Edición: Anoche con el sueño y la niña encima, se me pasó hablaros del Diccionario de la Maternidad de trimadre a los 30, esa pedazo de idea que ha tenido Vero, tan acertadamente, donde nos juntamos todas las semanas a definir nuestra maternidad mediante una palabra que nos marca, y que está teniendo una gran aceptación. Si no lo conocéis, si aún no habéis leído todas las entradas, ya estáis tardando, son increíbles.
Según la RAE, portear es llevar algo de una parte a otra, por un precio convenido.
La verdad es que esta acepción, no me gusta nada. Pero es como en España se ha venido llamando al hecho de llevar a los bebés en brazos, utilizando telas, o cualquier otro medio para tener las manos más o menos libres. La palabra anglosajona para referirse a esto, me gusta muchísimo más: babywearing, palabra que aquí no tiene traducción literal, pero que significa algo así como “vestir a tu bebé”. No en el sentido de ponerle ropa al niño, no, sino, en el sentido de vestirte con tu bebé, llevar a tu bebé “puesto”.
Ahora, vamos con mi experiencia en el porteo y la maternidad.
Hace 11 años, mis compañeras de trabajo, me regalaron una mochila, de esas que llamamos colgonas. Me hizo muchísima ilusión, porque me apetecía mucho llevar a mi niño ahí. Pero tengo que confesar que la usé poquísimo, en alguna ocasión para ir en el metro, porque la mochila se me clavaba, resultaba complicada de poner y el príncipe no iba muy a gusto. Así que quedó relegada a un armario.
Cuando me quedé embarazada de la princesa, algo en mí cambió, esta maternidad me dio la vuelta. Y durante todo el embarazo, me informé muchísimo, de todo, leí libros, me empapé en internet, comparé. Como siempre digo, no hay una forma mejor que otra de hacer las cosas, lo importante es el conocimiento y la información y elegir lo que a cada uno más le conviene. Y a mí, empezó a gustarme eso de los portabebés (entre otras cosas).
Así que, antes de que naciera la princesa y después de mucho informarme, pedí un portabebé ergonómico de regalo. Y así empezó nuestra historia.

Mi peque con unos días
Descubrí que cuando la ponía ahí, no lloraba, se dormía, le podía dar la teta sin dejar de hacer cosas, era más cómodo para salir a hacer la compra, no llenaba el maletero del coche…..en fin, un montón de cosas que me atraían. Al principio, en mi círculo más cercano, sólo recibía críticas, que si va “espatarrada” (posición ergonómica y fisiológica, la más natural para el cuerpo de los bebés, toda la info está aquí), que si pesa, que si estará incómoda, que si mira como la llevas, que si bla, bla, bla. Pero en poco tiempo, eso cesó, al ver lo feliz que iba ella.
Y lo tremendamente feliz que iba yo. Porque podía darle cientos de besos, en cualquier momento, doblar ligeramente el cuello hacia abajo, y ahí estaba su cabecita, lista para ser besada. Sólo encontraba beneficios (también, si a alguien le interesa, están todos aquí). Pero veía mucha desinformación a mí alrededor.
Y así fue como decidí que necesitaba trasmitir todo esto, la belleza de sentir el olor de tu bebé directamente bajo tu nariz, la calidez de su cuerpo, pegado al mío, la ventaja de que nunca hubiera tenido cólicos, el ver como estaba relajada y se dormía segura de estar a mi lado. Su cara cuando salíamos a la calle y veía todo el mundo desde la misma altura que yo. Necesitaba que muchos padres conocieran todas estas ventajas y todas estas sensaciones.
Y me puse a estudiar. A asistir a cursos. A practicar. Me hice instructora de porteo. Dejé mi trabajo (en estos tiempos que corren, vaya locura, podrías pensar) y monté una tienda de portabebés. Ahora, doy talleres y cursos de porteo, y, poquito a poco, cada vez más gente empieza a conocer este mundo. Y no solo por la teoría que yo les cuento. Porque tienen la posibilidad de probar y practicar. Y es increíble ver como un bebé que llora, en una clase práctica, deja de llorar al ser colocado en un fular, cerca de su mami. Y esa madre se va tan feliz de haber conocido el porteo. Obviamente, también hay gente, que por más que lo vea y que lo pruebe, sigue pensando que un niño tiene que estar tumbado en su silla de paseo. Y yo no soy quien para llevarles la contraria. Yo les doy mis argumentos, y en base al conocimiento, cada uno elige lo que cree mejor para sus hijos, que no tiene por qué coincidir con lo que yo creo. Ante todo, respeto.
Mi pequeña va a cumplir 15 meses. Es una niña feliz y segura de sí misma. Le encanta corretear (ains, las malas lenguas que decían que no iba a andar por ir tanto en brazos…). Juega, se divierte, le gusta ir andando. Pero siempre, termina en brazos de mamá. En el portabebé se acurruca y se relaja para dormir sus siestas o por la noche. En brazos hacemos la compra o vamos de paseo. Cuando quiere bajar, me lo hace saber y la bajo. Y cuando quiere subir, lo mismo. Gracias al porteo, se siente segura. Ahora están haciendo un bloque de pisos justo pegado al nuestro. Las grúas le dan miedo, son grandes y hacen mucho ruido. Cuando tenemos que pasar por delante para ir a algún sitio, siempre quiere ir en brazos, pega su cabecita a mi cuerpo, mientras yo la beso y le susurro palabras dulces, y así, llegamos al otro lado de la obra sin ningún sobresalto.
Un último apunte. Con el mayor, no hubo porteo, hubo carro, aunque hubo muchos brazos y abrazos, y otras diferencias con la pequeña. ¿Los hace esos diferentes? Por supuesto, pero no sé si la forma de crianza tiene o no algo que ver. Al príncipe, siempre le he llenado de besos, de cariño, le he respetado, le he dicho lo mucho que le quiero y le he llevado muchísimo en brazos, partiéndome la espalda en el intento en muchas ocasiones. Y con 11 años, puedo decir que es un hombrecito maravillo, seguro y confiado, con sus cosas buenas y sus ratos no tan buenos (que también los hay….). Con el tiempo, no sé si habrá alguna diferencia en el hecho de haber llevado a la princesa todo el día pegada y al príncipe no tanto, ahora, sólo disfruto de cada momento que me da el porteo.
El porteo me ha cambiado la vida. ¡Y tanto!
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