No hay mejor lugar que los brazos de mamá

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Una cena de lujo en El Perro y la Galleta

Este no es un tema sobre el que suela escribir, un lugar para cenar sin que estén los niños. Lo sé, no tiene nada que ver con la maternidad. Pero oye, es que de vez en cuando, también apetece hacer alguna cosa sin llevar a los niños. Y si encima, te encuentras con un sitio como este, con buena comida y buen ambiente, ¿Cómo no compartirlo con vosotros?

El sábado fuimos a cenar al restaurante El Perro y la Galleta, justo frente al Retiro. Y salimos encantados.

El lugar está decorado con muchísimos detalles, y aunque puede parecer cargante tanto objeto, la verdad es que no desentonan. Mesas de madera rústica, luces tenues, grandes ventanales y perros por todos lados, en lo cuadros, por las esquinas, de peluche…de ahí parte de nombre del local, de la pasión del dueño por los perros. La otra parte del nombre se debe a que es el nieto de la fundadora de María Fontaneda y prueba de ello la encontramos en la carta (y en una fuente de galletas que había justo en frente del baño).

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Fotografía del restaurante El Perro y la Galleta

 

Reservar en el restaurante no es moco de pavo, siempre está lleno, así que no se os ocurra pasaros sin llamar. Estaba lleno hasta los topes y aunque había muchísima gente, lo que me gustó es que era un ambiente relajado, en el que poder charlar a gusto, sin ruidos excesivos. La única pega que le pondría es que por aprovechar bien el sitio, tienen demasiadas mesas, lo que se traduce en espacios pequeños y mesas muy juntas, un poco demasiado para mi gusto. Vamos, que me tocó dejar el bolso en el sofá en el que me senté justo pegando con el bolso de la chica de al lado. Un poco más y nos hacemos amigas.

La carta, bastante original. Está bien cambiar de vez en cuando. Y la comida, exquisita, un 10 al chef. Además, platos abundantes, nada de minicomidas que se pierden en un plato gigante. Os cuento lo que comimos.

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Carta El Perro y la Galleta

Berenjenas rebozadas en galleta con pomodoro sin parmesano, por aquello de mi aversión al queso. Una fuente llena de berenjenas en tiras, doradas y crujientes, no pudimos terminar con ellas.

Tartar de atún con aguacate, mango, jengibre y sésamo una mezcla deliciosa entre el sabor salado del atún y el dulce del mango. Muy bien presentado.

Solomillo a la plancha con puré de patata trufado. El solomillo estaba exquisito, esa carne que se deshace en la boca. Y el puré con trufa para acompañar, perfecto también.

Tacos mexicanos de bacalao rebozado con guacamole, cilantro y pico de gallo. Tres tacos con unos contundentes trozos de bacalao, muy bien preparado. Otro plato con el que no pudimos terminar, a pesar de lo bueno que estaba.

Y ya el estómago no estaba para postres, si es que somos de poco comer. Confieso que me quedé con ganas de comerme una hamburguesa de Angus, vi que era el plato elegido por muchos comensales. Y de probar unos cuantos platos más, pero como todo no puede ser, los dejaremos pendientes para la próxima ocasión que se presente.

El precio por comensal, rondando los 35€, un precio justo para la calidad de la comida.

Sólo me faltó hacer fotografías de la comida. La verdad es que no se me ocurrió hasta el final que podía escribir sobre el restaurante, así que tendréis que conformaros con las fotos propias del restaurante y con mi opinión sobre la comida. De verdad, un sitio que no te puedes perder.

Consejos para sobreponerse a los excesos de las Navidades

En estas semanas, no he parado de encontrar chistes y bromas sobre que no nos entra el pantalón, sobre lo mucho que engordamos y lo mucho que comemos. Incluso en las noticias escuché que de media, en Navidades, se cogían unos 3 kilos. ¡Qué barbaridad! Vamos, es lo que a mí me parece, ¿damos rienda suelta a nuestros apetitos más primitivos estos días o qué?

Es cierto que en estos días que han pasado, las reuniones familiares se suceden y la comida y el alcohol llenan las mesas cual banquete romano. Pero también es cierto que en nuestras manos estaba no cometer excesos.

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Sí, me he pesado y no he engordado, no he cogido peso, sigo igual que antes de las navidades. Y sí, he tenido reuniones familiares, he comido dulces típicos y sobre todo, hemos comido muchas veces fuera de casa. Pero me he controlado. ¿Que en Nochebuena mi madre puso en la mesa más platos que en un banquete de boda? Pues ese día, al medio día, comí poco y sano, en la cena intenté no pasarme y al día siguiente volví a la comida sana y baja en calorías. ¿Que en Nochevieja volvimos a llenar la mesa de viandas? Cierto de nuevo, pero la clave estuvo en no pasarse al medio día y en seguir comiendo bajo en grasas los días siguientes. He comido roscón en varias ocasiones, mentiría si dijese que no y además, lo he disfrutado. Pero para compensar, lo he tomado con café en vez de chocolate y el resto del día, pues lo mismo, comida sana.

Bien, yo me he controlado estos días, pero sé que para muchas personas, este control ha sido difícil y ahora toca volver a la rutina y a dejar nuestro cuerpo sano y con el peso previo fiestas. Por eso, ahí van unos consejillos:

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  • Alcohol – El alcohol se sintetiza en el hígado y posteriormente en los riñones. Cada vez que ingerimos alcohol, nuestro hígado, que es muy sabio, trata de descomponerlo y eliminarlo en primer lugar, relegando a un segundo plano su otro trabajo (producir enzimas, digerir alimentos). Así que ahora que han pasado los días de brindar por todo, lo mejor es evitar el alcohol en todo momento, beber muchísima agua para rehidratar a nuestro organismo y si vamos a tomar alguna bebida alcohólica, hacerlo siempre con el estómago lleno. Un remedio que a mí me funciona para beber agua y que no se me olvide, es llenarme una botella de litro y llevarla conmigo, tenerla delante. De ese modo, bebo mucho. Y por supuesto, la relleno cuando se termina, que deberíamos beber unos 2 litros al día.

  • Porciones pequeñas – Después de que nuestro sistema digestivo se haya visto saturado estos días, es necesario darle un respiro. Y que mejor manera que comiendo menos. Así que vamos a optar por usar platos más pequeños, para que las raciones de comida sean menos. Llenar un poco menos el plato es la clave. Y masticar mucho la comida, de ese modo facilitamos la tarea de la digestión.

  • Ejercicio – Si estamos acostumbrados a hacer ejercicio físico, no nos será complicado retomar nuestras rutinas. En cambio, si eres mas del tipo sedentario, quizás ahora sea un buen momento para empezar. El ejercicio no solo ayuda a mantener el peso a raya; también es beneficioso para la salud cardiovascular, previene enfermedades, mejora la salud en general y tiene beneficios psicológicos. Así que no lo dudes. Si no encuentras tiempo para apuntarte al gimnasio, por lo menos aprovecha los días soleados para salir a pasear, a montar en bici, sube escaleras en vez de coger el ascensor, aparca un poco el coche y ve caminando a los sitios. Todo esto ayudará a quemar alguna caloría extra.
  • Comida sana – No hace falta ser un gran cocinillas para comer bien, y sobre todo sano. La dieta mediterránea es una de las más saludables que existe. Para bajar esos kilillos de más, nada mejor que comer bien y con menos calorías. Disminuir el consumo de grasas, cambiar frituras por asados y planchas, evitar la bollería industrial y los alimentos precocinados, evitar la comida rápida y sobre todo, comer más verduras, frutas y hortalizas.
  • Descanso – Yo ya estoy agotada de tanta fiesta, tantos días de acostarme tarde, levantarme pronto, pasarme el día fuera de casa…Así que vamos a tratar de descansar, dormir 8 horas seguidas (un sueño para muchos, con esta vida tan ajetreada que llevamos). Si tenemos oportunidad, una pequeña siesta reparadora. Y el sofá, ese querido aliado de mis ratos de ocio. Fin de semana, una película, el sofá, una manta, las piernas estiradas….no veo el momento de que llegue.

Ya sabes, no sólo después de las fiestas tenemos que cuidarnos. Estos consejos deberíamos incorporarlos a nuestras rutinas diarias y cuidarnos siempre. Nuestro peso y nuestra salud nos lo agradecerán.

¿Los terribles dos? Los abrumadores cuatro

Siempre hemos oído hablar de los terribles dos años, las épocas de las rabietas, cuando nuestros hijos aun no saben gestionar y manejar sus emociones y se frustran, dando lugar a las famosas rabietas.

En nuestro caso, los dos años pasaron bastantes tranquilos, solo recuerdo un par de momentos de crisis, pero cedían en seguida. En cambio, según la peque ha ido creciendo, estas rabietas y estas crisis han ido apareciendo con mayor frecuencia. Y no solo eso, no solo de enfados vive mi hija. También de lloros sin motivos.

Sara es una niña muy alegre y con muchísima personalidad, sabe lo que quiere y la mayoría de las veces, lo quiere ya. Evidentemente, en mi mano está darle la educación que corresponde y enseñarle que no puede tener todo lo que quiera ni mucho menos cuando ella lo quiera. Pero de momento, sigue sin entenderlo.

Y así estamos, a tres meses de cumplir los 5 años y con mas enfados ahora que cuando era pequeña. Y es que la mayoría de los enfados son por cosas sin sentido (al menos para mí, porque para ella debe tener todo el sentido del mundo).

Nuestros días comienzan así. Suena el despertador y se despierta de un humor horrible. No es por cansancio, porque duerme unas 11 horas del tirón. Simplemente, le sienta fatal despertarse. Y no solo los días de diario, cuando hay que levantarse forzadas; los fines de semana también se levanta con el pie izquierdo y no quiere ni que la hablemos. Por lo general, como se acerque su hermano a decirle algo, ya está liada. He probado distintas alternativas, como acostarla antes todavía, poner el despertador diez minutos antes, para que se vaya espabilando poco a poco, hacerle cosquillas, darle besitos, despertarla cantando, pero no parece que nada funcione. Sólo salta de la cama y se levanta de buen humor cuando tenemos algún plan a la vista que le apetece mucho. Levantarse para ir al cole, no entra dentro de esa categoría.

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Llega la hora del desayuno y como se ha levantado enfadada, no quiere desayunar. Los fines de semana dejo que lo haga mas tarde, sin prisas, pero los días de diario no podemos entretenernos mucho. Da lo mismo, aunque deje el desayunando como la ultima tarea del día, ella lo hace enfadada, protesta porque quiere desayunar algo que justo ese día no hay, protesta si el pan está más tostado de lo normal, si su leche está demasiado caliente o demasiado fría, si le pongo colacao o si no se lo pongo…. Al final, termino dejándola en la cocina con el desayuno mientras yo voy a terminar de arreglarme para salir de casa, y de ese modo, suele desayunar lo que le apetece.

La recojo del cole y pasa de estar riéndose en el patio a enfadarse en escasos segundos. Y vale, entiendo que está cansada, que me ha echado de menos, que conmigo tiene la confianza para hacerlo… a si que intento mimarla mucho (si me deja), cogerla en brazos y generalmente se le pasa. Pero, llegamos a casa del cole y se enfada porque Lucas está viendo la tele, o porque quiere pintar y no encuentra justo el lápiz o el cuaderno que quiere, se enfada si no le doy una chuche, se enfada porque quiere merendar justo lo que no hay en la nevera…no puedes imaginar a qué nivel llegan sus enfados. Porque todos los enfados van acompañados de llantos y de gritos. Si, mi hija grita y mucho. Grita para pedir las cosas, chilla si no tiene lo que quiere, se tira al suelo y patalea o se mete debajo de una mesa y da golpes a las patas, empuja las sillas…. Y mira, que se enfade porque está frustrada por algo, lo entiendo y lo respeto y espero a que se le pase para hablar con ella. Pero que grite y de golpes por lo mismo, no puedo consentirlo y termino enfadándome con ella.

Y así pasamos la tarde y llegamos a la cena del mismo modo, cabreándose por mil cosas: si la baño, porque la baño; si no lo hago, porque ella quería un baño de espuma, si hago sopa, porque quería puré, si hago puré, porque quería ensalada…. Parece que nada le viene bien.

Es muy frustrante para mí su comportamiento. Supongo y entiendo que es algo temporal, que es otra etapa de su desarrollo que irá dejando atrás poco a poco.

La otra cosa característica de estos días son los lloriqueos continuos sin motivo aparente. Todo lo pide llorando, me habla con esa vocecilla que no le sale de dentro. Lo he hablado muchas veces con ella, que no tiene que pedirme las cosas así, que me las pide normal, sin llorar y sin enfadarse, pero de momento, no ha dado resultado.

Después de sus múltiples enfados diarios, siempre hay algo común: unos instantes después de haberse enfadado por lo que quiera que sea, cuando la dejo un poco a su aire para que se le pase sin abrumarla demasiado, ella piensa y recapacita y siempre viene a pedirme perdón, llorando, eso sí. Por una parte, el hecho de que ella se de cuenta de que esos enfados no tienen sentido, me hace pensar que por lo menos es consciente de la situación; pero por otra parte, también me da bastante pena que se sienta culpable por algo que quizás, de momento, escapa de su control.

Imagino que será una etapa más de su desarrollo y de su personalidad, algo que me sorprende porque no lo había visto en su hermano, pero claro, cada niño tiene su propia forma de ser.

Lo mejor de todo, es que el resto del día sigue siendo mi Sara, mi niña risueña, esa niña que no para quieta, que siempre está dispuesta a aprender, que no se aburre porque tiene una imaginación desbordante y siempre hay algo nuevo por hacer. Esa niña que se esfuerza por aprender a escribir simplemente porque le apetece, que quiere leer todo lo que encuentra, esa niña que pinta y colorea, que hace manualidades, que juega con su imaginación. Esa niña que salta, corre, baila y juega. esa niña que se lleva bien con todo el mundo, abierta y vivaracha, que se emociona y alegra sinceramente cada vez que se encuentra con alguien a quien aprecia. Esa niña que me da cientos de abrazos, que me dice varias veces al día lo mucho que me quiere, que me come a besos y a la que le parezco la mejor madre del mundo.

Cuando la maternidad te hace sentir culpable

Nos convertimos en padres sin ningún tipo de práctica, pero en general, con muy buenas intenciones. Pero los hijos no vienen con manual de instrucciones bajo el brazo e intentamos hacerlo lo mejor posible. Unos, intentan imitar la forma de crianza recibida por parte de sus padres; otros, intentamos evitarla lo máximo posible y queremos hacerlo de forma totalmente diferente.

Sea como fuere, eduquemos de la forma que lo hagamos, todos intentamos hacerlo bien, o por lo menos, eso creemos.

En mi caso, opté por una forma de crianza respetuosa, entendiendo las necesidades de mis hijos y con mucho amor. No digo que mis padres no me quisieran, pero sí he dicho muchas veces que creo que nunca supieron demostrármelo. Por eso, porque crecí en una familia donde las muestras de afecto no estaban muy presentes, decidí que con mis hijos todo sería amor y cariño. Y respeto. Y normas, no faltaba más. Que educar con amor y respeto no significa no dar educación alguna, no significa que la vida sea un auténtico cachondeo sin normas ni límites. Eso es algo en lo que la gente se confunde bastante a menudo.

Yo soy cariñosa, siempre he demostrado a mis hijos lo mucho que les quiero (y lo sigo haciendo), pero a veces también me considero autoritaria e impongo normas rígidas o castigos cuando creo que son necesarios. Bueno, ahora no son castigos, ahora son consecuencias. Hace tiempo descubrí que los castigos no tienen ningún efecto, en cambio, si hacemos a los hijos conscientes de lo que sucede y de las consecuencias (positivas o negativas) de sus actos, parece que la cosa fluye mucho mejor…hasta ahora.

Hace un par de años que tengo una revolución hormonal en casa en forma de adolescente. Los cambios empezaron poco a poco y ahora, a punto de cumplir 15 años, estamos en el máximo apogeo.

¿Cuántas veces habremos oído eso de que los adolescentes son como extraños que habitan el cuerpo de nuestros hijos? Pues oye, qué razón tienen, cómo saben de lo que hablan algunos… será porque ya han pasado por ahí. Está claro que como en todo, con unos niños notaremos el cambio más que con otros.

Y aquí es donde entra el sentimiento de culpabilidad total y absoluto de mi maternidad. Porque me está tocando vivir una complicada adolescencia con mi hijo. Y no dejo de preguntarme, ¿Qué es lo que he hecho mal? ¿En qué he fallado? ¿En qué momento la educación que le estoy dando a mi hijo ha pasado a estar equivocada?culpa

No voy a contar en detalles todos los problemas que estamos teniendo, porque son muchos. Aunque también me consuela pensar que podría ser peor, que mi hijo podría ser un drogadicto o tener un problema con la violencia. Esos consuelos sirven de poco y me asusta pensar que eso pueda llegar algún día…y no me vale que la gente me diga que no, que no me preocupe, que lo estoy haciendo bien…también pensaba que lo estaba haciendo bien hasta ahora.

Es cierto que los adolescentes no se encuentran ni a sí mismos, que es normal que tengan cambios de humor, que intentan demostrar su poder, que están todo el día como agotados, pero nosotros llegamos a niveles máximos.

Desde hace un par de años para acá, las notas van cada vez peor. Entró en el instituto y las notas empezaron a bajar, pero cada trimestre que pasa, cada año, la cosa empeora. Ya este verano escribí cuando las notas del instituto no son lo que esperabas. Todas las medidas que tomé al respecto no parece que hayan servido de mucho, de nada, en realidad, porque este primer trimestre ha sido peor, mucho peor, ha sido catastrófico. Y no sólo en las notas termina esto. Su comportamiento en el instituto tampoco es bueno, no paro de recibir notas de clase y ya lleva varios castigos allí. Evidentemente, las consecuencias a sus actos no se han hecho esperar, y ahora está sin móvil y sin poder salir con sus amigos. Pero no parece que le importe mucho, pues sigue vagueando. Yo no me rindo, para nada. Academia de refuerzo varios días a la semana, sesiones con la psicopedagoga del instituto…muy buenos propósitos por su parte que quedan en nada dos días después.notas

Además, esa forma que tiene últimamente de hablarme, esa falta de respeto, esas contestaciones, esos gritos, no puedo con ello. Entiendo que se enfade conmigo (según él, soy la madre más injusta del mundo) y que quiera encerrarse y estar solo. Pero no, él lo que quiere es pelea continuamente, discutir, ponerme nerviosa, tensar la cuerda hasta que se rompe.

A veces me dan ganas de tirar la toalla, de dejarlo todo por imposible. Menos mal que se me pasa pronto y enseguida estoy otra vez planteándome soluciones. Ahora, incluso vamos a unas sesiones familiares con un psicólogo, para que os ayude a comunicarnos y entendernos mejor.

Sé que Lucas ha pasado por situaciones muy complicadas, situaciones que otros niños no pueden siquiera imaginarse. Sé que para él debe ser muy duro saber que tiene un padre que no se preocupa por él y al que hace años que no ve; sé que la muerte de Jose fue un duro golpe para un niño de 12 años; sé que es difícil que yo sea la madre y el padre, la buena y la mala, la permisiva y la estricta, todo a la vez.

Pero no dejo de preguntarme cada día ¿en qué me estoy equivocando? ¿Qué he hecho mal? ¿Acaso no le demuestro cada día lo mucho que le quiero y lo mucho que me importa? ¿Será que no me desvivo suficiente por mis hijos, que no les doy todo lo que necesitan?

Que estudie me parece algo muy importante. Es cierto que tener una carrera no te asegura un trabajo en el futuro, pero desde luego, ayudará y bastante. Él ve hasta dónde he llegado yo, lo que disfruto con mi trabajo, gracias a haber estudiado. Y también ve el extremo contrario, personas cercanas que no estudiaron en su día y que ahora se arrepienten porque no tienen trabajo o el que tienen no les satisface. Adultos que después de los 30 decidieron volver a estudiar para tener algo a lo que agarrarse. No quiero eso para él, no quiero que termine la ESO y se quede tirado en el sofá. Y quiero, necesito, que me respete. Que me valore como lo que soy, su madre, la que lo da todo por ellos.

Es cierto que no todo son cosas malas. De vez en cuando, ese niño gracioso y cariñoso sigue estando ahí, ese que me abraza sin motivo aparente, ese que me hace reír a carcajadas, ese que se preocupa por el resto. En esos momentos, cuando mi Lucas aparece, pienso que tan mal no lo debo estar haciendo ¿no? En los otros momentos, cuando mi hijo a mutado a un ser irreconocible, pienso que sí lo debo estar haciendo mal.

¡Qué horrible es este sentimiento de culpabilidad!

¿Tienen nuestros hijos demasiados regalos en Navidad?

Se acercan las fechas del consumo masivo, de las compras sin miramientos, de los gastos superfluos. En esta cultura en la que vivimos, en la que parece que el que más tiene es el que más vale, nuestros hijos están expuestos al consumismo desde bien pequeños.

La televisión, los catálogos de juguetes que invaden nuestros buzones, la publicidad por la calle, llama a nuestros hijos a quererlo todo, sin importar el precio. Y nosotros, como padres, deberíamos controlar esto.

¿Qué padre no se ha quejado de la cantidad de juguetes que tienen sus hijos? ¿Quién de nosotros no protesta por tener la casa llena de trastos? Deberíamos ser más conscientes de lo que realmente necesitan nuestros hijos, no dar y dar sin necesidad.

Evidentemente, en Navidades, la cosa se desmadra. Que si Papá Noel, que si los Reyes Magos, que si en casa de los tíos, que si en casa de los abuelos, la lista de regalos y juguetes se vuelve interminable.

Pero podemos poner freno a este consumismo excesivo. Y los padres somos los principales responsables. Por un lado, es importante tener en cuenta la etapa en la que se encuentran los niños a los que van dirigidos los regalos. Fijarse en los catálogos de juguetes y en las recomendaciones de los fabricantes casi nunca ayuda. Por otro lado, debemos controlar la cantidad de regalos que vamos a ofrecerles.

En este aspecto, la colaboración entre todos los miembros de la familia es fundamental. Es mucho mejor regalar pocas cosas que llenar al niño de objetos. Ofrecer regalos en cada casa de la familia supone un aluvión de paquetes de llamativos colores. Los niños no aprecian el regalo en sí, no se paran a abrirlos y disfrutar de lo que hay dentro, simplemente abren con prisas para terminar pronto y pasar al siguiente. Esto estropea la ilusión del niño.

En nuestro país tenemos arraigada la costumbre de hacer muchos regalos. Nos dejamos llevar por los anuncios de la televisión y por las largas cartas que los niños escriben a los Reyes. Pero, ¿no es mucho mejor un buen regalo que cinco malos? ¿Acaso es mejor cantidad que calidad? Tenemos que sentarnos a hablar con la familia, explicarles nuestro punto de vista. Es bastante probable que muchos de nuestros familiares no entiendan el concepto de recortar en los regalos de Reyes. Yo hace unos años corté con los regalos de los adultos en nuestra familia. No veía sentido al hecho de regalar por regalar algo a mis padres y hermana y recibir varias cosas a cambio. La mayoría de las veces, los regalos no nos complacían a ninguno y eran más por obligación que por otra cosa. Al principio les costó entenderlo; luego, todos nos dimos cuenta de que era algo obvio y, además, un ahorro para el bolsillo.

Con los niños he conseguido que empiece a pasar un poco lo mismo. En vez de comprar varias cosas, regalamos una sola, de más o menos valor, eso no es lo importante, pero que tenga algún sentido para el niño, algo muy deseado. El año pasado, a Sara le regalamos una bicicleta por Reyes, un regalo asumido entre varios y al que da muchísimo uso. La tendencia de este año es ir por el mismo camino.

Otra idea que se me ocurre, sobre todo en familias muy grandes, es que cada miembro de la familia haga un regalo sólo a una persona, tipo amigo invisible, poniendo algún tipo de norma para que todos vayan por el mismo camino. Pero todas estas decisiones cuestan trabajo, no es sencillo hacer cambiar de idea a la gente. Así que, si tú también piensas que tus hijos reciben muchos regalos y quieres cambiar esta tendencia, paciencia y mucha conversación con la familia.Papá Noel

Regalos adecuados según la edad de los niños

A veces es complicado elegir correctamente los regalos. Para ello, deberíamos tener en cuenta la edad de los niños y saber qué es lo más apropiado según etapa del desarrollo.

De 0 a 6 meses – Seguridad: Los bebés necesitan algún elemento que les aporte seguridad. Están acostumbrados a estar con sus padres, por lo que es importante ofrecerles un peluche o muñeco blando que les transmita seguridad. Además, son recomendables los arcos de actividad, ya que los colgantes con colores, luz y sonido, ayudan a mejorar su coordinación y fuerza. Si metemos un peluche dentro de nuestra ropa, para que coja nuestro olor, en caso de separación de los padres, este objeto transmitirá mayor seguridad al bebé. A partir de los 3-6 meses, los mordedores ayudan con la dentición y los sonajeros potencian su coordinación.

De 6 a 12 meses – Nuevos aprendizajes: Con unos 10 meses pueden empezar a jugar con bloques, mejorando el control de sus manos y brazos. A esta edad siguen sirviendo los mismos juguetes que antes, dándoles nuevos usos. Comienza la pre-comunicación, con lo que es beneficiosos responder a sus balbuceos. Pero siempre por parte de los padres/cuidadores. Nunca ofrecer a los bebés tablets, libros electrónicos, dibujos en la tele…aunque estos emiten sonidos, no interactúan con los niños, que es lo que realmente necesitan.

De 12 a 18 meses – Lenguaje: A esta edad comienza a afianzarse el lenguaje, con lo que los libros llenos de fotos e imágenes ayudan a mejorar su desarrollo. Leer cuentos por la noche, antes de irse a dormir, ayuda a consolidar la información. Los juguetes de tipo arrastre potencian el movimiento.

De 18 a 24 meses – Coordinación: Este es el momento de mayor actividad para los niños más pequeños, por lo que una mesa de actividades sobre la que puedan pulsar interruptores o diversas piezas potenciará su coordinación. La música es otro de esos elementos con los que los niños siempre se sienten a gusto. La música infantil ayudará a fomentar el desarrollo del lenguaje y la memoria.

De 24 a 36 meses – Imitación: Juegan a imitar a personas de su alrededor, por lo que todos los juguetes con los que finjan actividades son ideales. A esta edad, aún no saben expresar bien sus emociones y aparecen las famosas rabietas. Las manualidades, los libros para colorear, cuadernos, pinturas, son altamente recomendables, ya que fomenta su capacidad de comunicación. Si luego los padres se sientan con los niños a intentar explicar las emociones, esto favorece la inteligencia emocional.

De 3 a 5 años – Fantasía: A esta edad tienen una gran imaginación. Son recomendables juguetes de fantasía, como disfraces o trucos de magia. También son positivos los juegos de que potencian la cooperación y las relaciones.

De 5 a 8 años – Deporte: A esta edad tienen una gran energía, montar en bici, patinar, aprender deportes nuevos les hará muy felices. Juegos de mesa para potenciar su desarrollo cognitivo. Y por supuesto, libros, cada vez con más texto y menos dibujos.

A partir de los 8 años – Peticiones: Es importante prestar atención al deseo de los niños, haciéndoles partícipes de las decisiones y sus consecuencias.

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Los consejos sobre los juguetes más adecuados para cada edad nos los ofreció la otra mañana en una amena charla, Deanna Marie Mason, una enfermera especialista en pediatría, autora del libro Qué hacer para que tu hijo no sea un imbécil, en el que ofrece consejos a los padres para saber cómo podemos ayudar a nuestros hijos adolescentes a encontrarse a sí mismos.

Siguiendo estos pequeños consejos, seguramente los Reyes Magos acertarán estas Navidades y no nos veremos desbordados con cosas innecesarias. Y tú, ¿has mandado ya la carta de este año?

Pesadillas infantiles

Parece que voy a hablar de los famosos libros de R. L. Stine que tanto me gustaban de pequeña. O de la adaptación cinematográfica de los mismos, protagonizada por Jack Black, en la que los personajes de los libros cobraban vida. Pero no, voy a hablar de las pesadillas de mi hija. Y de las de muchos otros niños.poster-pesadillas

A partir de los 2-3 años, es frecuente que los niños empiecen a tener pesadillas por la noche, aunque en realidad se desconoce qué las causa. La frecuencia de estas varía en cada niño, algunos no tienen pesadillas nunca y otros las sufren con asiduidad.

Aunque a mí me encantan los libros y las películas de miedo y Lucas está cogiendo esa afición también, desde luego que con la pequeña evitamos este tipo de contenido. No es hasta que se ha dormido que ponemos alguna película de este estilo. De ese modo, evitamos que pase un miedo innecesario y que luego pueda tener pesadillas por ese motivo. Aun así, las pesadillas ocurren de vez en cuando.

Hace un par de años que empezó a despertarse por la noche asustada, nada que no se solucionase rápidamente con mi presencia y unas palabras de ánimo, un abrazo, un beso y volver a dormir abrazadas. Pero según ha ido creciendo, las pesadillas han ido a más, hasta el punto de no querer volver a dormirse alguna vez porque tenía miedo. Por lo general, estos episodios ocurren cuando ha tenido un día más movido de lo normal, fiestas infantiles, gente en casa, alguna salida a algún sitio especial… Esas noches ya nos acostamos precavidas, por lo menos yo, a ella, claro está, no le digo nada para no condicionarla.

En las noches moviditas se parece a su madre. Recuerdo cuando era pequeña, siempre que dormía fuera de casa, mis noches eran la bomba. Me costaba dormir en una cama que no fuese la mía, hablaba en sueños, me reía, me peleaba con mis primos o con algún amigo, incluso llegué a levantarme alguna vez de la cama, aunque nunca caminé. Todo esto me los contaban mis padres o con quien hubiese dormido. Pero mis noches de “juerga” no terminaron con mi infancia. Actualmente, sigo siendo muy rarita para dormir. Cuando duermo fuera de casa me despierto veinte veces, me molestan todos los ruidos, no me gusta dormir con la puerta abierta (algún día indagaré sobre todo esto), sigo hablando en sueños y a veces, en mitad de la noche, enciendo la luz sin darme cuenta o me quito el pijama dormida. Definitivamente, en eso Sara se parece a mí.

A parte de sus noches movidas, sus charlas interminables de madrugada, sus peleas con su hermano en mitad de la noche, que se quede sentada en la cama sin darse cuenta, están los momentos de angustia, esas pesadillas horribles que ella ya es capaz de contarme, en las que refiere que ha visto algún monstruo o que le pasaba algo malo a alguien. Cuando estas pesadillas se repiten más de dos o tres días seguidos, es cuando llega la frase “mamá, hoy no quiero dormir porque voy a tener pesadillas”. Convencerla entonces de que no pasa nada, de que yo estaré ahí con ella toda la noche y de que no va a soñar es bastante complicado.pesadillas

¿Por qué se producen las pesadillas? Aunque no parece que haya una explicación clara a dicha pregunta, si parece ser que están relacionadas con momentos de estrés durante el día, con problemas en casa o en la escuela, con agotamiento. Así que es lógico que, para intentar prevenir las pesadillas, debamos minimizar estos factores de riesgo. Evitar que nuestros hijos vean escenas de miedo, descansar y no someterlos a rutinas agotadoras y maratonianas durante el día, dejarles, si lo piden, una pequeña luz encendida (nosotras tenemos una lámpara encendida toda la noche, de ese modo, si se despierta, puede ver dónde está y que está durmiendo a mi lado) y, sobre todo, acudir rápido a su lado cuando estas se producen, para que se sientan queridos y a gusto y puedan volver a conciliar el sueño.

Hablar con nuestros hijos, explicarles que las pesadillas no son reales, por mucho que lo parezcan, dejar que nos expliquen lo que han soñado e intentar cambiar el final de la historia, por ejemplo, son cosas que de momento nos están funcionando a nosotras. Eso y mucha paciencia y una gran dosis de abrazos, hacen que las noches sean menos traumáticas.

Y tus hijos, ¿tienen pesadillas y cómo lo solucionas?

 

 

¿Están estresados los niños con las actividades extraescolares?

Los niños pasan demasiadas horas fuera de casa, y no jugando precisamente. Tienen jornadas que, en muchos casos, son casi más largas que las jornadas laborales de los padres. Y es que ya sabemos que la conciliación no existe.

En el mejor de los casos, el colegio es de 9 de la mañana a 2 de la tarde. 5 horas que pasan encerrados entre cuatro paredes, con un breve descanso para jugar. Y digo en el mejor de los casos, porque la realidad va mucho más allá. Niños que abren el colegio a las 7 de la mañana para acoplarse al horario familiar. Niños que se quedan en el comedor por el mismo motivo. Niños que enganchan después con actividades organizadas por el AMPA… Y si nos ponemos a echar cuentas, al final están 10 horas seguidas haciendo cosas, ¡más horas que la mayoría de los adultos!

No nos queda otra, los padres tenemos que trabajar y los niños tienen que estar vigilados en algún sitio. ¿Nos paramos a pensar en todas las cosas que hacen los niños y en si son realmente necesarias? La sobrecarga de trabajo de los padres hace que sometamos a nuestros hijos a jornadas maratonianas y cuando llegan a casa, están tan cansado que no tienen ganas de hacer nada más, no tienen ganas de jugar.

Y no solo eso. Vivimos en una época en la que queremos que nuestros hijos sean los mejores, los más listos, los más preparados… Es cierto que la educación es muy importante para su futuro, pero también es cierto que son niños y necesitan divertirse, no estar todo el día aprendiendo y sometidos a constantes presiones.

Veo niños pequeños, de 2, 3, 4 años, esperando en la puerta de la academia de inglés que hay cerca de mi casa, cargados con libros. Cierto es que el inglés es el idioma universal y es importante que sepan hablarlo; que cuanto antes empiecen a aprender idiomas, el aprendizaje será más sencillo; pero leñe, son niños y necesitan divertirse, no pasarse más horas sentados. Que tampoco pasa nada porque empiecen a aprender inglés más tarde. Veo niños que van a judo porque sus padres quieren que lo haga, aunque en realidad les apetecería ir a una academia de baile; veo niñas que hacen ballet porque sus padres quieren, aunque en realidad lo que les gustaría es estar corriendo tras un balón; niños que hacen teatro cuando quieren jugar al tenis….

Los gustos de los niños deberían primar por encima de todo, no las necesidades o inquietudes de los padres. Además, si son actividades lúdicas, muchísimo mejor, no olvidemos que son niños y necesitan jugar y divertirse. También deberíamos tener en cuenta si estas actividades no sobrecargan demasiado a nuestros hijos. Y valorar continuamente si están contentos y a gusto con lo que hacen. Obligarles a hacer algo que no quieren puede elevar el nivel de estrés de los niños, resultando a la larga contraproducente.

Mi hijo mayor ha probado de todo. Durante unos años hizo judo en el colegio, hasta que decidió que no le gustaba y quería cambiar. Así, ha probado a hacer atletismo, baloncesto, tenis, balonmano, baile y boxeo, actividades en las que ha estado más o menos tiempo según su nivel de satisfacción, y yo siempre he respetado sus decisiones al respecto. La pequeña empezó el año pasado a asistir a una academia de baile, y de momento le encanta. Los dos días de la semana que tiene clase, va contenta y pregunta continuamente cuando vuelve a tener clase; de eso modo, ella hace ejercicio y lo más importante, disfruta con lo que hace.

Las actividades extraescolares deberían estar siempre supervisadas, no aparcar a nuestro hijo en cualquier lugar esperando que aprenda a hablar chino o que sea un virtuoso del violín, proyectando en ellos nuestros deseos. Hay que buscar el equilibrio. Siempre respetando sus gustos. Siempre dejándoles probar y ver si disfrutan y se divierten. Y siempre entendiendo que las horas tienen un límite y ellos necesitan tiempo para seguir siendo lo que son, niños.

Cuéntame, ¿Cuántas y qué actividades extraescolares realizan tus hijos?

Como niña con zapatos nuevos

¿Recuerdas esa sensación, cuando eras pequeña, de llegar a casa y tener algo nuevo, algo que te hacía mucha ilusión, recuerdas cómo disfrutabas al estrenar alguna cosa muy querida, o la mañana de Reyes, cuando estabas emocionadísima al ver esos paquetes esperando?

Cuando pasan los años y nos hacemos mayores, parece que esa sensación la vamos perdiendo, cada vez nos preocupamos más por los hijos, por el resto de la gente y nosotros pasamos un poco a un segundo plano, o por lo menos, eso me pasa a mí. ¿Cuántas veces has ido con los niños a un centro comercial a comprarte ropa y has terminado comprando cosas para ellos y nada para ti?

Todos tenemos gustos y necesidades. A unas personas les encanta el deporte, a otras les gustan los coches, las motos, la naturaleza, la moda…A mí me encanta escribir. Siempre me ha gustado. De pequeña escribía relatos para concursos del cole y me encantaba inventarme historias. Siempre tenía cuadernos y bolis por todos lados. Me pasaba horas practicando mi letra, mejorándola. Me fijaba en detalles que me gustaban de la letra de otras personas y los hacía míos. Así, mi caligrafía fue mejorando hasta ser lo que es ahora. Y lo confieso, me horroriza cuando leo algo con una letra feísima. Y cuando veo faltas de ortografía.

Pixabay

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Siempre tengo algo en mente, ideas bullendo en mi cabeza, pugnando por salir y ser plasmadas. Aunque lo que me falta es tiempo para llevarlo a cabo. Muchas veces, estando en la calle o en el coche, se me ocurren cosas que escribir y me pregunto por qué no llevaré una grabadora encima, para no olvidarlo luego. Pero lo que sí suelo llevar es papel y boli y así anoto las palabras necesarias para desarrollarlo luego en casa…si tengo tiempo.

Últimamente, escribir era un poco tortura. Mi ordenador estaba viejillo, empezaba a ir muy lento, se me había estropeado un trozo de pantalla y había partes que no veía, me eternizaba para subir algo al blog, así que tenía en mente desde hace meses comprarme uno nuevo. Pero ya sabes, siempre hay cosas más importantes; las vacaciones, los libros de los niños, ropa para la nueva temporada, que hay que ver lo que crecen… Hasta ahora.

Ya en octubre, sin otros gastos previstos, ha llegado mi momento, el momento de cambiar el ordenador. Y así estoy ahora, como reza el título, como niña con zapatos nuevos, mejor aún, como niña con un portátil nuevo. Es tan bonito. Y va tan fluido. Las teclas son un poco más suaves que la de mi anterior ordenador, así que escribir es una experiencia aún más agradable. Aquí estoy, intentando acostumbrarme a las nuevas mejoras, madre mía lo que cambia un programa en unos años. Y disfrutando de él a tope. Incluso algunas mañanas me despierto antes de tiempo y decido levantarme para cacharrear un poco. portatil

Tengo muchas cosas que escribir. Y muchas ganas de hacerlo. Sólo necesito encontrar un poco más de tiempo. Y teniendo en la mesa mi nuevo ordenador, seguro que lo saco de algún sitio.

Los niños necesitan actividades al aire libre. Ensuciarse es bueno

¿Sabías que la mitad de los niños españoles juega menos de una hora al día al aire libre? Según una encuesta realiza por la ONG Ayuda en Acción, uno de cada dos niños no pasa suficiente tiempo al aire libre.

En este impactante anuncio publicitario, en una cárcel de máxima seguridad de EEUU, podemos ver que los presos tienen dos horas al aire libre cada día. En una entrevista real, ellos explican la importancia que tienen esas dos horas en su vida. Cuando se enteran de que los niños juegan de media en la calle menos de una hora, se quedan asombrados y, sobre todo, tristes. Con esta publicidad, la marca Skip se ha unido a Ayuda en Acción para fomentar unos cambios en nuestros hábitos de vida y en las rutinas de los más pequeños.

El juego es fundamental para el desarrollo personal y el fututo de nuestros hijos. Y desde luego, este juego debería ser al aire libre en mayor medida. Vivimos inmersos en una sociedad cada vez enganchada a dispositivos móviles, televisiones y videojuegos. Tanta tecnología impide a nuestros hijos sociabilizar, además de fomentar el sedentarismo. Este estilo de vida sedentario conlleva riesgos para la salud, como la obesidad y el riesgo de patologías cardiovasculares en la edad adulta. Además, la falta de relaciones con otros miembros del entorno impide su desarrollo personal, su creatividad, su imaginación.

Recuerdo mi infancia. Me pasaba horas en la calle, jugando con los niños del barrio en un parque detrás de mi casa. Corríamos, saltábamos, jugaba a la comba y a la goma, compartíamos meriendas y risas. Mi madre me esperaba con la bañera preparada, lógico, después de tanto juego había que lavarse. Y disfrutábamos. Y sí, muchas veces nos caíamos, nos hacíamos daño, pero ahí seguíamos, con una tirita y muchas ganas de seguir.

Los padres somos conscientes de los beneficios que tienen para nuestros hijos jugar en la calle, pero a pesar de eso, casi la mitad de los niños juega menos de una hora al día. Los horarios de trabajo, la cantidad de horas que pasan en el colegio, las actividades extraescolares, los deberes, las prisas que tenemos cuando llegamos a casa, todo eso impide que nuestros hijos disfruten lo que deberían. Jugar y ensuciarse es fundamental para su crecimiento, compartir juegos con otros niños fomenta sus habilidades sociales, les hace aprender a relacionarse, además de hacer ejercicio físico, muy beneficioso para su salud.

Hoy 6 de octubre, ambas empresas han puesto en marcha el Día de clases al aire libre. Una iniciativa a la que se han unido ya más de 180 colegios españoles y que se celebra en muchos países europeos. Ayuda en Acción ofrece recursos educativos y materiales adaptados a las distintas etapas de educación infantil y primaria para poder pasar un día lectivo en la calle. Un programa educativo que converge con el currículo escolar español, con juegos y actividades de distintas materias, que se podrán llevar a cabo íntegramente al aire libre. ¿Sabías que, en algunas grandes ciudades, hay colegios que ni siquiera tienen un patio abierto? Las horas de recreo las pasan en recintos cerrado.

Pero no todo termina hoy. Tras esta campaña, pretenden seguir fomentando el ocio al aire libre, la implicación de los padres en los juegos con los hijos. Ensuciarse es bueno es el nombre de la campaña para concienciar a la sociedad y, sobre todo, a los padres, de que los niños necesitan jugar, explorar, divertirse y aprender por medio del juego de manera saludable, no sentados delante de pantallas.

Es cierto que muchas veces no nos queda más remedio que dejar a nuestros hijos a actividades extraescolares, para compatibilizar la jornada laboral de los padres con la de los hijos (ya sabemos que esto de la conciliación no existe). Pero podemos intentar cambiar un poco nuestra visión. En vez de tantas clases de idiomas, de música, de refuerzo académico, podíamos apuntarles a clases deportivas en la calle. Muchas veces los padres nos empeñamos en que nuestros hijos sean los más listos y preparados del mundo, pero olvidamos que son niños y que su principal preocupación en el mundo debería ser divertirse.ensuciarse-es-bueno

Nosotros tenemos suerte. En mi caso sí he conseguido conciliar y todas las tardes estamos juntos. A la menor oportunidad estamos en la calle, jugando en el barrio. Incluso los días de lluvia, saltamos en los charcos. ¡Qué importan las manchas! Una vez subimos, la ropa a la lavadora y la niña a la ducha (aunque a veces me pregunto si no debería ser al revés). Sara está creciendo en un barrio rodeada de amigos a los que ve cada día, con los que juega a la menor oportunidad y con los que también se pelea, está claro, pero es una forma más de aprendizaje.

Y tus hijos ¿Cuánto rato pasan en la calle cada día?

¿Están seguros nuestros hijos? Claves para la protección de la infancia

La mayoría de los padres vivimos tranquilos y confiados, pensando que nuestros hijos están seguros en su entorno protegido, que las noticias sobre violencia infantil sólo ocurren en la televisión. Pero la realidad es mucho más cruda y debemos abrir los ojos; las situaciones de violencia y maltrato infantil son mucho más frecuentes de lo que pensamos. Y ocurren en casa, en la escuela, en la calle y también en las redes sociales.

Educo es un ONG que lleva más de 25 años trabajando en defensa de la infancia y sus derechos. Actúa en muchos países y en muchísimos ámbitos. En un estudio realizado en España a padres y madres con hijos de 6 a 12 años sobre la seguridad de sus hijos en el entorno escolar, el abuso sexual y las nuevas tecnologías, se desprenden datos sorprendentes.

Datos en España

  • El 9% de las niñas y el 20.5% de los niños de 11 a 12 años declaran haber sufrido agresiones físicas en su colegio alguna vez en los últimos dos meses.
  • El 27% de las mujeres de 16 a 24 años declaran haber sufrido violencia física o sexual de los largo de su vida.
  • 247 niños fueron víctimas de delitos graves en el ámbito familiar en 2015
  • Un 17.9% de universitarios declararon haber sido víctimas de violencia sexual durante su infancia, ¡1 de cada 5!
  • En 2015, la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) recibió 369.969 llamadas, de las cuales el 52.6% correspondían a casos de violencia infantil.miedo_adulto

Datos recogidos por el estudio de EDUCO y por la encuesta Small Voices, Big Dreams (alianza ChildFund)

  • El 32% de los padres encuentran dificultad para entablar una comunicación diaria con sus hijos; el 54% declara no haber hablado con sus hijos sobre el acoso escolar; el 65% no encuentra el momento de hablar de educación sexual con sus hijos.
  • El 63% de los padres consideran que es la escuela la que debe resolver los casos de bullying (violencia entre niños que ocurre en la escuela y en otros espacios que comparten los niños)
  • Ante la posibilidad de que su hijo sufra bullying, el 17% de los padres afirma que es cosa de niños y que no haría nada.
  • En caso de que su hijo fuese el acosador, al 11% de los padres le costaría admitirlo. Siguen predominando patrones machistas, existe una visión diferente ante un niño acosador que ante una niña acosadora.
  • El 28% de los padres consideran poco probable que sus hijos sean víctimas de abusos sexuales o prefieren no pensar en ello. La educación sexual sigue siendo un tema tabú en muchas familias.
  • El 55% de los padres perciben la calle como el escenario de mayor riesgo de agresión sexual y el 37% consideran que es la escuela. Sólo un 6% cita el ámbito familiar, datos que chocan con la realidad, que indica que la mayoría de los casos ocurren en el entorno familiar.
  • Un 54% de los padres consideran Internet como una herramienta sin muchos riesgos.
  • El 43% no han hablado con sus hijos sobre los problemas y riesgos de internet. A partir de los 10 años aumenta el número de niños con ordenador, correo electrónico y perfil en alguna red social.
  • El 80% de los padres cuyos hijos habían tenido una cita a ciegas a través de internet, negaban que sus hijos pudieran tenerla, cuando el encuentro ya se había producido.
  • El 48% de los niños en España perciben la escuela como un espacio inseguro, donde están expuestos a sufrir malos tratos, abusos físicos o emocionales.
  • El 62% de los niños consideran que ir solos por la calle es el principal factor de riesgo, mientras que el 47% percibe internet como un espacio peligroso
  • El 14% de los niños de España perciben el hogar como un lugar donde pueden estar en riesgo.

Viendo los datos reales de la violencia que sucede en España, con la percepción del riesgo que tenemos los padres, las cosas asustan y mucho. En primer lugar, los padres deberíamos tomar conciencia de que existe el riesgo, después formarnos e informarnos y por último, hablar con nuestros hijos.

Por ello, Educo ha lanzado el Kit de Protección Educo. Una herramienta para las familias, para ayudar en la prevención y saber cómo abordar situaciones de riesgo para sus hijos. Un kit con materiales didácticos, guías, cuentos y fichas, para prevenir situaciones de abuso, acoso, ciberbullyngKit protección Educo

Los materiales que integran el Kit están adaptados a familias con hijos de dos franjas de edad: 6-9 años y 10-12 años. Ambos cuentan con material tanto para adultos como para niños. Los kits están divididos en 3 carpetas (convivencia, violencia adulto-niño y bullying/redes).

Hay muchísimo material. He empezado a leerlo y me queda mucho por aprender y por hacer. Personalmente, quiero hacerlo mejor con mi hija pequeña, pues me doy cuenta que con el mayor, he sido y soy un poco como los padres del estudio, sin mucho tiempo para hablar de lo que realmente importa, pensando que estas cosas no nos pueden pasar a nosotros… Aunque en el tema redes sociales con el mayor intento ser controladora, confieso que a veces se me escapa de las manos. La hora de la comida/cena es un buen momento para sacar estos temas y preguntar, dejar que nuestros hijos nos expliquen situaciones que vemos en la televisión con sus propias palabras, intentar que comprendan, que conozcan los riesgos.Kit protección Educo

Las guías o manuales para padres están explicadas de forma clara, amena y concisa, redactadas por expertos en protección infantil. Y aunque Sara aún es pequeña, no está de más empezar a tratar los temas, saber de qué hablamos, a qué podemos enfrentarnos en un futuro no muy lejano.

El Kit de Protección Educo se puede adquirir desde su propia web, por un precio de  45€. El dinero de estos Kits se destina a la ONG Educo para seguir invirtiendo en prevención y protección de la infancia.

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