No hay mejor lugar que los brazos de mamá

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Sanidad Pública Vs Sanidad Privada

Como usuarios del Sistema Nacional de Salud, muchas veces nos preguntamos si nuestra Sanidad Pública funciona bien. En bastantes ocasiones, algunas personas deciden realizarse un seguro médico privado, considerando para ello los beneficios que esta sanidad privada les pudiera aportar. También hay colectivos de trabajadores que tienen asociado directamente un seguro privado, bien como beneficio de su empresa, bien por ser un sector que tiene una sanidad diferente, como los funcionarios, por ejemplo.

Pero, ¿es realmente cierto que la Sanidad Privada es mejor que la Pública? En estos últimos meses he tenido la oportunidad de conocer cómo funciona la Sanidad Privada desde dentro, tanto del lado del paciente, como del lado de los profesionales sanitarios que trabajan en ella, debido a la enfermedad de mi mejor amiga. Evidentemente, mi aportación se quedará bastante coja, pero esto es más o menos lo que he podido observar y las conclusiones a las que he llegado.hospital

Sanidad desde el punto de vista del paciente

  • En caso de necesitar atención por un médico especialista, en la Sanidad Pública debemos acudir primero al Médico de Atención Primaria (MAP), quien tras una valoración, decidirá si necesitamos o no la atención por otro médico. Es el MAP el que “autoriza” la visita al médico especialista, lo que ya supone una ligera pérdida de tiempo. En la Sanidad Privada es el propio paciente el que decide por quién quiere ser atendido, teniendo la posibilidad de acudir a cualquier especialista de la lista de los médicos con los que trabaje su aseguradora.
  • La Sanidad Pública se caracteriza, principalmente, por sus largas listas de espera, con lo que la atención sanitaria se demora. En teoría, en la Sanidad Privada estos tiempos son mejores y la atención es más rápida.
  • Habitaciones de uso individual en la Sanidad Privada, normalmente con cama supletoria para el acompañante. Estas habitaciones se asemejan bastante a habitaciones de hotel, con detalles muy cuidados para mejorar la estancia del paciente. En la Sanidad Pública, lo más frecuente es que nos toque compartir habitación con algún otro enfermo y sus familiares. Muchos hospitales españoles están bastante anticuados y además de tener que compartir habitación, las habitaciones tienen bastantes carencias. Nuestro acompañante tendrá que pasar la noche en un sillón bastante incómodo. Por suerte, y poco a poco, los hospitales más viejos se van reformando e incluso en algunos, comienzan a aparecer las habitaciones de uso individual, sobre todo en los hospitales más modernos.

Sanidad desde el punto de vista del profesional sanitario

He aprovechado para interrogar a varios compañeros de un hospital privado, sobre su satisfacción en el trabajo. Algunas de las personas consultadas me comentaron que habían trabajado también en la sanidad pública y que la diferencia era importante.

Estadística de Centros Sanitarios de Atención Especializada

Estadística de Centros Sanitarios de Atención Especializada

  • Los profesionales tienen a su cargo muchos más pacientes que en la sanidad pública. Según las estadísticas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en el periodo 2010-2014 (página 57), las tasas de enfermeras por 1000 habitantes en los Hospitales Públicos está en torno al 2,8, mientras que esta tasa disminuye hasta el 0,29 en los Hospitales Privados.
  • Menor sueldo en comparación con la Sanidad Pública.
  • Mayor horario laboral, lo que implica el disfrute de menos días libres, estar más cansado y a la larga, trabajar cuidando pacientes con un esfuerzo físico importante.
  • Realización de tareas propias de otras categorías. Aunque en la práctica diaria delegar es algo normal y frecuente, hay funciones específicas de cada categoría sanitaria que no está permitido realizar por personal menos cualificado. Para mi sorpresa, he visto a un Técnico Auxiliar en Cuidados de Enfermería realizando una cura de una herida en un Hospital Privado. Y en otro centro privado, hasta realizando extracciones de sangre. Estas son labores propias de la Enfermera. Y por desgracia, el paciente en la mayoría de las ocasiones desconoce que el personal que le está atendiendo no es el adecuado.
  • Muchos de los médicos trabajan en varios sitios a la vez. Cirujanos que pasan consulta o tienen quirófano por las mañanas en la Sanidad Pública y que se van a seguir trabajando en la Sanidad Privada al terminar su jornada laboral.
  • El índice de cesáreas y de partos inducidos en la Sanidad Privada es mucho mayor en comparación con la Sanidad Pública. La OMS advierte de los riesgos asociados a las cesáreas, recomendando una tasa en torno al 10-15%, lo que supone una disminución de las muertes neonatales y perinatales. En España se llegan a tasas de alrededor de 22% en los hospitales públicos-SNS y del 37-38% en los privados, donde tiene a ir discretamente al alza y donde casi cuatro de cada diez partos se realizan mediante cesárea. (Datos del periodo 2010-2014, Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, página 34).

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Conclusiones

Como en todas las situaciones, no se puede generalizar por unas cuantas experiencias. Al margen de esto, mi experiencia personal con ambos tipos de sanidad me lleva a las siguientes conclusiones:

  • A pesar del hecho de que en la Sanidad Privada puedes pedir cita con un especialista directamente, sin pasar por el médico de familia,  he observado cómo en distintas patologías y distintas especialidades, conseguir una cita no ha resultado tan rápido como era previsible y la atención por el médico se ha demorado dos o tres semanas. Por otro lado, en la Sanidad Pública, una vez te ha valorado el MAP (en general, al día siguiente) y tienes el volante para el especialista, puedes gestionar tu mismo la cita en las máquinas que hay situadas en los Centros de Salud. Al poder elegir en que centro sanitario quieres ser atendido, tienes la posibilidad de probar en distintos centros. La última vez que fui al ginecólogo, por ejemplo, conseguí cita para menos de una semana después.
  • Exceptuando algunos casos puntuales, en los que en el trabajo se puede elegir qué tipo de sanidad prefieres, lo normal es que todos los trabajadores tengan una reducción salarial mensual en sus nóminas para costear el gasto sanitario. Si queremos una sanidad privada, esta habrá que costeársela a parte de nuestro propio bolsillo, en forma de cuotas mensuales, semestrales o anuales. Y por supuesto, una cuota para cada miembro de la familia.
  • Todos los seguros médicos privados tienen carencias y/o copagos. Es muy frustrante tener que costearse determinadas pruebas diagnósticas porque el seguro no lo cubre, unas pruebas que son carísimas, por cierto. En la Sanidad Pública eso no pasa y nos harán de manera gratuita todas las pruebas, intervenciones y diagnósticos que necesitemos. Que nos diga el médico “tienes cáncer, pero para saber exactamente de qué tipo, hay que hacer un estudio anatomopatológico especial que tu seguro no cubre y que cuesta 600€. Estudio importantísimo para acertar con el tratamiento posterior, por cierto”, evidentemente nos va a condicionar en la toma de decisiones y nos gastaremos el dinero sin pensarlo.
  • La mayoría de los equipos de diagnóstico y tratamiento más novedosos se encuentran en la Sanidad Pública, a la Sanidad Privada no suele compensarle ese tipo de inversión.
  • Someter a una madre a una inducción del parto para que coincida con el día que el ginecólogo está de guardia o tener más riesgo de que se le realice una cesárea, sólo por el tipo de Sanidad que tenga, es muy importante a la hora de tomar ese tipo de decisiones. Una inducción o un parto aumentan el riesgo de complicaciones, tanto para la madre como para el bebé.
  • El gobierno de nuestro país no para de hacer recortes en Sanidad Pública y en investigación, lo que indiscutiblemente, empeora la sanidad, aumentando las listas de espera quirúrgica y diagnóstica. Esto ha hecho que muchas personas pasen a costearse un seguro médico privado.
  • Para cuestiones banales, y si queremos que se den un poco más de prisa, me parece bien hacer uso de este tipo de seguros. Pero en casos importantes, en enfermedades graves, en cirugías con ingreso, a la hora de la atención al parto, es mejor buscar atención en la Sanidad Pública, donde el tratamiento estará orientado en exclusiva a mejorar al paciente, no a buscar el mayor gasto sanitario. En mi caso, no dispongo de un seguro privado, nunca he visto la necesidad.
  • En un seguro privado, el cliente es el responsable de su salud, con lo que decide cuánto dinero quiere invertir mensualmente en ella. Esta cantidad invertida, que para cosas banales puedes ser suficiente, puede quedarse muy corta en casos de complicaciones o enfermedades de gravedad. Es una sanidad clasista; si el cliente tiene altos ingresos, puede costearse un seguro de más alta calidad; si el cliente tiene un salario medio-bajo, no podrá hacer uso de la sanidad privada o lo hará con seguros con coberturas mínimas.
  • Antes de contratar un seguro privado, hay que leerse muy bien la letra pequeña, qué cubre y qué no cubre, qué tipos de pruebas diagnósticas podemos hacernos, ¿hay número limitado en las vistitas, en las analíticas? Si es así, ¿qué precio hay que pagar por las cosas que no cubre el seguro?
  • Como enfermera, tengo claro que mi trabajo no está en la Sanidad Privada. No se puede trabajar ni ofrecer el mismo cuidado y trato a un paciente cuando el número de pacientes por enfermera es tan elevado. La calidad del cuidado estará mermada o los pacientes estarán atendidos por personal menos cualificado. He comprobado con mis propios ojos cómo las enfermeras del hospital privado en el que he estado una semana, llevaban los guantes puestos por el pasillo e iban con ellos de habitación en habitación. Cómo para hacer una cura de una herida quirúrgica, además de llegar ya con los guantes puestos, traían 1 paquete de gasas y un rollo de esparadrapo. Me quedaba realmente sorprendida, sobre todo al comparar cómo voy yo, con mi enorme carro de curas de habitación en habitación, haciendo uso de todo el material sanitario que precise cada paciente.

 

Semana Europea de la Vacunación

Del 24 al 30 de Abril se celebra la Semana Europea de la Vacunación. El objetivo de este año se centra en los avances y desafíos en el esfuerzo concertado de la Región para eliminar el sarampión y la rubeola, enfermedades que siguen teniendo una alta mortalidad.

Por este motivo y en el marco de esta importante semana, el miércoles asistimos a una charla sobre el tema con la Dra. Amalia Arce, pediatra y autora del blog Diario de una mamá pediatra y con la Dra. María Garcés Sánchez, pediatra y miembro del Área de Investigación en Vacunas del Centro Superior de Investigación en Salud Pública. Y yo, que además de madre soy enfermera, promuevo la salud y me vacuno, no me lo podía perder.

Las vacunas salvan vidas. Eso es algo que la mayoría de las personas tenemos claro. Antes de la existencia de las mismas, millones de personas morían en todo el mundo por enfermedades hoy prevenibles. Puedes leer una información mucho más amplia en este artículo que escribí hace un año: Vacunas, prevenir enfermedades, incidencia y efectos secundarios.

Las vacunas son los medicamentos más seguros que existen. Requieren mayor perfil de seguridad que los fármacos. El tiempo medio para desarrollar una vacuna es de 12años. Debe ser segura, eficaz, estable y barata. Aunque no están exentas de efectos adversos, a veces se producen por el propio producto, por mala manipulacion o por enfermedades coincidentes. Una anécdota sacada de un libro de vacunas: “a la consulta llegó una madre con su hija pequeña a ponerle una vacuna. Mientras la enfermera preparaba la vacuna, la niña tuvo una crisis epiléptica; resultó que en su familia había antecedentes. Aún no le habían puesto la vacuna. ¿Qué habría ocurrido si esa crisis la hubiese tenido minutos después de haberla pinchado? Que achacarían la enfermedad a la vacuna, no a su historia familiar”

A pesar de la seguridad de las vacunas y de su eficacia, existen varios movimientos antivacunas. Siempre han existido, aunque en la era de internet y las tecnologías, estos movimientos tienen mayor repercusión, se extienden y llegan más lejos. Argumentos tan absurdos como que una buena alimentación o la lactancia materna pueden proteger frente a enfermedades no tienen sentido. Se basan en argumentos sin base científica, con muchos tecnicismos y a través del miedo.

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Calendario de vacunación de 1975

El personal sanitario debería vacunarse siempre, es un riesgo para la salud de los pacientes, más si son niños. Pero la vacunación no queda sólo para los niños y el personal sanitario. Todos los adultos deberíamos tener nuestra cartilla de vacunación al día. Consulta con tu médico de cabecera para conocer el estado de tu vacunación y ponerlo al día.

Algunas vacunas

VPH – El virus del papiloma humano no solo afecta a las mujeres, también a los hombres. Están en aumento lo casos de cáncer de pene y orofaríngeo. También se debería vacunar a los niños, aunque de momento no está en el calendario. Personalmente, quiero ponerle la vacuna a mi hijo. Como enfermera de cirugía, te puedo asegurar que he visto bastantes casos de condilomas anales y uretrales en varones jóvenes. Aunque se ha hablado mucho sobre esta vacuna y sus riesgos, no hay ningún estudio concluyente al respecto, todas las reacciones que ha habido se ha demostrado que no están relacionadas con ella. Yo también estoy vacunada, me puse mis dosis de Gardasil cuando empezó a comercializarse en España.

Meningococo B – Ambas doctoras recomiendan la nueva vacuna de la meningitis. La incidencia de la enfermedad es baja pero los daños que causa este tipo de meningitis son muy graves, por lo que es muy recomendable ponérsela a nuestros hijos. Las reacciones a la vacuna son pocas y son de tipo local. Como siempre, es mejor consultar con su pediatra. A finales de mayo-junio estarán disponibles en la farmacia.

Varicela – En Madrid ha vuelto a incluirse en el calendario de vacunación. En otras comunidades aún no entra en calendario, pero por suerte se han desbloqueado y pueden conseguirse en la farmacia. Una sola dosis de varicela protege de la mortalidad, aunque puede tener varicela de forma leve. Con la segunda dosis, se bloquea la enfermedad y tampoco habrá herpes zoster.

Impacto de vacunación Diferencia en datos

Impacto de vacunación
Diferencia en datos

En conclusión, las vacunas salvan vidas. Por la salud de nuestros hijos, por la nuestra y por la de la gente que nos rodea, debemos vacunarnos.

 

Vacunas: prevenir enfermedades, incidencia y efectos secundarios. La realidad en cifras

Estos días estamos oyendo mucho hablar de los padres que no vacunan a sus hijos y del movimiento antivacunas, a raíz del primer caso de difteria en España en casi 30 años. Un niño de 6 años al que sus padres decidieron no vacunar está ingresado muy grave en la Unidad de Cuidados Intensivos. A día de hoy hay 8 casos confirmados de portadores sanos de la difteria, que no enferman gracias a estar vacunados, pero que podrían transmitir la enfermedad a personas no vacunadas. Editado: el niño falleció después de un mes luchando por su vida.

La primera vacuna fue descubierta por Jenner en 1796 contra la viruela.  Haciendo un poco de historia, la viruela era tan letal que llegó a tasas de fallecimiento en torno al 30% de la población infectada. En la década de los años 50, la viruela afectaba a casi dos millones de personas por año. En esa época comenzó una campaña de vacunación  que consiguió erradicar la enfermedad en el continente americano. En 1977 se registró el último caso de viruela en el mundo y desde entonces, se considera erradicada. Esta erradicación se logró por las campañas de vacunación a nivel mundial. Mirando en la página del CDC (Centro de Control de Enfermedades) he extraído esta información sobre la vacuna de la viruela, que hace años que ya no se pone por estar erradicada.

“Por cada millón de personas vacunadas en el pasado, hasta 52 personas tuvieron una reacción a la vacuna contra la viruela que puso en peligro su vida y 2 personas murieron” Es decir, la vacuna tenía un riesgo de enfermedad grave y peligro de muerte del 0.0052% frente al 30% de muerte causada por la enfermedad real. O más claramente:

Sin vacuna morían 3 de cada 10 personas. La vacuna tenía una tasa de mortalidad de 0.00002 personas de cada 10 y 0.00052 de cada 10 tenían complicaciones graves.

Volviendo al presente y a algunas de las vacunas que se proponen actualmente en el calendario de vacunación.

Hepatitis BLa hepatitis B cursa de forma aguda durante los 6 primeros meses de la infección con fiebre, icteria, diarrea y vómitos, dolores musculares y de articulaciones y puede convertirse en crónica en el 80% de los casos, pudiendo causar enfermedades del hígado a largo plazo, como cirrosis y cáncer. La vacuna de la hepatitis B, en sus casos más graves, tiene una incidencia de 2 casos cada millón de dosis de reacción grave con riesgo de muerte.

Sin vacuna la mortalidad es menor del 1% a corto plazo y del 25% en enfermos crónicos. La vacuna produce un 0.0002% reacciones graves.

Difteria-Tétanos-Tosferina (DTaP) La difteria es una enfermedad grave causada por una toxina que dificulta la respiración, puede afectar al corazón, producir parálisis y llegar a ser mortal. En 1947 se producían 1000 casos de difteria cada 100.000. Tras la vacunación masiva la cifra disminuye a 0.1/100.000, siendo el último caso registrado en España en 1987. Hasta hace unos días, que se produce el primer caso de difteria en un niño no vacunado casi en 30 años.

El tétanos se produce por una toxina que puede llegar a ser mortal. Puede entrar en el organismo a través de una herida punzante, de una mordedura, de una quemadura o de una llaga.tétanos

La tosferina es una infección causada por la bacteria pertussis. En menores de 1 año es muy grave y puede conducir a la muerte.

Sin vacuna la mortalidad por difteria es de 10% en adultos y del 20% en niños. (2 niños de 10 mueren). Sin vacuna la mortalidad por tétanos es del 20% (2 muertes cada 10 personas). Sin vacuna la mortalidad por tosferina es de 1% (menos 1 muerto cada 100). Los efectos secundarios de la vacuna DTaP son anafilaxia en 0.002% de las dosis y encefalopatía en el 0.0001% de las vacunas administradas.

Rubeola-Sarampión-Parotiditis (Triple vírica) – La rubeola es una enfermedad de carácter leve causada por un virus. Es más grave cuando se contrae en la edad adulta y muy dañina para el feto en desarrollo (85% de los fetos infectados presentarán algún defecto congénito). Con la vacunación se pretende erradicar la rubeola congénita.

El sarampión es una enfermedad contagiosa respiratoria, que puede ser muy grave en niños menores de 5 años y adultos. En España, en el año 2011, el 20% de los infectados por sarampión necesito hospitalización y de estos, 289 casos (13.5%) tuvieron complicaciones graves. En el año 2013 murieron 145.000 personas en todo el mundo debido al sarampión.

La parotiditis o paperas está causada por un virus que produce aumento de las glándulas salivares. El 19% de los pacientes afectados de parotiditis desarrollan meningitis viriásica.

Sin vacuna 85% fetos con anomalía congénita por rubeola. Sin vacuna 13.5% casos graves sarampión. Encefalitis 1/1.000. Sin vacuna 19% meningitis por parotiditis. Reacciones graves a la vacuna: anafilaxia 1 caso cada 1.000.000 dosis (0.0001%). Encefalitis 1/1.000.000. No se ha evidenciado científicamente relación entre daño cerebral permanente y la vacuna. No hay evidencias probadas de que la vacuna triple vírica produzca autismo.

PoliomielitisCausada por un virus que ataca al sistema nervioso, puede producir parálisis permanente y ser mortal. Afecta más a menores de 5 años. Desde 2002 en Europa no hay polio, sólo se producen casos en 3 países, pero mientras no se erradique del todo, la movilidad de las personas obliga a continuar con la vacunación.

Sin vacuna 0.5 personas cada 100 tiene parálisis permanente. El 5% de estos casos fallece. La vacuna produce 1 reacción grave por cada millón de dosis administradas.

Actualmente la vacuna de la polio se administra de manera conjunta con otras vacunas, para evitar pinchazos, en combinados con difteria, tétanos, tosferina, hepatitis y/o haemóphilus.

Haemóphilus influenzae BEs una bacteria que causa varios tipos de enfermedades, como neumonía, meningitis y sepsis. La incidencia de enfermedades graves por HiB en España antes de la introducción de la vacuna era de 12.4 casos/100.000 en menores de 5 años.  La meningitis pone en riesgo la vida, produciendo 1 muerte en cada 20 infectados y 1 de cada 5 infectados tendrá daño cerebral o sordera.

Sin vacuna hay una incidencia de 0.0124%. De estos casos el 5% fallece y el 20% tienes daños permanentes. La vacuna produce 1 reacción alérgica grave/1.000.000 dosis administradas. No se han relacionado otros efectos secundarios graves con la vacuna contra Hib.

Meningococo C Bacteria que produce entre otras, meningitis y septicemia meningocócica. Las enfermedades meningocócicas tienen una letalidad del 10-15% y una tasa de discapacidad permanente del 10-20%.

Sin vacuna, mortalidad 10-15% y daño permanente 10-20%. La vacuna produce reacción alérgica  en menos de 0.01% y reacción anafiláctica 1/1.000.000 de administraciones.

Neumococo 13VEnfermedades causadas por streptococo pneumoniae, como neumonía, meningitis, bacteriemia, otitis y bronquitis. En 2005 la OMS estimó en  1.6 millones de muertes mundiales anuales, de las cuales 1 millón eran niños menores de 5 años. En España hubo 1034 casos de enfermedades invasivas por neumococo en el año 2013. La meningitis tiene una mortalidad del 20% y secuelas en el 40%.

Sin vacuna, mortalidad del 20% y secuelas del 40%. Con vacuna, anafilaxia 1/1.000.000 casos.

 vacuna

Como en todos los medicamentos, hay riesgos y efectos secundarios. Casi la totalidad de estos efectos son leves y pasajeros. En las cifras que os he facilitado, vemos que los casos graves debidos a la vacunación son muchísimos menores que los casos de muertes y daños permanentes producidos por la enfermedad en sí, con lo que, comparado, el riesgo es pequeñísimo.

Cada vez hay más padres que optan por no vacunar a sus hijos, poniendo en grave peligro su vida. Pero no solo la de sus propios hijos, también las del resto. Es cierto que la población vacunada está protegida contra determinadas infecciones, aunque en algunos pocos casos y en determinadas personas, la vacuna no hace efecto. Mucha gente vacunada produce inmunidad de grupo, lo que beneficia al colectivo que no puede vacunarse. Hay pacientes que no pueden recibir vacunas por varias causas: prematuros, embarazadas, enfermos con cáncer o inmunodeprimidos. Estos pacientes se benefician de la vacunación del resto. Pero cuanta más gente deje de vacunarse, más riesgo hay para todos.

He leído este ejemplo en la web de la AEPED que me parece muy aclaratorio: Imagínese un país pequeño con 100.000 de habitantes en el que 98 de cada 100 personas tienen paraguas y dos no. Además de las 98 personas que tienen paraguas, 1  lo tiene estropeado. Por último, en este país, las personas que tienen paraguas son muy amables y ofrecen cobijarse a 3 de cada 4 personas que no tienen paraguas. Imagínese que llueve en todo el país. Se mojarán todas las personas que no tienen paraguas y no están cobijadas bajo un paraguas de otra persona (50 personas) y todas las que lo tienen estropeado (98 personas). Si miramos los datos de forma superficial podemos decir, sin equivocarnos, que en este país imaginario, se moja más gente si tienes paraguas (98) que si no lo tienes (50). Imaginemos ahora que en este país muchas personas deciden dejar de tener paraguas por que pesa y les han convencido que la mayor parte de los que se mojan tienen paraguas. En esta nueva situación, sólo el 80 de cada 100 personas tienen paraguas y 20 de cada 100 no. El día que llueve se mojan 500 personas que no tienen paraguas y 80 personas de las que sí tienen paraguas. Las cosas han cambiado ¿no? Ahora parece que se mojan más los que no tienen paraguas (500) y además el primer día de lluvia se mojaron 148 personas y el segundo 580.

Esta situación es la misma que se produce con las vacunas. Cuando vacunamos a los niños, no sólo protegemos al niño que esta vacunándose, sino también estamos impidiendo que el agente que causa la enfermedad este presente por lo que protegemos también a aquellas personas no vacunadas. La diferencia es que en el caso de la vacunación, el resultado no es mojarse sino padecer alguna enfermedad que, en ocasiones produce secuelas graves e incluso, la muerte.”

Los padres que deciden no vacunar a sus hijos alegan que la higiene, la salubridad del agua y las mejoras sanitarias son las que han hecho disminuir las enfermedades. Esto es cierto en parte, gracias a todas esas mejoras hay menos infecciones, pero no quiere decir que no sigan estando, sólo hay que ver las cifras y los datos. La leche materna pasa anticuerpos al bebé que lo protegen de algunas enfermedades. Esto es cierto en parte, pues la inmunidad es pasajera, con lo que aunque un niño mame durante muchos años (y yo defiendo la lactancia cuanto más tiempo mejor), si entra en contacto con una cepa de un neumococo, por ejemplo, la lactancia no le protegerá de padecer una meningitis neumocócica, sólo la vacuna lo hará.vacunación

También los movimientos contra vacunas alegan que las vacunas contienen compuestos que son dañinos para el ser humano. Por ejemplo, el tiomersal, derivado del mercurio, era un compuesto usual en las vacunas y aunque no hay evidencias científicas que demuestren que las cantidades inoculadas con las vacunas puedan producir ningún tipo de intoxicación, hace años que se decidió disminuir y en muchos casos retirar de las vacunas por precaución.

A diario estamos expuestos a muchas sustancias nocivas o de las que no se tiene conocimiento a largo plazo. Podemos intentar evitar algunas usando productos ecológicos o caseros, y así disminuir el riesgo. Pero no deberíamos evitar una vacuna por contener, por ejemplo, aluminio, cuando el aluminio está presente en muchos de los alimentos que consumimos, como pescados y verduras.

Cuando una vacuna produce un efecto adverso importante, la noticia salta a los medios y corre como la pólvora. Es cierto que esos casos son muy duros, y también es cierto que en algunas ocasiones no se ha podido probar que haya sido por culpa de la vacuna. Entiendo que los padres de un niño que ha sufrido una encefalitis, tenga miedo de vacunar al resto de sus hijos, el miedo es libre. Pero deberían saber todos los riesgos a los que se exponen por no recibir las vacunas, que son mayores que la estadística de que pase algo por sí ponerla.

Es importante estar informado, pero bien informado. No sólo contar con opinión sesgada de movimientos antivacunas que rechazan la vacunación en general por los posibles efectos adversos. Habría que tener toda la información en la mano para poder tomar una decisión tan importante como la de no vacunar a nuestros hijos. Información científica y contrastada. Por eso, todos los datos que he puesto sobre incidencia y morbi-mortalidad de algunas enfermedades y sobre efectos secundarios de las vacunas, son datos extraídos de publicaciones científicas y rigurosas.  Os dejo los enlaces a continuación por si alguien quiere seguir ampliando la información.

Centro de control y prevención de enfermedades

Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría

Historia de las vacunas del colegio de Médicos de Filadelfia: efectos secundarios

Asociación Española de Pediatría

Recogida de información sobre los efectos adversos de las vacunas

Organización Mundial de la Salud

Instituto de Salud Carlos Tercero

Os copio un artículo de Carlos González para la revista ser padres:
«Es relativamente fácil encontrar familias que no quieren vacunar a sus hijos. Habitualmente han leído información incompleta, exagerada o simplemente falsa.

Difteria, tosferina, polio… esas enfermedades desaparecieron hace años, ya no hace falta vacuna.» ¡FALSO! 

Esas enfermedades casi han desaparecido en los países industrializados porque sevacuna a los niños. Pero podrían volver si se dejase de vacunar. Por eso los gobiernos siguen gastándose el dinero en vacunas. Si pudieran ahorrárselas, se las ahorrarían. En los países del Este, por ejemplo, disminuyó la tasa de vacunaciones con la caída del régimen comunista. En 1993 hubo en Rusia una epidemia de difteria, con 15.000 enfermos y 470 muertos.

Existen muchas vacunas, además de las que están en el calendario oficial de vacunación. No se administran todas, sino solo las más adecuadas a los riesgos de cada país. En España no nos vacunamos de la encefalitis japonesa (en Japón sí, por supuesto). La primera vacuna que se inventó fue la de la viruela. Resultó tan eficaz que se consiguió erradicar la enfermedad en todo el mundo. Hace décadas que no se vacuna de la viruela en ningún país del mundo, ya no es necesario. La viruela se pudo erradicar porque solo afecta al ser humano, y porque el virus no puede mantenerse vivo fuera de un individuo enfermo. Por desgracia, la mayoría de las enfermedades no cumplen estos requisitos; los microbios se pueden transmitir por animales, o permanecer durante años en el suelo, y por tanto jamás se podrán eliminar.

«Es una maniobra de las multinacionales para ganar dinero». ¡¡FALSO!!

En cualquier farmacia (y no digamos en una parafarmacia) podemos encontrar cientos de productos que no son útiles para mejorar la salud: cremas y productos de belleza, suplementos nutricionales, tónicos y reconstituyentes… Podemos comprarlos, si lo deseamos, pero ningún gobierno del mundo nos los va a regalar.

UNICEF ha preparado un interesante documento, el «Immunization summary», que contiene, entre otros datos, el calendario de vacunaciones y el porcentaje de niños vacunados en los distintos países del mundo. En este documento se observa que países como Cuba, Corea del Norte o la República Islámica de Irán tienen calendarios muy similares al nuestro y tasas de vacunación altísimas. ¿Estarán ellos también al servicio de los laboratorios farmacéuticos? Por cierto, Cuba es un importante exportador de vacunas, gracias al excelente trabajo científico del Instituto Finlay de La Habana.

«No debería vacunarse a los bebés». ¡¡FALSO!!

La edad de vacunación depende del equilibrio entre dos factores. Si se ponen demasiado pronto, a veces no son efectivas, porque el sistema inmunitario del bebé todavía no responde (si no fuera por ese problema, se pondrían todas las vacunas al nacer, en el hospital, y asunto resuelto). Si se ponen demasiado tarde, aumenta el riesgo de que el niño enferme antes de vacunarlo. Por eso los países africanossuelen poner las vacunas un poco antes que los europeos, mientras que los países nórdicos (con un excelente sistema sanitario, para atajar cualquier posible brote) se permiten el lujo de empezar un mes más tarde e incluso de poner una dosis menos de la serie básica (difteria, tétanos, tosferina y polio). Pero, en general, mes arriba o mes abajo, el calendario vacunal de todos los países del mundo es muy similar. Cuando el riesgo de infección es mayor, es preciso adelantar las vacunas.

Retrasar las vacunas o ponerlas después del año (o de los dos años) significa exponer al niño a un peligro de infección. Y las vacunas no son «demasiado fuertes» para bebés tan pequeños, y tampoco «sobrecargan» su sistema inmunitario ni nada por el estilo. En realidad, a las pocas horas de nacer un bebé ya está invadido por millones de microbios de cientos de especies distintas; las vacunas solo añaden unos pocos microbios más, y encima muertos (o «medio muertos», en el caso de la triple vírica).

La mayoría de los que enferman están vacunados. ¡¡A VECES!!

Normalmente no. En los brotes de sarampión que se dieron hace tiempo en Holanda y en Barcelona, casi todos los afectados estaban sin vacunar. Pero en algún caso podría ocurrir que una parte importante, incluso la mayoría de los enfermos en una epidemia, estuvieran vacunados. Es muy fácil esgrimir ese dato como si fuera la «prueba» de que la vacuna es inútil, incluso peligrosa. Pero unos sencillos cálculos demuestran que no es así, ni mucho menos. Supongamos que, en cierto país, el 97% de los niños están vacunados, y supongamos que la cosa está repartida uniformemente. En cualquier pueblo, en cualquier barrio, en cualquier escuela, el 97% de los niños están vacunados.

Supongamos que la vacuna es completamente inútil. Hay una epidemia. Enferman miles de niños. ¿Cuántos de ellos estarán vacunados? ¡Pues el 97%, por supuesto! Por cada 3 enfermos sin vacunar, encontramos 97 enfermos vacunados. Si en vez de un 97% encontramos un 91% de enfermos vacunados, quiere decir que la vacuna ha sido eficaz. Y no hay que pensar que se trata de «una pequeña reducción del 6%», no se calcula así. A los 9 enfermos sin vacunar, manteniendo la proporción 97:3, corresponderían 291 enfermos vacunados. Como en vez de 291 hay sólo 91, se han evitado 200 casos, y la reducción (la eficacia de la vacuna) es de casi el 69%. Una reducción así ya sería suficiente motivo para vacunar a los niños, pero, en realidad, la eficacia de las vacunas es muy superior.

¿Y si en la epidemia el 52% de los enfermos están vacunados? Por 48 casos sin vacunar hubiéramos esperado 1.552 enfermos vacunados; se han evitado 1.500 casos, y la eficacia de la vacuna supera el 96%. Muchísimos, pero todavía habrá quien diga: «La vacuna no hace nada: ¡total, la mayoría de los enfermos estaban vacunados!». La ignorancia es atrevida.

«Es malo poner tantas vacunas juntas». ¡¡FALSO!!

Antes de usar masivamente cualquier vacuna se han hecho numerosos estudios durante décadas, en el laboratorio, en animales y en voluntarios adultos para comprobar su eficacia y su seguridad. Y antes de juntar una nueva vacuna con otras ya existentes, para administrarlas al mismo tiempo, se tienen que volver a hacer nuevos estudios, para demostrar que juntas son igual de eficaces y tienen tan pocos efectos secundarios como separadas.

Las vacunas se juntan por comodidad, por motivos económicos y ecológicos (las jeringuillas también cuestan dinero y contaminan), y sobre todo, por ahorrarle algunos pinchazos al niño.

«Nos ocultan los efectos secundarios». ¡¡FALSO!!

Los efectos secundarios de las vacunas son bien conocidos, y nadie pretende ocultarlos. Sería completamente contrario a la costumbre habitual de los laboratorios farmacéuticos, que a veces parece que más que ocultar los efectos secundarios, los exageran. Leer el prospecto de cualquier simple analgésico, antibiótico o anticonceptivo casi da miedo.

Producen alergia, autismo o muerte súbita
¿Qué hay de verdad en ello?

Alergias
Puede haber, por supuesto, algunos niños alérgicos a vacunas determinadas, lo mismo que hay alérgicos al polen, a las fresas o a la leche. Es cierto que en los últimos años están aumentando las enfermedades alérgicas. Pero la causa no son las vacunas.

Se cree que dos de los principales factores que causan el aumento de las alergias son la contaminación atmosférica y el exceso de higiene: privado de microbios contra los que luchar, el sistema inmunitario se pone a luchar contra el polen, el polvo… En numerosos estudios no se ha encontrado relación entre vacunas y alergia, ni para bien ni para mal.

Muerte súbita
La muerte súbita del lactante se produce, por definición, durante el primer año. La mayoría de los casos ocurren durante los primeros seis meses. Y en ese tiempo, los niños reciben varias vacunas (más o menos una cada ocho semanas).

Si una de cada ocho semanas es «la semana después de vacunarse», es lógico que uno de cada ocho casos de muerte súbita se produzca en esa semana, por pura coincidencia. En realidad, detallados estudios científicos indican que la relación es más bien la contraria: la vacunación parece disminuir el riesgo de muerte súbita, no se sabe por qué mecanismo.

Autismo
Algunos científicos habían sugerido una posible relación entre el autismo y la vacuna triple vírica o entre el autismo y el mercurio que se usa como conservante en algunas vacunas. Rápidamente se realizaron estudios completos y detallados en distintos países, y no se ha encontrado ninguna relación entre las vacunas y el autismo. Por desgracia, los grupos que están en contra de las vacunas se apresuraron a airear las primeras alarmas, pero no se dieron por enterados del desmentido publicado en la web de FDA (Departamento americano de salud).

Las lágrimas de los adultos

Hace tiempo escribí las lágrimas de los niños donde hablaba sobre cómo muchas personas, padres y personal sanitario, trataban a los niños en algunas ocasiones con bastante falta de respeto y con muy poca empatía. Algo bastante desagradable que ocurrió hace unos días me hizo pensar que estas cosas no pasan sólo con los pequeños, también nos pasa a los adultos.

Recuerdo cuando tenía 17 años. Fui al hospital a quitarme una muela del juicio con cirugía. Estaba bastante nerviosa, pero no me hicieron mucho caso. Durante la cirugía, cirujana y enfermero se dedicaron a hablar de su vida privada sin tener en cuenta mis miedos y mi dolor, pues por más que yo les decía que aquello que me hacían me dolía, no me hacían ningún caso. En un momento hasta llegaron a llamarme quejica, pues supuestamente con la anestesia que me habían puesto no debía dolerme. Hasta que del dolor perdí el conocimiento y ahí sí me hicieron caso del susto que les di. Pero antes tuve que sentirme humillada. Días después, cuando fui a quitarme los puntos y con un miedo terrible en el cuerpo, el “carnicero” que me tocó me dijo que los puntos me iban a doler más que la propia cirugía. Decidí que no quería quitarme los puntos, el dentista me llamo malcriada, mi madre discutió con él, intento quitármelos a la fuerza y acabo clavándome el bisturí en el labio. Salimos de allí corriendo, con los puntos en la boca y un labio chorreante. Mi miedo a los dentistas seguía creciendo por momentos, decidí que me quedaría con los puntos para siempre, pero claro, eso no podía ser. Fuimos a otro dentista, yo con más miedo que vergüenza. Un señor dulce y amable empezó a hablar conmigo y a tranquilizarme, a decirme que sólo quería verme la boca mientras me contaba algo que no recuerdo y entonces, con una gran sonrisa, me dijo que ya habíamos terminado con los puntos. Ni me había enterado, todo gracias a su dulzura, a su empatía, a saber calmarme. Desde ese momento pasó a ser mi dentista para siempre.file000753676401

Creo que fue en ese momento cuando acabé de decidir que quería ser enfermera, y aunque yo era muy miedosa y todo el mundo pensaba que no podría con ello, durante la carrera aprendí a controlar mi miedo y desde ese momento pase a ser una buena paciente. El del dentista no fue mi único momento desagradable con la sanidad. Varias veces, al ir a hacerme análisis de sangre, me mareaba y en ocasiones hasta me caí al suelo y alguna vez me llevé una reprimenda por parte de enfermeras gruñonas por haberme mareado y haberles hecho levantar el culo de su silla (si, no se ofendan mis compañeras de profesión, que no digo que todas sean así, pero que haberlas haylas….)

En realidad ¿qué es eso de ser buen paciente? Pues parece ser que el buen paciente es aquel que no se queja, aquel que no demuestra sus sentimientos, aquel que se porta bien. El resto de las personas, las que tienen miedo, las que son nerviosas, las que se mueven durante una prueba y gritan de dolor, esas no son buenos pacientes. Y eso crispa mis nervios.

Llevo casi 20 años trabajando como enfermera y en esos años me he encontrado de todo. Y por desgracia, me he encontrado con mucho personal sanitario que considera que hay malos pacientes. No digo que el personal sanitario trate mal a los pacientes y no tengan empatía. Digo que algún personal sanitario trata mal a los pacientes que no se portan bien.file0001398432795

Las mejores mujeres de parto son aquellas que paren sin dolor, que no se quejan. O eso es lo que creen muchos ginecólogos. ¿Dónde queda el poder expresarse libremente, el poder liberar las cuerdas vocales, el gritar para calmar el dolor? Yo parí sin epidural y grité y me dolió menos, o por lo menos no tuve que estar pendiente de esconder mi dolor. En ese momento no fui una buena paciente y por suerte para mí, a mi matrona eso le daba lo mismo, ella estaba allí para acompañar mi parto y me dejó hacer, entendía mi dolor y lo dejaba fluir. Pero en esta sociedad, parece que la madre que grita, que se libera, es peor paciente que la que sufre en silencio.

Hace unos cuantos años mi hermana estaba embarazada. Había pasado por varios abortos y de nuevo había empezado a sangrar. Fue al servicio de urgencias del hospital donde yo trabajaba y yo entré con ella, vestida de enfermera. No sé cómo fue, pero la ginecóloga que le estaba haciendo la ecografía me confundió con personal del paritario, no sabía que yo era su hermana. En la eco vio que el embrión no tenía latido, mi hermana había tenido otro aborto. Después de 4 o 5 previos, estaba fatal y se derrumbó allí en la camilla, empezó a llorar a grito pelado, a chillar lo injusta que era la vida… Entonces, la ginecóloga me miró y me hizo un gesto con el dedo como diciendo que estaba loca. Me acerqué a ella, pero seguía pensando que yo era una enfermera desconocida y me empezó a decir bajito que la paciente era una exagerada, que cómo se ponía…entonces le dije que era mi hermana y la cara le cambió, me pidió perdón y no sabía dónde esconderse. ¿No es legítimo sufrir por un hijo no nacido? ¿Es acaso el dolor menor? Para esa ginecóloga, está claro que tener un aborto era algo que por su profesión, ella veía a diario, pero nunca se había parado a pensar en el dolor de esa madre, a ponerse en su lugar, las mujeres que lloran y expresan su dolor por una pérdida son malas pacientes. Quizás, para hacernos más humanos, algunas personas deberían pasar por situaciones similares, sufrir para conocer el sufrimiento de otros y aprender a tener más empatía.

Siempre me ha molestado eso, ver cómo a algunos pacientes se les trataba peor que a otros por quejarse más. No nos paramos a pensar que detrás de ese dolor puede haber algo más, o no, simplemente, el umbral de dolor es distinto en cada persona. Pero ahora me he vuelto mucho más sensible con estas cosas. Desde mi pérdida he descubierto el poder sanador de los abrazos. Y doy muchos abrazos en el hospital, muchos más de los que había dado antes. Antes escuchaba, calmaba, tocaba a los pacientes, pero ahora también los abrazo cuando veo que lo necesitan.

Una mujer que llora durante una cura, no por el dolor de la misma sino por el miedo de lo que pueda pasar, que está nerviosa, que recibe críticas de su hijo delante nuestra por tener sobrepeso. Al finalizar la cura y lavarme, la abracé e intenté tranquilizarla con mis palabras. El efecto fue brutal, en unos instantes se había calmado y se marchó a su casa visiblemente más tranquila. No es tan difícil.file000788055222

Hace unos días volví muy molesta a casa y eso fue lo que me hizo sentarme a escribir. En un momento determinado de la mañana, una paciente llegó muy nerviosa a hacerse una prueba, tanto que al final dicha prueba no pudo llevarse a cabo y hubo que reprogramarla. En vez de tratar de calmar a la paciente, dos personas no paraban de decirle que así no se podía venir, que por culpa de sus nervios no habían podido hacerlo y hasta llegué a oír que le decían había perdido los papeles. Yo intenté tranquilizarla pero mis palabras ya no surtieron efecto sobre tanta devastación y la mujer se fue incluso peor de lo que había venido, con la culpabilidad flotando sobre su cabeza.

¡No puede ser! ¡Somos personal sanitario y nuestra labor no es sólo curar y cuidar! También hay que escuchar, que comprender, que empatizar. Cada persona es un mundo, cada persona lleva su propia mochila a cuestas. Las experiencias vividas, las situaciones personales, hacen que las personas reaccionen de distinta manera ante una misma situación. . Una vez tuve una paciente que se puso a llorar mientras hacía una espirometría porque yo “le grité” que soplara más fuerte. Se asustó. Y vi que no hacía falta gritar tan alto para que las espirometrías saliesen bien, sólo hay que saber incentivar al paciente. Fue la primera y la última vez que alguien lloró conmigo durante esa prueba. Esa situación cambió mi forma de hacer las cosas.

Los adultos también lloramos, también nos asustamos, también tenemos derecho a quejarnos, a sufrir y a ser oídos y comprendidos.

Imágenes extraídas de morguefile

Las lágrimas de los niños

Llevo varios días intentando escribir esto, pero no puedo por falta de tiempo, que no por falta de ganas. Todas las mañanas, todas sin falta, me pasa lo mismo.

Trabajo en un hospital. En una zona, donde cada día, pasan niños a los que tenemos que hacerles pruebas y/o analíticas, curas y otros procedimientos. Niños que vienen asustados, que no saben que les van a hacer y a los que se les realizan actos más o menos invasivos. Todos, absolutamente todos, lloran. Normal ¿ verdad?PrickBebered

Porque lo que me remueve por dentro cada día, es que parece que NO es normal. Algunos compañeros de profesión, regañan a los niños por llorar, por portarse “mal”, por revolverse. Pero ahí no acaba todo. Los propios padres, les regañan hasta la saciedad, les amenazan con quitarles cosas e incluso he llegado a ver algún cachete a niños que rato después de la prueba seguían llorando desconsoladamente.

No puedo con estas escenas. Ni con los comentarios injustos que se les hacen a los niños. He visto a personal sanitario regañar a los niños por gritar o llorar, llamarles maleducados, amenazarles con echar a sus padres de la sala por no dejarse hacer una prueba. Y al final, se lo hacen a la fuerza, con más miedo y dolor por parte del niño.

La otra parte que no consigo entender, es la de muchos padres. Llevan a sus hijos al médico, les sacan sangre o les hacen unas pruebas bastante dolorosas y molestas, ¿qué es lo que esperan? «¿que sean niños buenos?» Los niños están asustados y necesitan el apoyo de las personas en las que más confían. Pero, si después de todo, sus padres les regañan y castigan, ¿cómo van a calmarse esos pequeños? Por favor, ¿tan difícil es ponerse a su altura? Agacharse, abrazarlos, explicarles en la medida de lo posible, calmarlos. Entender que simplemente, son niños, que están asustados, que les han hecho daño y que necesitan consuelo, no unos padres que les regañen por llorar.

¿A cuántos adultos no les gusta que les saquen sangre, por ejemplo? A muchos. Y nos dejamos hacer los análisis porque entendemos que es una necesidad. Pero, un niño pequeño, no entiende ese concepto, no entiende que por su bien, que en la sangre hay un montón de compuestos que una máquina analiza en el laboratorio y con eso saben si está enfermo o no….  Y como no lo entienden, somos nosotros los que tenemos que entender su miedo, su dolor, y calmarlos y tranquilizarlos. Si andando por la calle, nuestro hijo se cae y se hace una herida, corremos a socorrerle. Entonces, si en el hospital le hacen una prueba dolorosa, ¿por qué no hacemos lo mismo?

Yo he probado una técnica diferente. Hablar, dialogar, explicarles, adaptándonos a la edad de cada uno,  dejarles que se relajen, darles un tiempo para que salgan de la consulta y fuera se queden más tranquilos antes de volver a entrar. Y explicarles el cómo y el porqué de las cosas. Hacerles saber que es normal tener miedo y dejarles expresar sus sentimientos. La mayoría de las veces, funciona, desde luego, mejor que las amenazas y las fuerzas. Y si no me entienden, siempre lo hago con una sonrisa, a ser posible, que estén sentados y abrazados a sus padres. Los padres también tienen un papel importante en todo esto, más que nosotros, evidentemente. Antes de llegar a la consulta, en casa, tienen que contarles lo que les van a hacer, sin darle importancia, tomarlo como algo natural y necesario. No sirve de nada que los padres lleguen asustadísimos por lo que se les va a hacer a sus hijos, porque transmiten ese miedo a los pequeños.

El otro día, mi amiga Lorena me comentaba una escena parecida. Llevó a la niña, de apenas 14 meses, a hacerse una analítica. La niña iba asustada, a esa edad, casi todos los bebés temen las batas blancas, porque las relacionan con las vacunas y las revisiones periódicas. Al llegar a la sala de extracciones, una persona le sujetó el brazo a la fuerza para que la enfermera pudiera pincharla, sin avisar, sin mediar palabra. El susto de la pequeña era aún mayor, y, evidentemente, su instinto le hacía retirar el brazo. La niña lloraba, chillaba y se revolvía y una de las personas que estaba en la sala, empezó a decir que la niña era una soberbia, que vaya genio tenía. Se lo decía a la madre, directamente. La madre, en ese momento, se quedó tan cortada que no supo qué responder. Y además, estaba más pendiente de atender a su hija.  Pues ahora aprovecho yo para decirle a esa persona, en primer lugar, que si trata con niños, debería tener más paciencia y sobre todo, más empatía. Y en segundo lugar, que se informe antes de soltar palabras por su boca, porque, según la RAE, Soberbia, en su cuarta acepción  significa «Cólera e ira expresadas con acciones descompuestas o palabras altivas e injuriosas». Y esta niña no sentía ira, lo que sentía era miedo, y no se expresaba con acciones descompuestas ni palabras altivas, lloraba e intentaba zafarse porque es lo que le pedía su instinto de supervivencia.

Todos los días, veo estas escenas. Todos los días, salgo con mal cuerpo, viendo como no se respeta el miedo de los pequeños, escuchando comentarios que no deberían hacerse. Todos los días, me acerco a algún pequeño y le llevo un dibujo y unos lápices, para que coloreen y olviden el mal rato, y todos los días, un gesto tan simple como este, funciona. Todos los días, quiero agacharme y abrazar a todos esos niños asustados a los que sus padres regañan. Todos los días…

EDITADO

Para la gente que sólo lee entre líneas, hago una aclaración. 

NO digo que todo el personal sanitario trate mal a los niños, ni muchísimo menos. Por suerte, hay muchos grandes profesionales sanitarios que se dedican a hacer las cosas más fáciles a los pequeños. Digo, que por desgracia, he tenido que ver y sigo viendo cada día, gente que en mi opinión, no está capacitada para tratar con niños. Evidentemente, para ciertos procedimientos, hay que sujetar a los niños, pero no es lo mismo sujetar un brazo para una analítica con una sonrisa y palabras dulces que hacerlo de malas maneras. En mi trabajo, estoy rodeada de grandísimos profesionales y también, de compañeros que no merecen ese calificativo. 

NO digo que todos los padres que ven llorar a sus hijos por quejarse y tener miedo, les regañen y les castiguen. Por suerte, la mayoría de los padres entienden que los niños están viviendo una situación traumática para ellos y les consuelan. Por desgracia, también he visto y sigo viendo a padres, que sí les regañan por llorar, padres que gritan a sus hijos porque les están «dejando en ridículo» (palabras dichas por los propios padres). 

No pretendo, ni mucho menos, menospreciar el trabajo del personal sanitario, ni pretender ser la mejor y la más «guay». Este post es sólo para plasmar una realidad que veo cada día. No considero que yo lo haga mejor que nadie, repito que tengo la gran suerte de trabajar con muchas personas fantásticas, que tratan a todo el mundo con respeto. Esto es sólo una opinión, una visión, MI opinión

Quiero aprovechar para alabar a la enfermera de mi hija, que siempre, cuando ha habido vacunas, se las ha puesto con mi hija en brazos y me ha animado a hacer «tetanalgesia» para que el dolor fuera menor. La sanidad tiene grandes profesionales. 

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