonces lo apunto en mi cuaderno de ideas y ahí se queda, esperando que llegue el día en que mi tiempo y mis ganas se junten.

En estas estoy. He llegado hasta a pensar en dejarlo del todo, en escribir una última vez a modo de despedida. Pero luego desecho la idea, casi prefiero escribir poco, de vez en cuando, a no hacerlo nunca.

Así que aquí seguiré pues, escribiendo poco y con mesura, cuando el tiempo, las ganas y las ideas lo permitan. Y escribiendo cosas que quizás ya no tengan tanto que ver con la idea inicial del blog. Porque todos hemos madurado, hemos crecido, nuestras vidas han cambiado. Y ahora, en vez de escribir sobre porteo, quizás escriba sobre el último lugar al que he ido a cenar; y en vez de escribir sobre lactancia materna, quizás escriba sobre consejos para hacer la compra en el supermercado. Pero, aunque brevemente, aquí seguiré y estaré feliz si queréis seguir acompañándome.

 

Cada vez es más frecuente escuchar historias sobre sitios en los que no se admite la entrada a los niños o leer denuncias de algún padre porque en determinado lugar les han tratado mal por tener hijos ruidosos.

Pues así me he sentido yo en más de una ocasión. Y así, concretamente, me sentí la otra tarde en el dentista.

Lo primero que tenemos que admitir es que cada niño es un mundo, es diferente al resto, tienen su propia personalidad y su propia forma de actuar. En muchos casos, nuestros hijos no son exactamente como nos los habíamos imaginado.

¿Una madre súper divertida y marchosa que se enfada porque su hija es muy tímida? ¿Un padre inteligente y brillante que se frustra porque su hijo saca unas notas mediocres y no tiene interés en los estudios? ¿Una madre adicta al deporte que ve cómo su hijo es sedentario y no tiene interés por actividad física ninguna?

Muchas veces, lo que soñamos, lo que planeamos para nuestros hijos, no es lo que son en realidad. Y tenemos que aceptarlos así, con su personalidad diferente a la imaginada y asumir que son personas en formación, aunque quizás no las personas que nosotros habíamos soñado. ¿Se os ha ocurrido pensar cómo nos sentiríamos nosotros mismos si nuestros propios padres no nos aceptasen por cómo somos o por lo que hacemos? Seguro que más de uno no tiene que imaginárselo 😦

En alguna ocasión me he descubierto preguntándome a quién ha salido mi hija, con esa personalidad apabullante y con esa energía infinita. Hay veces que se mueve tanto, que habla tanto, que interactúa tanto, que ha llegado a ponerme nerviosa. Está mal que lo diga, es cierto. Pero lo confieso, tanta energía de mi hija, a veces me desborda. Luego se me pasa, cuando me doy cuenta de que es sólo una niña, una niña muy activa, pero una niña alegre y feliz, que llena mis días de emociones.

El problema llega cuando es al resto de las personas a las que no le gusta cómo es o cómo se comporta Sara. Entonces, sale mi vena de madre coraje y me las comería a todas.

En alguna ocasión, estando en algún lugar concurrido, he notado como alguna persona miraba a mi hija con cara de pocos amigos. Y vamos a ver, que mi hija es muy activa, es cierto, pero que yo no la dejo que vaya saltando por las sillas de los restaurantes, por ejemplo.

La otra tarde, en la sala de espera del dentista, tuvimos un problema. Al llegar y pedirle a los niños que se sentaran, evidentemente, después de todo un día en clase, tenían ganas de todo menos de estar sentados. Y se pusieron a jugar. Haciendo ruido, lo admito, pero sin molestar a nadie. A pesar de eso, cada dos por tres les decía que se estuviesen quietos, que no hicieran tanto ruido…Yo intentaba que estuvieran más tranquilos, pero la verdad, pedir a una niña de 5 años que se quede sentada quieta en una sala de espera, sin moverse, es difícil, por lo menos en nuestro caso. Cierto es que había algún niño más en la sala sentadito, embobado mirando el móvil (curioso, no había ninguno simplemente sentado jugando a algo “normal”). La opción de prestarle mi móvil a Sara no la contemplaba, porque entonces Lucas lo quería también y ambos acabarían peleándose, así que opté por no nombrarlo y por intentar que estuviesen más o menos en silencio.

Una pareja sentada varias sillas más al fondo, esperando para entrar en otra consulta y obviamente, sin niños, no paraba de mirarnos, de mirar a Sara con mala cara, de mirarme a mí con cara desaprobatoria y de cuchichear con su pareja sin dejar de mirarnos. Yo estaba empezando a cabrearme y aunque seguía pidiendo a Sara que parase un poco, empecé a mirar a la pareja con mala cara y a devolverles las miradas acusatorias, aunque les daba exactamente igual, seguían mirando y hablando.

Jugando

El colmo fue cuando pasó una dentista bastante desagradable, que siempre anda estirada y mirando a todo el mundo por encima del hombro, la ortodoncista, con la que ya he tenido algún problema anterior cuando Lucas llevaba brackets, que pasó por allí y vio que en el suelo había un vaso de plástico y agua derramada. Ni corta ni perezosa, decidió acusar a mi hija del estropicio. Y ahí, ya sí que no bonita.

Se paró y le soltó a bocajarro que si había derramado el agua debería recogerla. La niña se quedó cortada y casi sin voz, le dijo que ella no había sido, aunque la cara de la dentista decía que pensaba lo contrario. De malas formas por mi parte también, le dije que ella no había sido, que si lo hubiese tirado ya lo habríamos recogido, pero aun así se fue altiva y consiguió que Sara se pusiese a llorar.

En cuanto terminamos de la consulta y mientras hacía una cola de unos 10 minutos para pagar, los niños salieron a la calle a correr un rato a gusto y despejarse.

Cuando los niños no se comportan como espera el resto, que no es lo mismo que decir que no se comportan como deberían, muchas personas los miran mal y, por ende, tienden a juzgar a los padres sobre la educación que les damos y el control que ejercemos sobre ellos. Es muy fácil juzgar cuando no se sabe de lo que se habla. Es muy fácil poner la etiqueta de mala madre o de niño rebelde cuando no tienes hijos o cuando tienes hijos de esos que ni se mueven. Pero seamos sinceros, los niños son niños y lo normal es que jueguen, salten, canten, se diviertan, se comporten como niños. Hay momentos y lugares en los que sí deberían estar en silencio o quietecitos, pero cuando eso pasa, mejor no llevamos a los niños y listo.

Si vamos a un restaurante a comer, no dejo que los niños, Sara en este caso, se levanten de la mesa hasta que todos hayamos terminado. Y solo en el caso de que el restaurante en cuestión tenga zona infantil, la dejo que vaya al terminar de comer. Si es un restaurante normal, no veréis a mi hija corriendo entre los comensales. Otra cosa es en las terrazas de verano, por ejemplo, en las que te sientas a tomar algo tranquilamente y los niños se aburren; ahí si la dejo que juegue, porque estamos en la calle, pero intentando que no moleste a la gente de alrededor. O en el cine, por ejemplo. Durante toda la película, ella está atenta y quieta. A veces se levanta de su sitio para sentarse conmigo, pero no hace más. Eso sí, en cuanto termina la película, se baja corriendo las escaleras y se pone bajo la pantalla a bailar con la música del final o a hacer volteretas verticales. No molesta a nadie, para ella es un ritual y a mi me encanta quedarme hasta el final viendo como se divierte. Muchos niños suelen sumarse a estas manifestaciones de alegría, pero no faltan los padres que se llevan a los suyos a rastras y miran a mi hija con cara de pocos amigos.

Pero no puedo, ni quiero, obligar a mi hija a estar sentada en una silla, sin moverse ni expresarse, sin hacer un ruido, en sitios donde en realidad no molesta, solo porque determinadas personas no soporten a los niños.

¿Cuántas veces os habéis sentido juzgadas vosotras por el comportamiento de vuestros hijos? ¿O cuántas veces habéis sentido que los juzgaban a ellos?

 

 

 

Que no me gusta que mi hija esté enganchada al móvil o a la Tablet, creo que todos lo tenemos claro, no es la primera vez que lo comento. Ni la primera vez que hablo de las personas que, en vez de interactuar, están enganchadas a las redes sociales o a juegos, incluso en reuniones con otras personas. Evidentemente, cuando el tema tiene que ver con niños, me parece mucho peor. No entiendo a esos padres que sientan a sus hijos delante de una pantalla a la hora de comer, mientras le enchufan al pequeño la comida, a la que no presta ninguna atención y que engulle por inercia. Luego nos quejamos de que los niños no tienen una relación sana con la comida….

Así que cuando desde Smile and Learn me propusieron probar su app, me lo pensé un poco. Si no quiero fomentar el uso de los dispositivos móviles en mi hija, no veía sentido poner una aplicación especial para ella. Después de analizarlo y ver lo que me ofrecían, cambié de opinión, pero siempre bajo mis estrictas normas.

Sara ve la televisión, concretamente Disney Chanel y Netflix son sus plataformas favoritas; Sara juega a la consola Nintendo heredada de su hermano mayor; incluso a veces juega con una Tablet pequeña también heredada. Pero todas esas cosas las hace bajo mi supervisión y con un control horario. Si quiere hacer alguna de esas cosas, siempre hay condiciones:

·         Solo se puede jugar/ver la tele, después de haber terminado las obligaciones (pocas, por su edad, pero también las tiene).

·         Pongo el reloj con un temporizador, y cuando suena, hay que dejar de ver la tele o jugar con medios tecnológicos y jugar a otras cosas.

·         Si no cumple con lo estipulado, se queda castigada al día siguiente sin usar nada de eso.

·         De vez en cuando, sólo de manera esporádica, le dejo mi móvil para jugar. Esto sólo ocurre cuando vamos en el coche y por lo que sea, no quiero que se duerma, por ejemplo, si estamos llegando a casa y si se queda dormida, se pierde la cena. En esas ocasiones se lo dejo, pero ella sabe que no siempre que va en el coche juega al móvil. Otros momentos puntuales en los que se lo he dejado, han sido cuando me ha acompañado a algún sitio durante mucho rato y se ha aburrido, por ejemplo, este verano cuando tenía que acompañarme a la peluquería o a la manicura, después de un rato allí, ya aburrida, le he dejado jugar un poco.

A pesar de mis reticencias, está claro que vivimos en una época en la que casi todos los niños tienen acceso a contenido digital. Pero ojo, posibilidad de descargas hay muchas, lo importante es que sean adecuadas a la edad de nuestros peques y que les aporten algo.

He instalado la aplicación de Smile and Learn en mi móvil y después de tenerla durante un par de meses y usarla de vez en cuando, os cuento mis impresiones.

Smile and Learn

Lo bueno que tiene esta app es que está pensada de forma educativa, con herramientas para que los peques aprendan mientras juegan. No es sólo una app, sino que es una plataforma que engloba varias apps educativas para niños de 2 a 10 años. Consta de más de 70 cuentos y juegos interactivos y más de 1000 actividades.

Todos los contenidos han sido diseñados por educadores y tienen el objetivo de reforzar el aprendizaje en valores, inteligencias múltiples e idiomas. Además, puedes ver el progreso del aprendizaje de tu hijo y conocer en qué áreas necesita más refuerzo.

La biblioteca de Smile and Learn incluye 20 juegos y cuentos interactivos de forma gratuita. Se puede descargar para Android y para iOS

Los juegos

  • Refuerzan inteligencias múltiples y destrezas cognitivas con juegos de memoria, atención, coordinación y lógica para niños.
  • Inspirados en contenidos educativos para que los niños aprendan de forma divertida (cocina, naturaleza, animales…)
  • Ideales para reforzar el aprendizaje de idiomas: en inglés, francés y español
  • Incorporan diferentes niveles de dificultad pensados para niños de diferentes edades y niveles de desarrollo.
  • Incluyen opciones para jugar en equipo y en familia.
  • Refuerzan el aprendizaje emocional a través de dinámicas de reconocimiento de caras, actividades musicales…

Los cuentos

  • Motivan la lectura de forma divertida a través de animaciones que fomentan el descubrimiento, juegos educativos y lupas para ampliar el conocimiento
  • Enseñan valores claves en el desarrollo socioemocional (tolerancia, generosidad, etc.)
  • Facilitan el aprendizaje de idiomas. Toda la colección está en español, inglés y francés
  • Refuerzan la comprensión lectora con el “QUIZ”, un divertido juego de preguntas.
  • Refuerzan el aprendizaje de contenidos a través de la ambientación de cada historia (por ejemplo, estaciones del año, la música, el espacio)
  • Personaliza la experiencia (varios tipos de letra, leer con o sin locución, etc.)
  • Crean un entorno 100% seguros, sin publicidad, ni acceso a redes sociales.

La aplicación es 100% segura, sin publicidad, sin compras in-app y sin acceso a redes sociales.

Al darte de alta en el juego, introduces los datos del niño o niños que van a usarla, de modo que los contenidos se adaptan a la edad del pequeño. Una vez ellos comienzan a jugar, tienen que elegir su avatar para poder jugar.

Los juegos y cuentos se van descargando e instalando a medida que se va jugando, de modo que sólo para la descarga necesitaremos de conexión a internet. Una vez hemos descargado un contenido, se juega sin acceso a la red.

La app está dividida en distintas secciones:

·         Lógica – aquí dentro encontraremos juegos de números y juegos de lógica

·         Ciencias – hay cuentos relacionados con la naturaleza y juegos

·         Espacial y artístico – juegos de pintar y de construir

·         Cuentos y letras – lleno de cuentos con mensaje

·         Emociones – cuentos y juegos relacionados con las emociones

·         Multijugador – para jugar todos en familiaSmile and Learn 2

Por ejemplo, dentro de las ciencias, en el juego del aparato digestivo, primero hay una clase adecuada a la edad del niño, en el que le explica cómo funciona este sistema. Según va comiendo el personaje, el niño va aprendiendo cómo llega la comida al esófago, estómago, intestino y finalmente es expulsada. Después, hay un puzle para que vaya construyendo el sistema digestivo y una serie de preguntas para ver qué ha aprendido. Si lo hace correctamente, va ganado monedas y le felicitan. A Sara le encanta decirme “mamá, he atendido muy bien”

Tenemos multitud de posibilidades, todas basadas en el aprendizaje.

Está claro que nuestros hijos han nacido en una época donde los medios audiovisuales, las aplicaciones para móviles y los contenidos digitales tienen cada vez más peso en la educación. Cada vez más colegios e institutos se suman a esta forma de enseñanza. Si ponemos a su alcance estos medios, siempre bajo nuestra estricta supervisión y control, podrán obtener beneficios y aumentar su inteligencia.

Si mi hija quiere un rato de juegos en el móvil o en la Tablet, tengo claro que optamos sin dudarlo por algún contenido de Smile and Learn, antes de descargar algún juego sin sentido del play store.

¿Y vosotros, conocíais Smile and Learn?

Después de 5 años y medio viajando en sentido contrario a la marcha, la forma más segura de viajar en coche, hemos tenido que decir adiós a esta opción, y no por cuestión de gusto, precisamente. Sara ha seguido creciendo y nuestra última silla se le ha quedado pequeña.

Desde que nació ha viajado a contramarcha. Los primeros meses lo hizo en una Concord Ultimax con Isofix, un grupo 0/1.

A contramarcha en un grupo 0-1 con 6 meses

Concord Ultimax

Cuando tenía unos 2 años, y la Concord se le empezó a quedar pequeña por estrecha, que no por peso, compré una Klippan Triofix, que permite viajar ACM hasta los 18 kilos y en sentido a la marcha hasta los 36 kg. Esta silla la mantuve un año en mi coche, hasta que llegó a los 18 kg. En ese momento, la coloqué en el coche de los abuelos y ocasionalmente, en el de la tía, en sentido a la marcha, para pequeños desplazamientos por ciudad, como cuando surge la necesidad de llevarla/traerla del colegio.

a contramarcha con 3 años

Klippan Triofix

Y para mi coche, volví a cambiar de SRI. Pero como me negaba a ponerla en sentido a la marcha, busqué y encontré que sigue habiendo sistemas ACM hasta los 25 kilos. Así que invertí en mi Axkid Minikid, que hemos usado 2 años y medio más.

Axkid Minikis

Axkid Minikid Así ha crecido con el uso de la silla

Pero Sara ha decidido seguir creciendo, mira por dónde, ya pesa 25 kilos y por altura, el respaldo de la Minikid no daba más de sí. Así que llegó el momento, esta vez ya sí, de cambiar la silla e ir en sentido a la marcha.

Evidentemente, he vuelto a hacer un estudio sobre sillas, y no precisamente mirando los rankings del RACE, donde puntúa lo mismo la seguridad que la facilidad de limpieza de la tapicería… Es vergonzoso que sillas que, en las pruebas de choque, sólo reciben una puntuación aceptable, estén en los primeros puestos de este “ranking” porque la facilidad de uso o la ergonomía le han subido la nota. Tampoco me he fiado de páginas donde venden sillas a favor de la marcha con escudo como lo más seguro del mercado. Quería una silla segura de verdad.

A la hora de cambiar de SRI, hay que tener en cuenta una serie de factores muy importantes, como

  • Que la silla se adapte a las medidas de nuestro hijo y de su futuro. Es decir, tiene que ser una silla adaptable y que crezca, no nos interesa tener que cambiar de silla en unos años, seguramente, esta sea la última silla que compremos.
  • Que sea fácil de sujetar al coche
  • Que tenga protecciones laterales contra impactos. El cuello y la cabeza son las zonas más vulnerables del cuerpo de nuestros hijos, y las primeras que entran en contacto con la silla en caso de impacto lateral. Según la nueva normativa del 2017, ningún niño menor de 125 cm debe viajar sin respaldo.
  • Que el cinturón del abdomen quede bien guiado una vez sentado el niño, colocado en la parte alta del muslo, encima de la pelvis, no en el abdomen. Muy buen artículo este de Retensión Infantil para leer el motivo por el cual esto es tan importante.
  • Que el niño permanezca bien sentado incluso dormido, que no se escurra hacia abajo.

Son un montón de premisas importantes a la hora de elegir una silla, pero está claro que, por la seguridad de nuestros hijos, hacemos cualquier cosa, así que hay que investigar. Hay varias sillas grupo 2/3 buenas en el mercado, que cumplen con estas características y que no aparecen en la web del RACE, qué raro…

Después de mucho pensar investigar y dar vueltas, consultando con expertos, al final me decidí por la Takata Maxi.

Takata Maxi

Takata es una marca que comenzó desarrollando y fabricando sistemas de protección en los vehículos, como cinturones de seguridad o el primer airbag, producido en serie en el mundo, en 1981, junto a Mercedes Benz y que, hoy, fabrica SRI con altas prestaciones.

La Takata Maxi es una silla grupo 2/3 que puede fijarse al coche con el cinturón o con Isofix. «Cuenta con reposabrazos acolchados, guía del cinturón con tensado automático, ajuste del tamaño adaptable e innovadora tecnología de seguridad AIRPAD que genera una perfecta protección para el área de la cabeza y el cuello. Estas almohadillas de aire estáticas se fabrican del mismo tejido que los airbags de vehículos y encierran un espacio relleno de aire y espuma. Igual que un airbag, actúa como medio de protección ante un choque entre el menor y la silla infantil. En particular, en caso de impacto lateral, las cargas que se ejercen sobre el cuerpo del menor se reducen notablemente por la suave amortiguación generada. Junto con el efecto protector, esta tecnología de seguridad patentada brinda una mejora del confort para el niño mediante una suave almohada.»

Viajar de espaldas a la marcha durante más de 5 años tenía que notarse, y ahora, al poner a Sara de frente, me he encontrado varios problemas.

La silla está colocada detrás de mi asiento, no he podido colocarla en el centro como iba antes, porque al ser más alta, me restaría visibilidad. Al ir sentada al lado de la puerta, le han parecido una novedad los elevalunas eléctricos, hasta el punto de pasarse el camino subiendo y bajando la ventanilla. A mí me molesta mucho viajar con las ventanillas bajadas, por el ruido que entra y porque pueden entrar bichos, así que en cuanto la toca un poco, lo noto enseguida. Pero no solo por la molestia de los ruidos, me parece peligroso que baje la ventanilla y vaya a sacar un brazo o la cabeza, con el consiguiente riesgo. Terminaba usando el bloqueo para niños, que bloquea ventanillas y puertas a la vez, pero tampoco me siento cómoda, pensando que, en caso de accidente, no podrían abrir las puertas desde dentro, llamadme exagerada cauta (aunque me han dicho que hay un mecanismo de seguridad que, en esos casos, desbloquea las puertas, pero no sé si es cierto. Si sabéis algo al respecto, me gustaría escucharos 😉). Después de casi dos meses de viajar en el sentido a la marcha y de muchas charlas, conversaciones y algún que otro castigo, parece que por fin ha entendido que eso no se toca, y si alguna vez quiere bajarla, me pide permiso.

El otro problema que hemos tenido y que persiste, es que se marea. Mirad que gracia, años escuchando oír a la gente decir que la niña seguro que se mareaba por ir de espaldas y va y se marea ahora. Imagino que será la falta de costumbre, la nueva visibilidad que le confiere este cambio, el hecho de tener más movilidad, no lo sé con seguridad, pero desde el cambio, cada vez que nos movemos un poco, se marea, y hablo de trayectos de media hora. De momento, lo vamos llevando, se le suele pasar bajando un poco la ventanilla (que contradicción) y cerrando los ojos, para descansar la vista.

El último problema que veo al cambio de sentido es que siento que ha disminuido la seguridad. Ya no solo por el hecho de que al ir de espaldas se viaja más seguro, sino porque, al no ir sujeta con el arnés de 5 puntos, tiene mucha más movilidad y se pasa el camino moviéndose de un lado a otro, sacando la cabeza y el cuerpo del respaldo, agachándose al asiento y hasta al suelo a coger cosas… No hace falta que os diga que me entra de todo cada vez que la veo moverse de la postura correcta y le doy unas cuantas voces histéricas. Pero en este caso, por más que se lo he explicado, no consigo que viaje quieta ni una sola vez.

Pues este ha sido nuestro cambio de este verano. Y vosotros, ¿hasta cuándo habéis llevado al peque de espaldas y qué tal ha sido el cambio? ¿Habéis encontrado problemas como los míos?

Madre mía, cómo he desconectado este verano. He estado totalmente ausente del blog, y no es que no tuviera cosas que contar, no, es que lo que no he tenido es tiempo. Y me alegro muchísimo por ello, no por no haberos contado nada, no me malinterpretéis, sino por el hecho de no haber tenido tiempo, lo que significa que he estado muy ocupada.

Voy a hacer un resumen muy resumido.

Durante el mes de Julio, Lucas estuvo en un campamento de estudios en Galicia, Sara y yo nos fuimos a Málaga unos días, a ver a mi mejor amiga. En Julio también, Sara dejó de ir a contramarcha en el coche, no está mal, cinco años y medio viajando de espaldas…Aunque confieso que me hubiera gustado llevarla más tiempo, pero por peso, no ha podido ser.Pineda de Mar

Y en agosto, hemos estado todos en la Costa Catalana, pasando unos días de vacaciones en familia, hemos montado en kayak, en bici, hemos descubierto unas calas preciosas en la Costa Brava… Después, llegó el turno de la visita cultural, 3 días conociendo Lisboa y poniendo en práctica mi oxidado portugués, nivel básico, para terminar con unos días de descanso en el Algarve. En esos días de relax, a Sara se le ha caído su primer diente y yo me he sentido la peor madre del mundo por no estar con ella en esos momentos, un paso más para hacerse mayor… Menos mal que el Ratoncito Perez ha sabido esperar hasta mi llegada.

Lisboa2 (1)

Y ya por fin, estamos aquí, dispuestos a volver a la rutina, no sin un poco de esfuerzo. Compras de libros, uniformes, exámenes finales del instituto, nuevos proyectos que se vislumbran….

Este verano ha dado mucho de sí. Ahora sólo falta ver si encuentro tiempo de sentarme con más frecuencia delante de ordenador, a contároslo todo, jeje.

Un abrazo y hasta dentro de unos días.

La marca de puericultura Dr. Brown´s ha lanzado unos productos especiales con motivo de la llegada del verano.

Es cierto que nunca había tenido la ocasión de conocer la marca, en casa no hemos usado biberones ni chupetes. Aunque sí que conocía la marca de oídas y por comentarios de otras mamás, sobre los beneficios de usar estos biberones frente a otros del mercado. Los biberones Dr. Brown´s tienen un sistema de ventilación interna de dos piezas, que produce un flujo de presión positiva. Esto significa que, al succionar, los bebés no tragan aire, reduciendo los cólicos, el reflujo y los gases. En casos en los que se ha optado por lactancia artificial o en casos en los que, por algún motivo, el bebé debe tomar la leche materna en biberón, creo que son una buena opción.

Pero como no soy ninguna experta en biberones, no voy a hablar de ellos, sino de unas coloridas botellas térmicas que Sara lleva usando unas semanas.

Para mí, lo más destacable de estas botellas rígidas es que no se derrama el agua y que están fabricadas sin BPA o Bisfenol A, un tóxico presente en algunos plásticos, capaz de causar desequilibrios hormonales, afectando a la salud de los humanos, más preocupante, sobre todo, en los bebés.

El primero de los vasos que tenemos es un vaso térmico sin boquilla, con una capacidad de 300 ml, ideal para bajar un rato al parque o a dar un paseo. El vaso mantiene durante un rato la temperatura de los líquidos, en nuestro caso, sólo llevamos agua fría. La tapa consta de una válvula perforada, que sólo se activa cuando el bebé succiona, de modo que se evitan derrames ni goteos accidentales, otra cosa de agradecer, pues Sara va dejando las botellas tiradas por cualquier lado y no es la primera vez que me he encontrado el sofá o el asiento del coche empapados de agua.

El otro vaso que tenemos es un vaso térmico con pajita. Posee las mismas características que el anterior, pero en este caso, consta de una suave pajita de silicona a través de la cual, los niños pueden beber. La tapa mantiene la pajita limpia y evita a su vez los derrames. A Sara le hace mucha más gracia el vaso de la pajita y lo lleva a todos lados.

Los dos vasos se pueden lavar en el lavavajillas. Tienen un tamaño adecuado a las manos de los más peques. Y, además, ayudan al medio ambiente, al no tener que hacer uso de las botellas de agua mineral.

En invierno, en el colegio, los niños tienen que llevar su propia botella de agua los lunes, que nos devuelven los viernes. Muchos padres llevan botellas de agua mineral, que contaminan más, son más caras, pues no pueden reutilizarse y tienen más riesgos para la salud, pues en muchos casos, sí se reutilizan. Sara siempre lleva botellas de plástico rígido, sin BPA, que lavo en el lavavajillas. Desde que tiene sus dos nuevas botellas de Dr. Brown´s, ya me ha dejado bien claro que, al cole, el próximo curso, va a llevarse estas.

En verano, con las altas temperaturas, hay que estar correctamente hidratados, los niños, ancianos y personas enfermas, con más motivos. Muchas veces, los niños no demuestran signos de sed y tenemos que estar nosotros pendientes de que beban agua. Por eso, siempre es recomendable salir de casa con una botella de agua encima, para que vayan bebiendo continuamente. Con estos vasos, las salidas serán más fáciles.

Y ahora, la parte que seguro que os gusta más. Después de haber conocido las características de estos vasos/botellas, seguro que estáis deseando probarlas. Y desde Dr. Brown´s, os dan la posibilidad de que disfrutéis de una de ellas de forma gratuita, con este sorteo.

Voy a sortear dos vasos térmicos como los míos, uno con pajita y el otro sin boquilla, los dos modelos que veis en la imagen.

Para optar al sorteo, sólo hay que seguir unos sencillos pasos:

  • Hacerse fan de Dr. Bown´s en las redes sociales, en Facebook o en Instagram .
  • Compartir el sorteo de manera pública en alguna red social.
  • Rellenar el cuestionario que está justo aquí con vuestros datos personales, para poder contactar en caso de resultar ganadoras. . Editado: por favor,  al rellenar el cuestionario, poned vuestro apellido también,  sólo con un nombre es difícil hacer un sorteo y saber quién es quien. 

El sorteo estará activo una semana, desde hoy hasta el próximo ­­­­­­­­­­­­­­24 de Julio a las 00.00. Realizaré el sorteo con una plataforma de sorteos online y publicaré el nombre de las dos personas ganadoras. Los vasos se repartirán de forma aleatoria.

Pues ya sabes, si tú también quieres un vaso tan chulo como estos, participa y suerte.

EDICIÓN: Una vez realizado el sorteo con la plataforma Sorteados, las ganadoras son:

  • Tamara Gómez
  • Tatiana de la Fuente

Enhorabuena  a las agraciadas, me pondré en contacto con vosotras para haceros llegar el premio.

 

 

 

Mucho se habla en la literatura infantil de los terribles dos años, esa edad en la que nuestros peques empiezan a tener conciencia de sí mismos, de su papel en el mundo, esa época de rabietas, gritos y enfados, en la que aún no saben muy bien cómo controlar todo lo que pasa en su mundo. Yo misma escribí sobre ello aquí.

Después de esos años, parece que la cosa se calma un poco, hasta que llegan lo que los anglosajones llaman “the terrible fours”, una etapa llena de conflictos, sobre la que acabo de caer que escribí hace apenas medio año. Vamos, que hace 6 meses ya estaba bastante desesperada y compruebo que la cosa sigue por el mismo camino.

Así que los terribles cuatro no se quedan ahí, siguen y siguen y lo vivo cada día.

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Tengo una maravillosa hija de cinco años, alegre, divertida, independiente, intrépida (este blog nació por ella, así que ya la conocerás). Por lo general es así, dicharachera, graciosa, cariñosa. Pero hay días que se levanta con el cable cruzado y lo peor es que esos días cada vez se repiten con más frecuencia.

Vale que los días de cole, con los madrugones, esté más irascible, está cansada. Eso serviría de justificación si no fuera porque los fines de semana, o ahora que está de vacaciones, hace lo mismo. Ya desde que se despierta protesta, no quiere desayunar (y no porque no tenga hambre, sino porque quiere hacer otras cosas). Conseguir que vaya a la cocina, sin dramas, es un triunfo. Al rato, cuando estamos en casa, se enfada si le pido que haga algo, como recoger su habitación o lavarse los dientes. Grita si le digo que tenemos que salir a la calle, o que no puede ver la tele porque hay más cosas que hacer. Se enfada si no le doy chuches a media mañana (me niego a que coma porquerías, todo lo que entra en casa es lo que le han dado en alguna fiesta de cumple y en cuanto puedo y no me ve, hago limpieza y lo tiro) y llora porque tiene hambre y quiere patatas fritas o galletas y yo le ofrezco fruta o lácteos. Gruñe si se tiene que lavar las manos para comer, poner la mesa, dejar lo que está haciendo; se enfada si no le doy un helado después de haberse inflado a comer, si tenemos que salir después, si no tenemos que hacerlo…Vamos, es un continuo enfado de la mañana a la noche.  Ella tiene muy poca paciencia y un alto nivel de exigencia.

Estos enfados se producen de dos maneras. La primera son los llantos. Desde hace unos meses, llora a todas horas y por todo motivo. Lloriquea para pedirme las cosas o llora desconsoladamente si yo le pido algo y no le parece bien. Llora si se han terminado sus galletas favoritas o si la camiseta que quiere ponerse está para lavar. Entiendo que cada niño tiene su propia personalidad y hay que respetarla; eso hago, o por lo menos, lo intento, porque oírla llorar y llorar sin motivo aparente, pedir las cosas llorando cada dos por tres, confieso que termina sacándome de mis casillas.

La otra forma en la que se producen sus enfados es con negativas y gritos. El no es su palabra favorita. La usa en todo momento del día. Que le digo que tiene que ducharse, me dice que no, que no quiere, grita para demostrar su negativa y me mira desafiante. Si le digo que tenemos que marcharnos y que vaya a vestirme, me dice que no, que ella no se viste y además, lo dice gritando. ¡¡Se va de donde está dando un portazo!!Y de nuevo, yo, que intento tener paciencia, me veo a veces desbordada. ¿No tengo bastante con las peleas con mi adolescente, para que ahora mi hija de 5 años se comporte igual?

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Cada día pongo en marcha las cientos de técnicas que se me ocurren. Evidentemente, le pido las cosas por las buenas, le ofrezco posibilidades (venga, te dejo un ratito más lo que estás haciendo y luego hacemos lo que quiera que tengamos que hacer…), dejo que ella elija, que tome decisiones (o que crea que las toma), pero la mayoría de las veces no me funcionan las tácticas.

Los días que se los pasa llorando, analizo qué le ha podido pasar, si está más cansada, si está triste por algo. Hay días que le encuentro sentido, pero por lo general, no veo motivo para su tristeza. Hablo con ella y le pregunto y me dice que no sabe qué es lo que le pasa. Eso me hace sentir un poco culpable, debería ser una niña alegre y feliz y me entristece tanto escucharla llorar…

Tengo que asumirlo, mi hija sigue creciendo, tiene una personalidad única y fuerte y una voluntad de hierro. La quiero con sus berrinches, sus explosiones de mal humor, sus malas ideas, eso la hacen ser justo como es. Porque también es fantástica, maravillosa, amable, divertida, cariñosa. Soy yo la que tiene que aprender a aceptar que estas demostraciones son un paso más hacia su desarrollo como persona. 

Llevo queriendo escribir esto desde hace casi un mes, pero entre unas cosas y otras, no he tenido tiempo, así que aquí estoy hoy por fin.

Cada niño es único y diferente, unos destacan por unas cualidades y otros por otras. Lo importante, es que debemos escuchar a nuestros hijos, saber qué es lo que quieren, lo que les gusta, fomentar su autoestima y dejarles decidir, tomar las riendas (en cierta medida) de su vida. Está claro que cuando son pequeños, pueden decidir en poco, pero si desde ese momento les vamos escuchando, observando, conociendo sus gustos y motivaciones, las decisiones que tomemos por ellos serán las más adecuadas.

Quién no ha conocido, por ejemplo, a la niña que va a clases de ballet porque su madre “la obliga”, cuando en realidad, lo que querría es estar jugando al fútbol. O al niño que quiere ir a clases de pintura, pero hace extraescolares de baloncesto por deseo de los padres. Estos gustos y aficiones deberíamos tenerlos en cuenta.

Eso es lo que hago con Sara, una artista en potencia.

Es curioso, a pesar de que sus padres hemos sido niños tímidos durante la infancia (yo ya perdí mi timidez a lo largo de los años), mi hija es un derroche de simpatía, es atrevida, decidida, lanzada, no muestra vergüenza ni signos de timidez, le encanta hacerse notar, interactúa con todo el mundo rápidamente y tiene claras sus preferencias.

Hace un par de años que va a clases de baile, como ya he comentado en alguna ocasión. Allí, se divierte y se desfoga. Es cierto que no baila de maravilla, hay niñas que tienen mejor sentido del ritmo, pero ella disfruta con lo que hace. Y no solo eso, le encanta lucir sus bailes delante de la gente. Me parto de la risa cuando vamos a alguna tienda y si hay espejos, se pone a bailar, aunque esté lleno de gente. Ella va encantada y yo también.

Pero aún hay más. En el colegio, con motivo de la muestra de teatro de la localidad donde vivimos, su profesora decidió preparar una obra con todos los alumnos de su clase, niños entre 4 y 5 años, todo un reto. Cada día, cuando llegábamos a casa, Sara me hacía su papel ¡y el del resto, se los sabía todos! Un día, charlando con la profesora, me comentó que claramente había visto en Sara a la madrastra de la obra. Y es que, ¡cómo lo vivía!

teatro

Llegó el día del estreno de la obra. Un montón de niños pequeños, actuando en un teatro de verdad. Por la mañana actuaron dos veces, para alumnos de distintos colegios. Y por la tarde, los padres por fin, pudimos ver la puesta en escena.

¿Qué voy a decir yo, madre de la madrastra de cinco años más auténtica del mundo? Evidentemente, diré que lo hizo genial. Como el resto de los niños. Hay que tener en cuenta que muchos aún no habían cumplido los 5, que es la primera vez que hacían esto y que lo hacían para un montón de gente que los miraba. Se notaban los nervios en el ambiente. Pero cuando salió Sara, con ese potente chorro de voz, sin vacilar ni una sola vez, sin perder la concentración, poniendo cara de mala, malísima, fue el apogeo (evidentemente, para mí, para el resto de los padres el mejor momento fue cuando salieron sus hijos). Como madre a la que se le cae la baba, para mí, mi hija actuó de maravilla. Y no lo digo solo porque sea mi hija, que sé reconocer virtudes, y también defectos. Lo cierto es que lo hizo genial. Muchas personas me lo han comentado después.

Lo que importa aquí, no es solo lo bien que actuó Sara. Lo que importa de verdad es que a ella le encantó la experiencia y está deseando repetirlo. “Mamá, quiero ser artista”.

En vista de esto, el próximo curso va a empezar a asistir a clases de teatro. Sin dejar las clases de baile. Es lo que ella quiere, lo que me ha pedido y voy a respetar sus deseos. Y ya veremos cómo evoluciona el tema, seguro que fenomenal.

Serán más felices en su infancia, pero también en la adolescencia y en la edad adulta si no les hemos obligado a hacer cosas que no encajan con sus gustos, si respetamos sus deseos.

 

 

En casa siempre ha habido piezas de LEGO rodando. Desde que nació Lucas, primero los bloques grandes, después cada vez más pequeños hasta terminar montando verdaderos desafíos. Pero al mayor hace tiempo que dejó de interesarle, o por lo menos, de suponerle un desafío. Por probar, le cogí un set de Lego Technic, un coche chulísimo. Pero en menos de media hora ya lo había montado, probado y olvidado por ahí. A él tengo que proponerle desafíos más complejos.

Con Sara, en cambio, estamos en pleno proceso de desarrollo de sus habilidades motoras y mentales y montar sets de Lego es una buena arma para potenciar estas áreas.

Hasta hace no mucho, los bloques que teníamos en casa consistían en piezas más o menos grandes, aptas para niños de unos 3 años, fáciles de manejar. Con ellas montaba torres altas y castillos. Después, cambió un poco sus hábitos de juego y las piezas las tenía relegadas en una caja en su habitación. Hasta ahora.

Coincidiendo con la llegada a casa de Vaiana, la película de Disney en DVD, hemos adquirido también el set de Lego Aventura en la isla de Vaiana. Sobra decir que Sara está encantada con este personaje de Disney, con su personalidad, con su fuerza y constancia. Se sabe los diálogos y ella misma dice ser Vaiana de Motu Nui.

Este ha sido el primer Lego “de mayores” que tenemos, a partir de 5 años. Le hizo una ilusión tremenda empezar a jugar con él. En cuanto lo abrió y le expliqué cómo ir montándolo, empezando por la bolsa 1 y siguiendo las instrucciones, no ha parado hasta tenerlo listo en unos días. Las dos o tres primeras veces me pidió consejo, pero rápidamente ha entendido la mecánica y lo ha montado ella sola. Por supuesto, con el subidón de autoestima que eso le ha producido.

Montar juguetes de Lego, no sólo ayuda en la coordinación y en la motilidad, también en la orientación espacial. Está claro que no es lo mismo poner una pieza mirando hacia un lado o hacia otro. Así, antes de encajar la siguiente pieza, hay que tener conciencia del espacio que esta ocupa en el todo general.

Jugar con Lego ayuda a contar, es un inicio a las matemáticas. Al principio, tuvo que fijarse que, aunque hubiese piezas del mismo color, no tenían por qué ser iguales, pues cambiaban el número. Así, iba contando circulitos para ver cuál era la pieza exacta que necesitaba.

Sara se entretiene mucho con las manualidades, pintando, dibujando, puede estar muchísimo rato concentrada creando algo. Montando el set de Lego, tampoco perdía la concentración y estaba muy atenta a lo que hacía.

Después de las horas de creación y entretenimiento que hemos pasado, ambas tenemos claro que queremos volver a repetir, así que cuando termine el colegio, compraré un juguete de Lego con más piezas, para esas calurosas tardes de verano.

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