Está claro que todo y todos evolucionamos y ahora vivimos en un mundo totalmente conectado. ¿Quién me iba a decir a mí cuando era pequeña y sólo teníamos una televisión con dos canales que ahora podría ver cualquier programa o película a cualquier hora y desde cualquier lugar? ¿Quién me iba a decir a mí cuando compré mi primer teléfono móvil en 1997 que hoy iba a tener un Smartphone con la última tecnología y que iba a volcar mi vida en las redes sociales? Pues nadie, ¿qué pensaremos todos dentro de 20 años?
Creo firmemente que todos estos cambios han sido para bien. Pero también creo que hay tiempo para todo y que esto no debe dejar de lado las relaciones interpersonales.
Yo salgo de casa siempre con el móvil, no sé vivir sin él. Me conecto varias veces al día, mantengo conversaciones por Whatsapp, actualizo mi perfil de Facebook, twitteo y subo fotos a Instagram. Pero todo tiene su momento. Por ejemplo, en el trabajo quito el volumen del móvil, sólo vibra si recibo una llamada. En casa, cuando llegamos del cole, el móvil se queda encima de la mesa y ya puede sonar y sonar que mientras se come no se toca. Por las tardes se hacen tareas, los niños y yo, y el móvil sigue aparcado, en algún descanso lo miro, pero por lo general no es hasta por la noche, que los niños se han acostado, cuando me pongo al día. O las mañanas que no trabajo y estoy sola en casa, ahí también le doy caña.
Soy bastante estricta con Lucas, estricta comparada con otros padres de adolescentes. Mi hijo no se lleva el móvil al instituto; muchos de sus compañeros sí lo hacen. Mi hijo no toca el móvil hasta que ha terminado sus tareas o estudios diarios; cuando enciende el teléfono después de estudiar está lleno de mensajes de compañeros que llevan chateando casi desde que salieron de clase. Cuando llega la hora de cenar, apaga el teléfono y hasta el día siguiente. Los fines de semana soy un poco más permisiva, pero si salimos a comer o cenar fuera de casa, no le dejo que coja el móvil mientras esperamos la comida (yo no lo hago tampoco) y si estamos con gente, le regaño si veo que está con el móvil en vez de estar compartiendo conversaciones con otras personas.
Creo firmemente en las relaciones personales, y aunque las redes sociales nos ayudan con las relaciones, también pueden llegar a dificultarlas. Por ejemplo, quedo con una amiga para tomar café. La idea es tomar café, charlar y ponernos al día una con la otra. ¿Qué sentido tiene entonces estar todo el rato con el móvil, interactuando con otras personas? Yo, si me llaman, contesto; si suena un whatsapp, como mucho miro la notificación a ver quién es, pero ahí se queda, esperando a que tenga tiempo para leerlo. Si alguien quiere comunicarse conmigo de forma urgente, para eso están las llamadas, los mensajes los contesto cuando puedo. Tengo una amiga con la que dejé de quedar para desayunar. Alguna mañana que quedábamos me pasaba más tiempo aburrida mirando al techo que hablando con ella, porque ella era incapaz de dejar el móvil en la mesa y hablar conmigo, estaba todo el rato con Whatsapp. Ahora ya no quedo con ella, si queremos saber algo una de la otra, un mensaje y listo.

Escena de la fantástica serie «cómo conocí a vuestra madre»
Y esto viene al caso de la semana pasada. Todos los años, el día del cumpleaños de Lucas, vamos a cenar a un sitio que le encanta. Mientras esperábamos la cena, me preguntó si podía usar el móvil. Evidentemente, le dije que no, pero que lo dejase a mano para poder grabar un vídeo, pues en ese restaurante, el día de tu cumpleaños te suben en la silla y te cantan una canción. Mientras esperábamos la cena estuvimos los tres jugando a Dobble, este juego de cartas que siempre llevo en el bolso. Al poco llegaron 4 amigos a la mesa de detrás. Se sentaron con los móviles en la mano mientras consultaban la carta. Pidieron y siguieron los 4 con sus móviles, sin levantar la cabeza y sin interactuar entre ellos. Cuatro amigos que habían quedado para cenar y que no se hablaban. Durante la cena hablaron algo, aunque uno de ellos no dejó el móvil y ¡comía con una mano mientras con la otra estaba jugando a un juego! ¿Qué sentido tenía entonces esa reunión de amigos? Lo comenté con Lucas y hablamos del tema durante la cena, del absurdo de la situación. Cuando llegó la hora del postre y de la canción de Lucas, hice un vídeo y la casualidad quiso que los amigos de la mesa de atrás saliesen en el vídeo…jugando con sus móviles.
Vivimos conectados las 24 horas del día. Pero también vivimos rodeados de personas, de nuestras familias, de nuestros amigos, personas que aportan cosas a nuestra vida gracias a esas relaciones que compartimos. Está genial esta conexión, pero no deberíamos perder la esencia de la humanidad, el sonido de las palabras cuando salen de los labios, ver una sonrisa dibujada en la cara de alguien cuando cuentas algo gracioso, poder tocar a esa persona que sufre y a la que brindas tu apoyo…
Hay que saber parar, aprovechar los momentos que compartimos con la gente que nos rodea.
Comentarios en: "¿La tecnología desconecta a las personas?" (5)
me horroriza como la gente se aisla con sus telefonos moviles….y cada vez gente mas joven.
Yo ya no estoy tan joven pero reconozco que a veces peco de esta mala costumbre. Soy un poco de extremos, y ha días en los que me puedo ir tranquilamente a la calle sin batería o dejarme el móvil en casa y no volver a por él,mientras que otros no lo suelo ni para comer y charlar con mi marido. Voy a rachas, pero desde luego es una costumbre que debíamos evitar para que los niños no nos imiten también en esto.
Yo creo que la tecnología es un avance y que no hay que demonizarla, hay que usarla con cabeza. Para mí, por ejemplo, que vivo a 800km de mi familia y de la familia de mi marido, es esencial. Ya no solo por mi sino por las peques, que ven a sus abuelos o a sus primos por skype, que tenemos grupos de WA con la familia, aunque solo sea para mandar fotos de comida y niños,…
Pero hay que poner límites. Mi mayor esta adolescente perdida y tiene un vicio con el móvil que no es normal. Pero en casa cuando llega lo pone en una cesta con el mío h el de su padre y hasta que no ha estudiado y hecho todas sus tareas no se lo damos. Y por la noche a la cesta de nuevo que si no se queda hasta las tantas con el.
Es uno de nuestros motivos de discusión más importantes. Yo entiendo que como niña de 16 años es importante estar comunicada pero eso de que pase de su familia o de que baje las notas pr el cacharrito,… Pues no. En casa no somos de exigirle el diez siempre pero si vemos que no ha estudiado o que ha hecho el vago ahí como si saca un ocho, si has podido sacarlo sin estudiar es que estudiado podrías haber hecho más.
La pequeña de momento pasa de todo y su máxima afición tecnológica es que le deje la tablet para ver dibujitos o jugar a peinar a las Frozen, pero es que aunque lo quisiera no lo necesita. ¿Dónde va a ir con movil, si con siete años está siempre con nosotros? Y eso que compañeros suyos de clase ya tienen, porque han heredado alguno viejo o ¡porque ya les ha comprado uno, cosa que me espanta! Pero allá cada madre con la educación de sus hijos, que yo no me meto en lo que pase de puertas para dentro por prudencia, que aunque quisiera decirles algo de buena voluntad se lo toman como una crítica feroz.
Yo estoy con el móvil cuando estoy sola, esperando l en la hora que tardó en ir a trabajar y volver, pero poco más. Cuando llego a casa estoy demasiado cansada como para estar con la pantalla ya brillante mucho tiempo, se me caen los ojos después de la jornada laboral de oficina y me interesa más estar con mis niñas y mi marido que lo que me puedan contar.
Pero sin tecnología yo estaría mucho más aislada de mi familia de lo que ya estoy por distancia, así que creo que hay que saber usarla. Y que no solo los jóvenes están enganchados al móvil, cantidad de adultos veo yo que parece que el teléfono es una extensión de su cuerpo jaja a
Me ha encantado tu reflexión. Yo tengo que admitir que en ocasiones he pecado de tocar el móvil cuando no debería, en el trabajo o en casa con los niños y mi marido, aunque siempre lo tengo silenciado… Cuando veo casos extremos como el que teníais en la mesa de al lado en el restaurante siento mucha pena por esta nueva generación que han perdido tanta conexión con el mundo real desde pequeños, los padres tenemos un trabajo duro que hacer en este campo y debemos empezar por dar ejemplo…
Sigue así, siempre consigues hacerme
reflexionar.
gracias Cris, yo también confieso que a veces le he echado un ojo cuando no debía, pero lo he dejado rápido. Pero llegar a esos extremos….