No hay mejor lugar que los brazos de mamá

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La maternidad de la A a la Z: H de Hermanos

embarazada-silla2En este MI diccionario maternal, no podía faltar esta palabra. Voy a hablar de hermanos desde un punto de vista maternal, pero también del fraternal, de la relación que tengo con la mía. Empezaré por esta parte.

Mi hermana nació 2 años y medio después que yo. Siempre hemos sido como la noche y el día, siempre nos hemos peleado y llevado mal. Mi hermana siempre ha sido, y sigue siendo, una persona muy egoísta, sola mira por sí misma, solo piensa en ella misma. Durante muchos años, culpé a mis padres de la forma de ser de mi hermana, me decía que ella era así porque ellos la habían dejado. Cuando era pequeña y quería algo, si no se lo daban, se tiraba al suelo y dejaba de respirar; mis padres, asustados, consentían sus caprichos. Cuando se hizo más mayor, cambió sus tácticas de chantaje: amenazaba con hacerse daño, escribía notas sobre sí misma….; mis padres, asustados, consentían sus caprichos. Y así ha sido siempre.

Como digo, he culpado a mis padres muchos años por su forma de ser. Ahora que soy madre, ya no les culpo, incluso les entiendo. Entiendo que eran padres, con una hija más difícil de llevar, que no sabían cómo actuar, que estaban asustados y desbordados por las exigencias de una niña. Estoy convencida de que no actuaron correctamente, pero lo hicieron por desconocimiento, por creer que de esa manera lo hacían bien. Ahora entiendo, como madre que soy, que queremos lo mejor para nuestros hijos, que intentamos educarles de la mejor manera posible y a veces nos equivocamos. También creo que rectificar es de sabios, y que ellos deberían haber cambiado su forma de actuar con ella, pero ese es otro tema…

El caso es que mi hermana y yo crecimos siendo dos personas totalmente opuestas. Como digo, ella se movía por la envidia y el egoísmo. Y yo no podía soportar esas cosas. Sobre todo, cuando ya éramos más mayores y veía cómo manipulaba a la gente para conseguir lo que quería. Cómo nunca ha sido capaz de hacer un favor sin exigir algo a cambio. Cómo siempre se ha acordado de las pocas cosas que ha hecho alguna vez “altruistamente”, para rebozártelas en el momento apropiado. No os cuento detalles, porque me daría para llenar libros enteros. Pero me ha hecho muchísimo daño. Ella ha llegado a alegrarse cuando me ha visto sufrir y además, me lo ha dicho. Me ha humillado por quedar bien delante de otras personas. Han sido tantas cosas, que, evidentemente, nuestra relación de hermanas es poco más que un mero dato estadístico escrito en el libro de familia.

No tiene amigos. Por lo menos, no amigos antiguos, con el tiempo, todo el mundo veía como era y acaba huyendo de ella. Pero siempre se las ha apañado bien para conocer gente nueva, ir de tía guay por la vida y estar rodeada de gente… que irremediablemente, acaban escapando de su influjo al poco tiempo de conocerla. Lo peor de todo: nunca ha sido capaz de reconocerlo, nunca ha dado su brazo a torcer, nunca ha visto el mal que estaba haciendo, al contrario, siempre acababa culpándome a mí de todo. Y durante muchos años, he tragado y tragado, porque era mi hermana.

Y por mi padres. Cuantas veces habremos discutido por lo mismo. Mi padre siempre me decía que como yo era la hermana mayor, yo era la responsable y debía  llevarme bien con ella. Daba igual lo que hubiera hecho. Ellos siempre han pensado que el hecho de ser hermanas era motivo suficiente para a llevarnos bien. El problema es que a un hermano, tú no lo eliges, te viene impuesto. De nuevo, poniéndome en mi faceta de madre, entiendo un poco a mis padres. A pesar de saber cómo es mi hermana, de su egoísmo, de su forma de tratar a la gente, de su desapego, a pesar de todo, ellos, como padres, siempre han querido tener una familia más o menos normal, no han querido que sus hijas se llevasen mal. Y siempre han intentado justificarla, “como ella es así…”Imagino lo doloroso que debe ser para unos padres. Pero ellos no imaginan lo doloroso que es para mí como hermana. Porque, evidentemente, no saben muchas de las historias que hemos pasado, historias que en el pasado, también incluyeron a mi hijo mayor y que me llevó a pasarme un año sin dirigir la palabra a mi hermana.

Y ahora, llega la parte de los hermanos en relación a mi maternidad. A la parte de mis hijos.

Mi mayor ha sido hijo único hasta los 10 años. Muchas veces he escuchado consejos de esos que no pides a la gente, sobre que un hijo no debería estar solo, que es mejor tener hermanos…y yo pensaba en la mía propia, y la verdad, si hubiese podido elegir, habría preferido ser hija única.

Una parte de mí, deseaba ser madre de nuevo, pero otra parte, tenía mucho miedo. ¿Y si mis hijos se llevaban mal, como mi hermana y yo? Para ellos iba a ser muy duro, y para mí, como madre, también. Conozco a mi mayor, sé que tiene una sensibilidad extrema, que es una bellísima persona, que da todo lo que tiene, pero, ¿y si tenía otro hijo y era egoísta, egocéntrico, manipulador? ¿Puede pasar eso? A las pruebas con mi hermana me remito. Mismos padres, mismos valores, dos personas completamente opuestas. Sigo pensando que la forma “inconscientemente” de actuar de ellos pudo hacer que el tema se agravase, pero mi hermana ya tenía eso de fondo, ya lo traía de serie.

Bueno, ahora soy feliz. Tengo dos hijos que se adoran. Son unos hermanos estupendos. Y me encanta ver lo contentos que se ponen cuando se ven después del cole, o al levantarse por las mañanas. Soy consciente de que todo eso puede cambiar, mi pequeña tiene 21 meses todavía y una personalidad que se está forjando. De momento, yo le estoy dando todo el amor que tengo, mi tiempo, mis abrazos, mis besos, todo mi cariño, estoy haciendo de ella una persona segura y confiada y espero que esto sirva para asentar las bases de un buen desarrollo. También sé que se llevan 10 años de diferencia, que el mayor todavía es un niño y se divierte con ella, pero en unos años, la diferencia de edad será más importante. Aunque eso no quiere decir nada. Llevarse poco tiempo de diferencia con tu hermano no es condicionante para tener una relación sana, solo tenemos que ver la poca relación que tenemos mi hermana y yo. Posiblemente, con 10 años de diferencia sean capaces de quererse y respetarse mucho más que nosotras.

Ojalá sea así. Ojalá mis hijos estén orgullosos de tener un hermano con el que contar. Yo siempre he echado mucho de menos el poder contar con la mía. Siempre he envidiado las relaciones sanas que tienen la mayoría de las personas con sus hermanos, la complicidad, la confianza, saber que tienes a alguien con quien poder contar en caso de necesidad. Yo no puedo hacer eso con mi hermana. Ojalá mis hijos sean los mejores hermanos del mundo. Y yo, la madre más feliz.

La maternidad de la A a la Z: R de Receta

Esta semana, como siempre corriendo y sin tiempo de nada, llego casi a última hora a publicar en el diccionario de la maternidad. Ya tengo claro que no voy a completar todas las letras del diccionario, el mío se va a quedar un poco cortito, pero, por más que lo intento, no me da tiempo. Aunque, como esto no es una carrera ni una competición, sino una estupenda manera de dar a concer a otras personas como nos ha cambiado la maternidad,  pues yo seguiré aportando mis palabras cada vez que pueda, que es lo que importa. Gracias Vero, no tendré sillón, pero lo que importa es participar…
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La palabra que he elegido esta semana es RECETA

Antes de la maternidad, la verdad es que solía comer en casa de mi mamá muchas veces, que ya sabemos eso que dicen que las madres cocinan de maravilla…. Cuando empecé a vivir sola, tampoco le prestaba mucha atención a mi alimentación, había días que me apañaba con cualquier cosa, y eso estaba bien, vamos, que no le daba la menor importancia.

Y entonces, te conviertes en madre, y la hora de la compra en el supermercado adquiere un valor muy importante. La nevera tiene que estar llena, porque resulta que tus vástagos han salido zampones. Y aquí es donde llega la palabra receta.

Resulta que tienes que mejorar tus aptitudes culinarias, tienes que adaptarte a las nuevas necesidad. Ya no puedes usar coca cola para hacer una salsa…, el paladar de tus hijos y sus estómagos son más delicados.

Hay días en los que te pilla el toro, llega la hora de la cena y no tienes nada preparado. Entonces, tienes que sacar la imaginación y apañar una receta con las sobras del medio día.

Aprendes a hacer cocido, ummmm, ese plato tan rico y completo que tu madre te guardaba en un tupper hace años. Pero ahora no puede guardar cocido para tantos. Y tu presta atención, boli en mano, y copias la receta para luego hacerla en casa. Anda, pues no era tan difícil, Y encima, me apaña varias comidas y cenas más. Que no está el tiempo para malgastarlo, no nos llegan las horas del día… Con un buen cocido, me sobra caldo para hacer sopa una noche, tengo garbanzos para freírlos con cebolla y bacon y me sale un plato rico, rico, y con el pollo y el jamón, me pongo y hago unas croquetas. Menos mal que mi madre me enseñó esta receta.cocido

Y así todo. Los macarrones pasan de ser una pasta bañada en tomate a convertirse en un plato que ni en los mejores restaurantes (aquí una receta rica, rica). Vamos mejorando nuestras dotes culinarias, y hacemos una receta en un periquete con un paquete de salchichas, un poco de cebolla y un chorrete de vino.

Vamos, que la maternidad me ha convertido en toda una cocinillas, ahora mi nevera está siempre llena de productos sanos (y otros no tanto, vale, que a veces hay que apañarse con otras cosas) y he aprendido a transformar recetas en función de los gustos de mis hijos.

Y tú, ¿qué ha comido hoy?

La maternidad de la A a la Z: E de Emprender

Otra semana más con nuestro particular diccionario maternal, ideado por Vero trimadre 

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Emprender significa empezar algo. En realidad, según la RAE, emprender es “comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”. Y que mejor momento que la maternidad, para usar esa palabra. Cuando nos convertimos en madres, emprendemos una nueva vida.  Y vaya si encierra dificultad, jajaja. Cada día en la maternidad es un nuevo reto para nosotras: sabremos cuidarlos bien, les educaremos con respeto, serán felices, serán adultos sanos y responsables… Vamos, que es todo un empeño lleno de dificultades.

Y como dice la definición, emprender también implica peligro. Cuando emprendemos el camino de la maternidad, tenemos que sortear un montón de peligros que siempre nos acechan en el camino: las enfermedades que se esconden tras los primeros fríos, las caídas cuando comienzan a dar sus primeros pasos, e incluso, peligro para nosotras, como que la peque de un portazo y te pille un dedo, pegue un salto y te pise el pie descalzo o decida que quiere sentarse en la silla justo cuando tu te has subido de pie a coger algo del estante más alto de la cocina….¡qué situación más peligrosa!

La maternidad también me ha hecho emprender otros caminos que no creía que pudiera recorrer. Antes de ser madre, siempre iba a lo seguro, no he sido de arriesgarme mucho. Es más, solía darles muchas vueltas a las cosas antes de tomar una decisión. La maternidad me sorprendió en este aspecto bastante. No voy a decir que ahora tome decisiones a la ligera, ni mucho menos, sobre todo, cuando se trata de mis hijos, tiendo a sopesarlo todo antes. Pero la maternidad, sí me hizo emprender un negocio. Desde luego, si esto me lo hubieran dicho hace unos años,  no lo habría creído posible.

Como ya sabéis, porque lo he contado en más ocasiones, hace unos meses emprendí mi propio negocio. Y fue gracias a la maternidad. Fue por querer estar con mi hija todo el rato, por tener más rato para mi hijo mayor también. En ese momento, y después de darle vueltas a la forma de no tener que volver tan pronto al trabajo, lo vi claro, tenía que hacer algo que me gustase, que me permitiese estar en casa más horas y que me diera la posibilidad de estar con mi hija las 24 horas del día. Saqué de dentro de mí a la mujer que no conocía, esa que a través de su maternidad, se sintió más poderosa, más capaz de todo. Y hasta hoy. A pesar de que no ha ido tan bien como esperaba, lo cierto es que tampoco ha ido tan mal, todo hay que decirlo. Y mi emprendimiento me ha permitido pasar 18 meses a jornada completa con mi hija y ahora, sólo tengo que separarme de ella 4 horas.

Y a ti, ¿Qué te ha hecho emprender la maternidad?

La maternidad de la A a la Z: G de Gastroenteritis

Esta semana, de nuevo se abre el diccionario de la maternidad, de Vero trimadre aunque los ánimos no estén muy “animados”. Pero esto es lo que me está pasando desde ayer, y quería contarlo. La entrada de hoy será breve, seguro. Ahora os contaré porque.

¡¡¡Gastroenteritis!!! ¡¡Pero eso no solo pasa con la maternidad!! Pues no, claro que no, un virus de estos nos puede pillar a cualquier edad y en cualquier momento. Y sino, que me lo cuenten a mí, que siempre he sido un poco delicadilla de estómago y me los pillaba todos.

Entonces, ¿qué tiene que ver con la maternidad?

Pues bien. Si ya de por sí, soy propensa a pillarme los virus estomacales, cuando vives en una casa con niños, los riesgos se multiplican. Cuando uno de tus hijos tiene gastroenteritis, te dan una serie de normas para que el virus no se propague: extremar las precauciones; Lavado frecuente de manos; no compartir vasos ni cubiertos….Normas que parecen sencillas de realizar, pero a ver cómo le dices a tu bebé, de 18 meses, que no se meta las manos en la boca y luego lo toque todo o que no venga a darte besos en la boca llenos de babas….

Vamos, que mi hija lleva con gastroenteritis desde el domingo por la noche y aquí la que escribe, ya se la ha pillado en todas su versiones. De ahí la brevedad de mi entrada de hoy. Para nuestra desgracia, el mayor también la ha cogido, así que estamos ahorrando una pasta en comida, porque ninguno tiene hambre y gastándonos el ahorro en papel higiénico y lavadoras para lavar la ropa vomitada.

Ay, que ligada va la gastroenteritis con la maternidad. Y no os cuento más porque el cuarto de baño me reclama.

La maternidad de a A a la Z: U de Uña

Una semana más, os traigo mi aportación al diccionario de la maternidad, diccionario ideado por Vero trimadre/trigenia y que cada semana tiene más adeptos.

embarazada silla2 Pues resulta que en mi caso, las uñas tienen muuucho que ver con la maternidad, con la mía, y con la de mi madre. Ya veréis.

Era yo una tierna niña de solo dos años y medio cuando mi hermana llegó al mundo. Imagino que todos se desvivían por el bebé nuevo, porque yo la verdad, no me acuerdo, y eso, en mi mente infantil, provocó los temidos celos de hermanos, supongo. El caso es que empecé a morderme las uñas por aquella época. Nosotras crecimos, pero mi hermana siempre tenía que ser el centro de atención, la única, la mejor, la inigualable, la caprichosa, la egoísta, la que dejaba de respirar si no conseguía lo que quería…. Y mis padres se sometían a todas sus exigencias, y lo siguen haciendo treinta y muchos años después, con lo que seguían olvidándose de mí. Como para dejar de morderme las uñas. Es más, a eso le sumé hacerme pis en la cama, pero eso da para otra entrada. Con el tiempo, aprendí a no esperar nada, a no pedir nada, pero las uñas eran lo único que me consolaban, eran mi tranquilizante favorito en momentos de estrés.

Pasaron los años, crecí y nació mi príncipe. Me divorcié y en ese momento, sin casa, sin trabajo, sola, con un hijo, decidí dejar de morderme las uñas ¡ole mis narices! Y lo conseguí, vaya que sí. Estuve unos años que me las pintaba, más por tapar lo feas que eran que por modas, todo hay que decirlo. Peroooo, como buen vicio, que es de los que creo que no hacen daño, más que a la forma porreta de mis dedos, no pude evitarlo y volví a las andadas, y así sigo, mordiéndome las uñas día tras día, a veces me las devoro, por los nervios, y otras, consigo dejármelas dos o tres días sin morder, por el placer de morder unas uñas un poco más largas (soy rarita, lo sé, os dejo decirlo).

Pero, también os he comentado que mi maternidad tiene que ver con las uñas y esta historia, ya venía de mi más tierna infancia. Pues sí, aquí está la segunda parte. Mi segunda maternidad.

Cuando nació la pequeña, el mayor acababa de cumplir 10 años. Estaba preparado para todo, para dejar de ser el centro de atención, para ayudar, sabía que la pequeña iba a necesitar atención 24 horas del día y que algunas cosas iban a cambiar…. Sí, muy bonito, él conocía toda la teoría, pero en la práctica, todos los hermanos mayores, de un modo u otro, sienten que el hermano pequeño ha llegado para alterar su mundo. Y, casi sin darnos cuenta, empezó a morderse las uñas. Empezó a tocárselas mucho, luego a arrancarse trocitos con los dedos y ahora, casi no tiene uñas, de lo mordidas que las tiene. Viéndolo desde la perspectiva de madre, entiendo cómo se ponía la mía de nerviosa cuando me veía a mí con los dedos en la boca. Hay veces que le veo, como muerde y mira y busca y rebusca, a ver de dónde saca otro trocito y me pongo nerviosa, le digo que no lo haga, que se le están quedando los dedos feos….y se lo digo mientras yo misma me estoy mordiendo las mías. Suena un poco hipócrita ¿no?

Ains, la maternidad que ha destrozado las uñas de mi familia. Pero prefiero tener los dedos feos y los hijos que tengo y a los que adoro que lucir uñas preciosas y no disfrutar de mis tesoros.

La maternidad de la A a la Z: N de Nariz

Hoy llego un poco tarde al Diccionario de la maternidad de Vero, es lo que tiene haber estado unos días de vacaciones. Peroooo, como Vero es así de maja, y como sabe que no nos iba a dar tiempo a muchas algunas a terminar todas las consonantes del diccionario….pues lo ha dejado abierto un ratito más, motivo por el cual, ya he deshecho las maletas y voy a escribir un poquillo.

Quería y quiero, terminar con los sentidos que empecé hace algunas semanas. Pero, la persona que le puso nombre a los 5 sentidos, no pensó que quizás, algún día, en un futuro muy lejano (y en nuestro presente), alguien querría hacer un diccionario con esos sentidos y, ale, ya la hemos liado, Oído y Olfato, las dos con O, oh, oh, oh.

Así que, me quedo con la N de nariz, que no es un sentido en sí, pero es el órgano del olfato, jejeje. Y así, dos palabras en una.

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¿Cómo ha cambiado la maternidad mi nariz? Pues afortunadamente, no la ha cambiado en nada. Porque la maternidad, ha ensanchado mis caderas, engordado mi culo, amichelinado mi barriga y rellenado mis tetas, pero menos mal, que no ha agrandado más mi nariz, porque entonces yo, sería digna de un poema: “érase una Diana a una nariz pegada…”

Mi nariz es prominente, vaya si lo es, tanto, que en el instituto, un chico de un grupito con los que salíamos me llamaba “picota” (claro, que él, feo en todo su esplendor no se miraba al espejo), pero a mí, por aquella época, me acomplejaba bastante. Aunque con el paso de los años y la madurez que se adquiere, el tamaño de mi nariz, pasó a darme lo mismo.

Y ahora, es cuando vamos a hablar del olfato. Porque mi olfato, va íntimamente ligado al tamaño de mi nariz. Lo huelo todo, lo bueno y lo malo. Y creo, que como el resto de los sentidos, se me ha desarrollado con la maternidad.

Durante el embarazo, es conocido que a muchas mujeres se nos desarrolla el sentido del olfato. Pues el mío lo hizo hasta límites insospechados, sobre todo en el primero. Cuando estaba embarazada del príncipe, tuve que tirar todas las especias de la cocina, porque no era capaz de entrar de cómo olía. Y ese hiperolfato, hacía que la mitad de la comida me diera asco, y la otra mitad me daba asco por la hiperémesis que sufrí, así que los primeros meses, adelgacé y todo. Menos mal que el segundo embarazo fue un pelín mejor en ese aspecto (solo un pelín).

Y luego, nacen tus hijos, y tu olfato se especializa. Primero, en cacas. Sí, porque tienes un olfato tan agudo, que hueles una caca de tu bebé aún antes de que la haya hecho. Y con el tiempo, aprendes a distinguir entre el olor a caca y el de un simple pedo, sin tener que mirar dentro del pañal.

Otro olor que no puedes olvidar, es el olor a bebé.  Y a productos de bebé. Con el príncipe, hace 11 años, usaba una marca de productos de higiene, que me encantaba como olían. Pues cuando nació la princesa, me fui directa a esa misma marca y al oler su perfume, inmediatamente, vinieron a mi mente escenas de cuando el peque era muy peque, ratos en el baño, masajes… Dicen que el sentido del olfato es el que mejor nos puede evocar recuerdos del pasado. Y qué razón tienen…

Hay más olores que no pasan desapercibidos al olfato de una madre. Como el de algunas comidas preparadas para bebés. Agggg. No me digáis, que no habéis abierto un potito, de esos de carne o puré o pescado y os ha asaltado un tufazo increíble. Y encima, el bebé en cuestión, se ha zampado el tarrito entero la mar de contento. Por suerte para mí, con el mayor, que era un poco delicado para comer, probé esos tarritos en alguna ocasión, pero creo que le pasó como a mí, y le perdió el olor, porque nunca conseguí que se comiera ninguno, y eso que pensaba que me servirían para un apaño de esos de salir de casa. Y con la pequeña, pues tampoco, pero es que con ella, directamente, nunca, jamás, he intentado darle un puré de esos (de carne o pescado, que de fruta, aunque me pese, si le he dado de vez en cuando, alguna vez que nos ha pillado la merienda fuera de casa). Con la peque lo he tenido mucho más fácil, porque desde que empezó la alimentación complementaria, a los 6 meses, empezó a comer sólidos y comida de mayores, así que salir a comer fuera de casa con ella, da gusto, porque se apaña con cualquier cosa que haya, cosas con olor a rico de verdad.

Últimamente, hay otro olor que se está apoderando de mi nariz. Y es el olor a niño grande. Y un poco descuidado. Empieza la revolución hormonal, y con ello, el olor a sobaquillo, que ya no huele a niño, no señor, ya huele a persona mayor. Y también, empieza la edad del querer escaparse de la higiene personal y tener que perseguirle… menos mal, que cuando los argumentos sobre la necesidad de ducharse a diario no le convencen, el olor de su camiseta sudada justo debajo de sus fosas nasales hace el resto. ¡Bendita nariz!

La maternidad de la A a la Z: T de Tacto

Esta semana, bastante pillada de tiempo y escribiendo desde el móvil, casi no llego a mi cita con el diccionario de Vero, del que seguro que ya lo sabéis todo, pero por si acaso, lo podéis leer aquí.

Y mi palabra para esta semana es tacto

El tacto es otro de los 5 sentidos. Nos permite conocer características de las cosas mediante el uso de la piel, que es el órgano del cuerpo más extenso.

Cuando nos convertimos en madres, el primer contacto que tenemos con el tacto, es cuando nace nuestro bebé. De pronto, entre las manos, tenemos al ser más precioso del mundo, una cosita pequeña, tierna y adorable. Empezamos a tocarlo, y numerosas sensaciones aparecen a través del tacto. Notamos su calor, su suavidad, notamos que está blandito, nuestro cuerpo entero responde al contacto.

Tacto

Según pasan los días, el tacto es cada vez más importante en la maternidad. Con sólo tocar al bebé, sabemos si tiene fiebre, mejor que un termómetro. Aprendemos a dar masajes a nuestro bebé, pasamos nuestras manos por ese cuerpecito tan delicado, que se relaja con el contacto.

Pero el tacto no está solo en las manos. Toda nuestra piel se encarga del tacto. Cuando el bebé se tumba encima tuyo, notas esa presión, ese calor, esa suavidad, con cada poro de tu piel. ¿Y los besos? Ese roce con la piel de los labios sobre otra piel, esos momentos indescriptibles sobre los que ya escribí aquí. Los besos son la mayor expresión del tacto, a través de ellos, sentimos y expresamos muchos sentimientos, notamos la suavidad de nuestros hijos, y percibimos su olor. Vamos, que el tacto está íntimamente relacionado con el resto de los sentidos.

A mi me encanta tocar a la princesa. Mientas mama, la tengo tumbada encima mía, y le acaricio la cara, las piernas, el pelo. No puedo parar de tocarla. El tacto me tiene enganchada. Y ahora en verano, lo disfruto más si cabe. Estamos con poca ropa, y a pesar del calor, hay algo que hace mi peque que a mi me vuelve loca. Mientras está mamando, y aprovechando que yo también voy ligera de ropa, mete una de sus manitas por mi espalda o por mi tripa, y me acaricia. ¡No hace falta que os diga que a mí se me cae la baba!

El tacto me permite también manejarme a oscuras, por la noches, para no despertar a nadie, voy tanteando las cosas hasta llegar a mi destino.

Y antes de terminar, la última mención al tacto, aunque esta no tenga que ver con los sentidos.

El tacto, o mejor dicho, la falta de tacto que tienen algunas personas para decirte cosas, hacer comentarios y observaciones, críticas que como madre, molestan sobremanera. Lástima que de esas personas haya tantas, de esas que sin tacto ninguno, te dicen que a los bebés hay que dejarles llorar, que llora porque tu leche no le alimenta o que tanto cogerle en brazos lo estás mal criando. A todas esas personas, con todo el tacto del que soy capaz, les digo: «Anda y meteos en vuestros asuntos»

La maternidad de la A a la Z: V de Vista

Una semana más, estoy aquí, dispuesta a contaros algo que cambió en mi vida con la maternidad, una nueva palabra para el diccionario que inició Vero, de Trimadre a los 30 (felicidades por el cumple de ayer) y al que todas estamos aportando algo.

Y, siguiendo con el fregado de los sentidos, esta semana, mi palabra es VISTA.

Como siempre, la RAE tiene un montón de definiciones, si a alguien le interesan todas, están aquí. Yo voy directamente a las mías.

La vista es otro de los órganos de los sentidos, con el que percibimos las cosas, a través de las imágenes que entran por nuestros ojos.

Nunca he tenido una vista muy buena, de hecho, con 6 años me pusieron gafas y en el cole, se metían conmigo, ya sabéis, las típicas frases “gafitas, 4 ojos.”

Cuando empecé a salir con mis amigas, nunca lo hacía con gafas. Conclusión, pasé a ser una antipática. Y os preguntaréis, ¿que tiene que ver el hecho de no ponerme las gafas para salir con ser una antipática?; pues muy sencillo. Como no veía tres en un burro, me cruzaba con gente a la que conocía y no saludaba, ¡¡porque no los veía!! Ahí empecé a forjarme una reputación…. y decidí que había llegado el momento de empezar a ver por donde pisaba, con lo que me pasé a las lentillas. Pero mis ojos, tan finos y delicados como la dueña, nunca acabaron de adaptarse bien, así que se me ponían rojos….

Y llegó mi primera maternidad, que sí, que ya me he enrollado mucho. Y con ella, el no tener tiempo de nada, de arreglarme, de peinarme…. ¡como para ponerme las lentillas! Pasé a ir desarreglada y con las gafas todo el día. Y no es que usar gafas sea algo malo en absoluto, para nada. Pero a mí nunca me han convencido, siempre las llevaba sucias, llenas de huellas de deditos del príncipe. Nueva solución: la cirugía.

Uf, eso sí que me daría para escribir un post entero, la operación y todo lo que le rodeaba. Pero aquí, resumiendo, que me quedaron dos ojos muy chulos y que veían casi al 100%.

Y como sabemos que la maternidad te da súper poderes, te agudiza los sentidos al máximo, el sentido de la vista no iba a ser menos.

Ahora, veo en la oscuridad.  Me manejo de maravilla. Soy capaz de ir al baño por la noche sin encender una sola luz, para no despertar a la pequeña. Soy capaz de estar sentada escribiendo al portátil con la luz apagada, y dejándome los ojos en el teclado, porque no veo un pijo, jejeje, todo, por no despertar a la pequeña. La veo en la oscuridad de la noche, de un vistazo, se donde anda.

En cambio, en otros aspectos, he perdido un poco de vista. Porque ahora, no veo las manchitas del suelo o de la encimera de la cocina. Prefiero no verlas, hago la vista gorda, para aprovechar esos ratos en los que debería estar limpiando para estar con los niños.

También, cuando eres madre, la gente, de pronto, de un solo vistazo, parece darse cuenta de que necesitas consejos y se ponen a hablar y a decir tonterías, de esas que no dejan indiferentes a nadie. Pero vamos a ver, ¿tú me has visto bien? ¿Tengo yo pinta de querer tus consejos, esos que lo único que hacen es intentar tirar mis ideas, mi forma de criar, por los suelos? En este tema no vamos a entrar porque ya está suficientemente bien descrito en otras entradas de la maternidad y porque me encienden… Lo dejaré para otro post, que de esto también tengo mucho que decir.

Otras veces, se me empaña la vista, se me llenan los ojos de lágrimas. Esto pasa, casi siempre, con alguna nueva proeza de mis dos tesoros, con algo que dicen o que hacen, el orgullo de madre que no me cabe dentro. Y, con muchas de las entradas de este pedazo de diccionario, que hacen que se me ponga la piel de gallina, y no pueda apartar la vista de la pantalla del ordenador.

Desde que soy madre, ha cambiado también mi punto de vista. Antes, no entendía algunas cosas que hacía mi madre, como dejar de comerse algo rico para dárnoslo a nosotras. Y ahora, veo porqué lo hacía.  Ahora miro por mis hijos, todo por y para ellos, son lo más importante en este mundo. Y si algo no me cuadra, si alguien se interpone en su camino, ya estoy yo presente para quitar ese estorbo de su camino.

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La maternidad de la A a la Z: G de Gusto

Seguimos con el súper diccionario de la maternidad de Vero trimadre

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Y yo, he decidido seguir con los sentidos, a ver como salgo de este lío en que me he metido….

Esta semana, para no repetirme de letra (me lo ha dicho Vero….jejeje, me acabo de leer las FAQ´s y dejaré la O para otra semana), voy a escoger la G de Gusto.

La RAE tiene 12 definiciones, y yo paso de copiarlas y pegarlas, así que os voy a contar las mías propias, en relación con la maternidad.

El Gusto como sentido.

Durante el embarazo, el gusto se me alteró un poco, debido al olfato hiperdesarrollado que me gané, a la acidez de estómago y a las náuseas, así que comía sin gusto, por obligación. Hasta el último trimestre; ahí sí que comía con gusto, engordé todo lo que no había hecho los primeros meses, jeje. Creo que mi cuerpo sabía que luego no iba a comer bien durante una temporada.

Cuando nació la princesa, era un gusto poder comer, comer normalmente, digo, sentada a la mesa, con cubiertos, con una charla…. Era casi misión imposible, la nena siempre era (y es) lo primero, así que, a la hora de comer, lo hacía de pie, con las manos o con la niña a la teta, vamos, sin saborear más bien engullir, cero gusto.

Con el paso de los meses, y con la gordita creciendo, he vuelto a encontrar el gusto por la comida, vamos, tanto, que cuando los peques duermen, siempre tengo algo “gustoso” para llevarme a la boca antes de dormir, como un trozo de chocolate……

También está el sentido del gusto de los niños. El mayor, tiene un gusto muy fino, el señorito prefiere un buen jamón de bellota al york, y como están las cosas… A La princesa le gusta todo, después de 6 meses de saborear en exclusiva leche materna, se lanzó al mundo de la alimentación complementaria con los ojos cerrados y no hace ascos a nada, todo lo quiere, todo lo prueba, da igual que sea un trozo de cebolla crudo que el fuerte gazpacho que hace su madre, o sea, yo, que ella se relame encantada. ¡¡Da gusto ver comer a esta niña!!

Gusto como placer o deleite

Esta es otra acepción de la palabra gusto. Desde que soy madre, es para mí un gusto escuchar las risas de mis hijos, sentir sus besos, ver sus caras de emoción… Todo lo que hacen provoca en mí esa sensación. Como madres, todas nos deleitamos con los logros de nuestros retoños, ya sea dar sus primeros pasos o actuar en un grupo de baile, da igual la edad que tengan, nos gusta por igual.

Gusto como manera de sentirse

Evidentemente, no podían faltar en mi maternidad, los portabebés. Y estos me hacen sentir a gusto. Y a la princesa también. Las dos estamos a gusto una cerca de la otra, ella está protegida y yo estoy cerca de lo que más quiero. Y si a alguien no le gusta, que no mire, porque lo hacemos por nosotras, no por los demás.

Y aunque hay más definiciones, yo ya me he quedado a gusto con lo que he escrito, y todo lo que aquí leéis está escrito con mucho gusto.

La maternidad de la A a la Z: O de Oído

Siguiendo el Diccionario de la maternidad, iniciado por Vero, de Trimadre a los 30, vamos allá con la palabra de esta semana.

El Oído es uno de los 5 sentidos que tenemos (bueno, algunas tenemos 6, jeje). Además de un sentido, el oído es el órgano del equilibrio y de la audición.

Antes de ser madre, mis oídos han servido, como los de todos, para escuchar conversaciones, música, a mis padres echándome más broncas que piropos, a los profesores del cole, a mis amigos. Lo normal, vamos. A veces, me hacía “la sorda”, cuando lo que oía no me interesaba. Perooooo, llegó la maternidad, y mi oído, como sentido, se desarrolló hasta límites insospechados:

• Por la noche, oigo cualquier sonido, cualquiera, que hace mi bebé, cuando duerme. Me despierto con un suspiro del bebé, cuando se mueve, cuando da un quejidito. Increíble. Antes no me despertaba casi ni el despertador, y ahora, hasta un pedete nocturno consigue sacarme de mi sueño. Es muy útil este desarrollo del oído en muchos casos. Por ejemplo, antes de que el bebé se despierte del todo, yo ya he oído como se mueve, lo que facilita alimentarle antes de que acabe de abrir el ojo y que siga durmiendo plácidamente, y yo también, claro.  En mi caso, también me permitió resolver un atragantamiento, porque la oí haciendo intentos de respirar en mitad de la noche. Aquí está la historia del colecho y el horrible incidenteGracias oído.

• Durante el día, el oído se especializa. Soy capaz de bloquear el sonido de la tele, el de la lavadora, el de los vecinos haciendo ruido, para concentrarme en lo que estoy haciendo, pero dejo abierto el canal de mis hijos, así, cualquier cosa que ellos hagan/digan, llega a mi cerebro a la velocidad del rayo: “¡¡¡mamá!!!”, es música para mis oídos, jejeje.

• Me parezco a mi madre. Si, como lo oís. Porque, al desarrollarse mi oído, ahora, cuando el mayor tiene puesta la música en su habitación o está viendo la tele, yo siempre la oigo muy alta. Y recuerdo cuando yo era adolescente, y me ponía los cascos del walkman a todo meter o ponía un disco en el tocadiscos a un volumen “normal” (habéis leído bien, walkman y tocadiscos, aquellos maravillosos años), mi madre siempre decía que estaba muy alto….

• Por otro lado, el silencio, la falta de sonido en mis oídos, también merece su especial atención. Cuando tienes un bebé, pequeño, que ya ha empezado a moverse, a andar, a explorar por la casa, tienes que tener mil ojos, porque todo les parece interesante. Y cuando, por algún motivo, los ojos no los tienes puestos en el bebé, el oído es el sentido más importante en ese momento. Mientras le estás oyendo, jugar, hablar, hacer ruiditos, lo que sea, no hay problema. Perooooo, si de pronto no oyes nada, si alrededor de tu bebé sólo hay silencio, ¡corre! Seguro que está haciendo algo que no debe, algo peligroso, uy, uy.

niño en silencio

• Una cualidad que he desarrollado con la maternidad y que cada vez tengo más dominada, es por un oído me entra y por otro me sale a todos los comentarios malintencionados, críticas a mi forma de crianza y consejos desaconsejados que todo el mundo a mi alrededor, conocidos o no, se creen con derecho a hacer sólo por el hecho de ser madre. Al principio, sobre todo con mi segunda hija, me los tomaba muy enserio, algunos, hasta me molestaban y defendía a ultranza mi forma de hacer las cosas, con el consiguiente malestar que eso, a veces, me causaba. Pero ya, he bloqueado mis oídos a todas esas críticas/comentarios/consejos y mientras hablan y hablan, yo paso y estoy en mis cosas, asiento o les pongo mala cara y no digo nada. El que quiera, que se dé por aludido, y el que no, que siga gastando saliva.

Ahora, la otra cualidad del oído, el equilibrio:

• Cuando eres madre/padre, aprendes a hacer equilibrismo. Vamos, no me digáis que no habéis ido con el bebé en un brazo, los platos de la cena en el otro, y esquivando todos los cachivaches que hay tirados por el suelo, sin que se os haya caído ni un tenedor. A veces me acuerdo de un concurso que hay “nosedonde”, en el que los camareros tienen que llevar unas bandejas llenas de vasos sin que se les derrame nada…..Desde que soy madre, yo estoy por concursar, ¡¡¡pero con un bebé en brazos!!! Aquí tengo que decir, que hacer esto con un portabebé facilita realmente la tarea.

• También, he vuelto a poner en práctica mi equilibrio subiéndome en algún columpio del parque o intentando patinar con el mayor. Y montando en bicicleta, cosa que no hacía desde que tenía unos 18 años…. Y aunque dicen que no se olvida, pues no, no he olvidado pedalear, pero mantener la bici en pie y conseguir avanzar unos metros sin caerme, eso ha sido todo un logro para mí (soy bastante patosa).

• Equilibrio también hacemos con la nómina, para llegar a fin de mes, aunque este equilibrio no tenga que ver con el oído, ¡oh, oh!

Pues hasta aquí mi palabra de hoy. Y como me ha gustado esto de los sentidos, si nadie más piensa en estas palabras, la semana que viene ahondaré en otro sentido.

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