No hay mejor lugar que los brazos de mamá

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El bloqueo de la bloggera

Esta semana he estado un poco desaparecida del blog. Y en parte me he sentido un poco culpable por el abandono. Es cierto que cuando abrí el blog, lo hice principalmente para hablar de mis portabebés, contar beneficios, tipos, consejos… Y también vi que podía hablar sobre el otro tema que me apasiona, la lactancia. Nunca pensé  que fuera a leerme nadie, bueno, algunas personas sí, pero tampoco mucha gente.

Con el tiempo, empecé a conocer a gente fantástica, hice un grupo de amigas de una forma que no hubiera creído posible, y empecé a ver el blog como un medio de contar mis cosas, de sincerarme, de dejar salir lo que pasaba por mi mente, de compartir experiencias.  Y así, comencé a escribir con asiduidad, cosas que me salían del corazón, a hablar de crianza, de niños, de cosas que hacía con ellos, de la maternidad, en fin, de todo un poco.

Hubo ocasiones en las que he escribí prácticamente a diario, luego llegó el verano, la vuelta al trabajo y la cosa se complicó. Aun así, escribía dos o tres veces por semana… hasta esta semana, que he desaparecido totalmente. Y como os he comentado, me he sentido un poco culpable, porque sé que hay gente que me lee y espera mis post (aunque hay veces que escribo unas cosas, que ni yo misma me leería, jajaja)

Pero, en esta ocasión, no me ha quedado más remedio que desaparecer, y os cuento el porqué.

Primero, como ya os he comentado, se está fraguando un nuevo proyecto. No he querido dar muchos datos hasta ahora, hasta que esté todo organizado, pero creo que ya puedo contaros algunas pocas cosas. Vamos a abrir un espacio de crianza. Y digo vamos porque en este proyecto no me embarco yo sola, me acompañan Lorena y Carolina, de las que ya os daré más detalles cuando todo esté a punto. Es un sitio donde, además de tienda de portabebés y otras productos para bebés, muy de mi estilo, vamos a tener multitud de talleres, charlas, a contar con diferentes profesionales que nos van a enseñar cosas muy interesantes. Hablaremos de portabebés, de lactancia, de alimentación complementaria, habrá clases de yoga prenatal, pilates para embarazadas, cursos de primeros auxilios, masaje para bebés, actividades para niños…. Y sobre todo, será un lugar donde todas las familias serán bienvenidas, donde podremos interactuar con otros padres, intercambiar opiniones mientras tomamos un café… ¡Y hasta ahí puedo leer! Este proyecto, estos días, me está robando un montón de tiempo, como es lógico, acondicionar el local, preparar y pulir las ideas, hacer compras….y cuando llego a casa estoy bastante cansada como para ponerme a escribir.

Por otro lado, una noticia también me ha dejado un poco tocada. A un familiar le han detectado un problema de salud y eso me ha traído preocupaciones y recuerdos de otras personas que han pasado por lo mismo y que, desgraciadamente, ya no están con nosotros.

Pero, quizás, aún a riesgo de sonar extraño, lo que más me ha apartado estos días, es que me he visto saturada y desbordada. El último post que escribí, Las lágrimas de los niños ha tenido una repercusión que ni en mis mejores sueños. Es cierto que cuando alguien escribe en un blog, le encanta que la gente lo lea y haga comentarios. El día que escribí lo mal que me sentía cuando veía a un niño llorar y a unos padres regañarlo, jamás pensé que me leería tanta gente. Para que os hagáis una idea, por norma general, tengo unas 200 visitas a diario en el blog. Cuando algo se comparte mucho, he llegado a tener 800 visitas diarias. Pero el día de las lágrimas, y los días sucesivos, ¡¡¡me han visitado 8800 personas!!!!  Es el post más comentado desde que empecé mi andadura hace casi 1 año. estadistica blogAl principio, me sorprendió agradablemente, pero al poco, empezaron a llegar comentarios ofendidos y ofensivos. Es lógico que no a todo el mundo tiene que gustarle lo que escribo, faltaría más. Pero la gente debería aprender a tener respeto. Y empezaron a llegarme mensajes insultantes, que evidentemente, he borrado de los comentarios. He incluso alguna persona me llamó y mandó mensajes a mi teléfono, todo de modo anónimo, que esconderse en el anonimato parece que da rienda suelta a soltar estupideces por la boca. El móvil se quedaba sin batería rápidamente, puesto que todas las notificaciones del blog me llegan allí. Confieso que me agobié. Me pilló desprevenida y no me esperaba esa repercusión. Y desconecté. Hasta me asusté pensando que no podría volver a escribir nada más, porque ya no estaría a la altura.

Por suerte para mí, hay alguien que siempre está ahí, que tiene las palabras indicadas para cada ocasión, mi querida Nieves. Ella me enseñó que llegar a la gente es bueno, que mi blog es mi corazón y que la gente que lo aprecie es la que importa, el resto de la gente, esas personas indeseables, me tienen que dar igual. Es mi personalidad y si, gracias a esto, una sola persona, una sola, se siente ayudada, reconfortada o incluso, removida en su conciencia, yo tengo que estar orgullosa. Gracias a ella, me he sentido poderosa. Y feliz, feliz de saber que tantísima gente ha pensado en la importancia de no dejar llorar a los niños, de tratarlos con respeto y cariño, como se merecen. Los niños son el futuro y debemos cuidarlos cada día.

Así que ya estoy aquí otra vez. No os puedo prometer escribir cada día, aunque tengo tantas cosas que contar… Intentaré sacar tiempo para no dejaros abandonados tantos días. Seguiré hablando de las cosas que me importan, las que me preocupan, seguiré hablando con el corazón. Y os contaré más detalles del nuevo proyecto en cuanto todo esté a punto.

Gracias a todas las personas que estáis ahí y que hacéis esto posible.

Las lágrimas de los niños

Llevo varios días intentando escribir esto, pero no puedo por falta de tiempo, que no por falta de ganas. Todas las mañanas, todas sin falta, me pasa lo mismo.

Trabajo en un hospital. En una zona, donde cada día, pasan niños a los que tenemos que hacerles pruebas y/o analíticas, curas y otros procedimientos. Niños que vienen asustados, que no saben que les van a hacer y a los que se les realizan actos más o menos invasivos. Todos, absolutamente todos, lloran. Normal ¿ verdad?PrickBebered

Porque lo que me remueve por dentro cada día, es que parece que NO es normal. Algunos compañeros de profesión, regañan a los niños por llorar, por portarse “mal”, por revolverse. Pero ahí no acaba todo. Los propios padres, les regañan hasta la saciedad, les amenazan con quitarles cosas e incluso he llegado a ver algún cachete a niños que rato después de la prueba seguían llorando desconsoladamente.

No puedo con estas escenas. Ni con los comentarios injustos que se les hacen a los niños. He visto a personal sanitario regañar a los niños por gritar o llorar, llamarles maleducados, amenazarles con echar a sus padres de la sala por no dejarse hacer una prueba. Y al final, se lo hacen a la fuerza, con más miedo y dolor por parte del niño.

La otra parte que no consigo entender, es la de muchos padres. Llevan a sus hijos al médico, les sacan sangre o les hacen unas pruebas bastante dolorosas y molestas, ¿qué es lo que esperan? «¿que sean niños buenos?» Los niños están asustados y necesitan el apoyo de las personas en las que más confían. Pero, si después de todo, sus padres les regañan y castigan, ¿cómo van a calmarse esos pequeños? Por favor, ¿tan difícil es ponerse a su altura? Agacharse, abrazarlos, explicarles en la medida de lo posible, calmarlos. Entender que simplemente, son niños, que están asustados, que les han hecho daño y que necesitan consuelo, no unos padres que les regañen por llorar.

¿A cuántos adultos no les gusta que les saquen sangre, por ejemplo? A muchos. Y nos dejamos hacer los análisis porque entendemos que es una necesidad. Pero, un niño pequeño, no entiende ese concepto, no entiende que por su bien, que en la sangre hay un montón de compuestos que una máquina analiza en el laboratorio y con eso saben si está enfermo o no….  Y como no lo entienden, somos nosotros los que tenemos que entender su miedo, su dolor, y calmarlos y tranquilizarlos. Si andando por la calle, nuestro hijo se cae y se hace una herida, corremos a socorrerle. Entonces, si en el hospital le hacen una prueba dolorosa, ¿por qué no hacemos lo mismo?

Yo he probado una técnica diferente. Hablar, dialogar, explicarles, adaptándonos a la edad de cada uno,  dejarles que se relajen, darles un tiempo para que salgan de la consulta y fuera se queden más tranquilos antes de volver a entrar. Y explicarles el cómo y el porqué de las cosas. Hacerles saber que es normal tener miedo y dejarles expresar sus sentimientos. La mayoría de las veces, funciona, desde luego, mejor que las amenazas y las fuerzas. Y si no me entienden, siempre lo hago con una sonrisa, a ser posible, que estén sentados y abrazados a sus padres. Los padres también tienen un papel importante en todo esto, más que nosotros, evidentemente. Antes de llegar a la consulta, en casa, tienen que contarles lo que les van a hacer, sin darle importancia, tomarlo como algo natural y necesario. No sirve de nada que los padres lleguen asustadísimos por lo que se les va a hacer a sus hijos, porque transmiten ese miedo a los pequeños.

El otro día, mi amiga Lorena me comentaba una escena parecida. Llevó a la niña, de apenas 14 meses, a hacerse una analítica. La niña iba asustada, a esa edad, casi todos los bebés temen las batas blancas, porque las relacionan con las vacunas y las revisiones periódicas. Al llegar a la sala de extracciones, una persona le sujetó el brazo a la fuerza para que la enfermera pudiera pincharla, sin avisar, sin mediar palabra. El susto de la pequeña era aún mayor, y, evidentemente, su instinto le hacía retirar el brazo. La niña lloraba, chillaba y se revolvía y una de las personas que estaba en la sala, empezó a decir que la niña era una soberbia, que vaya genio tenía. Se lo decía a la madre, directamente. La madre, en ese momento, se quedó tan cortada que no supo qué responder. Y además, estaba más pendiente de atender a su hija.  Pues ahora aprovecho yo para decirle a esa persona, en primer lugar, que si trata con niños, debería tener más paciencia y sobre todo, más empatía. Y en segundo lugar, que se informe antes de soltar palabras por su boca, porque, según la RAE, Soberbia, en su cuarta acepción  significa «Cólera e ira expresadas con acciones descompuestas o palabras altivas e injuriosas». Y esta niña no sentía ira, lo que sentía era miedo, y no se expresaba con acciones descompuestas ni palabras altivas, lloraba e intentaba zafarse porque es lo que le pedía su instinto de supervivencia.

Todos los días, veo estas escenas. Todos los días, salgo con mal cuerpo, viendo como no se respeta el miedo de los pequeños, escuchando comentarios que no deberían hacerse. Todos los días, me acerco a algún pequeño y le llevo un dibujo y unos lápices, para que coloreen y olviden el mal rato, y todos los días, un gesto tan simple como este, funciona. Todos los días, quiero agacharme y abrazar a todos esos niños asustados a los que sus padres regañan. Todos los días…

EDITADO

Para la gente que sólo lee entre líneas, hago una aclaración. 

NO digo que todo el personal sanitario trate mal a los niños, ni muchísimo menos. Por suerte, hay muchos grandes profesionales sanitarios que se dedican a hacer las cosas más fáciles a los pequeños. Digo, que por desgracia, he tenido que ver y sigo viendo cada día, gente que en mi opinión, no está capacitada para tratar con niños. Evidentemente, para ciertos procedimientos, hay que sujetar a los niños, pero no es lo mismo sujetar un brazo para una analítica con una sonrisa y palabras dulces que hacerlo de malas maneras. En mi trabajo, estoy rodeada de grandísimos profesionales y también, de compañeros que no merecen ese calificativo. 

NO digo que todos los padres que ven llorar a sus hijos por quejarse y tener miedo, les regañen y les castiguen. Por suerte, la mayoría de los padres entienden que los niños están viviendo una situación traumática para ellos y les consuelan. Por desgracia, también he visto y sigo viendo a padres, que sí les regañan por llorar, padres que gritan a sus hijos porque les están «dejando en ridículo» (palabras dichas por los propios padres). 

No pretendo, ni mucho menos, menospreciar el trabajo del personal sanitario, ni pretender ser la mejor y la más «guay». Este post es sólo para plasmar una realidad que veo cada día. No considero que yo lo haga mejor que nadie, repito que tengo la gran suerte de trabajar con muchas personas fantásticas, que tratan a todo el mundo con respeto. Esto es sólo una opinión, una visión, MI opinión

Quiero aprovechar para alabar a la enfermera de mi hija, que siempre, cuando ha habido vacunas, se las ha puesto con mi hija en brazos y me ha animado a hacer «tetanalgesia» para que el dolor fuera menor. La sanidad tiene grandes profesionales. 

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